Evolución Económica y de las Comunicaciones en la España del Siglo XIX

La Minería en España en el Siglo XIX

Todas estas circunstancias cambiaron a partir de la revolución de 1868: La Ley de Bases sobre Minas de 1868 simplificaba la adjudicación de concesiones y ofrecía muchas seguridades a los concesionarios de las minas.

Había aumentado la demanda internacional de los productos mineros. Se hicieron cargo de las explotaciones mineras sobre todo compañías extranjeras, que extraían los minerales para su exportación en bruto a sus países de origen. Por tanto, España se convirtió en exportadora de materias primas (cobre, mercurio y hierro, fundamentalmente), que a fines del siglo representaban uno de los capítulos más importantes de la balanza comercial española.

Un Sector Deficiente: La Energía

Uno de los cambios característicos de la revolución industrial es el empleo masivo del carbón como fuente de energía. En España, hasta mediados del siglo, las principales fuentes de energía utilizadas eran la fuerza humana y animal, y, en menor medida, la hidráulica (molinos de agua) y la eólica (molinos de viento, barcos a vela); como combustible doméstico, se usaba la leña. El consumo de carbón creció desde mediados de siglo, estimulado por la red de ferrocarriles, la navegación a vapor y la industrialización. Sin embargo, España tenía un serio inconveniente con el carbón, sobre todo si se comparaba su situación con la de países como Gran Bretaña, Bélgica, Alemania o incluso Francia: el carbón español era escaso, de mala calidad y caro. Por ello, el carbón consumido en España procedía, a partes prácticamente iguales, de la importación y de la producción nacional. Además de que en el caso español intervienen múltiples factores que explican el fracaso de la revolución industrial, no se puede negar que la escasez de recursos energéticos representó un problema añadido a los intentos de industrialización.

El Progreso de las Comunicaciones: El Ferrocarril

Es indiscutible que España estaba en desventaja respecto a otros países de Europa en cuanto a las condiciones de transporte, lo que supuso otro inconveniente para su desarrollo económico. El trazado y el desarrollo del tendido ferroviario español representan un reto importante para la economía nacional y son, también, un termómetro de la realidad económica del momento. Las importantes inversiones que se precisan para su construcción y la falta de recursos propios facilitan la llegada de capitales extranjeros, franceses en su mayoría, que acaparan la mayor parte de las licencias para su construcción y explotación. Solamente en el País Vasco y en Cataluña, la burguesía social realiza inversiones para la creación de una estructura comarcal de vías. La primera línea ferroviaria se construyó en 1848 (Barcelona-Mataró), pero el verdadero impulso se dio en el periodo comprendido entre 1855 y 1866. La Ley de Ferrocarriles de 1855 facilitó la entrada de capital extranjero, lo que precipitó su construcción a un ritmo que no era muy rentable para el país. Las compañías no se beneficiaron, siendo deficitarias y no estimularon el consumo del hierro español. El nuevo sistema de transporte supuso grandes mejoras en coste, tiempos y ahorro social. Después de 1873 el ritmo de construcción fue más moderado, pero hasta 1905 se vino a duplicar la longitud total. El ferrocarril sería, en la época de la Restauración, un importante factor de estímulo en la armonización el mercado nacional. Facilitó la salida de los principales productos agrícolas del interior como los cereales, vino y harinas, y fue un estímulo tanto para el consumo de hulla de Asturias como un impulso de la siderurgia vasca. A este medio de transporte hay que añadir los avances en carreteras gracias al Plan General de Carreteras del año 1886, la mejora de la navegación marítima y la implantación de los sistemas de correos y telégrafos.

Conclusiones

La Revolución Industrial en España es tardía e incompleta: durante las cuatro primeras décadas del siglo XIX el desarrollo económico e industrial de España se vio frenado por las pérdidas económicas y humanas de la Guerra de la Independencia, de la Guerra Carlista y por la emancipación de las colonias. Es un proceso incompleto y pródigo en desequilibrios sectoriales (unos sectores se desarrollan más que otros, textil y siderúrgico) y geográficos (centrada casi exclusivamente en el País Vasco y Cataluña). En conjunto, el proceso de industrialización en España no fue tan importante como en otros países europeos. A finales del siglo XIX, España aún era un país con un pobre desarrollo industrial y habrá que esperar a la segunda mitad del siglo XX para que España recobre un nuevo impulso industrializador.