El Sistema Canovista y la Constitución de 1876
En 1874, tras el golpe de Estado del general Pavía contra el gobierno de la I República, se instauró un régimen militar bajo el general Serrano. Sin embargo, la crisis económica y la inestabilidad política impidieron su consolidación. Antonio Cánovas del Castillo, con el apoyo de las élites, el ejército y la clase media, promovió la restauración de la monarquía borbónica en la figura de Alfonso XII, hijo de Isabel II. Aunque Cánovas buscaba una restauración pacífica, el general Martínez Campos aceleró el proceso con un golpe de Estado en Sagunto, proclamando a Alfonso XII rey en 1874.
Así comenzó la Restauración, un periodo de estabilidad política en España que abarca desde el reinado de Alfonso XII hasta la caída de Alfonso XIII en 1931. Durante este tiempo, se consolidaron avances como la Constitución de 1876, que garantizó un régimen constitucional y democrático. La Restauración puso fin a la Tercera Guerra Carlista, resolvió el conflicto colonial en Cuba con la Paz de Zanjón en 1878 y favoreció la integración política mediante el Partido Liberal-Fusionista. Cánovas del Castillo, figura clave del periodo, también logró la desmilitarización de la política y limitó la intervención del ejército.
La Regencia de María Cristina de Habsburgo y el Turno de Partidos
Hasta 1898, el sistema de turno pacífico fue regular en España, alternando en el poder a los partidos Conservador y Liberal como parte de un acuerdo político entre Cánovas del Castillo y Sagasta. Este sistema buscaba garantizar la estabilidad política tras la crisis de la Restauración.
En 1885, tras la muerte de Alfonso XII, su esposa María Cristina de Habsburgo asumió la regencia y el Pacto del Pardo (1885) formalizó el compromiso entre ambos partidos para respetar el turno de gobierno. Durante el gobierno de Sagasta, los liberales promovieron reformas importantes, como la ley de sufragio universal masculino (1890), la ley de asociación (1887) y la libertad de cátedra y prensa. Sin embargo, el sistema se fue erosionando debido a la crisis y el descontento popular.
El asesinato de Cánovas en 1897 y el Desastre de 1898, la derrota en la Guerra Hispano-estadounidense, aceleraron el fin del turnismo. En 1902, con la mayoría de edad de Alfonso XIII, comenzó su reinado y terminó la regencia de María Cristina.
El sistema canovista, a pesar de su fachada democrática, se convirtió en un régimen oligárquico, donde los resultados electorales eran manipulados para beneficiar los intereses políticos de las élites, y no reflejaban la voluntad popular.
El Turno de Partidos: Mecanismo y Funcionamiento
El turno de partidos fue un sistema político ideado por Cánovas del Castillo tras la promulgación de la Constitución de 1876, inspirado en el modelo británico de alternancia pacífica en el poder. Cánovas, un político conservador, promovió esta alternancia como una forma de evitar los pronunciamientos militares, estableciendo dos partidos principales en España:
- Partido Conservador: Dirigido por Cánovas, apoyado por la aristocracia, la burguesía financiera y el alto clero, con un programa centrado en la defensa del orden social, la monarquía y la propiedad.
- Partido Liberal: Liderado por Práxedes Mateo Sagasta, con el apoyo de la burguesía industrial, los funcionarios y las profesiones liberales, orientado a las reformas sociales y educativas.
A pesar de la apariencia democrática del sistema, el turno se desvirtuó rápidamente debido a las manipulaciones en las elecciones. Los procesos electorales eran controlados por el poder mediante el fraude electoral, el caciquismo y el encasillado. Este sistema consistía en que los gobernadores civiles, con el apoyo de los caciques locales, imponían listas de candidatos preestablecidas, manipulaban censos, coaccionaban a los votantes y, en ocasiones, alteraban los resultados mediante el pucherazo.
Aunque se aprobó el sufragio universal en 1890, los resultados electorales seguían estando manipulados para beneficiar al partido que le correspondía en el turno, evidenciando la falta de democracia real. En este régimen oligárquico, las elecciones no reflejaban la voluntad popular, sino los intereses políticos de las élites. El turno de partidos se convirtió en un mecanismo de control político, donde las apariencias democráticas ocultaban una profunda falta de legitimidad.
