Los pequeños propietarios empobrecidos, los artesanos arruinados o los arrendatarios enfitéuticos, desconfiaban de las reformas tributarias, la igualdad jurídica, la separación de la Iglesia del Estado y la
abolición de los fueros tradicionales; ya que temían la eliminación de las fórmulas particularistas del Antiguo Régimen y la implantación de la uniformidad.El lema de los defensores de la monarquía absoluta fue: Dios, Patria y Fueros.. La reina regente Mª Cristina siempre contó con los absolutistas que habían sido fieles a Fernando VII y que estuvieron al lado de su hija.Para defenderla, la Regente pactó muy pronto con el liberalismo moderado, partidario de un compromiso con la corona que garantizase un transito tranquilo hacia el régimen liberal, sin golpes de la revolución popular. Pero la situación de la guerra hizo evidente la necesidad de ampliar la base social y popular, que permitiese afrontar el conflicto y defender la causa Isabelina. La Regente se vió obligada a ceder ante las demandas de las reformas más progresistas, que permitiesen aglutinar a la base popular de las ciudades y las clases medias ilustradas (liberalistas) desde Cádiz.Entre los dos bandos se inició una guerra que duro 6 años, e involucró a toda la sociedad española. Aunque el conflicto acabara a finales de los 30, el carlismo y la defensa del Antiguo Régimen estuvieron presentes en la sociedad española del siglo XIX. El desarrollo de la guerra La guerra se inició con el levantamiento de los carlistas en el País Vasco y Navarra, y muy pronto controlaron también el ámbito rural.Al principio, los Carlistas no tenían un ejercito regular, pero gracias al apoyo popular del norte del país, organizaron la guerra con el método de guerrillas. Las condiciones permitieron al general Zumalacàrregui, formar un ejercito de 25.000 hombres, mientras Cabrera unificaba a las partidas aragonesas y catalanas. Don Carlos, fue apoyado por potencias absolutistas como Rusia, Prusia o Austria, que le enviaron dinero y
armas; mientras, el gobierno de Isabel II fue apoyado por Inglaterra, Francia y Portugal, partidarios del liberalismo moderado en España. En 1835, murió, durante el sitio de Bilbao el mejor estratega de los carlistas: Zumalacàrregui; este hecho contribuyó a que el general liberal Espartero venciera a las tropas carlistas en Luchana y pusiera fin al sitio de la ciudad. El general Maroto, jefe de los transaccionistas, acordó la firma del convenio de Vergara en 1839 con el general liberal Espartero. En este acuerdo se negoció el mantenimiento de los fueros en las provincias vascas y Navarra. La implantaciòn del liberalismo El proceso de acercamiento a liberalismo fue confiado a Martínez de la Rosa, que al frente del gobierno promulgó un Estatuto Real en 1834, que pretendía reconocer algunos derechos y libertades políticas, pero sin aceptar todavía el principio de soberanía nacional.Las cortes votaban los impuestos, pero no podían iniciar ninguna actividad legislativa sin la aprobación real. El régimen del Estatuto es un ejemplo del liberalismo censitario, partidario de limitar el poder absoluto.
Pronto se comprobó que las reformas del Estatuto eran absolutamente insuficientes. La división entre liberales moderados y exaltados o progresistas, se fue acentuando e hizo que se formasen dos grandes tendencias que dominaran la vida política española: moderados y progresistas.La Corona y los antiguos privilegiados sustentaron siempre al liberalismo moderado; pero la necesidad de afrontar la guerra y de conseguir apoyo contra el carlismo hicieron que la monarquía tuviera que gobernar con el sector progresista e implantar algunas reformas.La llegada al poder del progresismo Los progresistas protagonizaron en el verano de 1835, a través de las Juntas y las Milicias, numerosas revueltas urbanas.En Barcelona, la revuelta popular provocó la quema de conventos y el incendio de fábricas, y culminó con la constitución de una Junta formada por elementos liberales, que asumió durante semanas el gobierno del principado. En Madrid, los amotinados ocuparon los principales puntos de la villa y enviaron una petición a Mª Cristina que expresaba las demandas revolucionarias. Ante esta situación, Mª Cristina llamó a formar gobierno a un liberal progresista: Mendizábal, que rápidamente inició un programa de reformas. Pero cuando decretó la desamortización de los bienes del clero para poder conseguir recursos financieros con los que organizar y armar el ejercito contra el carlismo, nobleza y clero presionaron con todos sus medios para que Mª Cristina se deshiciera de Mendizábal. Tras su
destitución en 1836, la revuelta de los sectores progresistas en las ciudades y los pronunciamientos militares, hicieron evidente la necesidad de un régimen constitucional y el establecimiento de un modelo social y
económico liberal. Tras el levantamiento progresista de la guarnición de la Granja, donde se encontraba la Regente, esta volvió a llamar a los progresistas al poder y restableció la constitución de Cádiz.
