España del Siglo XVI
El Imperio de Carlos V
En 1517, Carlos I, hijo de Juana de Castilla y Felipe de Habsburgo, llegó a la Península. Heredó tanto la corona hispánica como la austriaca.
El proyecto político de Carlos I fue crear un imperio europeo cristiano. Para alcanzarlo, tenía que ser elegido emperador del Sacro Imperio Germánico.
En Castilla, tuvo que enfrentarse a la rebelión de las ciudades (Comunidades de Castilla) que se negaron a pagar impuestos para sostener su política. Sus peticiones eran que el dinero de Castilla no saliera del reino, que los cargos de gobierno fueran ocupados por castellanos y que el rey hablara castellano.
Surgieron además movimientos campesinos de carácter antiseñorial en Castilla y en Valencia, donde se acusaba a los nobles de no protegerlos de la peste y de los ataques de piratas berberiscos (Germanías).
Carlos no pudo ver cumplido su proyecto político por:
- La posición activa de Francia y de los príncipes alemanes protestantes que no aceptaban la tutela del Papa y el emperador.
- La división religiosa de Europa y el Imperio Alemán con el surgimiento del protestantismo.
A los 56 años, después de años de guerras, enfermo, dividió sus posesiones y se las dejó a su hijo Felipe en 1556. Se retiró al monasterio de Yuste, donde murió.
Monarquía Hispánica de Felipe II
Carlos I dividió los territorios que había heredado entre su hermano Fernando, a quien dejó las posesiones austriacas de los Habsburgo y los derechos a la corona imperial alemana, y a su hijo Felipe, a quien dejó el resto.
Felipe II continuó con la defensa del catolicismo y la hegemonía de la monarquía de los Habsburgo, pero puso como base Castilla. Fijó la capital en Madrid y construyó el Monasterio del Escorial.
Tuvo que enfrentarse a los siguientes problemas:
En el interior
- La rebelión de los moriscos en las Alpujarras, que originó su dispersión por Castilla.
- El conflicto de Aragón.
- Se declaró en bancarrota 4 veces.
En el exterior
- Luchó por mantener la hegemonía en Europa, pero 2 graves problemas contribuyeron a erosionarla:
- La rebelión de los Países Bajos, que acabó con la división en el norte protestante y el sur católico.
- El enfrentamiento con Inglaterra, que desembocó en el fracaso de la Armada Invencible.
Sus éxitos fueron:
- El final del conflicto con Francia con la victoria de San Quintín.
- La victoria naval de Lepanto, por la cual los turcos perdieron fuerza.
- El mayor logro fue la incorporación de Portugal a su imperio, conservando sus leyes, instituciones y privilegios. Se creó el Consejo de Portugal y se designó un virrey. Esta unión sumó dos imperios coloniales y dio interés al Atlántico. En 1640, Portugal se separó de la monarquía hispánica.
Modelo Político de los Austrias
Los Austrias desarrollaron el modelo de monarquía autoritaria heredado de los Reyes Católicos, una suma de reinos con instituciones y leyes propias.
En Castilla se había alcanzado un alto grado de centralización política y uniformidad jurídica, que fue el eje de esta monarquía.
Dentro de ella había territorios con particularidades: las provincias vascocongadas y Navarra. La Corona de Aragón mantuvo la tradición centralizada y pactista y respetó las instituciones y leyes de cada reino.
Al frente de cada uno de los territorios de la monarquía había un virrey (delegado del rey). La monarquía fue la institución común e integradora de estos vastos territorios.
El principal instrumento de poder real fueron los consejos, con doble ámbito: temático (Consejos de Estado) y territorial (Consejo de Castilla). Los secretarios actuaban como enlace entre el rey y los consejos.
Los monarcas tendieron a reforzar el poder real y a reducir el poder de las Cortes y de otras instituciones medievales, pero chocaron con algunas resistencias sociales o territoriales. Los poderes locales quedaron subordinados a los corregidores nombrados por el rey.
Todos los reinos aportaban recursos, pero Castilla, al ser el pueblo más rico, aportaba más material y fue el motor financiero y militar.
Economía y Sociedad
El siglo XVI fue un siglo de crecimiento económico por el crecimiento demográfico. La población aumentó de unos 6,5 a 8 millones.
La mayoría de la población se dedicaba a la agricultura y se incrementaron los territorios cultivados, pero el rendimiento era bajo.
La ganadería transhumante permitía la explotación de la lana para los talleres de Europa. Se exportaban materias primas y se importaban cosas manufacturadas, lo que repercutió negativamente en el comercio.
Las actividades artesanales se organizaban en talleres o gremios. Con la llegada de metales preciosos, subieron los precios, pero los salarios no subían tanto.
La Corona tuvo grandes gastos con las guerras de Carlos I, por lo que subieron los impuestos. Para pagarlos, recurrieron a préstamos de banqueros alemanes y genoveses, y Felipe II declaró varias bancarrotas.
La estructura social sigue siendo estamental. La nobleza y el clero acumulan grandes patrimonios y controlan casi toda la economía y administración. Además, tienen beneficios fiscales.
Los no privilegiados son los campesinos y, en menor medida, los trabajadores urbanos. En las ciudades se va desarrollando una burguesía.
La disidencia religiosa era perseguida y la demostración de limpieza de sangre era indispensable para desempeñar cargos públicos.
La Inquisición
Con el reinado de los Reyes Católicos, sobre todo con Carlos I, entran en la Península las ideas del Renacimiento.
Frente a la visión religiosa y teocéntrica medieval, los humanistas defendían una visión antropocéntrica que se basaba en el humanismo clásico y recuperaba los valores y formas antiguas.
Estas ideas se difunden con la ayuda de la imprenta y el arte renacentista, que reflejó esta nueva mentalidad. En la literatura destacan Antonio de Nebrija y Luis Vives, que representa el pensamiento erasmista.
La irrupción de la Reforma Protestante provocó en el catolicismo una reacción contraria, la Contrarreforma. Sus bases fueron aprobadas en el Concilio de Trento.
La Contrarreforma fue diluyendo el contenido renovador del humanismo renacentista y dotando a la cultura española de un carácter religioso cerrado y dogmático.
De ello se encargó el Tribunal de la Inquisición, que veló por la ortodoxia católica persiguiendo toda disidencia religiosa.
La censura era muy potente. Había sido creada por los Reyes Católicos en 1478, autorizados por el Papa Sixto IV. La necesidad de acreditar la limpieza de sangre se convirtió en una obligación para desempeñar un cargo público.