La Constitución de 1876: Características y Legado
La Constitución de 1876 fue un instrumento clave para consolidar el régimen político de la Restauración, impulsado por Cánovas del Castillo. Su propósito era legitimar la monarquía parlamentaria, y se redactó tras unas elecciones con amplia mayoría conservadora que, mediante manipulación electoral, reflejaron el ideario canovista. Fue la Constitución más duradera de España, vigente hasta 1923, cuando fue suspendida tras el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera.
A continuación, se destacan sus principales características:
- Poder del monarca: El rey compartía la soberanía con las Cortes, pero mantenía un control significativo sobre el poder ejecutivo, eligiendo al jefe de gobierno y ejerciendo la jefatura del ejército. Además, tenía la capacidad de convocar y disolver las Cortes, sancionar leyes y convocar nuevas elecciones. La división de poderes no se reconocía de manera clara.
- Poder legislativo: Estaba compartido entre el monarca y las Cortes. Estas eran bicamerales, con un Senado compuesto por senadores vitalicios o designados por el rey y un Congreso de Diputados elegido por sufragio directo censitario.
- Poder judicial: Se buscaba uniformidad en los códigos judiciales y se suprimían los fueros vascos.
- Derechos individuales: Se reconocía un extenso catálogo de derechos (propiedad, libertad de expresión, etc.), aunque algunos fueron regulados por leyes restrictivas. El Estado se definía como confesionalmente católico, garantizando el sustento del clero y culto, aunque también permitía cultos privados de otras religiones.
- Centralismo: Se centralizaba el control del poder en el Gobierno central, limitando la autonomía de los poderes locales, como los ayuntamientos y las diputaciones provinciales. También se eliminaban los fueros vascos.
Esta Constitución reflejaba el enfoque conservador de la Restauración, buscando estabilidad mediante un equilibrio entre el monarca y las Cortes, sin propuestas excluyentes para ningún sector de la sociedad, lo que le permitió mantenerse vigente durante casi medio siglo.
La Oposición al Sistema de la Restauración
Durante el régimen de la Restauración en España (1874-1931), se mantuvo una alternancia entre los dos grandes partidos, el Liberal y el Conservador, lo que marginalizó a varios sectores políticos y sociales como el carlismo, el republicanismo, el movimiento obrero y el nacionalismo. Sin embargo, a pesar de la diversidad de fuerzas opositoras, estas no lograron conformar una alternativa sólida debido a sus divisiones internas.
Carlismo
Después de ser derrotados en la Tercera Guerra Carlista (1872-1876), los carlistas se convirtieron en un movimiento marginal, con presencia principalmente en Navarra y el País Vasco.
Republicanismo
El republicanismo, derrotado tras el golpe de 1874, sufrió divisiones internas entre centralistas y federalistas, lo que limitó su capacidad de acción. A pesar de la represión y el desencanto, mantenía influencia en sectores de la clase media ilustrada y en el movimiento obrero. En 1896, la Unión Republicana logró reunir a las facciones más dispersas.
Movimiento Obrero
A principios de la Restauración, el movimiento obrero pasó por una fase de decadencia debido a la represión y la falta de representación política. Sin embargo, se recuperó tras la aprobación de la Ley de Asociaciones de 1887. Se dividió en dos tendencias principales:
- Marxista, representada por el PSOE (fundado en 1879) y el sindicato UGT (1888). El PSOE fue reacio a aliarse con los republicanos, a quienes consideraba reformistas burgueses.
- Anarquista, organizado desde 1881 en la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE) y posteriormente en la CNT (1910), que defendía un sindicalismo revolucionario con énfasis en la huelga general.
Nacionalismo y Regionalismo
Los movimientos nacionalistas en Cataluña y el País Vasco surgieron como reacción a las políticas centralistas de la Restauración, que intentaban imponer una cultura oficial castellanizada.
- Catalanismo: Se originó en la Renaixença, un movimiento cultural del siglo XIX, y en 1892 adoptó un programa político con las Bases de Manresa, que proponían una Cataluña autónoma con Parlamento propio y el catalán como lengua oficial. Posteriormente, el catalanismo se consolidó con la fundación de la Lliga Regionalista en 1901.
