El Proceso de Hominización en la Península Ibérica: Nuevos Hallazgos
La hominización es el proceso de evolución biológica y cultural que permite el tránsito de las primeras especies de homínidos hasta nuestra especie actual, el Homo sapiens sapiens. Los restos más antiguos hallados en la Península Ibérica datan de hace un millón doscientos mil años y fueron encontrados en Atapuerca (Gran Dolina, Burgos). Según la teoría del paleoantropólogo J.L. Arsuaga, estos restos pertenecerían al Homo antecessor, antecedente común a Neandertal y a Sapiens sapiens. Poseía una gran capacidad craneal, eran bípedos, fuertes, omnívoros, e incluso hay pruebas que demuestran que eran antropófagos. También han sido encontrados en la Sima de los Huesos de Atapuerca restos del Homo heidelbergensis (350.000 años), que era recolector, pescador y poseía galerías de enterramiento con elementos simbólicos (Excálibur). Se cree que fue este quien en el Paleolítico Medio (hace aproximadamente 100.000 años) dio paso al Homo neanderthalensis, que poseía un lenguaje articulado, abstracción (enterramientos rituales y primeras representaciones artísticas), industria lítica perfeccionada (raederas, cuchillos de dorso, etc.). Además, eran corpulentos y estaban adaptados al clima glaciar y a la caza de grandes mamíferos. Los restos más modernos fueron encontrados al sur de la Península (cueva de Gorham en Gibraltar). En África, ya en el Paleolítico Superior (hace 40.000 años) surgió el Homo sapiens sapiens, que irá ocupando todo el globo. Fue adquiriendo conocimientos del Homo neanderthalensis, con el que convive e incluso parece ser que hubo mezcla genética hasta la completa extinción de Neandertal hace 28.000 años aproximadamente. Es muy adaptable y con una complexión física más esbelta y estilizada, lo que le permite mejorar sus desplazamientos; transmite cultura (arte mobiliar y parietal en Altamira) y desarrolla azagayas y arpones de hueso y el microlitismo.
Todas ellas son especies cazadoras, recolectoras y nómadas, con industria lítica, que se extendieron por toda la Península Ibérica, pero los únicos que consiguieron sobrevivir fueron los Homo sapiens sapiens.
Los Pueblos Prerromanos. Las Colonizaciones Históricas: Fenicios, Griegos y Cartagineses
Durante el primer milenio a.C. y ya en plena Edad del Hierro, conviven en la Península Ibérica pueblos autóctonos con pueblos colonizadores procedentes del ámbito mediterráneo. El reino de Tartessos se desarrolló en el Valle del Guadalquivir. Poseía una monarquía hereditaria (Argantonio) y su economía se basaba en la explotación minera y en el comercio con los fenicios. Además, tenían escritura y orfebrería (tesoro de Carambolo), pero hacia el s. VI a.C. desaparecieron. Los pueblos íberos se instalaron en las costas del Mediterráneo y el valle del Ebro, tenían una lengua similar, y la economía era de base agraria y comercial. Su organización política era heterogénea, con jefes de tribu, aristocracia, y hay hallazgos arqueológicos tan célebres como las damas de Baza y Elche. Los celtas eran de origen indoeuropeo y ocuparon las cordilleras del Norte. La economía se basaba en la pesca, la ganadería y la recolección, se organizaban en clanes y el rey no tenía poder, por lo que se celebraban asambleas. No poseían escritura y apenas sufrieron influencias de los colonos. Además, la magia y la adivinación jugaban un papel muy importante. Los celtíberos se instalaron en la Meseta central en poblados fortificados. Mantenían una gran cohesión tribal y los verracos son su mayor manifestación artística. La economía era agrícola y ganadera.
