El Teatro desde 1940 a Nuestros Días
Durante la Guerra Civil, el teatro fue un medio de propaganda política. La situación general tras la Guerra Civil es catastrófica: autores fallecidos durante la guerra (Valle-Inclán, Lorca, Muñoz Seca, Antonio Machado, Unamuno), otros muchos parten al exilio (Alberti, Casona, Max Aub) y los que permanecen en España (J. Álvarez Quintero, Arniches, Benavente, Manuel Machado o Eduardo Marquina) o bien abandonan su obra teatral o bien apenas estrenarán dos obras (Benavente y Arniches) en los años cuarenta y cincuenta.
1. El Teatro de Consumo
1.1. Los años cincuenta. La “alta” comedia
En los años 40 y 50 se representa un teatro oficial: el llamado drama burgués. Es una comedia intrascendente, pretendidamente costumbrista, continuadora de Benavente. Los temas son los propios de la comedia burguesa: honor, celos, infidelidades, conflictos generacionales, que siempre alcanzaban un buen fin. Estas piezas muestran un dominio de la técnica: diálogos bien construidos para temas intrascendentes.
Los autores más destacados son J. Mª. Pemán, Luca de Tena con ¿Dónde vas Alfonso XII? (1957) y Joaquín Calvo Sotelo, con una comedia de costumbres, psicológica, histórica, de farsa, de enredo y drama de tesis.
En los años sesenta otros autores como Alfonso Paso, Jaime Salom, Ana Diosdado y Jaime de Armiñán continuarán este tipo de drama burgués.
1.2. La comedia de humor
Destacan dos autores: Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura. Son renovadores del humor, anticipadores del “teatro del absurdo“; practicaron la farsa, la sátira y buscaron emplazar las situaciones dramáticas fuera de la norma convencional, cercanas al surrealismo.
Enrique Jardiel Poncela, desde 1927, estrena sin interrupción sus comedias: gozará de un público fiel. Jardiel Poncela jugaba con la originalidad, buscaba lo insólito de situaciones y personajes, el absurdo por el absurdo, en detrimento de la estructura dramática de sus obras. Algunas obras son: Eloísa está debajo de un almendro (1939), su mejor obra; Los ladrones somos gente honrada (1941), Los habitantes de la casa deshabitada (1942).
Miguel Mihura fue director y escritor de revistas de humor, la más popular, “La codorniz”. En 1932 escribe Tres sombreros de copa. Con un humor absurdo se presenta el conflicto entre el individuo y las convenciones sociales. Mihura evolucionó hacia un teatro más comercial: continuó sorprendiendo al público con la espontaneidad y lo insólito de los conflictos, pero profundizó en los caracteres, dotándolos de credibilidad y ternura. Supo humanizar a sus personajes, enfrentados a un mundo raquítico, asfixiado por prejuicios inútiles. Entre sus obras merecen destacarse Ni pobre ni rico sino todo lo contrario, El caso de la mujer asesinadita, La tetera, Maribel y la extraña familia, Ninette y un señor de Murcia.
2. Intentos Renovadores
Por lo que se refiere al teatro no comercial, destacan Alfonso Sastre y Antonio Buero Vallejo.
2.1. El teatro realista de Antonio Buero Vallejo
Historia de una escalera es la primera obra de Antonio Buero Vallejo. Estrenada en 1949, ofrecía por primera vez en la posguerra una versión no idealizada de la realidad. Posee una estructura dramática cercana al sainete (la escalera de una casa modesta). En ella se daba entrada a la amargura, la esperanza y las frustraciones de una sociedad inmóvil.
Podemos dividir la producción en tres etapas:
a) Etapa realista: Pertenecen a esta etapa una serie de obras cuyo tema central lo constituye la realidad contemporánea. La acción se sitúa en un tiempo real y un espacio escénico que reproduce lugares concretos. Algunas obras de este período son Historia de una escalera (1949), En la ardiente oscuridad (1950), Hoy es fiesta (1956). Introduce algunos elementos innovadores, como los lugares insólitos: una escalera, la azotea de una casa…
b) Etapa de reflexión histórica: Se inicia en 1958. Escribe una serie de obras de tema histórico en las que se sirve del pasado para reflexionar sobre el presente, con lo que consigue burlar la censura. A este recurso se le denominó posibilismo. Pertenecen a esta etapa Un soñador para un pueblo, Las meninas, El concierto de San Ovidio. En estas obras se da entrada a la discontinuidad temporal y la acción se sitúa en lugares escénicos abstractos.
Al final de esta etapa, escribe El tragaluz (1967).
c) Última etapa: Se caracteriza por el punto de vista subjetivo. La acción llega al espectador a través de la visión subjetiva de uno de los personajes, que padece alguna limitación física o psíquica. Algunos títulos son El sueño de la razón (1970), La Fundación (1974), La detonación (1977).
En sus obras, Buero manifiesta una búsqueda de una verdad profunda; una visión lúcida, dialéctica y nunca dogmática de las contradicciones humanas. La libertad sólo puede alcanzarse por el conocimiento de la verdad. Su tragedia consiste en que alcanzar la verdad pueda acarrearle al hombre el sufrimiento, el fracaso y hasta la destrucción y la muerte. Una constante en el teatro de Buero es la disyuntiva entre la lucidez crítica o la inhibición del hombre ante sus responsabilidades colectivas o individuales.
