El Teatro Español desde la Posguerra hasta la Actualidad // Los Ensayistas de la Actualidad (Tema 10)
El teatro de los primeros años de posguerra es muy pobre. Está marcado por la ausencia de dramaturgos insustituibles, como Valle-Inclán, Lorca, Muñoz Seca y Miguel Hernández. A ello se suman otros factores determinantes, como la censura, el aislamiento cultural y la dependencia respecto a los intereses empresariales. En los años cuarenta triunfan en la escena dos géneros muy diferentes: la comedia de entretenimiento y el drama ideológico o político, que viene a justificar el orden establecido. En ambas corrientes triunfan Jacinto Benavente, José María Pemán, Joaquín Calvo Sotelo y Juan Ignacio Luca de Tena. Estas corrientes marcan las dos tendencias del teatro posterior:
1. El Teatro Humorístico
El teatro humorístico de posguerra responde a un humor intelectualizado; aprovecha las posibilidades cómicas del lenguaje y, a menudo, esconde una visión amarga y escéptica de la realidad. Surge en torno a un grupo de humoristas relacionado con la revista La Codorniz, publicación satírica que empleaba un humor bastante intelectualizado, con escritores como: Jardiel Poncela con Eloísa está debajo de un almendro y Miguel Mihura con Tres sombreros de copa.
2. El Drama Ideológico
Al igual que en los otros géneros, en el teatro de los años 40 aparece una corriente existencial que evoluciona hacia el realismo social en la década de los 50. Sus máximos representantes son Antonio Buero Vallejo con Historia de una escalera y Alfonso Sastre con Escuadra hacia la muerte.
Realismo Social de los Años 50
Es un momento en el que aparece un nuevo público (los jóvenes). La censura no es tan férrea y la literatura tiende hacia el compromiso social. El teatro realista social abarca los problemas de la sociedad española de la época, la injusticia social. Tiene planteamientos y resoluciones esquemáticas y directas, pues pretende llegar a un amplio público.
A finales de la década de los 50 aparece una nueva generación de dramaturgos que se alejan del realismo social; aunque mantiene una visión crítica de la realidad. Estos dramaturgos son: Carlos Muñiz, Lauro Olmo, Martín Recuerda, Rodríguez Méndez, Rodríguez Buded y Antonio Gala. Los rasgos que caracterizan a estos autores son los siguientes:
- Plantean temas de crítica social y denuncia: la injusticia, la explotación, los abusos de poder… Los protagonistas suelen ser víctimas que acaban derrotados por el entorno social. Lo original es que los personajes que actúan como verdugos aparecen, a su vez, como víctimas de la situación global del sistema.
- La estética se aleja del realismo y atiende hacia nuevas formas expresivas: alegórica-simbólica, expresionista o en tono de farsa.
- Obras: El tintero de Carlos Muñiz, Los inocentes de la Moncloa de José María Rodríguez Méndez…
El Teatro de los 70
La renovación teatral va ligada al teatro independiente. Surgieron numerosas compañías de actores y directores que se constituían para hacer un teatro claramente diferenciado del comercial. En el teatro-espectáculo pierde protagonismo el texto literario en beneficio de la escenografía. Se desdibujan los personajes y la acción dramática, como sucedía en la novela de la época; se emplea un lenguaje alegórico y abstracto, a veces en tono ceremonial, como ocurría en el teatro primitivo.
El Teatro de los 80 hasta la Actualidad
A partir de los años 80 se afianza el teatro de autor y se abandonan las formas extremas del experimentalismo. Al mismo tiempo se recuperan obras de autores exiliados. Se distinguen las siguientes tendencias:
- Teatro de tipo tradicional: Fernando Fernán Gómez con Las bicicletas son para el verano.
- Teatro farsa: Bajarse al moro de José Luis Alonso de Santos.
- Teatro experimental: es un teatro de grupo, destaca La Fura dels Baus con un teatro espectáculo.
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El Realismo Mágico
Entre 1940 y 1950, aparece un grupo de narradores que combinan el realismo con elementos fantásticos; por eso también se les conoce como los creadores de “lo real maravilloso”. Otros rasgos lo distinguen del realismo tradicional, como el predominio de los ambientes urbanos, el planteamiento de preocupaciones existenciales y el deseo de innovación formal. Representan esta corriente Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges y Juan Rulfo.
Juan Rulfo, fue casi un autodidacta que sufrió durante su infancia los avatares de la violenta historia mexicana. Una de sus obras fue Pedro Páramo. La obra gira en torno a la muerte, y se desarrolla en un ambiente fantasmagórico, poblado de voces y fuerzas sobrenaturales. Sorprendió la incorporación de innovaciones formales como la ruptura de la linealidad temporal, los bruscos cambios de punto de vista narrativo y el monólogo interior. Por todo ello, se convertiría en un modelo de la narrativa experimental de los años sesenta.
La Novela Experimental
Entre 1960 y 1980 se publicó un conjunto de excelentes novelas, todas ellas innovadoras en la forma. En general, intensifican las tendencias de la generación anterior, pues continúan el realismo mágico, pero profundizan en la experimentación de nuevas formas narrativas. Los nuevos novelistas incorporaron las innovaciones que en Europa y Estados Unidos se daban desde los años veinte. Y, además, ensayaron otras técnicas nuevas. Por ello, los narradores hispanoamericanos de 1960, se convirtieron en un modelo de la novela española experimental.
Los novelistas que iniciaron este movimiento fueron, entre otros, Ernesto Sábato, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.
Ernesto Sábato escribe una narrativa intelectualizada cercana al ensayo, que cuaja en obras como El túnel, la cual es una breve novela de amor y locura. Su obra supone una reflexión crítica sobre la sociedad actual.
Gabriel García Márquez. La novela Cien años de soledad recoge personajes y escenarios que habían aparecido en relatos breves escritos con anterioridad. Narra la historia de la familia Buendía, para la creación y destrucción del mundo mítico de Macondo. La obra combina elementos variadísimos: el realismo mágico, la visión lírica, la crítica social, el humor y la tragedia. Otros títulos son Crónica de una muerte anunciada y Del amor y otros demonios.