Evolución de la Novela Española: Posguerra, Transición Democrática y Autores Relevantes

La novela española después de 1975

Tras la muerte de Franco en 1975, se inicia en España la transición a la democracia, cuyo hito fundamental será la aprobación de la Constitución de 1978. El final de la dictadura propicia la progresiva normalización de la literatura española. La novela experimental, predominante en los años sesenta, muestra signos de agotamiento.

En la novela de los años setenta se emplean formas narrativas tradicionales y se recupera el interés por contar historias. Dos novelas inauguran esta etapa: La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza y Mortal y rosa de Francisco Umbral, ambas publicadas en 1975. Con este fin, se recuperan estrategias narrativas del realismo decimonónico, así como subgéneros —novela histórica, novela policíaca— en los que prima la historia (qué se cuenta) sobre el discurso (cómo se cuenta).

Principales Tendencias Narrativas

  • La novela policíaca: Durante las últimas décadas se produce en España (y en toda Europa) un florecimiento de la novela negra. Este modelo resulta adecuado para reflejar las transformaciones del país, así como para denunciar la corrupción o la injusticia de una sociedad opulenta y amoral. Entre los autores más destacados se encuentran Manuel Vázquez Montalbán (Los mares del Sur, protagonizada por el detective Pepe Carvalho), Alicia Giménez Bartlett (creadora de la inspectora Petra Delicado), Eduardo Mendoza (La verdad sobre el caso Savolta), Lorenzo Silva (con Belvilacqua y Chamorro en El alquimista impaciente), Antonio Muñoz Molina (Plenilunio, El invierno en Lisboa, Beltenebros) y Juan Madrid (y su investigador Toni Romano).
  • La novela histórica: Recrea acontecimientos o personajes del pasado. En ocasiones, la reconstrucción de las coordenadas políticas, sociales o estéticas de la época en la que se ambienta la narración sirve para arrojar luz sobre el presente. Destacan Eduardo Mendoza (La verdad sobre el caso Savolta), Miguel Delibes (El hereje), Manuel Vázquez Montalbán (Galíndez). Este modelo narrativo se imbrica con la novela de aventuras (Arturo Pérez-Reverte y su serie sobre el capitán Alatriste). El tema de la Guerra Civil es tratado en obras como La voz dormida de Dulce Chacón o Soldados de Salamina de Javier Cercas.
  • Novelas de realismo crítico y social: Reflejan la desilusión ideológica (Luis Landero, Juegos de la edad tardía).
  • Novelas poemáticas o líricas: Escritas en una prosa cuidada y evocadora, reflexionan sobre la propia existencia (Julio Llamazares, La lluvia amarilla; Carmen Martín Gaite, Lo raro es vivir; Almudena Grandes, Malena es un nombre de tango).
  • Metaficción: En ellas se reflexiona sobre el propio proceso de escritura de la novela (Juan José Millás, Papel mojado; Antonio Muñoz Molina, Beatus ille; Gonzalo Torrente Ballester, La isla de los jacintos cortados).
  • Novelas de la Generación X: Autores que retrataron de forma cruda a la juventud urbana de la época (José Ángel Mañas, Historias del Kronen; Ray Loriga, Héroes).

Autores Destacados

Almudena Grandes (Madrid, 1960 – 2021)

Se dio a conocer con Las edades de Lulú (1989), Premio La Sonrisa Vertical de novela erótica, a la que seguiría Te llamaré viernes (1991), una compleja historia de amor “en un Madrid sin alma”, y Malena es un nombre de tango (1994), que cuenta la historia de una niña que lucha contra las normas impuestas por su familia y que logrará descubrir todos los secretos de esta. Su trayectoria se consolida con Atlas de geografía humana o Los aires difíciles, ambientadas en la España contemporánea y en las que emplea técnicas realistas y de introspección psicológica. En 2010 inicia la serie Episodios de una guerra interminable, un proyecto narrativo que se compone de seis novelas independientes que narran momentos significativos de la resistencia antifranquista entre 1939 y 1964 y cuyos personajes interactúan con figuras reales y escenarios históricos. El modelo formal y el título son un homenaje a los Episodios nacionales de Galdós. El lector de Julio Verne es el segundo volumen de la serie. Recibió el Premio Nacional de Narrativa en 2018.

Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956)

En sus novelas se propone “salvar e inventar la memoria”. Sus primeras narraciones, Beatus ille (1986), El invierno en Lisboa (1987) y Beltenebros (1989), participan de las características de la novela policíaca o de la novela negra. En El jinete polaco (1991), situada en el lugar imaginario de Mágina (réplica de su Úbeda natal), se reconstruye el pasado de los personajes; la obra reúne ficción y recuerdo de la realidad histórica en su tierra de origen. Con Plenilunio (1997) regresa al género de la narrativa policíaca. Esta novela desarrolla la investigación de un crimen y versa sobre la existencia del mal. En La noche de los tiempos (2009) recrea las primeras semanas de la Guerra Civil en Madrid.

Su prosa se distingue por el empleo de enunciados extensos, de la amplificación mediante las comparaciones y las enumeraciones, y por el uso continuo de la adjetivación. La memoria del pasado (la Guerra Civil, la posguerra, la vida cotidiana de las personas, incluida la familia del escritor) constituye un tema recurrente en su narrativa. Recibió el Premio de la Crítica (1987), el Premio Nacional de Narrativa (1987 y 1992) y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2013.

Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943)

Sus temas preferidos son el poder, la obsesión por el progreso y el caos de un mundo extraño en el que todo puede suceder. Habitualmente estructura sus novelas de manera circular y suele ubicarlas en Barcelona. Mezcla géneros narrativos como el histórico, el policíaco y el folletinesco (estas características pueden apreciarse en La verdad sobre el caso Savolta, del año 1975, donde recrea los conflictos de una ciudad cercada por las protestas obreras y los atentados terroristas). Otra de sus obras más conocida es La ciudad de los prodigios (1986), ambientada también en Barcelona, entre los años que median entre las exposiciones universales de 1888 y 1929. La parodia y el humor están presentes en El misterio de la cripta embrujada, El laberinto de las aceitunas y Sin noticias de Gurb. Recibió el Premio Cervantes en 2016.

Rosa Montero (Madrid, 1951)

Sus novelas, de estilo fluido, giran en torno a temas recurrentes como la memoria, la identidad, el paso del tiempo y la muerte. Ha sido galardonada con varios premios periodísticos y literarios, entre ellos el Premio Nacional de las Letras Españolas en 2017. Entre sus obras destacan Crónica del desamor (testimonio de los años de la transición democrática), La hija del caníbal (novela de intriga y misterio), Te trataré como a una reina (defensa de la condición femenina) o la Historia del rey transparente (novela de aventuras y de fantasía, ambientada en la Edad Media y protagonizada por una muchacha disfrazada de hombre).

La novela española de posguerra

1. La novela de posguerra

La Guerra Civil supuso una ruptura total con la literatura anterior y determinó la vida cultural posterior. Las consecuencias políticas, económicas, sociales e ideológicas influyeron en la labor literaria y condicionaron la creación novelesca.

1.1. La novela existencial de los años cuarenta

Al principio de la posguerra se produce un estancamiento del género narrativo. Se publican novelas triunfalistas que relatan la guerra desde el punto de vista de los vencedores o novelas de evasión, con asuntos sentimentales. Sin embargo, surgen en los años cuarenta dos novelas con una visión crítica de la realidad: La familia de Pascual Duarte (1942) de Camilo José Cela, que inicia la corriente denominada tremendismo, al profundizar el relato en los aspectos más crudos de la realidad: miseria, violencia, etc., y Nada (1945) de Carmen Laforet, en la línea del existencialismo. En esta última obra, alejada de la literatura oficial, se refleja una existencia desoladora y conflictiva.

