Transformaciones en España durante el Siglo XIX
7.1. La evolución de la población y de las ciudades. De la sociedad estamental a la sociedad de clases.
El siglo XIX no sólo fue testigo de profundos vaivenes políticos, sino también de transformaciones en el plano socioeconómico derivadas de la industrialización y la implantación del sistema capitalista en España.
Evolución demográfica y movimientos migratorios
España no fue una excepción en el proceso de fuerte crecimiento demográfico que vivieron los países de Europa en el siglo XIX. La población española pasó de unos 10,5 millones en 1800 a 18,5 en 1900. Fue en las décadas centrales de la centuria cuando más creció la población.
No obstante, el crecimiento de la población española fue más lento que el de otros países europeos más desarrollados. Esto se debe a que, en España, la “transición demográfica” fue tardía, y no se completó hasta finales del siglo XIX. Hasta entonces había mantenido un modelo demográfico muy similar al del Antiguo Régimen, caracterizado por elevadas tasas de natalidad y de mortalidad, con escaso crecimiento vegetativo. La mortalidad en España era de las más altas de Europa después de Rusia, y en ella incidían los episodios catastróficos: epidemias, como la de cólera de 1885, que provocó más de 100.000 muertos; guerras, como las carlistas y los conflictos coloniales; hambrunas y crisis de subsistencia provocadas por sucesiones de malas cosechas. Especialmente dramática era la tasa de mortalidad infantil, que hacía que la esperanza de vida al final de la centuria rondase los 30 años.
Junto a la evolución natural de la población hay que señalar la importancia de los movimientos migratorios, de extraordinaria intensidad en esta época. Hay dos tipos de migraciones:
- Exteriores: de gran magnitud, destacó especialmente la emigración a Latinoamérica, contabilizada en alrededor de un millón de personas entre 1882 y 1899. La principal razón que la impulsó fue que la precaria economía española no podía absorber a la creciente población. La mayoría de los emigrantes se desplazaron a Cuba y Argentina, siendo las principales regiones emisoras.
mejoraban en ella las condiciones de habitabilidad (iluminación, empedrado de calles, alcantarillado, redes de transporte, etc.). Los dos ensanches más famosos fueron los de Barcelona, diseñado por Ildefonso Cerdá en 1860, y Madrid, proyectado por Carlos Mª de Castro (Marqués de Salamanca) y aprobado también en 1860. La política de ensanches urbanos fue seguida poco más tarde por otras ciudades como Zaragoza, Valencia o San Sebastián.
El desarrollo urbano llevó aparejados algunos cambios en la forma de vida de los españoles, especialmente en las últimas décadas del siglo, dominadas por una cierta tranquilidad y prosperidad. Algunos de esos cambios son:
- Incremento de las clases medias urbanas, todavía minoritarias y cuya forma de vida ya moderna contrasta con la del extenso dominio rural del interior del país.
- La mujer empieza a tener un nuevo papel en la sociedad, con un mayor acceso a la educación y al mundo profesional. Es, no obstante, un avance muy tímido y sólo válido para el ámbito urbano. La mujer rural continuará todavía durante largo tiempo reducida al ámbito doméstico.
- Aumentó la alfabetización, impulsada por la Ley Moyano (1857) así como por la creación de la Institución Libre de Enseñanza (1876), inspirada por la filosofía krausista e impulsada por intelectuales como Sanz del Río y Giner de los Ríos.
- Se crean nuevos medios de comunicación de masas, como la radio, y se generaliza el acceso a la prensa, con la aparición de diarios como ABC (1903).
- En la literatura, destacó la novela, con autores como Pérez Galdós y Leopoldo Alas “Clarín”. El romanticismo dominó la lírica, con autores como Espronceda y Bécquer, y el teatro, con José Zorrilla.
- A nivel artístico, el siglo XIX es testigo primero del romanticismo y luego del realismo y el naturalismo, que muestran un fuerte contenido social. También hay un acercamiento al impresionismo, con Joaquín Sorolla como principal representante. En el cambio de siglo dominó el modernismo (especialmente en Cataluña), con pintores como Ramón Casas (autor que introduce una fuerte crítica social) y arquitectos como Antonio Gaudí.
- Cobraron también importancia los grandes espectáculos de masas (teatro, ópera, zarzuela y toros). A ellos se sumó el cine, proyectándose la primera película en 1896.
De la sociedad estamental a la sociedad de clases
En el siglo XIX la sociedad española pasa de ser estamental a ser de clases, basada en la igualdad ante la ley y en la propiedad privada y donde la distinción viene determinada por la riqueza. La nueva sociedad, si bien permite la movilidad entre clases, sigue manteniendo enormes desigualdades.
Distinguimos tres grandes grupos:
- Clase alta, formada principalmente por grandes terratenientes y miembros de la burguesía industrial y financiera (banqueros, grandes empresarios, etc.), así como por las élites políticas, eclesiásticas y militares. La nobleza pierde sus antiguos privilegios, pero conserva su poder económico (son los mayores propietarios rurales) y su prestigio social (accediendo a esos altos puestos civiles, eclesiásticos y militares). La alta burguesía es la clase más beneficiada del triunfo liberal, y se va vinculando con la vieja aristocracia, constituyéndose como la minoría dirigente.
