Escultura en la Antigua Grecia: Tres Periodos Fundamentales

Época Arcaica (Siglos VIII – VI a.C.)

Este primer periodo se extendió desde finales del siglo VIII al siglo VI a.C. En ese tiempo, el arte griego sentó las bases de todas sus manifestaciones artísticas, con un particular desarrollo de la arquitectura.

Lejos del monumentalismo de otras culturas, los griegos concibieron su arte siguiendo el postulado de Protágoras según el cual «el hombre es la medida de todas las cosas».

Durante el periodo arcaico, la escultura griega se caracterizó por la rigidez y la llamada «sonrisa arcaica». Así, las representaciones humanas que, sin duda, pretendían exaltar la belleza y la armonía de los jóvenes atletas y de las vírgenes de los templos, son esculturas que carecen de movimiento, aunque pretenden transmitir esa sensación. Son característicos de este periodo los Kuroi (que son atletas o Apolos desnudos) y las Koré, (jóvenes vestidas y con la ya denominada sonrisa “arcaica” en los que la anatomía está aún reducida a esquemas geométricos). Ambos temas son frontales, rígidos y de volumen poco naturalista con formas anatómicas artificiales y vestidos muy esquemáticos por lo que la expresión anatómica es deficiente. Aún no existe un estudio de las proporciones entre las distintas partes y los cuerpos resultan algo acortados. Sin embargo, se puede observar el progreso en la evolución a través de las obras. De las cabezas, cabe destacar la sonrisa ya citada y el tratamiento del pelo, siempre rizado en bucles simétricos. Es un periodo que podríamos considerar de formación de las bases estéticas de la escultura griega.

Las culturas de la antigüedad conciben la imagen como doble de la persona representada y utilizan formas convencionales en la expresión artística. La escultura griega de esta época tiene unas características muy similares a las de otras culturas de su entorno como son la artificiosidad y escaso naturalismo.

El relieve muestra generalmente las figuras con la frontalidad del mundo antiguo (piernas y cabeza de perfil, tronco y ojo de frente) en posturas imposibles; por otra parte, apenas hay sensación de profundidad ya que no se representa la fuga, el fondo es neutro y las figuras son, en general, yuxtapuestas por lo que no aparecen distintos planos de profundidad.

Época Clásica (Del siglo V hasta el 330 a.C.)

Con el final de las guerras médicas se producen una serie de cambios en la concepción escultórica, la “SONRISA ARCAICA” desaparece. Se produce la plena integración del personaje en el espacio, se da una mayor profundidad al rostro.

El realismo del movimiento intelectual y el ideal atlético dominan este periodo. Esta nueva visión es patente con la koré ofrecida por Eutidikos en el 480 a.C.

En esta época, la búsqueda del naturalismo llega a su máxima expresión alcanzando la perfección en todos los aspectos técnicos. Hay que observar que la perfección se expresa con formas ideales, no realistas, pues no se muestran las peculiaridades individuales y deformaciones de la naturaleza, sino el individuo como prototipo ideal, por lo que no se representa a una persona concreta sino a un ser genérico y perfecto. Las personas representadas son adultas jóvenes completamente formadas y en todo su vigor.

Primera Fase de la Época Clásica (480 – 450 a.C.)

En una primera fase (entre los años 480 y 450 a.C.) se producen algunas obras que anticipan los logros que se van a conseguir en esta época tanto en la escultura exenta como en el relieve. Algunas figuras tienen una posición semifrontal y otras giran en un movimiento pronunciado como el Discóbolo, aunque se abandona esa línea por una posición más estática. Los músculos y los pliegues de las ropas mejoran y son más reales que en la época precedente.

Segunda Fase de la Época Clásica (450 – 330 a.C.)