1.2. La novela social en los años cincuenta

A principios de los cincuenta se produce un renacimiento del género narrativo en el que participan autores como Cela, Miguel Delibes y Gonzalo Torrente Ballester. El hecho decisivo es la aparición de la llamada Generación del medio siglo, que desarrollará un nuevo tipo de novela. El primer impulso lo proporciona Cela con La Colmena (1951) y se consolida con El Jarama (1956) de Rafael Sánchez Ferlosio. Los narradores de esta generación creen que la literatura debe reflejar y denunciar la situación social. El escritor es un ser comprometido con su sociedad. Como consecuencia, la estética dominante es la del realismo.

Con respecto a la técnica narrativa y al estilo, la novela social opta por el objetivismo o conductismo, caracterizado por:

  • El narrador oculto, que desaparece del relato y pretende reflejar la realidad de un modo imparcial.
  • La ausencia de análisis psicológico en los personajes.
  • El predominio del diálogo (que refleja el habla coloquial) sobre la narración.
  • El estilo sencillo.
  • La estructuración en secuencias.
  • El protagonista colectivo.
  • La concentración espacio-temporal.
  • La importancia de los problemas sociales.

Los temas se centran en los problemas sociales contemporáneos de los escritores, que a menudo tuvieron que enfrentarse con la censura.

1.3. La novela experimental en los años sesenta

En los años sesenta se conjugan varios factores que determinarán un cambio de rumbo en la novela, entre ellos destacan el agotamiento de la novela social y la irrupción de nuevos modelos narrativos inspirados en los grandes novelistas extranjeros (Joyce, Kafka, Proust, Faulkner, etc.). El realismo social de los años cincuenta evolucionará hacia la novela estructural, cuya intención es la indagación en la personalidad del individuo a través de su conciencia y de su contexto social.

La novela que cambió el rumbo de la narrativa castellana en estos años fue Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín-Santos. Otras obras destacadas fueron Cinco horas con Mario (1966) de Miguel Delibes, San Camilo, 1936 (1969) de Camilo José Cela, Señas de identidad (1966) de Juan Goytisolo, Volverás a Región (1967) de Juan Benet y Últimas tardes con Teresa (1966) de Juan Marsé.

No abandonan la reflexión crítica sobre la sociedad, pero presentan los acontecimientos de un modo innovador, utilizando un léxico riquísimo y creando estructuras novelísticas complejas. Se producen cambios frecuentes de perspectivas narrativas, el monólogo interior es relevante, hay rupturas de la secuencia cronológica (saltos en el tiempo), el argumento deja de tener importancia, los personajes son seres en conflicto y suelen insertarse collages en la narración (instancias, informes policiales, etc.).

Autores Destacados de la Posguerra

Miguel Delibes (1920-2010)

Refleja en sus obras su pasión por el campo castellano y por sus pobladores, su afición a la caza y sus preocupaciones ecológicas. Ha creado una extensa obra en la que se observa una constante evolución. Del realismo tradicional de sus primeras novelas (La sombra del ciprés es alargada), se orienta hacia el realismo crítico de La hoja roja (1959) y, sobre todo, de Las ratas (1962), y culmina con la renovación técnica que muestra Cinco horas con Mario (1966). Esta novela consiste en el monólogo de la protagonista durante la noche que vela el cadáver de su marido. En el discurso de la mujer (Carmen) aparece un retrato de una clase media conservadora y mediocre, y una visión de la España de posguerra que se contrapone a los ideales y las preocupaciones sociales de su marido (Mario). Con Parábola del náufrago (1969) se incorpora a la tendencia experimental. Los santos inocentes (1981), dentro del realismo renovado, representa un hito en su trayectoria.