2.3. Las reformas progresistas
La acción del progresismo fue fundamental en la concepción jurídica del derecho a la propiedad,
principalmente la propiedad agraria, para ello iniciaron una reforma agraria con objeto de implantar los
principios del liberalismo económico, que incluía 3 aspectos esenciales:
la disolución del régimen señorial, la desvinculación de las tierras, esencialmente de los mayorazgos, y la
desamortización civil y eclesiástica. Esta reforma consagraba los principios de propiedad privada y libre
disponibilidad de la propiedad.
La disolución del régimen señorial, ya iniciada en las Cortes de Cádiz, se produce por la ley, según la cual los
señores perdían sus atribuciones jurisdiccionales, pero conservaban la propiedad de las tierras que los
campesinos no pudieran acreditar documentalmente como propias. Así, los campesinos que tradicionalmente
habían trabajado dichas tierras perdían todo el derecho y pasaban a ser simples arrendatarios o jornaleros. El
antiguo señor se convirtió en el nuevo propietario agrario.
La desvinculación también se había iniciado en Cádiz. En 1837 se liberan definitivamente las tierras de los
patrimonios vinculados y sus propietarios pueden venderlas sin trabas. Enormes extensiones de tierra salieron
al libre mercado para ser compradas por el mejor postor.
Mendizábal decretó la disolución de las ordenes religiosas ( excepto las dedicadas a la enseñanza y a la
asistencia hospitalaria) y la incautación por parte del Estado del patrimonio de las comunidades afectadas.
Con los bienes desamortizados se constituyeron lotes de propiedades que fueron reprivatizados mediante la
subasta pública a la que podían acceder los particulares interesados en su compra. Las tierras podían
comprarse con dinero en efectivo o con títulos de Deuda. Así, Mendizábal pretendía conseguir los recursos
necesarios para luchar contra el carlismo.
2.4. La constitución de 1837
El gobierno progresista convocó Cortes extraordinarias, donde se aprobó una nueva Constitución (8 de junio
de 1837).
El nuevo texto significaba aceptar la tesis del liberalismo doctrinario que confería a la corona el poder
moderador: el mantenimiento del principio de soberanía nacional y la existencia de una amplia declaración de
los derechos de los ciudadanos.
Se introducía una segunda cámara: el Senado, de carácter mas conservador, además del sistema electoral
censitario (4% de la población con derecho a voto).
2.5. La crisis del progresismo: la regencia de Espartero
En septiembre de 1837 los moderados obtuvieron la mayoría y pasaron a ocupar el gobierno. En los años
siguientes intentaron desvirtuar los elementos progresistas y democráticos de la legislación del 37.
El apoyo de la regente Mª Cristina a los moderados provoco el enfrentamiento con la Corona. Un movimiento
insurreccional se alzó en numerosas zonas del país y Mª Cristina, antes de dar su apoyo a un gobierno
progresista, dimitió. Entonces se pensó en el general Espartero, que había salido vencedor de la guerra
carlista, como la única autoridad respetada y con carisma popular que podía asumir el poder y convertirse en
regente.
La actitud de Espartero fue sumamente autoritaria y aprobó un arancel que abría el mercado español a los
tejidos de algodón ingleses.
La medida provocó en Barcelona un levantamiento en el que estuvieron involucradas la burguesía, y las clases
populares, que veían peligrar sus puestos de trabajo. Espartero mandó bombardear la ciudad, colocando a
Cataluña y a gran parte del partido progresista en su contra.
En 1843, Espartero abandonó la regencia y se exilio a Inglaterra. Las Cortes decidieron adelantar la mayoría
de edad de Isabel II y la proclamaron reina a los 13 años.
