España: De la Restauración a la Segunda República (1902-1932)

La Crisis de la Restauración (1902-1923)

Entre 1902 y 1923, España experimentó una profunda crisis política que culminó con la dictadura de Primo de Rivera. La inestabilidad del sistema de la Restauración se agravó tras el desastre del 98, evidenciando problemas como la miseria, la corrupción y los conflictos sociales. El Regeneracionismo intentó implementar reformas, pero la resistencia de las élites lo frenó. Crisis como las de 1909 y 1917 debilitaron aún más el sistema. Entre 1918 y 1923, el turnismo desapareció, surgiendo gobiernos ineficaces que aumentaron la inestabilidad, hasta que el poder militar impuso la dictadura en 1923.

Alfonso XIII y la Crisis del Parlamento

En 1902, Alfonso XIII comenzó su reinado en un sistema bipartidista debilitado por la falta de líderes fuertes y la incapacidad para resolver problemas sociales y políticos. En este contexto, Antonio Maura, del Partido Conservador, asumió el poder con el objetivo de fortalecer el Estado mediante varias reformas:

  • Descentralización regional, permitiendo la creación de mancomunidades, lo que favoreció la colaboración de la Lliga Regionalista en Cataluña.
  • Lucha contra el caciquismo, con una ley electoral que proponía voto obligatorio y control judicial de las listas, aunque no llegó a aprobarse.
  • Reformas sociales, como la creación del Instituto de Reformas Sociales para mejorar las condiciones laborales.
  • Intervención económica, protegiendo industrias y mejorando infraestructuras.

En 1909, España envió tropas al Rif tras el reparto del protectorado con Francia en 1906. Esto provocó malestar en la población y, en Barcelona, una huelga general derivó en la Semana Trágica, una insurrección que el gobierno reprimió con dureza, ejecutando a varios anarquistas, entre ellos Francisco Ferrer Guardia. Las críticas tras estos hechos, incluso del Partido Liberal, forzaron la dimisión de Maura y rompieron el Pacto del Pardo, dejando a Alfonso XIII con la responsabilidad de mantener el sistema bipartidista.

Hasta la crisis de 1917, el gobierno español estuvo en manos del Partido Liberal, liderado por José Canalejas. Su mandato buscó ganarse el apoyo obrero con reformas como la regulación salarial, seguros para trabajadores y medidas contra el latifundismo, pero todas fracasaron. Canalejas fue asesinado en 1912, lo que agravó la inestabilidad política. En 1914, España permaneció neutral en la Primera Guerra Mundial, beneficiándose económicamente al abastecer a Europa. Sin embargo, la bonanza causó inflación y aumento del coste de vida, afectando a las clases populares. Además, el gobierno no invirtió en infraestructuras, ampliando la brecha social.

La Crisis de 1917

España aprovechó su neutralidad en la Primera Guerra Mundial para beneficiarse económicamente, pero el descontrol de precios y la falta de inversión provocaron un creciente descontento social. El Ejército, más burocrático que eficiente, tenía dos formas principales de ascenso: los africanistas, que servían en Marruecos y ascendían rápido por méritos de guerra, y los oficiales de infantería y caballería, que avanzaban lentamente por antigüedad, lo que generaba tensión. Esto llevó a la creación de las Juntas de Defensa, que exigían priorizar la antigüedad en los ascensos. Ante la presión, el gobierno dimitió y el rey Alfonso XIII nombró a Eduardo Dato como presidente, quien aceptó las demandas de las Juntas, cediendo a su influencia.

El Desastre de Annual

Tras la Primera Guerra Mundial, España intensificó su presencia en Marruecos. En 1921, la ofensiva del general Silvestre provocó la reacción de los rifeños, quienes derrotaron al ejército español en Annual, causando más de 10.000 bajas y el colapso de la ocupación en la zona. El desastre tuvo graves repercusiones políticas y sociales: se culpó al ejército, al gobierno y al rey, aumentando las tensiones entre militares y civiles. Esto desató huelgas, protestas y enfrentamientos violentos, llevando a la declaración del Estado de guerra y una fuerte represión. Para intentar estabilizar el país, se formaron gobiernos de concentración.