La obra describe la miseria, la explotación y el trato degradante que sufren unos campesinos extremeños por parte de los dueños de una finca, y constituye un retrato de la situación real del medio rural y los pueblos durante el franquismo. La narración en tercera persona incorpora los diálogos de los personajes, caracterizados por rasgos dialectales y coloquiales, que se suceden sin que ningún signo ortográfico los distinga. El hereje (1998) es una novela histórica en la que reivindica la libertad de conciencia y la tolerancia.

Camilo José Cela (1916-2002)

La narrativa de Cela (Premio Nobel de Literatura en 1989) destaca por su evolución y diversidad de estilos: desde el realismo tradicional –Pabellón de reposo (1943), Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes (1944)– hasta el antirrealismo –Mrs. Caldwell habla con su hijo (1953)– y la narrativa experimental –San Camilo, 1936 (1969), Oficio de tinieblas 5 (1973), Mazurca para dos muertos (1983)–. También son importantes sus libros de viajes, entre los que destaca Viaje a la Alcarria (1948), y sus relatos cortos.

Se ha destacado su importancia en el resurgimiento de la narrativa de posguerra. Publicada en 1942, La familia de Pascual Duarte, que entronca con la novela picaresca, presenta la autobiografía de un condenado a muerte. El protagonista, Pascual Duarte, de baja clase social y escasa cultura, selecciona de su vida los momentos que considera significativos de acuerdo con la finalidad que se ha propuesto: justificar su conducta explicando todas las desgracias que ha padecido en un destino marcado por la fatalidad. El ambiente rural de la España anterior a la Guerra Civil y la circunstancia familiar en la que crece Pascual se caracterizan por la pobreza y la crueldad. Su relato está presidido por la violencia.

De La Colmena (1951) sobresale su carácter testimonial del Madrid de posguerra y la renovación narrativa en su estructura y estilo. Se describe la vida de unos personajes marcada por las privaciones, la miseria material, moral y social, la falta de ideales, el miedo y la impostura. La obra destaca por su protagonista colectivo (más de doscientos personajes), por su estructura en secuencias de acciones, en las que predomina el diálogo, y por el tiempo reducido de la historia (tres días).

Carmen Laforet (1921-2004)

Con su novela Nada (1945) ganó el primer Premio Nadal y se considera una de las obras más importantes de la narrativa de los años cuarenta. De tendencia realista y estilo sencillo, narra la historia del proceso de aprendizaje y maduración de Andrea, una joven que, llena de ilusiones, va a realizar estudios universitarios a Barcelona y se aloja en casa de unos familiares. La pobreza y la degradación moral de la familia adquieren gran importancia por su carácter testimonial de la España de posguerra. La historia es narrada por la protagonista y se desarrolla en la ruinosa casa familiar, donde es testigo de enfrentamientos y de violencia física. Solo su amiga Ena desempeñará un papel importante en su vida.

Su producción literaria no es muy amplia. En 1950 publicó La isla y los demonios. En 1955, La mujer nueva refleja sus propias experiencias religiosas, y tiene como tema central la fe de la protagonista, Paulina, una mujer que pasa de criticar a la Iglesia a practicar la religión católica. En 1963 publica La insolación, primer volumen de la trilogía (incompleta) Tres pasos fuera del tiempo. También escribió novelas cortas, libros de cuentos y narraciones de viaje. Casi toda su obra gira en torno a un mismo tema central: el enfrentamiento entre el idealismo juvenil y la mediocridad del entorno.

Luis Martín-Santos (1924-1964)

Además de Tiempo de silencio (1962), escribió artículos sobre psiquiatría y filosofía y una novela inacabada: Tiempo de destrucción. Tiempo de silencio se desarrolla en el Madrid de los años cuarenta. Cuenta la historia de un médico investigador que no logra salvar la vida de una joven, miembro de una familia marginada, a la que se le ha practicado un aborto. El hombre es detenido, consigue librarse de la cárcel, pero este hecho provoca su despido del centro donde trabaja y, poco después, su novia es asesinada por venganza relacionada con la muerte de la chica. Solo y fracasado, decide dedicarse a la medicina rural.

