España en el Primer Tercio del Siglo XX: Transformación Política, Social y Económica

El reinado de Alfonso XIII comenzó con fuertes críticas de intelectuales contra el sistema de la Restauración, dominado por una oligarquía. Joaquín Costa, influenciado por el krausismo, denunció la falta de autenticidad del liberalismo y propuso una figura fuerte, el “cirujano de hierro”, para regenerar el país. Este movimiento regeneracionista buscaba modernizar España y tuvo gran impacto en el siglo XX.

Cuando Alfonso XIII subió al trono en 1902, el regeneracionismo inquietaba a las élites, por lo que el régimen intentó adaptarse con el llamado revisionismo, ajustando el sistema político para corregir sus fallos y ganar estabilidad.

El revisionismo conservador: la «revolución desde arriba» de Maura (1907-1909)

Antonio Maura, líder del Partido Conservador, impulsó la “revolución desde arriba” (1907-1909) para evitar un cambio radical desde abajo. Sus principales reformas fueron:

  • Instituto Nacional de Previsión: Primer paso hacia la Seguridad Social, creando el “retiro obrero” para garantizar una pequeña pensión a los trabajadores al jubilarse (aunque su eficacia real llegó en 1919).
  • Ley de Huelga: Regulaba las huelgas, pero más para controlarlas que para garantizar el derecho a ejercerlas, lo que llevó a su incumplimiento frecuente.
  • Ley de Reforma Electoral: Buscaba eliminar fraudes, pero en realidad reforzaba el control del sistema. Introdujo el voto obligatorio y el Artículo 29, que permitía asignar escaños sin votación en circunscripciones pequeñas, facilitando el control político.

El revisionismo liberal: la «regeneración democrática» de Canalejas (1910-1912)

José Canalejas, líder del Partido Liberal, impulsó una regeneración democrática similar a la “revolución desde arriba” de Maura, pero su asesinato en 1912 frenó las reformas.

Sus principales medidas fueron:

  • Regulación laboral: Jornada de 9 horas en minas, regulación del trabajo femenino y ley de accidentes laborales.
  • Fin del impuesto de consumos: Eliminó un tributo impopular sobre productos básicos y lo sustituyó por un impuesto progresivo sobre rentas urbanas.
  • Ley de Reclutamiento (1912): Estableció el servicio militar obligatorio, limitando el privilegio de pagar para evitarlo, aunque aún permitía reducir la duración del servicio.
  • Secularización del Estado: Ley del Candado (1910), que impedía la creación de nuevas órdenes religiosas.


Republicanismo

Era la principal oposición política, con fuerte presencia en zonas urbanas donde el caciquismo tenía menos influencia. A principios del siglo XX, evolucionó hacia un movimiento reformista con apoyo de la burguesía librepensadora y clases populares.

  • Unión Republicana (1903): Coalición liderada por Nicolás Salmerón con el objetivo de convocar Cortes Constituyentes y proclamar la República.
  • Partido Republicano Radical (1908): Fundado por Alejandro Lerroux, con un discurso demagógico, anticlerical y anticatalanista. Tras la Semana Trágica (1909), trasladaron su sede a Madrid.
  • Partido Republicano Autonomista (1908): Fundado en Valencia por Vicente Blasco Ibáñez, con un enfoque populista y autonomista, similar al lerrouxismo pero con aspiraciones federalistas.
  • Partido Reformista (1912): Creado por Melquíades Álvarez y Gumersindo de Azcárate, con intelectuales como Ortega y Gasset, Galdós y Azaña. Defendía el progreso y la justicia social, pero tuvo poca implantación.

PSOE: Aunque republicano, tenía una identidad propia basada en su ideario socialista. Su crecimiento fue constante, combinando participación parlamentaria con el objetivo de la revolución social.

Conjunción Republicano-Socialista (1909): Coalición entre republicanos y el PSOE tras la represión de la Semana Trágica. En 1910, logró 27 escaños y permitió la entrada del primer socialista en las Cortes: Pablo Iglesias Posse.