- Clase media, que incluye una gran variedad de profesionales liberales (médicos, abogados, catedráticos de Universidad, etc.), funcionarios, medianos y pequeños comerciantes y propietarios rurales, así como oficiales medios del ejército. Con la excepción de los campesinos propietarios, es el grupo más identificado con la ideología liberal, especialmente con su vertiente progresista.
- Clases bajas, que eran la inmensa mayoría. Integradas por obreros industriales y empleados de servicios, pequeños agricultores y jornaleros. Sufrían condiciones de vida penosas (escasez de alimentos, falta de servicios básicos, insalubridad, etc.). Continuó siendo mayoritario el campesinado, que vio cómo los cambios políticos mejoraban poco su nivel de vida, al convertirse muchos en jornaleros y sufrir durísimas condiciones laborales y salarios bajísimos. El proletariado industrial no era especialmente numeroso (salvo en las principales ciudades) pero también sufría terribles penalidades (jornadas laborales de 15 horas, despido libre, paro, delincuencia, etc.). Campesinos y proletarios van a ser los protagonistas de las reivindicaciones que surgen con el movimiento obrero (socialismo y anarquismo).
A pesar de los cambios, sigue siendo una sociedad atrasada respecto a buena parte de Europa, debido al predominio del empleo agrario, que seguirá ocupando a cerca del 70% de la población hasta el final de la centuria.
7.2. Desamortizaciones. La España rural del siglo XIX. Industrialización, comercio y comunicaciones.
Durante el siglo XIX, España transita desde una economía predominantemente rural y atrasada a otra industrial y capitalista. Esta evolución no está exenta de obstáculos, debido a la fuerte pervivencia de la tradición.
Las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz
La economía española a mediados del siglo XIX sigue siendo predominantemente agraria. Este sector mantiene un profundo atraso debido a condicionantes físicos (relieve accidentado y aridez), al escaso desarrollo tecnológico y a la desigual distribución de la tierra, que se concentra en manos de la nobleza, el clero y los municipios.
Este último fue el asunto que más enfrentó a los grupos políticos, siendo los progresistas quienes impulsaron medidas para modificar la tradicional estructura de la propiedad:
- Abolición del régimen señorial (1837), suprimiéndose los señoríos jurisdiccionales y desvinculándose los mayorazgos (que no podían venderse). De esta manera, la vieja propiedad señorial se convierte en propiedad privada sujeta al mercado capitalista.
- Desamortizaciones (1836 y 1855), que son procesos mediante los cuales se introducen en el mercado, por subasta pública, bienes que estaban amortizados y no se podían comprar ni vender (“manos muertas”). Afectan a propiedades del clero y tierras comunales de los municipios. Los objetivos de las desamortizaciones, además de reformar la estructura de la propiedad, fueron obtener ingresos para sanear la Hacienda Pública y atraerse a la causa liberal a los nuevos propietarios.
DESAMORTIZACIÓN DE MENDIZÁBAL (1836)
Puesta en marcha por Juan Álvarez Mendizábal en los años 1836 y 1837. Se desarrolla en plena Guerra Carlista, la cual obliga a buscar una fuente de financiación para afrontar la deuda y la quiebra de las arcas públicas.
La desamortización de Mendizábal afectó principalmente a los bienes del clero regular (conventos y monasterios).
En 1841, ya en tiempos de la regencia de Espartero, la desamortización se completó con la expropiación de los bienes del clero secular (obispados).
La vuelta al gobierno de los moderados en 1844 puso fin al proceso, que afectó a cerca del 62% de las propiedades de la Iglesia.
DESAMORTIZACIÓN DE MADOZ (1855)
Se inicia durante el bienio progresista, por iniciativa del ministro de Hacienda, Pascual Madoz. La ley de desamortización de Madoz se centró en los bienes municipales, tanto los llamados propios (terrenos que los concejos cedían temporalmente a los vecinos) como los baldíos y comunales (montes, dehesas y prados de aprovechamiento comunal). En total, esta desamortización fue más cuantiosa que la anterior.
La mayoría de los bienes desamortizados fueron adquiridos por las clases altas, tanto la vieja aristocracia, como la burguesía industrial y de negocios. Sólo estos grupos adinerados tenían capacidad para comprar los lotes subastados.
La consecuencia de esto es que se fortaleció la gran propiedad, consolidándose el latifundismo en extensas regiones del sur (Andalucía, Extremadura y La Mancha). Esto afectó muy negativamente al campesinado pobre, que pierde el usufructo de las tierras comunales y únicamente puede vender su fuerza de trabajo (jornaleros). Sólo en el norte y el centro del país, algunas pequeñas y medianas propiedades fueron adquiridas por el campesinado, surgiendo una clase de pequeños terratenientes rurales. La Iglesia perdió gran parte de su patrimonio inmobiliario y artístico, mientras que los municipios pierden su principal fuente de ingresos.