Estos pueblos fueron influenciados económica y culturalmente por los colonizadores mediterráneos. Los fenicios y griegos llegaron con la intención de comerciar, pero los cartagineses llegaron con la intención de conquistar. Los fenicios proceden de Fenicia y fundaron factorías comerciales por todo el Mediterráneo sur, siendo Gadir o Malaka fundadas en el s. VIII a.C. Los griegos proceden de Massalia (actual Marsella) y fundaron polis como Rodhes y Emporion. Los cartagineses procedían de Cartago y, tras hacerse con el control de Fenicia, conquistaron todo el Sur y Sureste peninsular. En las guerras púnicas se enfrentarán a Roma, y con su derrota se inicia la romanización de la P. Ibérica. Los colonos aportaron a la Península el torno de alfarero, la vid, el olivo, las gallinas, la moneda, un alfabeto, y estrecharon los contactos comerciales y culturales de la península con el resto del Mediterráneo.
Conquista y Romanización. La Pervivencia del Legado Cultural Romano en la Cultura Hispánica
La romanización es el proceso de aculturación por el cual las sociedades autóctonas de la P. Ibérica adoptan las instituciones, la cultura y la mentalidad de los conquistadores romanos. Las legiones romanas llegan a la península en el 218 a.C., con motivo de las guerras púnicas, en las que vencen a los cartaginenses y que dan lugar a una conquista larga y que dividimos en tres fases. En la primera, vencen a los cartagineses y ocupan el litoral mediterráneo, que será la zona con una romanización más profunda. En la segunda, ocupan la meseta central, luchando duramente con los pueblos autóctonos (los lusitanos o Numancia como ejemplo). Por último, ya a finales del siglo I a. C., conquistan la zona norte en las guerras cántabras, que finalizan con la llamada Pax Augusta. Hispania se convierte en una provincia esencial de la República y del Imperio, profundamente romanizada, y será subdividida para mejorar la administración y explotación (Baetica, Tarraconensis, etc.). Las ciudades son la base esencial de la romanización, sede de las instituciones y edificios públicos, y basadas en fundaciones que siguen el modelo urbanístico romano (Tarraco, Emerita Augusta, Caesaraugusta, etc.). Las aportaciones fundamentales de Roma fueron de índole económico (estrechas relaciones comerciales) y culturales: implantación del Derecho Romano y la ciudadanía; el latín, que sustituye a las lenguas prerromanas; las obras de ingeniería y arquitectónicas (acueducto de Segovia, calzadas, arcos, puentes…); la religión imperial (primero el paganismo y desde el s IV d.C el cristianismo), etc.
Su legado será tan importante que incluso con la conquista visigoda su influencia pervivirá a través de las leyes, las instituciones, el arte o la cultura en general.
Las Invasiones Bárbaras. El Reino Visigodo: Instituciones y Cultura
Desde el 409 bandas de suevos, vándalos y alanos penetraron en la Península como aliados de los romanos. Los emperadores romanos intentaron contener la invasión recurriendo a otro pueblo bárbaro, los visigodos, un pueblo romanizado al haber asimilado la lengua y costumbres romanas. Su entrada en la Península señala en inicio de la Edad Media en España.
La conquista tuvo varias fases, puesto que primero expulsaron a alanos y vándalos y los suevos quedaron reducidos al noroeste. Ya en el siglo VI se creó el reino visigodo de Toledo, que se consolidó con Leovigildo al conquistar al reino suevo (585). Sus sucesores echaron a los bizantinos y trataron de someter a los pueblos del norte. Los visigodos crearon el primer reino peninsular independiente y unido.
Los visigodos introdujeron en Hispania la monarquía electiva como forma de gobierno. Esta tradición dio lugar a una constante inestabilidad, ya que las grandes familias aristocráticas se enfrentaban en luchas sangrientas por el poder, y los reyes visigodos trataron de asociar al trono a sus herederos para asegurar la sucesión.
El Rey representa a la nación, controla la diplomacia exterior, en el interior es juez supremo (siempre está asesorado por órganos consultivos), acuña moneda y convoca concilios. El rey es general en jefe del ejército.