Nacionalismo catalán

Era el más relevante en el siglo XX y estaba liderado por la Lliga Regionalista (1901), que defendía la autonomía de Cataluña junto con la modernización económica y política. Representaba a la burguesía, sin apoyo de la clase obrera, y colaboró en ocasiones con los partidos del turno.

Tras la victoria de la Lliga en las municipales de 1905, el gobierno liberal aprobó la Ley de Jurisdicciones (1906), permitiendo que los delitos contra la nación y el ejército fueran juzgados por tribunales militares. En respuesta, se formó Solidaritat Catalana (1907), una coalición de fuerzas catalanistas que logró una gran victoria electoral.

Entre 1914 y 1924, la Lliga controló la Mancomunidad de Cataluña, un organismo administrativo que coordinaba los municipios catalanes. Sin embargo, con la guerra social de 1919 entre la CNT y las fuerzas del orden, la Lliga priorizó las cuestiones sociales sobre las reivindicaciones nacionalistas, lo que provocó la aparición de nuevas formaciones como Acció Catalana y Estat Català, esta última clave en la futura Esquerra Republicana de Cataluña (1931).

Nacionalismo vasco

Más tradicionalista y arcaizante que el catalán, el nacionalismo vasco estaba representado por el PNV, apoyado por la pequeña burguesía bilbaína y con una ideología ultraconservadora y recelosa de la industrialización.

Tras la muerte de Sabino Arana (1903), surgió una división entre independentistas y autonomistas. El sector autonomista logró extender el movimiento al resto del País Vasco y en 1911 creó el sindicato Solidaridad de Trabajadores Vascos. En 1916, el PNV se transformó en la Comunión Nacionalista Vasca, estrechando lazos con la burguesía industrial y consolidándose como la principal fuerza política del País Vasco.

En 1917 y 1918, el nacionalismo vasco tuvo sus primeros éxitos electorales, obteniendo seis de los siete escaños de Vizcaya. En 1921, el sector más independentista se escindió formando Aberri, aunque en 1930 ambas facciones se reunificaron bajo el PNV.


Repercusiones económicas y sociales de la Primera Guerra Mundial

La Primera Guerra Mundial (1914-1918) alteró la economía global, convirtiendo a los países en conflicto en importadores en lugar de exportadores. En España, aunque se mantuvo neutral bajo el gobierno de Eduardo Dato, el conflicto generó divisiones internas: los conservadores apoyaban a los Imperios Centrales (germanófilos), mientras que los liberales y la izquierda simpatizaban con los aliados (aliadófilos). Solo anarcosindicalistas y una minoría socialista rechazaron la guerra como un choque entre imperialismos sin tomar partido.

La neutralidad benefició la economía española, que se convirtió en proveedora de los países beligerantes, exportando materias primas y productos industriales. Sin embargo, los beneficios favorecieron solo a la burguesía industrial y financiera, mientras que las clases trabajadoras sufrieron una caída en su calidad de vida debido a la inflación y la escasez de productos básicos.

Este aumento de la desigualdad intensificó la agitación social y el auge del movimiento obrero, lo que llevó a la huelga general de 1917, organizada por la UGT y la CNT. El gobierno respondió con una fuerte represión, marcando un punto de inflexión en la crisis del régimen de la Restauración.

Repercusiones de la Revolución Rusa

El triunfo de la Revolución Rusa en 1917 impulsó el entusiasmo en las organizaciones obreras españolas y aumentó la agitación social en los años siguientes.

Uno de los efectos más notables fue el «trienio bolchevique» en Andalucía (1918-1920), un periodo de intensa actividad revolucionaria causado por la miseria de los jornaleros, el aumento del coste de vida y la influencia de la revolución soviética. Bajo la dirección de UGT y CNT, se sucedieron huelgas y ocupaciones de tierras. Sin embargo, en 1920 la declaración del estado de guerra y una dura represión pusieron fin al movimiento.