Con un lenguaje culto y unas técnicas novedosas, el autor realiza una descripción de la realidad de la España de la época y una reflexión sobre su historia y cultura. La obra contiene abundantes reflexiones en las que se critican con dureza la pobreza y las desigualdades sociales, la mediocridad y el conformismo.

Lo novedoso de esta novela reside en los rasgos formales: la mezcla de perspectivas con un narrador omnisciente y subjetivo, el empleo del monólogo interior, el uso de la segunda persona, los estilos directo, indirecto e indirecto libre. Hay un continuo uso de la ironía, la hipérbole, la parodia y de otros recursos retóricos; en el lenguaje se incluyen el discurso científico, numerosos neologismos, creaciones léxicas del autor y algunos cultismos. También incorpora expresiones populares y vulgarismos.

Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez

El realismo mágico

El realismo mágico es un estilo literario característico de la novela hispanoamericana del siglo XX, en el que lo real y lo fantástico se integran de manera natural. Combina elementos legendarios, míticos y supersticiones con influencias del psicoanálisis y lo onírico. En estas narraciones, los hechos cotidianos adquieren un carácter asombroso, mientras que lo fantástico se presenta con total normalidad.

En Crónica de una muerte anunciada, el realismo mágico no se manifiesta como en otras obras del género, ya que se trata de una crónica periodística que debe mantener una apariencia de veracidad. Sin embargo, Gabriel García Márquez introduce elementos que rompen con el realismo estricto, dando lugar a situaciones sobrenaturales, exageradas e irracionales.

Elementos de realismo mágico en la obra:

  1. Lo sobrenatural como parte de la normalidad: Los personajes aceptan lo onírico y lo inexplicable como real. Por ejemplo, Plácida Linero interpreta sueños de forma mística y el viudo Xius cree que el espíritu de su esposa fallecida regresa en forma de pájaro.
  2. Transformación de lo cotidiano en lo fantástico: Situaciones normales adquieren un tono sobrenatural, como cuando Pura Vicario interpreta la presencia de Bayardo con un aura de mal presagio.
  3. Importancia de lo sensorial: El olor a muerte de Santiago Nasar permanece en el ambiente incluso después de su autopsia, y los asesinos lo perciben en el calabozo.
  4. Manipulación del tiempo: La historia transcurre en una hora, pero con constantes saltos al pasado y al futuro, creando una sensación de tiempo intrascendente.
  5. Multiplicidad de narradores: Diferentes voces ofrecen versiones contradictorias de los hechos, generando ambigüedad y aumentando la sensación de irrealidad.
  6. Eventos improbables e inexplicables: Situaciones como que nadie vea la carta de advertencia sobre el asesinato o la mención de que Santiago no sangra tras ser apuñalado, refuerzan el misterio.
  7. Exageración y desmesura: La brutalidad del asesinato, la ostentación de los sentimientos de Bayardo y la persistencia de ciertos efectos (como el insomnio de Pedro Vicario o el llanto prolongado de Ángela) elevan lo real a un nivel casi mítico.

Temas Principales

1. El honor y la hipocresía social

El honor es el motivo central del asesinato de Santiago Nasar. La historia comienza cuando Bayardo San Román devuelve a Ángela Vicario a su familia tras descubrir que no era virgen. Para restaurar su honor, sus hermanos, Pedro y Pablo Vicario, se ven obligados a matarlo, aunque en realidad no desean hacerlo.

García Márquez critica este código de honor, que impone reglas estrictas a las mujeres mientras permite contradicciones morales, como la aceptación de la prostitución. El autor exagera ciertos elementos para ridiculizar la brutalidad de esta tradición, aún vigente en Latinoamérica. El pueblo entero asume la validez del código de honor, lo que justifica la pasividad colectiva ante el crimen. Nadie interviene para evitarlo, y hasta el abogado defensor usa la “legítima defensa del honor” como argumento legal. Así, la novela expone la hipocresía y el machismo de una sociedad que prioriza la reputación sobre la vida humana.