Ciertos nobles conforman el Officium, organismo que ayuda al rey a gobernar. Además está el Aula Regia, es una especie de Tribunal Supremo, consejero del Rey. La legislación de tradición romana se recoge en el Liber Iudicum.
Los nobles y reyes visigodos eran de religión arriana y la mayoría de la población era católica. Leovigildo intentó crear una iglesia nacional arriana, pero sería Recaredo quien decidió convertirse al catolicismo al subir al trono y promover una Iglesia católica, unitaria y nacional. De esta manera, los Concilios de Toledo constituyen un órgano legislativo-deliberativo, cuyos acuerdos se pasaban al Tomus Regius.
La cultura visigoda estuvo dominada por la Iglesia. Los visigodos adoptaron el latín como lengua propia. La figura más destacada de la cultura del reino visigodo de Toledo fue san Isidoro de Sevilla (Etimologías).
La arquitectura visigoda utilizaba la piedra como principal material de construcción, y en sus edificios se empleaban los arcos de herradura (San Juan de Baños, San Pedro de la Nave, etc.) Los visigodos se interesaron mucho por la orfebrería (tesoro de Guarrazar).
La Península Ibérica en la Edad Media: Al-Ándalus
Evolución Política: Conquista, Emirato y Califato de Córdoba
Aprovechando las disputas dinásticas de los visigodos y alentados por la yihad, los musulmanes dirigidos por Tariq atraviesan el estrecho de Gibraltar (711) y derrotan en la batalla de Guadalete al ejército de Don Rodrigo, último rey visigodo.
En tres años conquistan toda la península, excepto algunas zonas de la franja cantábrica y los Pirineos donde fueron derrotados en la batalla de Covadonga en el 722 por los astures y más tarde por los francos en Poitiers (732), lo que supuso el fin de la expansión musulmana por Europa. Habitualmente se firmaron capitulaciones que permitieron a los conquistados conservar sus tierras, a cambio del pago de tributos. La rapidez de la conquista fue debida en parte a la tolerancia musulmana hacía cristianos y judíos (Gentes del Libro) y al desinterés de la mayoría de la población en defender una monarquía con la que no se identificaba. Inicialmente además deben pagar la yizia y el jaray, lo que fomenta las conversiones al Islam. Tras la conquista musulmana, la península se convirtió en una provincia o emirato del Califato de Damasco, gobernado por un emir que actuaba en nombre del califa.
En el año 756, Abd-al-Rahmán I, un miembro superviviente de la familia Omeya, familia expulsada del califato por los Abbasíes, llegó a la península haciéndose con el poder y proclamándose emir independiente, jefe político pero no religioso. Fue una etapa de consolidación del poder musulmán, estimulándose el desarrollo económico y urbanístico.
En el año 929 Abd-al Rahmán III, se autoproclamó califa, jefe político y espiritual, este periodo del califato representó la época de máximo esplendor cultural del Al-Ándalus. En el año 976 Almanzor, hayib de Hisham II, se hizo con el poder y convirtió el califato en una dictadura militar apoyado en las victoria de su ejército contra los núcleos cristianos del norte. A la muerte de Almanzor las luchas entre bandos rivales (fitnas) acabaron con el califato, que terminaría en el año 1031 cuando una rebelión depuso al último califa, Hisham III y Al-Ándalus se fragmentó en numerosos reinos de Taifas.