En Cataluña, la violencia sindical aumentó. La CNT, fortalecida tras la huelga general de 1917, quedó dominada por su corriente anarcosindicalista, más radical y partidaria de la acción directa. Esto llevó a un enfrentamiento constante con la patronal catalana, que respondió con lock-outs (cierres patronales) y con el terrorismo blanco, contratando pistoleros para eliminar a líderes sindicales.

Ante la creciente presión obrera, el gobierno aprobó reformas sociales, como la jornada laboral de ocho horas en la industria (1919) y la creación del Ministerio de Trabajo (1920).

A nivel político, la Revolución Rusa y la fundación de la Tercera Internacional (Komintern) en 1919 dividieron el movimiento socialista español. En 1920, una parte de las Juventudes Socialistas fundó el Partido Comunista de España (PCE). El PSOE y la CNT enviaron delegados a la URSS, pero ambos rechazaron unirse a la Internacional Comunista. No obstante, una facción del PSOE creó el Partido Comunista Obrero Español, que se fusionó con el PCE en 1921.

Todo este contexto, junto con la crisis social tras la recesión económica de posguerra, provocó un crecimiento masivo de los sindicatos. La UGT pasó de 160.000 afiliados en 1916 a 240.000 en 1921, con especial presencia en el medio rural andaluz. La CNT, de orientación anarcosindicalista, creció aún más, pasando de 80.000 afiliados en 1916 a 600.000 en 1920, concentrándose sobre todo en Cataluña.


La rebelión de las Juntas Militares de Defensa (1917)

Las Juntas Militares de Defensa surgieron en 1916, formadas por jefes y oficiales del cuerpo de Infantería, para defender los intereses del ejército. Su creación fue provocada por dos factores profesionales:

  • La pérdida de poder adquisitivo debido a la inflación.
  • La política de ascensos del Ministerio de la Guerra, que favorecía a los militares en Marruecos, priorizando méritos de guerra sobre antigüedad.

Además, los oficiales se oponían a la exigencia de pruebas de aptitud para ascensos, consideradas humillantes.

En 1917, el movimiento se extendió por todo el país y se produjo la rebelión:

  • El gobierno intentó disolver las Juntas, pero no lo logró y arrestó a los líderes.
  • El 1 de junio, las Juntas presentaron un Manifiesto con quejas y un enfoque regeneracionista, exigiendo la liberación de los cabecillas detenidos.

El apoyo de Alfonso XIII a las demandas militares fue clave, y el nuevo gobierno terminó por reconocerlas.

La Asamblea de Parlamentarios de Barcelona (1917)

La Lliga Regionalista de Francesc Cambó convocó a los parlamentarios catalanes el 5 de julio para pedir al gobierno unas Cortes Constituyentes que reconocieran la autonomía de Cataluña. Ante la falta de respuesta, el 19 de julio se celebró la Asamblea de Parlamentarios para ratificar estos acuerdos y crear un gobierno provisional.

El gobierno declaró la Asamblea inconstitucional y el movimiento se fue disolviendo por tres razones:

  • Falta de apoyo de las Juntas Militares de Defensa.
  • Divisiones internas entre catalanistas, republicanos y socialistas.
  • Retiro de los catalanistas que aceptaron cargos en el gobierno de coalición del 1 de noviembre.

El estallido de la huelga general (1917)

En 1917, la UGT y la CNT prepararon una huelga general contra el régimen político y el deterioro de la vida de los trabajadores. La huelga se adelantó al 13 de agosto tras una huelga de ferroviarios en Valencia.

Tuvo un seguimiento total en Madrid, Barcelona, Asturias, Vizcaya, Zaragoza y otras provincias, pero en Andalucía se limitó a los trabajadores urbanos, ya que los campesinos no la secundaron. La huelga tuvo mayor incidencia en los centros industriales y fue muy grave en zonas como Madrid, Barcelona, País Vasco y Asturias. En las zonas rurales fue mínima.