- Nacionalismo vasco: Surgió tras la abolición de los fueros en 1876 y la industrialización, que alteró la sociedad tradicional vasca. Fue encabezado por Sabino Arana, quien fundó el PNV en 1895, defendiendo la “raza vasca”, los fueros y la religión católica.
Otros regionalismos más débiles se desarrollaron en Andalucía, Galicia y la Comunidad Valenciana, aunque sin el mismo impacto que en Cataluña y el País Vasco.
Isabel II, Regencias y Constitución: Conflictos y Evolución Política
La Primera Guerra Carlista (1833-1840)
La Primera Guerra Carlista (1833-1840) fue un conflicto civil en España desencadenado tras la muerte de Fernando VII, cuando su hermano, Don Carlos, reclamó el trono basándose en sus derechos dinásticos. Esto dio lugar a una lucha entre dos bandos con ideologías contrapuestas: el bando carlista, que defendía el absolutismo monárquico, la religión tradicional y los privilegios del clero y la nobleza, y el bando isabelino o cristino, que apoyaba el liberalismo y las reformas políticas.
- Bando Carlista:
- Ideología: Monarquía absoluta, derecho sucesorio masculino, alianza del altar y el trono, defensa de los Fueros vascos y navarros, y oposición al liberalismo centralista.
- Apoyo social: Parte de la nobleza, el bajo clero, y el campesinado de zonas rurales del norte (País Vasco, Navarra, Cataluña, Maestrazgo).
- Bando Isabelino:
- Ideología: Liberalismo, moderación en la política, reformas sociales y económicas.
- Apoyo social: Burgués, clases medias urbanas, ejército y parte de la Iglesia. Controlaban el centro y sur del país, así como las principales ciudades.
Etapas del Conflicto
- Primera etapa (1833-1835): Inicialmente favorable a los carlistas, quienes vencieron en varias batallas gracias a su táctica de guerrillas, especialmente en el Maestrazgo y Cataluña. En el norte, lucharon de forma convencional. La muerte de Zumalacárregui (líder carlista) marcó un revés importante.
- Segunda etapa (1835-1837): Los carlistas intentaron expandir su lucha, destacando la fallida Expedición Real hacia Madrid. Los liberales ganaron la Batalla del Puente de Luchana (1836), lo que debilitó a los carlistas.
- Tercera etapa (1837-1840): Con la ofensiva isabelina dirigida por Espartero, y el apoyo de Francia e Inglaterra, los liberales lograron consolidar su poder. En 1839, se firmó el Convenio de Vergara, que puso fin al conflicto: los carlistas aceptaron a Isabel II a cambio de amnistía y la conservación de ciertos derechos forales.
Consecuencias
- Costes humanos y económicos: La guerra fue muy destructiva, con muchas muertes y la economía especialmente dañada en el norte.
- Arraigo del carlismo: Aunque los carlistas fueron derrotados, su ideario no desapareció y continuó influyendo en la política española en guerras posteriores.
- Impacto político: La guerra reforzó la inclinación hacia el liberalismo en la monarquía y aumentó el protagonismo de los militares en la defensa del régimen liberal.
Segunda Guerra Carlista (1846-1849): Un nuevo conflicto carlista se desató principalmente en Cataluña, pero no tuvo el alcance de la primera guerra, quedando restringido a guerrillas. La guerra terminó en 1849 con la huida de los carlistas a Francia.
En resumen, la Primera Guerra Carlista marcó un punto crucial en la historia de España, enfrentando el liberalismo contra el absolutismo y dejando secuelas duraderas en la política y sociedad españolas.
Evolución Política, Partidos y Conflictos: El Estatuto Real de 1834 y la Constitución de 1837
Tras la muerte de Fernando VII en 1833, Isabel II fue proclamada reina de España, pero debido a su minoría de edad, su madre, María Cristina de Borbón, asumió la regencia entre 1833 y 1840. Durante este periodo, España vivió dos grandes conflictos:
- La Guerra Carlista (1833-1839), que enfrentó a los absolutistas, que apoyaban el reinado de Carlos María Isidro, con los liberales, que respaldaban a Isabel II. Esta guerra representó la lucha entre el absolutismo y el liberalismo.
