El Reinado de Isabel II: Transición al Estado Liberal en España (1833-1868)

El Reinado de Isabel II: La Construcción del Estado Liberal

El reinado de Isabel II constituye una etapa revolucionaria y esencial en la Historia de España, el paso de la monarquía absoluta a un estado burgués parlamentario. En él hay dos regencias: la de María Cristina y la del general Espartero, una guerra carlista, cuatro constituciones y continuos levantamientos revolucionarios.

En 1830 nació Isabel de Borbón. El rey Fernando VII aprobó la Pragmática Sanción por la que se abolía la Ley Sálica, que excluía del trono a las mujeres. Carlos María Isidro vio cerrado su camino al trono, por ello se inicia la Primera Guerra Carlista contra ella.

La Primera Guerra Carlista (1833-1839)

Se iniciaron levantamientos a favor de don Carlos, comenzando así una larga guerra civil. En el bando isabelino se agruparon las altas jerarquías del ejército y la Iglesia y se unieron los liberales. La reina regente, a pesar de ser antiliberal, buscó apoyos en el liberalismo ante la débil situación de su hija en el trono. En el bando carlista se agruparon pequeños nobles, el bajo clero y muchos campesinos. Tras unos primeros años de incierto resultado, a partir de 1837, las derrotas carlistas fueron continuas y don Carlos terminó huyendo a Francia. La guerra concluyó con el Abrazo de Vergara (1839) firmado por Espartero, al frente de los liberales, y Maroto, principal líder carlista tras la muerte de Zumalacárregui. Pero el carlismo permanecería latente y volvería a reaparecer.

La Regencia de María Cristina (1833-1840)

La regente intentó frenar el proceso de implantación del liberalismo ante el cual había cedido solo para defender los derechos de su hija. Creyó contentar a los liberales con el Estatuto Real (1834) pero en él no reconocía siquiera la soberanía popular. Los liberales se opusieron a este modelo y el ejército tampoco apoyó a la regente, por ello se vio obligada a entregar el poder a Juan Álvarez de Mendizábal, un gran liberal. Este tenía como eje principal ganar la guerra y por ello decidió impulsar la desamortización de los bienes eclesiásticos, para sufragarla. Pero la desamortización quedó aplazada, pues en 1836, María Cristina formó un gobierno y destituyó las Cortes, incluido a Mendizábal. Unos meses más tarde, en el Palacio de la Granja se forzó a la reina a aceptar un gobierno liberal. Mendizábal fue repuesto y puesta en vigor la Constitución de Cádiz mientras se preparaba la Constitución de 1837. En ella, se mantendrán dos cámaras y tendrá como principios básicos la soberanía nacional y la división de poderes, pero se confirmarán las prerrogativas de la Corona para disolver las Cortes. Así comenzará a hacerse muy patente la división del liberalismo entre las facciones que intentaban conjugar tradición y modernidad. Tras unos escándalos políticos y amorosos, la regente trató de recurrir al general Espartero, pero este se negó a emplear el ejército contra los progresistas. Ante la presión popular, la regente renuncia y marcha al exilio.

La Regencia de Espartero (1840-1843)

Espartero se convirtió en el presidente del Consejo de Regencia. Su llegada permitió reactivar la desamortización eclesiástica. Pero este fue imponiendo una política cada vez más personalista. La insurrección de Barcelona se oponía a las medidas librecambistas que pretendía aplicar el general. La oposición de las Cortes contra Espartero y el intento de levantamiento de algunos militares hicieron que Espartero renunciase y marchase al exilio. La reina Isabel II fue declarada mayor de edad (13 años) y elevada al trono, a pesar de no tener experiencia.

La Década Moderada (1844-1854)

El general Narváez inició una serie de reformas que robustecieron el papel de la Corona. Se inició la elaboración de una nueva Constitución, la de 1845, de carácter conservador y se proclama el Estado Católico. Otras reformas fueron la firma del Concordato con la Santa Sede, la supresión de la Milicia Nacional y la creación de la Guardia Civil. La corrupción de los gobiernos moderados provocó revueltas que acabaron con un cambio de tendencia política.

El Bienio Progresista (1854-1856)

Se desarrolló en dos fases: la primera se inició con el Manifiesto de Manzanares escrito por Cánovas del Castillo, donde se plasmaban las reformas que había que hacer; y la segunda, fue el levantamiento de las grandes ciudades (Barcelona, Valencia y Madrid). La reina llamó a la Corte a Espartero quien pactó con O’Donnell. De este acuerdo nacerá un nuevo régimen político, el Bienio Progresista. Espartero restauró la Constitución de 1837 e impulsó la elaboración de una nueva, la de 1856, que no llegó a publicarse. Otras reformas importantes fueron: la Ley de Ferrocarriles (1855) y la desamortización de Madoz (1855). Aparecieron tendencias políticas nuevas: se consolidaron los demócratas y republicanos (que recogía el socialismo también), por la derecha resurgió el carlismo y aparecieron los moderados y la Unión Liberal. En 1856 se produjo una crisis general, el general O’Donnell dio un golpe de Estado y restableció la Constitución de 1845, liquidando toda la obra del Bienio Progresista.

El Gobierno de la Unión Liberal (1856-1868)

O’Donnell intentó establecer un liberalismo centrista con el objetivo de conciliar libertad y orden. El resultado fue una cierta estabilidad política. Los problemas más destacados del período fueron un rebrote carlista y una revuelta campesina, pero fueron sofocados con rapidez y dureza. Los últimos años del reinado de Isabel II fueron una sucesión de gobiernos inoperantes moderados, junto con una crisis económica general. Todo hacía pensar en un golpe de Estado. En 1866, demócratas y progresistas firman el Pacto de Ostende para derrocar a Isabel II. Se estaba fraguando la Revolución de 1868.

Entre 1833 y 1868 se produjo la implantación del liberalismo en España de forma irreversible. Se destruyeron las formas económicas, sociales y la monarquía absoluta del Antiguo Régimen, adoptando la monarquía constitucional con un sistema político liberal y un orden jurídico y económico capitalista.