2. El amor como fuerza transformadora

Aunque la obra está marcada por la tragedia, también presenta una historia de amor y redención. Inicialmente, Ángela Vicario no ama a Bayardo, pero tras su rechazo, comienza a escribirle cartas durante años. Finalmente, Bayardo regresa con ella, demostrando que el amor puede desafiar al destino y superar la humillación y el tiempo. El amor en la novela contrasta con la violencia y la fatalidad. Mientras que el código de honor destruye vidas, el amor de Ángela y Bayardo se convierte en una fuerza de transformación que desafía las normas sociales.

3. El fatum o destino trágico

Desde el inicio, el lector sabe que Santiago Nasar está condenado. La novela está construida sobre un fatum (destino ineludible), donde todo parece conspirar para que el crimen se lleve a cabo. Más que una justicia divina, el destino en la obra es consecuencia de casualidades, contradicciones y errores humanos:

  • Contradicciones: Todos saben que matarán a Santiago, menos él. Además, en un pueblo donde se conoce todo, nadie supo que Ángela había perdido la virginidad.
  • Ambigüedad: Nunca se confirma si Santiago realmente deshonró a Ángela, pero ella insiste en su acusación.
  • Casualidades: Santiago, que rara vez usaba la puerta principal, lo hace justo ese día, impidiendo su escape.
  • Torpezas: Nadie lo alerta a tiempo, su madre cierra la puerta en el momento crucial y su amigo Cristo Bedoya lo busca en el lugar equivocado.

El Narrador

Veintisiete años después del crimen, un amigo del protagonista decide reconstruir la historia y convertirse en narrador de la misma. Es un narrador interno y aporta el punto de vista de un personaje secundario, cuyo nombre no se menciona, aunque es evidente que es la contrafigura de García Márquez. Él es el eje que va reconstruyendo partes para él medio olvidadas de la historia. Su voz da paso a otras voces que surgen en la narración. Ocupa el papel de cronista que reconstruye un caso incompleto en un sumario, un caso en el que además ha sido testigo. La reconstrucción de los hechos se va situando en diferentes momentos de esos veintisiete años transcurridos.

Sus fuentes son:

  • Sus propios recuerdos.
  • La correspondencia que mantuvo con su madre.
  • El informe de la autopsia.
  • El sumario del caso.
  • Las entrevistas que hace a varios personajes relacionados con el suceso.

Las técnicas narrativas empleadas son variadas:

  1. Las conversaciones que él mantiene con los testigos se plasman en estilo directo, entre comillas y con acotación del narrador.
  2. Otras veces la información se plasma directamente de las lecturas que él hace de los informes.
  3. En otros momentos cede la palabra a los personajes, que dialogan.
  4. Cuando él se sirve de lo que recuerda, lo hace como un narrador omnisciente en tercera persona; pero cuando narra como un personaje-testigo y narrador a la vez, lo hace en primera persona, subjetivamente.

En cuanto al perspectivismo en sí, es tanta la polifonía (multiperspectivismo) que a veces los personajes coinciden en interpretaciones o recuerdos, pero en otras ocasiones se contradicen, presentando así una historia llena de dudas, ambigua, sobre todo en quién fue el que deshonró a Ángela, o, por ejemplo, en el clima del día, que varía de fúnebre a radiante según los testimonios.

La obra es una novela de enfoque polivisional, puesto que los puntos de vista son variados: narrador, cronista, narrador-testigo, narrador-partícipe, testigos, fuentes escritas, recuerdos. El punto de vista dominante es el del narrador, pero este, en su labor de cronista, recoge múltiples visiones sobre un mismo hecho. Es el lector el que ha de ir ensamblando las piezas que se presentan para lograr comprender lo sucedido. El lector debe ser activo.