Entre los años 450 y 330 a.C. la escultura exenta rompe la frontalidad presentando las figuras en escorzo y levemente giradas; el movimiento es suave para no deformar la anatomía, por lo que no se expresa el sentimiento en el rostro, para no perder su perfección. Se conoce éste como movimiento deambulatorio y consiste en que la figura se apoya sobre una pierna y retrasa la otra, la cadera se desplaza formando una línea oblicua, no paralela a la línea del suelo a la vez que los hombros presentan la inclinación contraria. Esto produce en las piernas una suave curva que se compensa con la curva contraria en el tronco (en el Renacimiento recibe el nombre de “contraposto“). Posteriormente, se agudiza ese movimiento y se conocerá con la denominación de “ese praxiteliana” por el escultor Praxíteles que la generaliza. Dada esta postura, suele ser necesario establecer un tercer punto de apoyo para la estabilidad de la escultura y se consigue con un tronco de árbol o una túnica que llega hasta el suelo y que se unen a la figura principal con algún soporte artificial.

El volumen es más naturalista reflejando muy bien la anatomía humana; las posturas de las figuras son reales, con soltura y no rígidas; los vestidos se adaptan al cuerpo con unos pliegues fieles a la realidad y las figuras tienen proporcionadas las partes siguiendo el canon de belleza. Polícleto establece un canon de proporciones de 8 cabezas y posteriormente lo corrige Lisipo por el de 10 cabezas.

El relieve presenta las figuras en escorzo, y se abandona definitivamente la antigua frontalidad; el volumen refleja con precisión, como en la escultura exenta, la anatomía humana y las figuras se adaptan al marco en el que están realizadas de forma que no disminuyen artificialmente sus tamaños, sino que mantienen la misma escala. La sensación de profundidad se consigue sobre todo superponiendo las figuras o sus partes en distintos planos a pesar de que el fondo sigue siendo neutro.

Ejemplo monumental de este periodo es la decoración de uno de los grandes conjuntos, el templo de Zeus en Olimpia. La figura de Zeus enmarca dos grupos, en los cuales se representa la carrera de carros entre Enómao y Pélope por la mano de la hija del primero. En el frontón occidental se representan la lucha entre centauros y lapitas, en este caso el eje central es la figura de Apolo. Tanto el Poseidón como El auriga de Delfos son los ejemplares en bronces más sobresalientes de este estilo severo. Fuera de Grecia, destaca el llamado trono Ludovisi en Magna Grecia.

Época Helenística (Desde el año 330 al Siglo I a.C.)

Hacia el final del S. IV a.C., en los tiempos de Alejandro Magno, se trata de un periodo caracterizado por la expansión de la cultura griega y su contacto con antiquísimas y nuevas civilizaciones, lo que dará lugar a lo que conocemos como helenismo.

Durante los primeros años de esta fase se mantiene la influencia de Praxíteles y Escopas, cuyo centro de influencia se sitúa en la ciudad de Atenas. La Venus de Milo se mantiene en esa línea, de igual modo que lo hacen la Venus arrodillada, la Venus capitolina o la Venus calipigia.

Al haberse alcanzado ya la perfección en la época clásica se produce un cambio en la investigación de los escultores: ahora se busca más el naturalismo realista que la perfección e idealización. Sin embargo, en esta época se siguen realizando esculturas que, por sus características formales (equilibrio, armonía, suavidad), parecerían clásicas.

En escultura exenta (o de bulto redondo) aparecen temas nuevos de personas “no perfectas” por no estar en la plenitud de las formas como son niños o viejos e incluso personajes como el Hermafrodita, ser que es hombre y mujer a la vez. También se realizan muchos retratos con la expresión fiel del rostro retratado siguiendo una tradición que comenzó a finales de la época anterior con los primeros retratos de Alejandro Magno.

El movimiento de las figuras suele ser mucho más intenso que en épocas precedentes: los cuerpos giran, se retuercen y ya no podemos contemplar la escultura únicamente desde una posición frontal, sino que debemos rodearla y verla desde varios puntos para percibirla íntegramente. Con ese fuerte movimiento, la anatomía se marca con intensidad y el estado de ánimo se representa en el rostro.

En el relieve los volúmenes son también muy marcados y expresivos mostrando un movimiento muy intenso que entrelaza los cuerpos. La sensación de profundidad se representa mediante ese dinamismo y superposición de cuerpos y partes que producen distintos planos a la vez que se utiliza el distinto resalte (con alto, medio o bajorrelieve) para conseguir ese efecto.

Durante el último periodo de la época helenística, Atenas se encuentra de nuevo en el centro de la cultura.