El Teatro Español de Posguerra (1939-1990): De la Represión a la Renovación

El Teatro Español de Posguerra (1939-1990)

La Represión y el Exilio (1939-1957)

La Guerra Civil (1936-1939) interrumpió la renovación teatral iniciada por Valle-Inclán y Federico García Lorca. La victoria del bando nacional y la instauración de la dictadura de Franco (1939-1975) trajo consigo una política represora, con censura y aislamiento internacional. El teatro de calidad se refugió en el exilio hasta que el estreno de Historia de una escalera en 1949 supuso un despertar en el teatro de la posguerra.

En el teatro del exilio, a pesar de la heterogeneidad, la nostalgia y la visión crítica de su tiempo son temas frecuentes. Destacan autores como Max Aub, quien evolucionó de un teatro histórico a uno social con su obra El rapto de Europa; Alejandro Casona; y Rafael Alberti, quien combina piezas de vanguardia con el teatro de urgencia, como muestra en El adefesio.

En el teatro español de los años 40, dominó el teatro cómico y de evasión. La falta de financiación y el interés por espectáculos sencillos y evasivos provocaron una ruptura con el teatro innovador.

La Comedia Burguesa

En la comedia burguesa se respetaban los límites de la censura, empleando el humor para resolver conflictos amables entre personajes arquetipos del mundo burgués. Encontramos a Calvo Sotelo con Historia de una casa.

El Teatro de Humor

En el teatro de humor se trataban temas como el amor o la parodia de ciertos hábitos sociales, siempre con un desenlace feliz. Sobresale Miguel Mihura con Tres sombreros de copa. Bajo el tono cómico de sus obras se aprecia una reflexión amarga sobre cómo los condicionantes sociales limitan la vida de los personajes.

El Teatro Social y el Desgaste del Régimen (1957-1975)

La llegada al poder de los tecnócratas en 1957 abrió un periodo de cierta expansión económica acompañada de un desgaste político. En los años 50 surge un teatro social y comprometido que pretende reflejar de manera crítica ciertos aspectos de la sociedad de posguerra. Alfonso Sastre defiende la crítica directa de la dictadura, mientras que Buero Vallejo sortea los límites de la censura.

El Drama Social

El drama social, con objetivos éticos más que estéticos, critica de forma directa (sufriendo mucha censura), lo cual también es característico de Alfonso Sastre. Su finalidad es concienciar al espectador mediante un teatro antiburgués y didáctico sobre ciertas cuestiones sociales, bien ejemplificado en La mordaza. En sus tragedias complejas, la radicalidad de su crítica retrasó el estreno de obras como La taberna fantástica.

El Teatro Social Expresionista

En el teatro social expresionista, encontramos a Lauro Olmo con La pechuga de la sardina, donde intensifica la crítica mediante acciones absurdas e irreales.

Los Años 60: Diversidad Dramática

Durante los años 60 conviven diversas líneas dramáticas. En el teatro social resaltan autores como Carlos Muñiz o Lauro Olmo, cuyo estreno de La camisa es un hito. El teatro comercial triunfa en los escenarios al alejarse de los conflictos sociales empleando juegos de palabras, personajes reconocibles y un final feliz y convencional. Destaca Antonio Gala, con su estilo evocador, destacando su obra Carmen, Carmen. En el teatro innovador surgen dramaturgos y grupos teatrales que buscan cambiar la escena española. Rechazan el realismo y conciben la obra como un espectáculo total con un lenguaje coherente. Destacan Francisco Nieva y Fernando Arrabal, el creador del teatro pánico, donde expresa las emociones del individuo mediante un lenguaje excéntrico y poético. Destaca su obra El triciclo.

La Transición y la Consolidación (1975-1990)

Con la llegada de la democracia en 1975 y la eliminación de la censura, se abrió una etapa prometedora para el teatro. En 1978 se crearon el Centro Dramático Nacional y la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Destacan espectáculos montados por Els Comediants, La Cubana y La Fura dels Baus.

Los Años 80 y 90

En los años 80 y 90 se distinguen tres grupos: los autores ya consagrados con anterioridad, como Buero Vallejo, Sastre, Gala o Martín Recuerda, y el éxito de Fernando Fernán Gómez en Las bicicletas son para el verano; los conocidos a partir de la transición, como Nieva con su “teatro furioso”, Sanchis Sinisterra con ¡Ay, Carmela! y José Luis Alonso de Santos con Bajarse al moro, donde revitaliza el sainete. A partir de los 90, los autores adoptan una postura realista y representan sus obras en salas alternativas. Destacan Dulce Chacón con Segunda mano, Ernesto Caballero con Sentido del deber y Jordi Galcerán con El crédito.