La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)

El Golpe de Estado de 1923

La dictadura de Miguel Primo de Rivera en 1923, aunque similar a otros regímenes autoritarios en Europa, tuvo causas específicas en la política española. Entre 1909 y 1923, las crisis políticas, sociales y económicas llevaron al golpe militar, causando el descrédito de la Monarquía y el fin del sistema de la Restauración. El golpe de Estado se debió a la crisis del sistema bipartidista y del turnismo, la ineficacia de los partidos de concentración, la cuestión marroquí tras el desastre de Annual y la crisis económica posterior a la Primera Guerra Mundial. Desde 1923 circulaban rumores de golpe y la sociedad aceptaba una solución autoritaria. Miguel Primo de Rivera contactó con altos mandos militares y formó “El Cuadrilátero”, grupo que organizó el golpe. La crisis se aceleró con la dimisión del gobierno liberal, actos catalanistas contra la bandera española y la publicación del Informe Picasso sobre Annual. Primo de Rivera declaró el estado de guerra, justificándolo por el terrorismo en Cataluña, la propaganda comunista, los ataques a la Iglesia, el separatismo catalán, la crisis económica y la cuestión marroquí. Ante esto, el gobierno de Madrid dimitió, Alfonso XIII le cedió el poder y Primo de Rivera formó un Directorio militar. Primo de Rivera contó con el apoyo del ejército, la Iglesia, la aristocracia y la burguesía industrial. Neutrales fueron los liberales, republicanos (Alcalá Zamora y Azaña), socialistas y UGT. En contra estaban el Partido Comunista y la CNT, cuyos líderes fueron encarcelados y sus organizaciones ilegalizadas.

El Directorio Militar (1923-1925)

Primo de Rivera formó un directorio militar y asumió la presidencia, implementando reformas que incluyeron la suspensión de los derechos constitucionales, la disolución de las cortes, la prohibición de los partidos políticos, la censura y la creación de un único partido, la “Unión Patriótica”. También se enfocó en resolver problemas heredados, como el orden público, imponiendo la ley marcial y reprimiendo a anarquistas, nacionalistas y la prensa. En cuanto al regionalismo, inicialmente aceptó el regionalismo catalán, pero luego adoptó una postura centralista. En Marruecos, aunque al principio favoreció la retirada, la intervención conjunta con Francia en 1925 en Alhucemas culminó en una victoria, aunque la pacificación completa no ocurrió hasta 1927. Este éxito reforzó la dictadura de Primo de Rivera.

El Directorio Civil (1925-1930)

En el Directorio Civil, tanto militares como civiles provenían de la Unión Patriótica, destacándose José Calvo Sotelo entre los civiles. En cuanto a la política económica, Primo de Rivera implementó una estrategia intervencionista que impulsó la producción industrial y modernizó infraestructuras, lo que propició un auge económico durante los “felices años veinte”. Se realizaron obras públicas y se promovieron políticas monopolistas, creando compañías nacionales como CAMPSA (petróleo) e ITT (telefonía). En el ámbito sociolaboral, se crearon el Consejo Nacional de Trabajo y el Instituto de Reformas Sociales para mejorar las condiciones laborales. También se estableció la Organización Corporativa Nacional, inspirada en el modelo fascista italiano, con comités paritarios (mitad obreros, mitad políticos), contando con la colaboración de los socialistas. Por su parte, la CNT permaneció en la clandestinidad, realizando atentados aislados. Además, la institucionalización del régimen incluyó la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, destacando la participación de las mujeres en las votaciones por primera vez.

La Caída de Primo de Rivera

La oposición a Primo de Rivera creció mientras su régimen intentaba consolidarse. Los antiguos partidos de la Restauración y sectores progresistas, como republicanos, intelectuales, estudiantes y militares, se posicionaron en su contra. Intelectuales como Unamuno, Ortega y Gasset, y Valle-Inclán, junto con el descontento militar, reflejado en episodios como la Sanjuanada y la disolución del Cuerpo de Artillería, fueron claves en la crítica al régimen. La crisis económica de 1929, con la caída de la peseta y el aumento de la conflictividad social, agravó la situación. Sin respaldo del Ejército, Primo de Rivera presentó su dimisión el 28 de enero de 1930 y murió poco después en París. Tras su dimisión, el rey Alfonso XIII intentó restaurar la normalidad con la “Dictablanda” del general Berenguer, pero la sociedad pedía cambios profundos. La oposición republicana, fortalecida por el Pacto de San Sebastián (agosto de 1930), impulsó un Comité Revolucionario apoyado por los socialistas para derrocar la monarquía. Aunque algunos levantamientos militares fracasaron (Jaca, Cuatro Vientos), la movilización creciente debilitó aún más al régimen. En febrero de 1931, Berenguer dimitió y fue reemplazado por el almirante Aznar, quien convocó elecciones municipales el 12 de abril de 1931. La victoria republicana en la mayoría de las capitales de provincia llevó a la proclamación de la Segunda República y al exilio de Alfonso XIII.

