El Sistema Político de la Restauración

Alfonso XII, hijo de Isabel II, asumió el trono tras la Restauración borbónica. El político clave del momento fue Antonio Cánovas del Castillo, quien asumió la regencia hasta el regreso del rey en 1875.

El Proyecto de Cánovas

Los conservadores recibieron con agrado la Restauración borbónica porque creían que les devolvería la estabilidad política. Cánovas no pretendía volver a los tiempos de Isabel II, sino crear las bases de un nuevo modelo político que superara el carácter bipartidista y excluyente de los moderados, la intervención de los militares en política y los enfrentamientos civiles. Para ello, se propuso elaborar una Constitución con un sistema político basado en el bipartidismo y pacificar el país terminando con los conflictos de Cuba y el carlismo. Convocó Cortes Constituyentes y, aunque no era partidario del sufragio universal, lo dispuso, aunque posteriormente se volvería al sufragio censitario.

La Constitución de 1876

La Constitución de 1876 muestra un claro liberalismo doctrinario que se caracteriza por el sufragio censitario y la soberanía compartida entre las Cortes y el rey. Era conservadora y estaba inspirada en los valores de la monarquía, la religión y la propiedad. Se consideraba a la monarquía como un poder moderador entre políticos. Por ello, se establecía la soberanía compartida, y el monarca poseía poderes como: derecho de veto, nombramiento de ministros, potestad de convocar, suspender o disolver las Cortes sin contar con el gobierno. Las Cortes eran bicamerales: Senado y Congreso de los Diputados. El voto no estaba regido por la Constitución, sino por una ley que estableció el voto censitario. Se proclamaba la confesionalidad católica del Estado, aunque toleraba otras creencias sin manifestaciones públicas, y contenía gran cantidad de derechos para la población civil.

La Alternancia en el Poder

La alternancia en el poder de los dos grandes partidos dinásticos, el Conservador y el Liberal, acababa con los pronunciamientos para llegar al poder. Se aceptó un turno pacífico de partidos que aseguraría la estabilidad mediante la participación de ambos, poniendo fin a la intervención del ejército. El ejército quedó subordinado al poder civil, ya que su misión era defender la independencia internacional y no intervenir en política. Se le dotó de un alto presupuesto y de autonomía en asuntos internos; así se suprimió el problema de los pronunciamientos en el panorama de la Restauración.

Fin de los Conflictos: Cuba y el Carlismo

La estabilidad del régimen llegó al finalizar el conflicto carlista y cubano. Algunos personajes carlistas reconocieron a Alfonso XII y, gracias a los militares, se redujeron los núcleos carlistas en Cataluña, todo ello a manos de Martínez Campos. En 1876 se derrotó a la resistencia carlista que quedaba en Navarra y el País Vasco, y en ese mismo año Carlos VII cruzó la frontera francesa y así la guerra se vio finalizada por completo. La consecuencia de la derrota carlista fue la abolición del régimen foral, quedando el País Vasco y Navarra sujetos al pago de impuestos y al servicio militar como el resto del Estado, pero aun así se les otorgó un cierto grado de autonomía. La Guerra de los Diez Años cubana concluyó con la firma del Pacto de Zanjón en 1878, donde se incluía una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud y promesas de reforma administrativa y política. El atraso o incumplimiento de ellas llevó en 1879 a la Guerra Chiquita y a la insurrección de 1895.

La Vida Política y la Alternancia en el Poder

El sistema diseñado por Cánovas se cumplió hasta finales de siglo, cuando la crisis del 98 puso en jaque el sistema. El Partido Alfonsino, tras el regreso de Alfonso XII, lo transformó en el Partido Liberal-Conservador, compuesto por conservadores, que acabó llamándose Partido Conservador. El proyecto bipartidista de Cánovas necesitaba otro partido más progresista y propuso a Sagasta para su formación. Entre progresistas, la Unión Liberal y algunos republicanos nació el Partido Liberal Fusionista, conocido como Partido Liberal. Coincidían ideológicamente en lo fundamental, pero diferían en algunos aspectos. Se nutrían principalmente de las élites económicas y la clase media.