El gobierno respondió con fuerza: detuvo a los huelguistas y sacó las tropas a la calle. El ejército disparó contra los obreros. Los miembros del comité de huelga fueron condenados a cadena perpetua, pero al año siguiente fueron elegidos diputados.


La dictadura de Primo de Rivera fue un régimen con un vago programa regeneracionista inspirado en el modelo intervencionista y corporativista de los regímenes autoritarios. En 1923, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera acaudilló un pronunciamiento militar contra el gobierno constitucional, sin oposición. Primo presentó la dictadura como algo transitorio, “hasta que se extirpasen los males del país”. El rey Alfonso XIII le concedió el cargo de presidente y de ministro único (Directorio Militar).

El Directorio Militar (1923–1925)

El Directorio Militar proclamó el Estado de Guerra, suspendió la Constitución de 1876, disolvió las Cortes y prohibió los partidos políticos y sindicatos, medidas represivas contra la CNT y el PCE. Fue una solución transitoria al desmoronamiento del sistema político de la Restauración, con el lema “Menos política y más administración”. Sin embargo, actuando más por improvisación que por planificación.

La dictadura duró más de seis años gracias a una coyuntura económica internacional favorable y a los éxitos iniciales:

  • Restablecimiento del orden público: Ante la conflictividad social, especialmente en Barcelona, se impuso el estado de guerra, limitando libertades públicas, prohibiendo reuniones y censurando la prensa. La persecución a los anarquistas fue la medida más dura.
  • Resolución del problema de Marruecos: En 1925, el ataque de Abd-el-Krim a los franceses provocó una respuesta militar hispanofrancesa que culminó en la rendición de Abd-el-Krim y la finalización de la guerra en 1927. Este éxito aumentó el prestigio de los militares africanistas y satisfizo la demanda popular de poner fin a la guerra.

El directorio civil y el fin de la dictadura (1925-1930)

Tras haber resuelto los problemas de conflictividad social y la situación en Marruecos, Primo de Rivera decidió no restaurar la normalidad constitucional y, en lugar de eso, intentó renovar su régimen. Sustituyó el Directorio Militar por un Directorio Civil, de carácter más técnico, con el objetivo de perpetuarse en el poder. Creó en 1924 la Unión Patriótica, con el lema “Religión, patria y monarquía”, para reforzar su régimen. También formó en 1927 la Asamblea Nacional Consultiva, cuyo propósito era elaborar leyes y asesorar al gobierno. Además, en 1929 presentó un anteproyecto de Constitución, pero este no llegó a promulgarse. Se trataba más de una Carta otorgada.

La dictadura se benefició de una coyuntura internacional favorable y adoptó políticas intervencionistas y nacionalistas, impulsando el desarrollo de la industria nacional, elevando los aranceles y apoyando a las grandes empresas con la creación de monopolios estatales como CAMPSA y Telefónica, además de fomentar grandes obras públicas.

Sin embargo, a pesar de estos logros, la dictadura enfrentó una creciente oposición política. Se produjo una crítica constante de intelectuales como Unamuno, así como pronunciamientos militares de inspiración republicana en 1924 y 1929. Aunque la conflictividad social fue limitada en gran parte por la represión, también se promovió una legislación laboral que integraba a sindicatos moderados como la UGT, lo que ayudó a consolidar al régimen.

Con el tiempo, Primo de Rivera se fue quedando aislado políticamente, y la falta de apoyo de los capitanes generales le llevó a consultar si podía contar con su respaldo. Al recibir respuestas frías y ver que ya no tenía apoyos, presentó su dimisión enero de 1930, siendo sucedido Berenguer en el gobierno conocido como la “Dictablanda”.


Orígenes del colonialismo español en Marruecos (1904-1909)

Tras perder su imperio ultramarino, España intentó unirse al reparto colonial de África, dominado por potencias como Inglaterra, Francia, Alemania y Bélgica. Marruecos se convirtió en su objetivo colonial, lo que llevó a España a negociar con Francia, que ya tenía influencia sobre la zona.