La Segunda República (1931-1932)

Proclamación de la República

Más de setenta años después de la Gloriosa, la historia de España se repite con la desaparición de la monarquía borbónica en medio de una crisis económica y social. Se intentó instaurar un sistema democrático moderno, con el poder político pasando a las clases medias, mientras los grupos tradicionales y las clases populares, inclinadas hacia la revolución, se oponían. La situación internacional era desfavorable para la República, con la crisis de 1929 en Europa y la debilidad de los sistemas democráticos ante el ascenso de los totalitarismos de izquierda (comunismo) y derecha (fascismo). La dimisión de Primo de Rivera en enero de 1930 y el gobierno de Berenguer favorecieron el auge del republicanismo, culminando en el Pacto de San Sebastián, donde varios grupos planearon derrocar la monarquía. El 12 de abril de 1931, con un resultado favorable al republicanismo en las ciudades, se proclamó la II República el 14 de abril. Alfonso XIII se exilió y se formó un gobierno provisional, con Niceto Alcalá-Zamora como presidente y figuras clave como Alejandro Lerroux, Manuel Azaña y Francisco Largo Caballero.

El Gobierno Provisional

El gobierno provisional tenía dos objetivos principales: convocar elecciones a Cortes Constituyentes para crear un marco legal y abordar problemas urgentes. En el ámbito territorial, se negoció con Francesc Macià un estatuto de autonomía para Cataluña. Surgió un conflicto entre republicanos y católicos, con la expulsión del cardenal Segura, provocando ataques a iglesias y conventos. En la reforma militar, Manuel Azaña propuso una reducción del ejército y la creación de la Guardia de Asalto. En el ámbito laboral, Francisco Largo Caballero promulgó legislación que incluía salario mínimo, contratación colectiva y jornada de 8 horas. Se estableció el sufragio universal masculino y femenino a los 23 años. Las elecciones a Cortes Constituyentes del 28 de junio de 1931 favorecieron a los partidos republicano-socialistas, con la abstención de los anarquistas y la desunión de las derechas.

El Bienio Reformista y la Constitución de 1931

La Constitución de 1931, votada en diciembre, tenía una ideología demócrata y progresista. Proclamaba una República democrática de trabajadores y un Estado integral con posibilidad de autonomía para regiones. Garantizaba la libertad de circulación, pensamiento, asociación y expresión, la igualdad en el matrimonio, el derecho al divorcio, protección laboral y educación bajo responsabilidad del Estado. El punto más polémico fue la aconfesionalidad del Estado y la separación Iglesia-Estado, lo que generó fuerte oposición conservadora.

Documentos de la Época

Carta de José Pijoán a Juan Maragall (1909)

Esta carta, escrita durante la Semana Trágica, describe los disturbios en Barcelona. Pijoán critica la falta de liderazgo político y la transformación de la huelga general en una revuelta desorganizada. Refleja el desorden y la falta de dirección de la revuelta, que terminó en violencia sin un objetivo político definido.

Manifiesto de Primo de Rivera (1923)

Este manifiesto justifica el golpe de Estado del 13 de septiembre de 1923. Primo de Rivera acusa a los políticos de corrupción e ineficacia, presentándose a sí mismo y al ejército como los únicos capaces de salvar la nación. Buscaba el apoyo del pueblo español y de sectores conservadores, justificando su acción como respuesta al desorden.

Artículos de la Constitución de 1931

Estos artículos reflejan los principios del régimen republicano: España como República democrática, la separación Iglesia-Estado, la autonomía de las provincias, la disolución de ciertas órdenes religiosas, la igualdad de derechos electorales para hombres y mujeres, y la figura del presidente de la República.

Ley de Bases de la Reforma Agraria (1932)

Esta ley intentaba mejorar la situación del campo español mediante una repartición más justa de la tierra. El objetivo era cambiar el sistema agrario para mejorar las condiciones de vida de los campesinos. Se aplicarían en varias provincias, utilizando las tierras del Estado para dar tierras a los campesinos con la ayuda del Instituto de Reforma Agraria.