Crisis del Antiguo Régimen
Declive del sistema a finales del siglo XVIII
A finales del siglo XVIII, el Antiguo Régimen entró en crisis debido al rechazo a sus planteamientos políticos y sociales. Las críticas provenían del sector más radical del movimiento ilustrado, con pensadores como Montesquieu y Rousseau, quienes consideraban las reformas implementadas como meros retoques superficiales.
Ideología ilustrada
Los planteamientos ideológicos del movimiento ilustrado se centraban en el rechazo al poder absoluto del monarca y a su origen divino. Defendían que el poder residía en la nación y que todos los individuos eran iguales ante la ley, rechazando los privilegios de la nobleza y el clero. Proponían la separación de poderes: un poder legislativo representativo de la sociedad, un poder judicial independiente y un monarca como símbolo del poder ejecutivo. Además, buscaban la demolición de las estructuras de poder del Antiguo Régimen y la creación de un nuevo orden donde los súbditos se convirtieran en ciudadanos.
La Revolución Francesa y su impacto en España
A finales de la década de 1780, diversos factores como la grave situación de la hacienda real, el rechazo de ciertos grupos sociales y las malas cosechas, crearon un ambiente propicio para un cambio radical en Francia. En 1789, estalló la Revolución Francesa.
Reinado de Carlos IV: Revolución y Reacción
El cordón sanitario y la guerra del Rosellón
Los acontecimientos en Francia llevaron a los ministros de Carlos IV a establecer un cordón sanitario para evitar la propagación de las ideas revolucionarias en España. Los sectores más conservadores ganaron influencia en la corte, mientras el monarca se veía desbordado por los eventos. Tras la ejecución de Luis XVI, España declaró la guerra a la Convención, dando inicio a la Guerra del Rosellón (1793-1795). La amenaza francesa sobre Cataluña y el País Vasco condujo a la firma de la Paz de Basilea.
El ascenso de Godoy y la Batalla de Trafalgar
Manuel Godoy, con el apoyo de la reina María Luisa de Parma, se convirtió en el valido de la monarquía. A pesar de la agitación política en Francia, la alianza establecida en Basilea se mantuvo. España se alió con Francia contra Gran Bretaña, lo que llevó a la desastrosa derrota en la Batalla de Trafalgar.
Los españoles ante el conflicto (1808)
La presencia francesa en España obligó a los españoles a tomar partido. Los afrancesados, atraídos por las ideas políticas y sociales de la Revolución, apoyaron a José I. Por otro lado, los patriotas se opusieron a la presencia francesa. Entre estos últimos, se encontraban los liberales, que asumían los planteamientos ideológicos franceses, y la mayoría de la población, que se mantenía fiel a los principios del Antiguo Régimen, conocidos como absolutistas.
Guerra de la Independencia (1808-1813)
El Motín de Aranjuez y el levantamiento del 2 de mayo
Godoy permitió a Napoleón llevar a cabo sus planes en la Península Ibérica. El Tratado de Fontainebleau (1807) permitió el paso de tropas francesas para invadir Portugal, pero con la intención oculta de apoderarse de España. Las tensiones en la corte española culminaron con el Motín de Aranjuez en 1808. Napoleón obligó a Carlos IV y a Fernando VII a abdicar en favor de su hermano José Bonaparte. El 2 de mayo de 1808, el pueblo de Madrid se levantó contra los franceses.
Desarrollo de la guerra y sus consecuencias
Tras el levantamiento del 2 de mayo, la guerra se extendió por toda España. Ante la falta de un ejército nacional, surgieron partidas de voluntarios conocidos como guerrilleros, que dieron a la guerra un carácter popular. Numerosas ciudades resistieron tenazmente a los franceses. La guerra (1808-1813) fue larga y sangrienta:
- 1808-1809: El avance francés sobre Andalucía culminó con la derrota en Bailén, obligando a José I a abandonar Madrid.
- 1809-1812: Napoleón llegó a la península y la victoria de Ocaña permitió a los franceses avanzar sobre Andalucía.
- 1812-1813: La campaña de Rusia debilitó a Napoleón y la situación francesa en España se deterioró. El Tratado de Valençay puso fin a la guerra.
Las consecuencias de la guerra fueron devastadoras: más de 250.000 muertos, graves daños en la agricultura y la ganadería, la desaparición de industrias y ciudades destruidas. Además, se profundizó la división ideológica entre los defensores del Antiguo Régimen y los partidarios de un nuevo orden político.