En 1904, se firmó una declaración franco-británica que favorecía una ocupación pacífica de Marruecos. En 1905, el Kaiser alemán desembarcó en Tánger para defender la independencia del sultán, lo que llevó a las potencias europeas, incluida España, a involucrarse más en la región para evitar la influencia alemana.

En la Conferencia de Algeciras de 1906, Francia y España establecieron sus zonas de influencia. A España se le asignaron dos áreas:

  • El norte, que incluía la región occidental de Yebala (controlada desde Ceuta) y la oriental del Rif (controlada desde Melilla).
  • El sur, conocido como Cabo Juby, que limitaba con la colonia saharaui española.

La ocupación militar comenzó en febrero de 1909, pero generó descontento popular debido a los reclutamientos forzosos para una guerra que solo beneficiaba a una minoría.

La zona que España controlaba era solo una pequeña parte de la francesa, con menos del 10% de la población y un bajo valor económico, ya que carecía de recursos agrícolas importantes. Además, la zona montañosa estaba habitada por bereberes organizados en clanes, que practicaban una guerra de guerrillas.

La Semana Trágica de Barcelona (1909)

El 9 de julio de 1909, los rifeños atacaron una línea de ferrocarril cerca de Melilla, lo que llevó al gobierno de Antonio Maura a reforzar militarmente la zona. El 26 de julio, se recibieron noticias sobre un posible ataque rebelde, por lo que se enviaron más tropas a Melilla. Para ello, se movilizó a reservistas de Cataluña, lo que generó tensiones sociales en la región. Socialistas y anarquistas convocaron una huelga general, y el gobierno respondió deteniendo a sus líderes y censurando su prensa.

En Barcelona, donde debían embarcar las tropas, comenzaron las huelgas y manifestaciones, que se extendieron a otras localidades catalanas. Ante la situación, el gobierno proclamó el estado de guerra y se desató una violencia callejera. Entre el 26 y el 31 de julio de 1909, conocida como la Semana Trágica, la población levantó barricadas e incendió iglesias y conventos.

El 31 de julio, la insurrección fue sofocada, y comenzó una dura represión. Durante esta, fue fusilado el anarquista Ferrer Guardia, acusado sin pruebas de ser uno de los responsables del levantamiento, lo que causó un gran escándalo internacional. Este hecho llevó a Alfonso XIII a pedir la dimisión de Antonio Maura.


El Convenio con Francia de 1912: el Protectorado compartido de Marruecos

El Convenio de 1912 entre España y Francia estableció un Protectorado compartido en Marruecos, donde las zonas de influencia de ambos países fueron definidas. La parte española, ubicada en el norte de Marruecos, era considerablemente más pequeña y más pobre que la del Protectorado francés.

El territorio español se dividió en dos comandancias militares: Ceuta y Melilla, separadas por la bahía de Alhucemas. El principal objetivo era dominar la bahía para conectar ambas zonas. Sin embargo, el escaso valor del territorio y la política vacilante de los gobiernos españoles llevaron a alternar fases de intervención militar con periodos de inacción.

Además, la guerra impopular y la división interna en el ejército complicaron aún más la situación. Existían dos sectores enfrentados: los “africanistas”, que querían ascensos por méritos de guerra, y los “juntistas”, que rechazaban este sistema de promoción.

El Desastre de Annual (1921)

En la primavera de 1921, el general Silvestre, comandante de Melilla, inició un avance precipitado hacia el Rif con el objetivo de ocupar la bahía de Alhucemas, donde estaba la principal resistencia de los Beni Urriaguel. Las fuerzas españolas se distribuyeron entre más de 140 puestos a lo largo de 130 km, lo que dificultó el abastecimiento, especialmente de agua. En mayo de 1921, las tropas llegaron a Annual, pero empezaron a sufrir reveses, como la caída del Monte Abarrán y el puesto de Igueribén.