- El enfrentamiento entre facciones liberales. Los liberales moderados y progresistas luchaban por imponer un sistema político que limitara el absolutismo y promoviera un régimen constitucional. María Cristina, bajo la presión de los liberales progresistas, facilitó la implementación de reformas que buscaran el fin del Antiguo Régimen.
El Estatuto Real (1834)
En 1834, la regente María Cristina nombró a Martínez de la Rosa, un liberal moderado, para presidir el gobierno y elaborar el Estatuto Real, un documento que buscaba el tránsito de España de un sistema absolutista a un sistema representativo liberal. Aunque era una Carta Otorgada (concedida por la reina), el Estatuto no otorgaba soberanía nacional ni pleno poder legislativo a las Cortes. Las Cortes se componían de una Cámara Alta (próceres) y una Cámara Baja (procuradores elegidos por sufragio restringido), y el monarca mantenía amplios poderes, como convocar y suspender las Cortes o aprobar leyes. Este sistema fue visto como una “tercera vía” entre el liberalismo y el Antiguo Régimen, al incorporar tanto a la vieja nobleza como a los grupos burgueses más poderosos.
Sin embargo, el Estatuto no satisfizo a los liberales más radicales, quienes exigían reformas más profundas y una verdadera soberanía popular.
Los Partidos Políticos Durante este Periodo
- Los moderados: Liberales conservadores que defendían una transición gradual y no revolucionaria hacia el liberalismo. Se oponían al sufragio universal y buscaban una combinación de tradición y progreso. Su base social estaba compuesta por terratenientes, empresarios, militares y la nobleza. Gobernaron entre 1844 y 1868.
- Los progresistas (exaltados): Representaban a los liberales más radicales, liderados por Baldomero Espartero, que se oponían al Estatuto Real y buscaban reformas profundas, como el sufragio universal, la ampliación de las libertades (religiosa, de prensa y educación) y la elección popular de cargos municipales. Su base social provenía principalmente de las clases medias urbanas y estuvieron en el poder en varios periodos, como entre 1835-1837 y 1841-1843.
- El Partido Demócrata: Surgido hacia 1849 de una escisión de los progresistas, defendía el sufragio universal y la movilización de los grupos sociales más desfavorecidos, con un enfoque aún más radical hacia la democracia.
En este contexto, España vivió una serie de tensiones políticas entre el absolutismo, los diferentes tipos de liberalismo y las fuerzas conservadoras, lo que dio lugar a una evolución política tumultuosa durante la minoría de edad de Isabel II.
La Constitución de 1837
La Constitución de 1837 surgió en un contexto de inestabilidad política en España. Durante el gobierno de Martínez de la Rosa (1835), los liberales radicales se rebelaron ante la ineficacia del ejecutivo para afrontar la guerra carlista y la crisis interna. En respuesta, la regente encargó el poder a los liberales progresistas, liderados por Álvarez de Mendizábal, quienes implementaron reformas como la desamortización eclesiástica y la supresión de gremios. Sin embargo, las revueltas continuaron, y en 1836, un motín en la Granja de San Ildefonso forzó a la regente a suspender el Estatuto Real y restaurar la Constitución de 1812.
Las nuevas Cortes comenzaron a redactar la Constitución de 1837, que estableció un sistema político monárquico constitucional progresista, con las siguientes características principales:
- Soberanía compartida entre el rey y las Cortes, que compartían el poder legislativo.
- Bicameralismo parlamentario, con dos cámaras: el Congreso de Diputados (más importante y elegido por sufragio directo y censitario) y el Senado (con senadores designados por el rey).
- Fuertes atribuciones del rey, como la iniciativa legislativa, el derecho de veto ilimitado y la designación de senadores.
- Reconocimiento de derechos individuales, incluida la libertad de imprenta.
- Libertad religiosa, aunque el Estado mantenía un compromiso económico con el clero católico, que había perdido rentas debido a la desamortización.
- Ley electoral con sufragio censitario, limitando el derecho al voto a unos 240,000 hombres considerados cualificados por su riqueza e inteligencia, excluyendo a las clases bajas.
Este sistema intentaba conciliar los intereses de los liberales progresistas y la monarquía, pero no logró resolver las tensiones sociales y políticas del momento.
