1. La Guerra Carlista
Tras la muerte de Fernando VII, su mujer, María Cristina, asume la regencia hasta la mayoría de edad de Isabel II. El hermano de Fernando, Carlos María Isidro, se levanta en armas contra la reina, pretendiendo el trono. Carlos María Isidro lidera el bando carlista, compuesto por seguidores del antiguo régimen, los fueros y el catolicismo. Son antiliberales y su lema es “Dios, Patria y Fuego”. Lo integran miembros del clero, nobleza agraria y campesinos y clases bajas rurales. María Cristina, por otro lado, lidera el bando isabelino, integrado por la alta nobleza, funcionarios, burguesía y clases medias. Partidarios del Nuevo Régimen y del liberalismo, defienden a la futura Isabel a cambio de implantar una constitución. La guerra se llevó a cabo principalmente en las zonas rurales del norte de España, sobre todo en Navarra, País Vasco o Cataluña, donde el carlismo se hizo fuerte. Recibieron ayuda de potencias absolutistas como Rusia y Austria, mientras que los liberales fueron apoyados por Francia, Gran Bretaña y Portugal. Fue una guerra civil. El ejército isabelino estaba mejor preparado y era profesional, mientras que el carlista utilizaba el sistema de guerrillas. Logran estabilizarse en el norte, donde destaca el general Zumalacárregui. Tras su muerte en Bilbao, así como el fracaso de la Expedición Real de Don Carlos a Madrid, unidas a las victorias del general liberal Espartero y al desgaste de la guerra, se rinden en 1839 firmando el Convenio de Vergara.
2. Las Regencias (1833-1843): María Cristina y Espartero
Hasta que se proclama el reinado de Isabel II, se suceden dos regencias: María Cristina durante toda la Guerra Carlista (1833-1839) y Espartero (1840-1843). Se acometen una serie de medidas para desmantelar el Antiguo Régimen y modernizar el país. En esta época se realiza la división provincial actual, la desamortización de Mendizábal para financiar la guerra, así como una Constitución en 1837, si bien no tan avanzada como la de 1812. Desde esta época empiezan a forjarse diferencias dentro del liberalismo político. Se dividen en moderados y progresistas. Los primeros son partidarios del sufragio censitario, del poder de la corona y del orden, mientras que los progresistas apostaban por un sufragio censitario más amplio, elección libre de ayuntamientos y libertad. Ambas facciones son enemigas del carlismo y del Antiguo Régimen, creen en la constitución y en el sistema liberal, así como en la reina. A su mando están una serie de generales como Narváez, Espartero y Prim.
3. Reinado de Isabel II (1843-1868)
a. La Década Moderada (1844-1854)
Tras proclamarse el reinado de Isabel II y convocarse elecciones donde ganan los moderados de Narváez, la misión de los sucesivos gobiernos es asegurar el liberalismo de manera definitiva en el país. En el año 1845 se proclama una nueva Constitución, de tendencias moderadas.
La Ley de Ayuntamientos era la más polémica, ya que la reina designa a los alcaldes de las poblaciones grandes y capitales de provincias, mientras que en las pequeñas los designa el gobernador provincial, controlando desde Madrid la política local. Esta fue la causa del constante conflicto entre moderados y progresistas. Finalmente, la corrupción de los sucesivos gobiernos, así como el autoritarismo de los mismos (como Bravo Murillo), más interesados en agradar a la reina que en respetar las decisiones de las Cortes, acelerarán el descontento de la población, provocándose una revolución en 1854 que permitió a los progresistas llegar al poder.
b. El Bienio Progresista (1854-1856)
El general O’Donnell, líder de la Unión Liberal, y los progresistas se alzaron en el verano de 1854 en Vicálvaro. Sus exigencias, resumidas en el Manifiesto de Manzanares, se basaban en el cumplimiento de la constitución y la reforma de la Ley de Ayuntamientos. Espartero, líder progresista, es elegido presidente del gobierno, mientras que O’Donnell era Ministro de la Guerra. En apenas dos años se acometieron las mayores reformas económicas del siglo, cuyos resultados seguirían visibles en siguientes etapas: la Desamortización de Madoz sobre las tierras comunales y ayuntamientos en 1856, la ley de ferrocarriles, así como las primeras industrias, favorecerán la implantación del capitalismo y la revolución industrial en España.
c. La Descomposición del Sistema Isabelino (1856-1868)
O’Donnell, como presidente, mantendrá las medidas económicas anteriores y logrará un periodo de estabilidad durante casi 8 años al ejercer una política más tolerante con la oposición moderada y progresista. Emprenderá una política basada en el prestigio internacional, comenzando varias campañas militares, donde destacan la de México y las primeras incursiones militares en Marruecos. La constante corrupción alrededor de la reina y la conspiración moderada volverá a colocar a Narváez y los moderados en el poder durante los años 60, retornando los gobiernos autoritarios, la marginación de los sectores progresistas y de las clases populares, represión y censura violenta, etc. En 1867 se firma el PACTO DE OSTENDE, donde los progresistas, dirigidos ahora por el general Prim, y los demócratas acordarán acabar con la monarquía isabelina mediante una revolución para establecer en el país un nuevo sistema (monarquía o república) elegido por el sufragio universal. A la muerte de O’Donnell, Serrano, nuevo líder unionista, se une al pacto. Prim, Serrano y Topete serán los protagonistas de la Revolución de 1868.