Los rifeños, bajo el liderazgo de Abd-el-Krim, estaban cada vez mejor organizados y provocaron la retirada desordenada de las tropas hacia Melilla, dejando armas y municiones. En julio de 1921, se perdió toda la zona ocupada. El desastre culminó con la caída del campamento de Monte Arruit, a solo 25 km de Melilla, con más de 10,000 muertos y la muerte del propio general Silvestre, que se suicidó.

El Desastre de Annual tuvo un impacto similar al de 1898, generando una gran indignación pública y precipitando la caída del gobierno. Socialistas y republicanos atacaron al régimen, señalando al rey Alfonso XIII como responsable. Tras una investigación, el Expediente Picasso intentó esclarecer responsabilidades, pero días antes de que las Cortes se reunieran, Primo de Rivera dio un golpe de Estado en Cataluña e implantó la dictadura, con el consentimiento del rey.

La dictadura de Primo de Rivera y el final de la guerra de Marruecos (1923-1927)

Tras el Desastre de Annual, el ejército español no podía recuperar el territorio perdido, por lo que se adoptó una política de contención para evitar que la zona rebelde se expandiera. Durante la dictadura de Primo de Rivera, se abordó con decisión el problema del Protectorado de Marruecos. El conflicto era impopular, y el ejército estaba dividido entre los africanistas, que querían seguir luchando, y los abandonistas.

Aunque Primo de Rivera se oponía a continuar la guerra, la liquidación del conflicto no se debió a su iniciativa, sino a un error táctico del líder rifeño Abd-el-Krim, quien atacó a los franceses en 1925. Esto llevó a una respuesta militar conjunta hispano-francesa, que culminó en el Desembarco de Alhucemas en 1925, y a la posterior rendición de Abd-el-Krim. Así, la guerra se dio por finalizada en 1927.


El crecimiento natural y la esperanza de vida

En el caso de España, la transición demográfica moderna comenzó en el primer tercio del siglo XX, excepto en Cataluña, que había empezado antes, en el siglo XIX. En lugar de un descenso de mortalidad seguido por una caída de la natalidad, ambas disminuyeron casi simultáneamente, lo que evitó un aumento acelerado del crecimiento demográfico.

Los factores que contribuyeron a la reducción de la mortalidad fueron:

  • Mejoras en la alimentación, vestido y vivienda, además de avances en la sanidad.
  • Desaparición o disminución de las crisis de subsistencia, epidemias y enfermedades endemicas, salvo la gripe española de 1918-1919, que causó una gran cantidad de muertes.

Como resultado, la esperanza de vida aumentó de 35 a 50 años en el primer tercio del siglo XX.

Movimientos migratorios y proceso de urbanización

Entre 1905 y 1914, España experimentó un notable incremento de la emigración exterior, especialmente hacia América Latina (Argentina, Cuba, Brasil) y Argelia. Sin embargo, en la segunda década del siglo, predominaron las migraciones internas, con un éxodo rural hacia las ciudades, impulsado por el auge productivo generado por la Primera Guerra Mundial.

Este proceso migratorio interno estuvo estrechamente vinculado al crecimiento de la industria y los sectores terciarios, además del desarrollo urbano. Aunque la urbanización comenzó en la segunda mitad del siglo XIX, se aceleró en las décadas de 1910 y 1920 gracias al impulso industrial. En 1930, Madrid y Barcelona superaban el millón de habitantes, y diez capitales de provincia contaban con más de 100.000 habitantes.

Distribución sectorial de la población

La distribución de la población por sectores económicos sufrió una gran transformación, especialmente por el crecimiento de la industria. La creciente demanda de mano de obra industrial llevó a un aumento de la población ocupada en el sector secundario (industria y construcción), mientras que el sector primario (agricultura y ganadería) experimentó un descenso, debido al trasvase de población del campo a la ciudad.