La Crisis del S.XI: Los Reinos de Taifas e Imperios Norteafricanos
En el año 1031 una rebelión depuso al último califa, Hisham III y Al-Ándalus se fragmentó en numerosos reinos de Taifas (en árabe facción o bandería), que se fueron reduciendo sobre todo por la incorporación de los más pequeños a otros mayores. Según la etnia que las dominaba podían dividirse en árabes o andalusíes como Córdoba, Sevilla o Zaragoza; bereberes como Granada o Málaga, y eslavas como Valencia. Seguían siendo territorios prósperos económicamente y en algunos casos tuvieron gran importancia cultural pero su supervivencia dependía, con frecuencia, del pago de parias o tributos. A finales del siglo XI ante el avance de los reinos cristianos, que en el 1085 conquistan Toledo (Alfonso VI de Castilla), reclamaron el apoyo de los almorávides, musulmanes ultraortodoxos, que habían formado un gran imperio en el norte de África. Su dirigente Yusuf ibn Tashfin llegó a la península en el año 1086 y venció a Alfonso VI en la batalla de Sagrajas (Badajoz) tras lo que regresó a África. Pero en el 1090 retornó a la península con el objetivo de conquistar los reinos taifas. Pero no llegó a consolidarse del todo y en el siglo siguiente caería el poder almorávide estableciéndose los segundos reinos de taifas hacia el año 1145.
Al mismo tiempo que los almorávides eran derrotados en al-Ándalus, su imperio africano desaparecía y un nuevo imperio, el Almohade, surgía y los derrotaba en África. El dominio almohade de la Península se inició en 1147 con la ocupación de Sevilla, pero no terminó hasta 1172. Lograda la unificación de Al-Ándalus, los almohades aumentaron su ataque contra los reinos cristianos. En 1195 el califa Yusuf II aplastó al ejército castellano dirigido por Alfonso VIII en la batalla de Alarcos. La gravedad de la situación obligó a los reyes cristianos a relegar sus diferencias internas para hacer un frente común contra los almohades (bula de cruzada del Papa Inocencio III).
En el año 1212 las tropas cristianas destrozaron al ejército almohade en la batalla de las Navas de Tolosa. Con esta derrota el poder de los almohades en la Península quedó prácticamente aniquilado, conformándose el Reino Nazarí de Granada como último reducto de la presencia musulmana en la península.
La Organización Económica y Social
El nuevo Estado musulmán aportó un notable desarrollo económico muy superior al de los reinos cristianos. En la agricultura los musulmanes impulsaron la práctica del regadío introduciendo la noria y las acequias y difundieron cultivos como los cítricos, el arroz, el algodón o el azafrán. Sin embargo, los cultivos principales siguieron siendo los cereales, la vid y el olivo. En la ganadería se desarrolló especialmente el ganado ovino y la cría del caballo (para actividades guerreras). Por el contrario, la ganadería porcina sufrió un gran retroceso. En la minería, que estaba bajo control estatal, sobresalió la extracción de plomo, cobre, estaño, azufre, cinabrio y oro, que se obtenía del lavado de diversos cursos fluviales.
Al tratarse de una civilización urbana, la producción de manufacturas se desarrolló, en especial la producción textil, en la que destacaron los brocados cordobeses o los tejidos de lana, seda y lino, la cerámica, las armas (Córdoba, Toledo), la fabricación de papel (Játiva) y de vidrio, etc. El comercio se vio favorecido por la monetarización basada en el dinar de oro y el dirhem de plata. El comercio interior se efectuaba en el zoco de las ciudades, donde ocupaban un puesto privilegiado los bazares, y las alhóndigas (para almacenar mercancías y para alojar a los comerciantes). Al-Ándalus mantuvo también un intenso comercio exterior, tanto con los restantes países islámicos como con la Europa cristiana. Exportaba productos agrícolas, minerales y tejidos, e importaba especias y productos de lujo del Próximo Oriente, esclavos de la Europa cristiana y oro y esclavos negros del Sudán.
La población de Al-Ándalus se caracterizó por su diversidad étnica y religiosa. Los musulmanes, árabes, bereberes, sirios y muladíes (cristianos convertidos al Islam), convivían con mozárabes (cristianos) y con los judíos, además de los esclavos eslavos y negros. Se distribuían en grupos sociales de la siguiente forma:
- Aristocracia árabe: poseen las tierras y detentan los principales cargos de la administración.