Personajes

Crónica no es una novela de personajes memorables. El escritor ha preferido operar más en extensión que en profundidad. Así, el abultado número de personajes contrasta con su condición de siluetas casi fantasmales, de criaturas borrosas. Lo que sabemos de ellos es, a veces, lo que hacen; en otros casos, lo que el omnipresente narrador les deja decir. En cuanto a la onomástica, parte de los nombres responde con precisión a la de familiares reales de García Márquez; en otros casos, la mayoría, está alterada y los textos del Nuevo Testamento parecen haber sido la fuente a la que el escritor ha acudido (Santiago, Pedro, Pablo, Ángela, Cristo…). La caracterización de todos los personajes responde a la técnica de la visión indirecta a través de una voz interpuesta (la del narrador o la de otros personajes).

Entre los personajes distinguimos tres niveles:

  1. Los protagonistas: Ángela Vicario, Bayardo San Román, Santiago Nasar, los hermanos Vicario (Pedro y Pablo).
  2. Algunos testigos de los hechos, copartícipes de los mismos y consultados por el narrador.
  3. El pueblo que, finalmente, se aglomera para presenciar el crimen.

Santiago Nasar

Hombre de 21 años que abandona sus estudios cuando su padre fallece y tiene que actuar como cabeza de familia y dirigir El Divino Rostro, una hacienda que toma en herencia. Es un personaje soñador, alegre, pacífico, de buen corazón, que no responde al perfil del autor del hecho del que se le acusa.

Bayardo San Román

Ingeniero de trenes que ronda los 30 años. Con dinero, honrado y de buen corazón. No logrará vencer la vergüenza del ultraje y huye del pueblo, buscando la soledad y el olvido. Es el verdadero perdedor de la historia, aunque al final vuelva con su mujer.

Ángela Vicario

Es la menor de su familia y la figura clave del conflicto que lleva al asesinato. Se ve obligada a un matrimonio de conveniencia que beneficia a su familia. Estamos ante uno de esos personajes de García Márquez a los que el autor dota de un oscuro interior, de una inesperada capacidad de mutación. Madura después de lo ocurrido y, aunque nadie logra sacarle la verdad de lo ocurrido, la versión más corriente era que protegía a alguien a quien amaba de verdad.

Pedro y Pablo Vicario

Son los asesinos que no quieren asesinar para restaurar el honor de la familia. Sus bravuconadas machistas y su decisión en el momento de matar a Santiago contrastan con la publicidad que dan al cumplimiento de su obligación, fruto de su indecisión. La carga que pesa sobre ellos los convierte en autómatas dirigidos a una meta muy a su pesar.

Estos personajes cambian de acuerdo al curso de los hechos: Ángela pasa del rechazo a Bayardo al apasionamiento por él. Bayardo va de la altanería inicial al declive al sentirse engañado por la mujer a la que ama. Los hermanos Vicario, débiles de espíritu, han de animarse mutuamente y recurrir a la bebida para asesinar, pero después lo hacen brutalmente. Santiago suscita opiniones encontradas de amor y odio; machista y mujeriego es también un joven religioso y buen hijo.

Los testigos

Su función es la de proporcionar información de unos hechos que algunos no saben y otros, que saben, no quieren modificar. En conjunto, son exponentes de un tercer nivel de personajes, un personaje-grupo anónimo que es el pueblo. Los más significativos son: Plácida Linero (madre de Santiago), María Alejandrina Cervantes (prostituta de la que estuvo enamorado Santiago en su adolescencia), Luisa Santiaga (madre del narrador), el mismo narrador, Cristo Bedoya (amigo de Santiago y del narrador), Lázaro Aponte (alcalde del pueblo), Padre Carmen Amador (cura del pueblo y quien practica la autopsia), entre otros.

El pueblo

Su mezquindad se manifiesta en la serie de exculpaciones con las que trata de justificarse. Su pasividad, su impotencia o su escondido deseo de que la amenaza se cumpla es parte esencial del destino que pesa sobre la víctima. Actúa como un auténtico personaje colectivo con unos valores comunes que contribuyen a que se consume la tragedia.