El Reinado de Isabel II: Progresistas, Moderados y Guerras Carlistas (1833-1843)

El Reinado de Isabel II (1833-1843)

1. La Regencia de María Cristina (1833-1840)

Tras la muerte de Fernando VII en 1833, se consolidó la división del liberalismo en dos corrientes: los liberales moderados, partidarios de un liberalismo conservador y del amplio poder del rey, y los liberales progresistas, partidarios de una gran reforma social y de la limitación del poder del rey.

1.1 El Régimen del Estatuto Real

Tras la muerte del rey, su esposa, María Cristina, ocupó la regencia. Ese mismo año, los absolutistas se pusieron del lado de Carlos María Isidro para tomar el poder, ya que Carlos reclamaba la corona alegando que la Ley Sálica impedía reinar a las mujeres. Comenzó así la Primera Guerra Carlista. Por ello, la reina gobernadora, aunque no era partidaria de las ideas liberales, llamó a Martínez de la Rosa para formar un nuevo gobierno integrado por liberales. Este creó el Estatuto Real, una reforma que para los moderados era suficiente, para los progresistas no tanto y para los absolutistas, inaceptable. Por ello, el gobierno se enfrentó a la oposición liberal y antiliberal.

1.2 Los Gobiernos Progresistas

El conde de Toreno sustituyó a Martínez de la Rosa en la presidencia y llevó a cabo importantes reformas con la ayuda de Mendizábal. Como consecuencia de las medidas del Gobierno y de la revolución de 1835, que rompió las relaciones con la Santa Sede y el clero (que apoyaron a los carlistas), la tensión revolucionaria no disminuyó, por lo que la regente recurrió a Mendizábal para formar un nuevo gobierno.

La Desamortización de Mendizábal

Consumó la transición política hacia el sistema liberal, ya que consiguió que María Cristina apoyara a los liberales progresistas. Se planteó acabar con la guerra gracias a los ingresos que se obtendrían con la desamortización de bienes del clero, crear una clase de nuevos propietarios adictos a la causa liberal y sanear la deuda pública. Sin embargo, sus planes no dieron resultado, pues la guerra continuó y el intento de sanear la deuda fracasó. Ante esta situación, la regente nombró presidente a Istúriz, un progresista que contó con el apoyo de liberales moderados.

La Constitución de 1837

Los progresistas intentaron un cambio de gobierno. Ante la negativa de la corona, se produjo el Motín de los Sargentos de la Granja, que dio lugar a un gobierno de signo progresista. Los Ayuntamientos pasaron a ser elegidos por sufragio universal masculino, lo que significó una democratización de la vida política. También los ayuntamientos controlaron a la Milicia Nacional, por ello el tema del poder local fue motivo de disputa entre progresistas y moderados. El resultado más importante del Motín de la Granja fue la convocatoria de unas Cortes en 1837 de carácter progresista, aunque aceptaba algunos planteamientos de los moderados. Recuperó algunos aspectos de la Constitución de 1812, como:

  • El reforzamiento del poder de la corona, que tenía derecho de veto, de rechazar una ley y disolver las Cortes.
  • Las Cortes pasaron a ser bicamerales, denominándose Congreso de los Diputados y Senado.
  • Importancia de los derechos individuales.

1.3 El Trienio Moderado (1837-1840)

Tras el regreso de los exiliados, la reina gobernadora ofreció el trono al general Espartero, que no aceptó. Las elecciones de 1837 dieron el triunfo a los moderados hasta 1840. Este periodo fue protagonizado por Narváez en el liberalismo moderado y Espartero en el progresista, cuya rivalidad duró durante todo el reinado de Isabel II. Esta rivalidad se reflejó en la forma de afrontar la guerra: los progresistas exigían acabar con el carlismo y los moderados abogaban por una paz honrosa. El Convenio de Vergara con los carlistas provocó un motín progresista en Madrid. Tras el final de la guerra carlista, los moderados iniciaron un nuevo gabinete a pesar de la oposición de los progresistas, lo que obligó a la regente a buscar el apoyo de Espartero. Sin embargo, debido a su firma de la Ley de Ayuntamientos, se produjo la dimisión de Espartero, que ella no aceptó porque necesitaba su ayuda para reprimir el motín de Madrid del 1 de septiembre, al cual él se negó. Por ello, la reina lo nombró presidente y renunció a la regencia, partiendo a París, donde conspiró con los moderados contra el gobierno de Espartero.

1.4 La Guerra Civil Carlista

El carlismo fue un movimiento político puesto en práctica tras la cuestión sucesoria de Fernando VII. Su ideología se resumía en la defensa de la religión, del absolutismo y de los privilegios del Antiguo Régimen. Las bases sociales del carlismo fueron la nobleza, el clero, las clases medias y el campesinado pobre.

La Primera Guerra Carlista se inició nada más morir Fernando VII, con brotes armados dirigidos por Zumalacárregui. Esta primera etapa terminó con la muerte de este en Bilbao en 1835. La segunda etapa del conflicto fue variando entre uno y otro bando, destacando las expediciones del general Cabrera al mando de una parte del ejército carlista.

La acción más espectacular fue la Expedición Real, encabezada por Carlos, que quería imponer un pacto a María Cristina cuando esta era vulnerable. Las tropas carlistas llegaron a Madrid en 1837, pero el ejército isabelino les obligó a retirarse.

Dentro del carlismo surgió una división entre los más conservadores y los menos radicales, partidarios de negociar. Estos últimos permitieron la firma del Convenio de Vergara en 1839 entre Espartero, del ejército isabelino, y Maroto, del carlista. El rechazo a este acuerdo por parte de los conservadores prolongó la guerra en Cataluña y Aragón hasta la derrota definitiva de las tropas del general Cabrera.

2. La Regencia de Espartero (1840-1843)

Tras el final de la Guerra Carlista, se inició una etapa conocida como el régimen de los generales.

2.1 El Autoritarismo de Espartero

Tras la renuncia de María Cristina, Espartero fue nombrado regente. Este era un liberal progresista que, cuando no tuvo el apoyo de los progresistas, no dudó en acudir a los moderados. Espartero exigió ser regente único y lo consiguió con el apoyo de los “ayacuchos” y moderados.

La labor de su gobierno se basó en la venta de bienes del clero secular, relanzada por la llamada “Ley de Espartero“, que dio lugar a ventas muy rápidas. Esta medida se tomó cuando las relaciones con Roma eran nulas. Otro aspecto de Espartero fue su clara apuesta por el librecambismo, que estuvo muy extendido en Europa.

El librecambismo y la injerencia del embajador británico en la política española suscitaron el recelo de la oposición, que dio lugar a un levantamiento en septiembre de 1841 dirigido por O’Donnell, que acabó en el fracaso de estos.

2.2 La Crisis de la Regencia

En verano de 1842 comenzó la crisis de la regencia de Espartero, propiciada por la conspiración de los moderados y María Cristina desde París, con la ayuda del general Narváez. La pérdida de popularidad del regente se debió a los sucesos de Barcelona, donde los dueños de comercios textiles se vieron amenazados por la entrada de tejidos británicos más baratos y de mayor calidad. Una recluta de soldados se manifestó contra el regente, que respondió con un bombardeo en Barcelona, donde hubo centenares de muertos. Este incidente redujo el apoyo que recibía Espartero y, tras perder las elecciones de abril y el grito de la revuelta “¡Dios salve al país y la reina!”, Espartero renunció a la regencia y embarcó al exilio, lo que obligó a adelantar la mayoría de edad de la reina Isabel II con tan solo 13 años.