Como efecto positivo, el sector primario experimentó un considerable aumento de la producción debido a la expansión de la superficie de cultivo. También influyó la mejora de los transportes y la modernización del sector ganadero, con un aumento de las explotaciones intensivas en granjas. Este crecimiento alivió el problema endémico de la carestía alimentaria, pero no erradicó las crisis agrarias, con los consiguientes desabastecimientos y motines.
La revolución industrial en España
La incorporación de España a la revolución industrial fue tardía e incompleta y se saldó con fuertes desequilibrios. Las causas que explican dichas deficiencias fueron:
- Marco de inestabilidad política, con continuas guerras, pronunciamientos y cambios de gobierno.
- Escasez de materias primas y fuentes de energía.
- Atraso tecnológico, falta de capital privado nacional y escasa mentalidad inversora, creándose una fuerte dependencia técnica y financiera del extranjero.
- Mercado interior escaso y desarticulado, por la reducida capacidad adquisitiva de la población y las difíciles comunicaciones, debidas a una complicada geografía que afecta a las infraestructuras de transporte por carretera y ferrocarril.
- Escasa competitividad de los productos españoles, favorecida por las políticas proteccionistas de los gobiernos.
Por lo que respecta a los sectores industriales, debemos destacar:
- Sector textil catalán: Hacia 1830 se produjo el despegue de la industria algodonera con la introducción de la máquina de vapor y de la mecanización de las fábricas. La zona de concentración textil algodonera es Barcelona y su entorno. En Valencia se desarrolla la industria sedera. Las manufacturas textiles gozaron de un fuerte proteccionismo estatal.
- Sector siderúrgico: Adoleció de un escaso desarrollo tecnológico. El boom ferroviario (Ley de Ferrocarriles de 1855) no dinamizó totalmente este sector y desde 1866 se importó mucho hierro del exterior. En sus inicios, generó materiales de poca calidad y caros (por el alto coste del carbón español). La siderurgia española se desarrolló en las siguientes etapas:
- 1830-1860: predominio de los altos hornos en Málaga. Fracasaron por no disponer de carbón cercano.
- 1860-1880: predominio de los altos hornos asturianos (Mieres y La Felguera).
- Desde 1880: predominio vizcaíno, con creación de los Altos Hornos de Vizcaya. La mayor parte de su producción se exporta a Inglaterra a cambio de importar carbón.
- La minería: Por la Ley de Bases sobre Minas de 1868 se privatiza el subsuelo y se hacen concesiones y ventas de minas a particulares, sobre todo a extranjeros. Por eso se vuelve un sector muy dependiente del capital externo y que exporta buena parte del mineral extraído. Además, el carbón es de mala calidad.
- Escasa industria metalúrgica y mecánica (Cataluña) y de buques (astilleros en Vizcaya).
- Pocas industrias alimentarias: de harina, azúcar, aceite, conservas, corcho y vino (en Cádiz, en torno a Jerez, familias como los Domecq o los Osborne orientan su producción a la exportación).
Comercio: proteccionismo y librecambismo
Los gobiernos españoles del siglo XIX apostaron casi siempre por políticas comerciales proteccionistas, con el objetivo de beneficiar a los industriales catalanes y vascos fundamentalmente, así como a los productores cerealistas castellanos. Estas medidas lastraron el desarrollo económico del país, al desincentivar la inversión.
Sólo en algunos momentos hubo un cierto aperturismo:
- Durante la regencia de Espartero, cuando se firma un acuerdo librecambista con Gran Bretaña en 1842 que provoca la insurrección y posterior bombardeo de Barcelona.
- En tiempos del Sexenio Democrático se aprueba el llamado “Arancel Figuerola” (1869), que rebaja el proteccionismo.
El sistema de comunicaciones: el ferrocarril
Hasta 1855, cuando entra en vigor la Ley General de Ferrocarriles, el desarrollo ferroviario en España era muy limitado, existiendo sólo tres líneas:
- Barcelona-Mataró (1848)
- Madrid-Aranjuez (1851)
- Gijón-Langreo (1852)
Es desarrollo del ferrocarril se llevó a cabo entre 1855 y 1865, cuando se construyen unos 4.500 km de vías férreas. La ley de ferrocarriles y la Ley de Sociedades de Crédito facilitaron la entrada de capitales extranjeros. Fueron sobre todo compañías francesas las que participaron en la construcción de las líneas férreas.
Se va a crear una red radial en torno a Madrid y con un ancho de vía superior al europeo, ya que se creía que las máquinas debían ser más potentes para salvar la difícil orografía del país. Esto dificultó las comunicaciones con el resto del continente.
A pesar de sus limitaciones, el desarrollo ferroviario jugó un papel fundamental en la modernización de las infraestructuras, en el transporte de pasajeros, productos agrarios e industriales y a la hora de dinamizar el propio desarrollo industrial. Tampoco se podría explicar si él el gran despegue urbano y la enorme emigración del campo a las ciudades que empieza a producirse desde fines del siglo XIX.