La Regencia del General Espartero (1840-1843)
En 1840, la regente María Cristina renunció tras enfrentarse a los progresistas debido a una nueva Ley de Ayuntamientos. La relación entre María Cristina y los liberales progresistas se había deteriorado durante la Guerra Carlista. Tras disturbios, la reina se exilió.
El general Baldomero Espartero, líder del progresismo y muy popular por sus victorias en las guerras carlistas, fue elegido por las Cortes para asumir la regencia. Su gobierno fue autoritario, apoyado por el ejército. Implementó reformas como la reducción de los fueros vasco-navarros y la aceleración de las ventas de bienes desamortizados.
A pesar de ser un líder popular, su caída se precipitó tras el bombardeo de Barcelona en diciembre de 1842, en respuesta a una revuelta contra un tratado económico con Inglaterra. Este acto dañó su prestigio. Finalmente, una sublevación liderada por militares moderados y algunos progresistas (como Narváez, Serrano y Prim) forzó su renuncia en 1843, y Espartero se exilió a Londres.
La Década Moderada (1844-1854)
La década moderada (1844-1854) en España estuvo dominada por el partido moderado, con el general Narváez como figura principal. Durante este período, se mantuvo el orden y la estabilidad política, aunque los progresistas fueron excluidos del poder y se extendió la corrupción administrativa.
Constitución de 1845
Esta norma sustituyó a la de 1837 y reflejaba los principios del moderantismo. Entre sus aspectos más destacados:
- El catolicismo como religión oficial del Estado.
- El fortalecimiento de la monarquía, con una soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
- Cambios en el Senado, cuyos miembros serían designados por el rey entre individuos de la nobleza, el clero o personas con fortuna.
- Un Congreso de los Diputados elegido por un sufragio muy restringido (solo el 1% de la población).
Principales Políticas del Periodo
- Creación de la Guardia Civil (1844) para garantizar el orden y seguridad.
- Ley de Ayuntamientos (1845) que otorgó poder al gobierno central sobre las elecciones municipales.
- Reforma fiscal (1845) que clasificó los impuestos en directos (sobre actividades comerciales e inmuebles) e indirectos (sobre productos básicos y bienes de consumo).
- Disolución de la Milicia Nacional (1845), que estaba bajo el control progresista.
- Modificación de la ley electoral (1846), restringiendo aún más el sufragio, dejándolo solo al 0,8% de la población.
- Concordato con la Santa Sede (1851), que restauró la influencia de la Iglesia, incluyendo el regreso de órdenes religiosas y el control de la enseñanza.
- Reducción del déficit mediante la conversión de deuda (1851).
En cuanto a la educación, en 1857 se estableció la enseñanza primaria pública y gratuita, pero con resultados limitados debido a la falta de recursos, dejando a una gran parte de la población infantil sin escolarizar.
Este periodo de estabilidad política y centralización, sin embargo, también generó descontento entre los sectores progresistas y marcó un claro distanciamiento de la realidad social española.
El Bienio Progresista (1854-1856)
El Bienio Progresista (1854-1856) fue un periodo de inestabilidad política y social en España. A principios de 1854, la creciente tensión por el aumento de precios, desempleo y la corrupción de los gobiernos moderados llevó a un golpe militar encabezado por el general O’Donnell, con el apoyo de militares progresistas y una insurrección popular organizada por los demócratas radicales. Tras el éxito del levantamiento, la reina Isabel II entregó el poder nuevamente a Baldomero Espartero, líder de los progresistas.
Durante este corto gobierno, se llevaron a cabo reformas importantes, como la desamortización municipal de 1855, impulsada por el ministro Pascual Madoz, que buscaba recaudar fondos mediante la venta de bienes municipales y eliminar los bienes de manos muertas. Sin embargo, la medida no resolvió los graves problemas económicos del país y dejó a los ayuntamientos en ruina.
A pesar de los intentos de reforma, los problemas sociales y económicos persistieron, como la inflación, el desempleo y las huelgas. Esto contribuyó al distanciamiento de O’Donnell de Espartero, lo que llevó al colapso del gobierno progresista y al regreso de los moderados al poder.