Eran, por tanto, partidos de minorías. En cuanto a diferencias, hay que decir que los liberales defendían el sufragio universal masculino y un Estado laico, y los conservadores el sufragio censitario y defendían la Iglesia. El turno pacífico tenía como función la estabilidad institucional. El caciquismo se dio en toda España, aunque alcanzó mayor fuerza en Andalucía, Galicia y Castilla. La adulteración del voto se convirtió en una práctica habitual. Los caciques eran personas notables del medio rural, ricos y propietarios que daban trabajo a jornaleros. Con su influencia, los caciques orientaban la dirección del voto, agradeciendo con favores la lealtad y discriminando a los que no. El conjunto de trampas electorales se conoce como pucherazo (vivos y muertos…).

Seis legislaturas fueron ganadas por conservadores y cuatro por liberales. La alternancia pasó por momentos difíciles que erosionaron a los políticos y a los partidos dinásticos. El Partido Conservador se mantuvo en el gobierno desde 1875 a 1881, cuando Sagasta formó su primer gobierno liberal, que introdujo el sufragio universal masculino. En 1884 Cánovas volvió al poder e impulsó el acuerdo entre conservadores y liberales, llamado Pacto del Pardo, con la finalidad de dar apoyo a la regencia de María Cristina. El Partido Liberal gobernó más tiempo que el Conservador durante el gobierno largo de Sagasta, entre 1885 y 1890, e impulsaron una gran obra reformista.

La reforma de mayor trascendencia fue la implantación del sufragio universal masculino en las elecciones generales de 1890. Cánovas asumió desde 1895 la presidencia hasta su asesinato en 1897. Sin embargo, el personalismo deterioró a los partidos. Surgieron personalidades como Germán Gamazo y Antonio Maura (liberales) y Silvela (conservador).

El Sistema Caciquil en Andalucía

Se trataba de un grupo agrario, una élite rural formada en los procesos desamortizadores, que demostró una constante tendencia a intervenir en los asuntos públicos y al proteccionismo político. Fue el caso del sector minero onubense, del puerto fluvial de Sevilla, del mundo mercantil malagueño o del pesquero gaditano. Se dio la endogamia: relaciones familiares y privadas entremezcladas con vinculaciones económicas que fueron tejiéndose por toda Andalucía. En otras palabras, el parentesco se convirtió en un elemento decisivo. Además, los partidos oficiales dotaron de gran importancia al sistema caciquil.

Fuerzas Políticas Marginadas del Sistema

Durante la Restauración, republicanos, carlistas, socialistas y nacionalistas quedaron en la oposición y no consiguieron obtener un número de diputados suficiente para formar gobierno.

Republicanismo

Tuvo que hacer frente al desencanto por parte de sus seguidores y a la represión de los monárquicos. Emilio Castelar evolucionó hacia posturas más moderadas. Convencido de que la Restauración garantizaría el orden social, creó el Partido Republicano Posibilista. Un caso contrario fue el del progresista Ruiz Zorrilla, que fundó el Partido Republicano Progresista, que tuvo influencia entre los militares. Las insurrecciones provocaron la ruptura de Salmerón con el partido de Ruiz Zorrilla y creó el Partido Republicano Centralista. El Partido Republicano Federal seguía teniendo como líder a Pi y Margall. El sufragio universal masculino revitalizó el republicanismo y estimuló alianzas electorales, como la Unión Republicana, que tuvo que ganar votos porque competía con el PSOE.

Carlismo

Tras la derrota carlista de 1876, el pretendiente Don Carlos de Borbón y el carlismo entraron en una grave crisis después de que parte de sus miembros reconocieran a Alfonso XII. Carlos VII puso su confianza en Cándido Nocedal para convertirse en un nuevo partido político, que corrió a cargo de Vázquez de Mella, que se adaptó a la nueva situación política. Este programa se llamó Acta de Loredan. Los carlistas mantenían sus principios, pero ya no se manifestaban a favor del Antiguo Régimen, aceptando el nuevo orden liberal capitalista. Aquí se produjo un enfrentamiento con la Iglesia, que creó un partido llamado Partido Católico Nacional, cuyo líder era Ramón Nocedal en 1888, que no reconocía como rey a Don Carlos. El partido carlista retomó las insurrecciones, fundando una milicia llamada Requeté. Los intentos fueron fracasados.