- Grupos sociales medios: mercaderes y miembros del ejército
- Clases populares: artesanos y campesinos
- Esclavos: poco numerosos y dedicados al servicio doméstico (eslavos) y al ejército (africanos)
Aunque la mayoría de la población pertenecía al ámbito rural, las ciudades tuvieron gran importancia. Destacar la importancia de Córdoba (100.000 habitantes), Sevilla, Valencia, Zaragoza, Málaga o Almería.
El Legado Cultural
Al-Ándalus fue la zona de contacto cultural entre el mundo islámico, del cual se recopilaron una amplia colección de textos literarios, filosóficos y científicos, y la Europa cristiana. Aunque al principio el desarrollo fue limitado por la imposición de la doctrina malequí, una de las corrientes surgidas en el islam, ya durante el Califato (s. X y XI) el clima de libertad intelectual propiciado por califas como Abd-al-Rahamán III y Al-Hakam II hizo que se desarrollaran disciplinas científicas como las matemáticas, la astronomía, la botánica, la medicina, la historia y la geografía.
La literatura alcanzó un gran desarrollo tanto en verso como en prosa (jarchas) o El collar de la Paloma escrito por el poeta Ibn Hazam. Ibn Haldún fue un importante historiador, siendo Introducción a la historia universal su obra más importante. En filosofía destacaron Averroes y Avempace y el judío Maimónides por sus comentarios a las obras aristotélicas, las cuales llegaron al mundo occidental gracias a ellos. En el terreno científico se difundió el sistema de numeración de origen indio y el concepto de cero que sustituyeron a la numeración romana. Como matemático cabe destacar a Al-Mayriti. En medicina sobresalió Abulcasis, autor de una enciclopedia médica y quirúrgica que se tradujo al latín. La botánica, geografía y astronomía también experimentaron un gran desarrollo. Toda esta riqueza cultural fue heredada por los cristianos.
La Mezquita y el Palacio en el Arte Hispano-Musulmán
El arte hispano-musulmán estaba marcado profundamente por la doctrina religiosa, que prohibía la representación de imágenes. Por ese motivo la pintura y la escultura tuvieron escaso desarrollo, y la arquitectura se convirtió en la principal manifestación artística, con decoración en yeso o mosaico sin imágenes, pero con motivos vegetales, geométricos y caligráficos. Se emplearon materiales pobres como el ladrillo y se reutilizaban elementos de obras anteriores. Entre las manifestaciones arquitectónicas destacan la mezquita y el palacio.
La mezquita islámica es el edificio que responde a las necesidades religiosas del Islam: un gran espacio para la predicación y la oración. Destaca la mezquita de Córdoba; iniciada por Abd-al Rahmán I en el siglo VIII sobre una antigua basílica cristiana, fue ampliada en varias ocasiones, realizándose la última en tiempos de Almanzor (finales del s. X). Destacan los distintos tipos de arcos (herradura, lobulados, apuntados…), las bóvedas de la cubierta y el mihrab. Del periodo Omeya es también la mezquita de Toledo convertida después en la Iglesia del Cristo de la luz. Los almohades construyeron la mezquita de Sevilla, de la que se conserva el minarete, transformado en campanario (la Giralda).
El poder político dio origen al arte palatino. De la época de Abd-al Rahamán III (s. X) data la ciudad -palacio de Medina -Azahara, en las cercanías de Córdoba. Y de la época de los Taifas el palacio de la Aljafería de Zaragoza (s. XI). Pero el palacio mejor conservado es de la Alhambra (s. XIII y XIV), con materiales pobres y abundante decoración, pertenece al periodo Nazarí. En realidad son dos palacios: uno más oficial en torno al patio de los Arrayanes y otro privado en torno al Patio de los leones. Enfrente se sitúa la residencia veraniega del Generalife.