La Vuelta al Moderantismo (1856-1858) y los Gobiernos de la Unión Liberal
Entre 1856 y 1858, los moderados, liderados por el general Ramón María Narváez, gobernaron España. En 1858, el general Leopoldo O’Donnell asumió el poder con la Unión Liberal, un partido de centro que agrupaba a moderados y progresistas. Durante este periodo, España experimentó un notable progreso económico, destacándose la construcción de ferrocarriles y el impulso al desarrollo industrial, favoreciendo la entrada de capital extranjero. Sin embargo, la división interna de la Unión Liberal permitió que en 1863 los moderados de Narváez regresaran al poder.
La Crisis del Moderantismo (1863-1868)
A partir de 1865, los gobiernos moderados adoptaron una política autoritaria y represiva, actuando incluso al margen de la Constitución. Durante este periodo, ocurrieron revueltas estudiantiles que fueron duramente reprimidas. Frente a esta situación, los progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende (1866) con el objetivo de destronar a la reina Isabel II. Tras la muerte de O’Donnell en 1867, la Unión Liberal se reorganizó bajo el liderazgo de Francisco Serrano, y la preparación de la Revolución Gloriosa de 1868 que terminaría con el reinado de Isabel II se fue gestando.
Este periodo refleja una creciente inestabilidad política que culminaría en la Revolución de 1868, dando paso a un nuevo ciclo en la historia de España.
El Sexenio Revolucionario (1868-1874)
Entre 1856 y 1858, los moderados, liderados por Ramón María Narváez, dominaron el gobierno español. En 1858, el general Leopoldo O’Donnell asumió el poder al frente de la Unión Liberal, un partido centrista que agrupaba tanto a moderados como a progresistas. Durante este periodo, España experimentó un crecimiento económico significativo, destacándose la construcción de ferrocarriles e impulsando la industria con la entrada de capital extranjero. Sin embargo, las tensiones internas de la Unión Liberal permitieron que, en 1863, los moderados regresaran al poder.
A partir de 1863, los gobiernos moderados adoptaron políticas autoritarias y represivas, lo que condujo a revueltas estudiantiles y al descontento generalizado. En 1866, progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende para destronar a Isabel II. Tras la muerte de O’Donnell en 1867, la Unión Liberal se reorganizó bajo Francisco Serrano, mientras se gestaba la Revolución Gloriosa de 1868, que finalmente derrocaría a la reina Isabel II, marcando el fin de esta etapa de inestabilidad política en España.
La Revolución Gloriosa de 1868
La Revolución Gloriosa de 1868, que tuvo lugar en España, fue un levantamiento militar y popular que derrocó a la reina Isabel II. En septiembre de ese año, el general Prim y el almirante Topete se rebelaron en Cádiz, y tras la derrota del ejército realista en el Puente de Alcolea (Córdoba) por parte del general Serrano, el gobierno de Isabel II colapsó. La reina, que se encontraba en San Sebastián, huyó a París.
Los partidos que habían firmado el Pacto de Ostende formaron un Gobierno Provisional, excluyendo a los demócratas, con el objetivo de estabilizar el país. Este gobierno adoptó medidas para calmar los ánimos populares, como la ampliación de las libertades, la supresión del impuesto de consumos y la libertad de culto. Sin embargo, también exigió la disolución de las Juntas Revolucionarias y de la Milicia Nacional, que estaban ejerciendo funciones de gobierno paralelo.
Además, el Gobierno Provisional convocó elecciones para unas Cortes Constituyentes mediante sufragio universal masculino para mayores de 25 años. Los partidos políticos utilizaron la prensa y la propaganda para hacer campaña, y los debates más intensos se centraron en la forma del Estado (monarquía o república) y la cuestión religiosa (libertad de culto frente al financiamiento de la Iglesia).
El principal logro de las Cortes fue la redacción de la Constitución de 1869, considerada la primera Constitución democrática y la más liberal hasta esa fecha. Sus principios más destacados fueron:
- Sufragio universal masculino.
- Libertad de culto.
- La separación entre la Iglesia y el Estado.
- Derechos civiles y políticos amplios para los ciudadanos.
Esta Constitución sentó las bases de la modernización política de España y marcó un hito en la historia constitucional del país.