I. El Teatro Comercial
A finales del siglo XIX, el espectáculo teatral estaba fuertemente condicionado por la burguesía, clase social que exigía verse retratada en el escenario. Este público reclamaba un teatro específico, por lo que comercialmente el panorama teatral seguía pautas conservadoras y realistas. Alejado de toda posibilidad de crítica, el teatro dominante defendía los ideales conservadores propios de la Restauración, y los dramaturgos debían plegarse a él si querían ver representadas sus obras. Todas estas formas respondían, de un modo u otro, al gusto burgués, desde el más elevado hasta un teatro pensado para las clases medias urbanas, incorporando elementos populares y ofreciendo un espectáculo teatral con concesiones.
En concreto, el teatro burgués de finales del siglo XIX y principios del XX se manifiesta en estas cuatro formas fundamentales:
- El drama posromántico, melodramático y efectista: Perfectamente representado por José de Echegaray.
- La comedia burguesa: No rehuía cierta crítica de determinados comportamientos burgueses. Frente a la facilidad de otras clases de teatro, este tipo de comedia, representada por Jacinto Benavente, conciliaba el retrato de la burguesía conservadora con la presentación de sus hipocresías y convencionalismos. Su éxito le valió el Nobel de 1922. No obstante, su primer estreno, El nido ajeno, aclamado por Azorín y los modernistas, indignó al público burgués y fracasó comercialmente. Desde entonces, Benavente se limitó a una «comedia de salón» más benevolente, con ambientes cotidianos y una filosofía trivial, formalmente más ingeniosa y fluida, y de mayor facilidad y eficacia escénica.
- El teatro en verso: Se nutría, por un lado, de cierta vena modernista, mientras que, por otro, respondía a tópicos tradicionalistas anclados en el posromanticismo. Sus mayores exponentes son Francisco Villaespesa y Eduardo Marquina, a quien se debe En Flandes se ha puesto el sol. También los hermanos Machado escribieron alguna obra de teatro poético con éxito notable, como La Lola se va a los puertos (1929).
- El teatro cómico: Tuvo amplia vigencia durante largos años. En estos años, su forma más característica fue el «sainete» y la «zarzuela». Sus máximos representantes son Carlos Arniches y los sevillanos Álvarez Quintero, a los que se suma el creador del “astracán”, Pedro Muñoz Seca, con La venganza de don Mendo (1918).
II. La Renovación Dramática
Frente a este «teatro burgués», encontramos manifestaciones de un teatro para minorías, a veces crítico, otras veces innovador, pero que en cualquier caso se alejaba de las formas burguesas establecidas y que, por tanto, en la mayoría de las ocasiones no llegó a ser representado. Se trata de un teatro nuevo tanto formal y técnicamente como en su temática e ideología, y entre cuyos cultivadores encontramos nombres como los de Unamuno, Azorín o Jacinto Grau. A estas tentativas se sumaron de manera ejemplar Valle-Inclán y Lorca, así como autores como Rafael Alberti, Max Aub y Miguel Hernández. Valle-Inclán y Lorca se convirtieron en los máximos representantes de esa nueva realidad teatral, adelantándose en algunos aspectos a las corrientes vanguardistas posteriores.
El 98
Miguel de Unamuno
La obra dramática de Unamuno presenta su línea filosófica habitual; de ahí que obtuviera un éxito más bien escaso. Temas como la indagación de la espiritualidad individual, la fe como «mentira vital» y el problema de la doble personalidad son tratados en La esfinge, La venda y El otro.
El teatro unamuniano tiene las siguientes características:
- Esquemático, despojado de todo artificio, donde solo tienen cabida los conflictos y pasiones que afectan a los personajes.
- Con los personajes y los conflictos al desnudo, la escenografía también se ve despojada de todo artificio, simplificada al máximo.
- Su interés principal es presentar el drama que transcurre en el interior de los personajes. Con la simbolización de las pasiones y la austeridad tanto de la palabra como escenográfica, el teatro unamuniano entronca con las experiencias dramáticas europeas.
José Martínez Ruiz “Azorín”
Siempre sintió gran afición por el teatro; sin embargo, sus obras no gozaron del favor popular. Escribió Old Spain, Brandy, mucho brandy, Comedia del arte y la trilogía Lo invisible. Sus ideas sobre el teatro eran: libertad creadora para el director de escena y los actores, nuevas relaciones entre la técnica cinematográfica y la técnica teatral, y la entrada del mundo de lo subconsciente en la escena.