3. La articulaciòn del liberalismo español
3.1. Partidos políticos. Moderados y progresistas
La instauración del liberalismo trajo consigo la existencia de órganos representativos, siendo los partidos
políticos los instrumentos para proveer de representantes a esas instituciones.
En gran parte no eran más que una agrupación de personalidades, que formaban parte corrientes de opinión o
camarillas, por intereses económicos.
Los dos grandes partidos, los moderados y los progresistas, eran la expresión de la defensa de un sistema
monárquico constitucionalista personificado por la monarquía de Isabel II.
Los moderados estaban formados por terratenientes, grandes comerciantes e intelectuales conservadores, junto
a lo que quedaba parte de la nobleza, del alto clero y de los altos mandos militares; estos eran defensores del
sufragio censitario, el arma ideal para impedir el acceso de las clases populares a la política.
La soberanía era compartida entre las Cortes y la Corona, otorgando a esta amplios poderes de intervención
política; se mostraron partidarios de limitar los derechos individuales.
Los progresistas estaban formados por la media y la pequeña burguesía y sectores industriales. Defendían el
principio de soberanía nacional y el predominio de las Cortes en el sistema político. Eran partidarios de
fortalecer los poderes locales y defendían los derechos individuales y colectivos. Mantenían también el
principio de sufragio censitario, pero eran partidarios de ampliar el cuerpo electoral, de la reforma agraria y
del fin de la influencia eclesial.
En 1854 se formo la Unión Liberal, un nuevo partido como una escisión de los moderados y que atrajo a su
seno a los grupos mas conservadores del progresismo que defendían una opción centrista entre los dos
partidos clásicos.
Una escisión de los progresistas dio pie a la formación del Partido Demócrata, que significó el nacimiento de
la primera expresión política del pensamiento democrático en España, que defendía el sufragio universal.
3.2. El peso del ejército
Una de las características del ejército español fue su constante presencia en la vida política.
Sectores de ejército protagonizaron pronunciamientos, que como en el Trienio, consiguieron imponerse a la
Corona.
Las guerras carlistas hicieron que el ejército se convirtiera en la única garantía de la pervivencia en el trono e
Isabel II. Fue un apoyo indispensable para forzar a la Corona a entregar el poder a moderados o progresistas.
Isabel II mantuvo un apoyo firme a los moderados, mientras los progresistas tuvieron que recurrir a
levantamientos populares y a pronunciamientos militares. Como consecuencia, la intervención popular se
convirtió en un fenómeno crónico y se produce una estirpe de militares políticos, que dio lugar a una
militarización de la vida política y una institucionalización del recurso al ejército.
Los jefes de los partidos eran altos cargos militares
(Narvaez, Espartero, Prim, O’Donnell).
3.3. Juntas y Milicia
Las Juntas habían nacido como la organización de la población ante el vacío de poder creado en la guerra ante
los franceses. Representaban la soberanía nacional y tenian una organización local o provincial. Las Juntas
surgen en momentos de crisis, en los que el poder constituido de la monarquía y los gobiernos moderados, no
responde a las expectativas y los deseos del movimiento burgués y popular. Se constituyen de forma
espontánea y se proclaman representantes de la voluntad popular. En ocasiones son un elemento esencial de
los cambios de gobierno.
La Milicia surgió en las Cortes de Cádiz; era una fuerza nacional alternativa al ejército regular. Era el arma
forjada por la burguesía en su lucha contra el feudalismo por la implantación del liberalismo.
En la Milicia todos sus miembros eran iguales; jefes y oficiales eran electivos, y la autoridad máxima
dependía del ayuntamiento correspondiente. A partir de 1835 será la fuerza que utilizarán los progresistas para
movilizar a los sectores populares y forzar a la Corona a llamarlos a poder.
4. Los moderados en el poder (1843 ? 1868)
4.1.La configuración del régimen moderado (1843 ? 1854)
Las nuevas Cortes tenían un mayoría abrumadora de moderados, y a su frente se situó como jefe de Gobierno
el general Narváez.
El régimen se asentó sobre el predominio social, económico y político de la burguesía terrateniente. Se trataba
de asentar un liberalismo conservador que reformara el Estado en interés de las nuevas clases dominantes y
que restringiera la participación política de las clases respetables.