2.2. El teatro realista de los sesenta
En la década de los sesenta, una serie de autores continúan el camino iniciado por Buero Vallejo y Alfonso Sastre, y desarrollan una dramaturgia que evoluciona desde unas formas realistas-naturalistas hacia nuevas orientaciones estéticas: la farsa grotesca o el sainete.
Estos autores – José María Rodríguez Méndez, José Martín Recuerda, Lauro Olmo, Carlos Muñiz, Antonio Gala…- muestran predilección por temas sociales (la vida miserable en las chabolas, la emigración, la explotación laboral, la hipocresía, la violencia…), usan un lenguaje violento, directo y sin eufemismos con predominio de un tono de amargura y desesperanza y sus protagonistas se presentan habitualmente como víctimas, fracasados y destruidos por la sociedad alienada.
Algunas obras destacables de estos autores son: Lauro Olmo, La camisa; Rodríguez Méndez, Los inocentes de la Moncloa, Flor de otoño; Carlos Muñiz, El tintero.
Antonio Gala se caracteriza por la mezcla de lirismo y realismo. Con frecuencia recurre a la alegoría o al uso de símbolos con una intención crítica. Su teatro fue bien acogido por el público, pero no así por la crítica.
3. El Teatro de Protesta y Denuncia. Alfonso Sastre
Con esta etiqueta (“teatro de protesta y denuncia”) se designa a un grupo de autores de posguerra (entre los que se encuentran los citados en el apartado anterior) que por motivos políticos no pudieron estrenar sus obras. También se le conoce como teatro subterráneo.
Alfonso Sastre impulsa la renovación de las formas dramáticas y la búsqueda de métodos hacia el cambio social revolucionario. Sus obras, dotadas de una técnica y una fuerza dramática indiscutibles, evolucionan desde el existencialismo hacia el compromiso social. Cultiva el teatro metafísico, de inquietud existencial, el teatro de crítica social, la tragedia y el distanciamiento objetivista con La taberna fantástica.
4. El Teatro No Realista de los Años Sesenta y Setenta
En la década de los sesenta y los setenta, una serie de autores adoptan un estilo dramático diferente para tratar temas similares a los de los autores realistas (denuncia de la injusticia y de la falta de libertad). Son rasgos comunes de estos autores:
- La acción, los personajes y el lenguaje son simbólicos. Aparecen en el escenario objetos sonoros o visuales – ruido de cadenas, una cama, una jaula, proyecciones…- con una clara función simbólica.
- Desarrollo de la acción no lineal, sino estructurado en fragmentos.
- Concepción del teatro como espectáculo y experimento colectivo, con el fin de hacer participar al público en la acción del drama.
- Pérdida de la importancia del texto, que se concibe como un material que podrá completarse y modificarse en la representación escénica.
- Preferencia por la farsa grotesca y satírica: degradación, animalización o robotización de los personajes.
Como prototipo de este teatro no realista destacan Francisco Nieva: Coronada y el toro, 1963 o de Fernando Arrabal.
Por último, debemos recordar que en esta labor de renovación del teatro fueron importantes los grupos de teatro independientes y algunos de sus directores, como Albert Boadella (Els Joglars) o Salvador Távora (La Cuadra), Tábano, Los Goliardos. Sus montajes son producto colectivo, valoran el trabajo de investigación y ejercen constante autocrítica sobre sus espectáculos. Difundirán el teatro europeo contemporáneo.
5. Últimas Tendencias (Desde 1975)
La restauración de las libertades democráticas a partir de 1975 posibilitó la llegada a los escenarios de buena parte del teatro que había permanecido soterrado, invisible. Nos encontraremos en estos años con una gran diversidad de tendencias. Veamos algunas de las más significativas:
a. Obras de técnica vanguardista que continúan las experimentaciones del período anterior. En esta tendencia destacan Francisco Nieva, Fernando Arrabal y los Grupos de Teatro Independientes (Els Joglars, Els Comediants, La Fura dels Baus, La Cubana, Esperpento-Mediodía, Dagoll-Dagom, Teatro de La Abadía, La Cuadra, etc.).
b. Obras de técnica y orientación realista. Tenemos, por un lado, obras de tema histórico (¡Ay, Carmela! (1987) de José Sanchís Sinisterra) y contenido crítico, frente a otras obras de corte más comercial que continúan las formas de la comedia de salón, aunque adaptadas a los nuevos tiempos. José Luis Alonso de Santos es un maestro de la comedia de costumbres, ambientada en la ciudad moderna con los problemas que en ella se encuentran: paro, delincuencia, droga (La estanquera de Vallecas (1980), Bajarse al moro (1984)).
c. Y, por supuesto, seguimos contando con las nuevas obras de autores ya consagrados (Buero Vallejo – ya fallecido-, Sastre o Antonio Gala, por ejemplo) que se han ido adaptando a las nuevas tendencias y a los nuevos problemas de nuestra sociedad.