El Teatro Español de la Edad de Plata (1898-1939): Dramaturgos y Obras Clave

El Teatro Español de la Edad de Plata (1898-1939)

Dramaturgos Sobresalientes

La crítica ha etiquetado el teatro de este período como alta comedia, costumbrista, poético, humorístico, de compromiso, histórico e incluso innovador. Cuatro dramaturgos destacan por encima del resto: Jacinto Benavente, Ramón María del Valle-Inclán, Federico García Lorca y Benito Pérez Galdós.

Jacinto Benavente

La mitificación y la censura forman parte del estandarte de Benavente, autor de 172 obras, desde El nido ajeno (1894) hasta Por salvar su amor (1954). Sus obras abarcan temas:

  • Urbanos: Rosas de otoño (1905)
  • Provincianos: Pepa Doncel (1928)
  • Cosmopolitas: La noche del sábado
  • Utópicos: Los intereses creados (1907)
  • Rurales: Señora ama (1908)

Nadie duda de la alta calidad de su obra, pero también hay que reconocer que Benavente se quedó un poco desfasado en la segunda década del siglo XX.

Benito Pérez Galdós

El teatro galdosiano fue una de las figuras que más contribuyó a la creación del teatro español moderno desde Realidad (1892) hasta Santa Juana de Castilla (1918), pasando por Electra (1901), que fue la que más éxito tuvo. Para el profesor y crítico Ángel Berenguer, su teatro fue “una bocanada de aire fresco que llega como un regalo al siglo que inicia su andadura”.

En general, Pérez Galdós construye un teatro social, de compromiso, para que el lector tome conciencia de la realidad. Se detiene, sobre todo, en el fanatismo tanto político como religioso.

Ramón María del Valle-Inclán

El teatro de Valle-Inclán tiene la virtud de dejarnos intranquilos. En un primer momento, su teatro se reviste de la fuente modernista, por lo que el retoricismo fue nota destacada. Pero, hoy, la fuerza de su teatro radica en los ciclos mítico de la farsa y del esperpento.

Federico García Lorca

Federico García Lorca es poeta-dramaturgo a flor de piel. Su muerte nos sobrecoge por inútil. Federico supo como nadie adentrarse en el destino de las personas y adueñarse de él a través de la libertad y del amor. Su teatro es un mundo lleno de vida, de pasión, de tragedia, de dicha, una tensión entre el principio de libertad y el principio de autoridad.

Desde El maleficio de la mariposa (1920) hasta La casa de Bernarda Alba (1936) hallamos el aliento del dramaturgo, que no es otro que fundirse en el misterio, en la belleza y en la libertad. Y en medio, sobresalen Mariana Pineda (1923), Bodas de sangre (1932), Doña Rosita la soltera (1935), Yerma (1934), El público (1930), aunque el poderío lorquiano está en La casa de Bernarda Alba (1936).

Otros Dramaturgos Relevantes

Hubo otros dramaturgos como Carlos Arniches, los Hermanos Álvarez Quintero y Pedro Muñoz Seca que supieron captar al público, ofreciéndoles lo que pedían.

Hermanos Álvarez Quintero

Los Hermanos Álvarez Quintero crearon un teatro costumbrista andaluz con cierta superficialidad. Destaquemos Malvaloca (1912) y La de Caín (1908), esta última, modelo de comedia perfecta.

Pedro Muñoz Seca

Muñoz Seca solo llegó a estrenar un centenar de obras. Se le atribuye la creación del “astracán”, pieza cómica basada en la parodia del teatro. Su obra más conocida es La venganza de Don Mendo (1918). Contra la República escribió Anacleto se divorcia (1931) y La voz de su amo (1933).

Eduardo Marquina

El dramaturgo más sobresaliente del género histórico-poético es Eduardo Marquina. Del cual destacamos La ermita, la fuente y el río (1927).

Hermanos Machado

El teatro de los Hermanos Machado nos devuelve al teatro clásico, recomendaban el uso del monólogo como en Shakespeare, Lope de Vega o Calderón de la Barca. Añadieron la componente psicológica y la sencillez con que revisten sus dramas. El éxito dramático les vino con la obra La Lola se va a los puertos (1929).

José María Pemán

Chamizo solo estrenó la obra Las Brujas (1930), pero fue la de más éxito en la temporada. Está enmarcada dentro del teatro costumbrista-rural en verso.

Miguel de Unamuno

La profundidad, el esquematismo y la desnudez del teatro de Miguel de Unamuno son únicas, con su tema central: el conflicto de la existencia humana. Fue una necesidad comunicativa, sobre todo a partir de su crisis religiosa-espiritual. Miguel de Unamuno añoraba un teatro de pasión e ideológico. Destaquemos Fedra (1910), El otro (1926), Raquel encadenada (1922).

Dramaturgos Especiales

Los dramaturgos especiales Jacinto Grau con El señor Pigmalión (1921), Ramón Gómez de la Serna con Escaleras (1935), Azorín con Angelita (1930) contribuyeron con ese fervor con que fue acogido el teatro en este período, del que no fueron ajenos Rafael Alberti con su memorable obra El hombre deshabitado (1931), y posteriormente, ya en el exilio, El Adefesio (1944), Max Aub con su obra vanguardista El desconfiado prodigioso (1924), Miguel Hernández con su prodigiosa obra Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras (1934), o el teatro poesía de Pedro Salinas, con La fuente del Arcángel.