Para poder gobernar de acuerdo con estos principios los moderados se prestaron a modificar la Constitución
progresista de 1837, y en 1845 se proclamaba una nueva Constitución.
Esta recoge las ideas básicas del moderantismo: rechazo de la soberanía nacional y sustitución por la
soberanía conjunta del Rey y las Cortes; ampliación de poderes del ejecutivo y disminución de las
atribuciones del legislativo; exclusividad de la religión católica y compromiso de mantenimiento del culto y
clero; Ayuntamientos y Diputaciones sometidos a la administración
Los moderados intentaron también mejorar sus relaciones con la Iglesia y se firmó un Concordato con la
Santa Sede, en el que se establecía la suspensión de la venta de los bienes eclesiásticos desamortizados.
4.2. La construcción del Estado liberal
El liberalismo moderado emprendió la tarea de construir una estructura del Estado liberal en España, bajo los
principios del centralismo y la uniformización.
Se puso especial atención en el control del poder municipal. En la ley de Administración Local de 1845, los
alcaldes de los municipios de mas de 2.000 habitantes y de las capitales de provincia serian nombrados por la
Corona y los demás municipios por el gobernador civil. Se creo una estructura jerarquizada y piramidal, en la
que cada provincia dependía de un poder central en Madrid.
Solo el País Vasco y Navarra conservaron sus antiguos derechos forales, aunque privados de las atribuciones
legislativas y judiciales anteriores.
4.3. Las alternativas al moderantismo
En el año 1854, la actitud del gobierno, partidario de reformar la Constitución para fortalecer mas los poderes
del ejecutivo en detrimento del Parlamento, provoco el levantamiento de los progresistas y de parte de los
propios moderados.
En el pronunciamiento de Vicálvaro a cuyo frente se le coloco un militar moderado critico con la acción del
gobierno, el general O’Donnell, y se elaboro el Manifiesto de Manzanares en demanda del cumplimiento de la
Constitución. Los que se unieron a este llamamiento protagonizaron levantamientos en diversas ciudades a lo
largo de todo el mes de julio. La reina Isabel II llamo a formar gobierno al viejo militar progresista general
Espartero y nombro ministro de la guerra a O’Donnell.
4.4. El Bienio Progresista (1854?1856)
El nuevo gobierno emprendió un ambicioso plan de reformas económicas en defensa de los intereses de la
burguesía urbana y de las clases medias.
La nueva ley desamortizadora a cargo del ministro Madoz afecto a los bienes del Estado, de la Iglesia, y sobre
todo de los ayuntamientos. El volumen de lo puesto a la venta era mucho mayor que en 1837 y se pretendía
igualmente conseguir recursos para la Hacienda y las inversiones publicas (esenciales para la construcción del
ferrocarril).
Se elaboro en 1855 la Ley General de Ferrocarriles.
Las medidas reformistas del Bienio no mejoraron, sin embargo las condiciones de vida de las clases populares
ni tuvieron en cuenta sus demandas, lo que genero un clima de grave conflictividad social. La situación de
crisis económica produjo levantamientos obreros en Barcelona en 1855, donde los trabajadores pedían la
reducción de los impuestos, la abolición de las quintas y la mejoría de los salarios. Un grave levantamiento se
produjo en el campo castellano y en muchas ciudades del país, con asaltos e incendios de fincas y fabricas. La
situación provoco una grave crisis en el gobierno: Espartero dimitió y la Reina con fió el gobierno a
O’Donnell, que reprimió durante las protestas.
4.5. La crisis de moderantismo
O’Donnell restauro el régimen que 2 años antes había ayudado a derribar, restableciendo los principios del
moderantismo.
Durante la etapa entre 1856 y 1863 la Corona confió la formación del gobierno a los políticos de la Unión
Liberal, primero a O’Donnell y luego a Narváez, y se produjo una etapa de cierta estabilidad política,
dominada por la vuelta al conservadurismo. Así, la constitución de 1845 fue restablecida y parte de la
legislación mas progresista del bienio se anulo o se suspendió su aplicación.
Los unionistas llevaron a cabo una política exterior activa y agresiva.
Se desarrollaron acciones como la expedición a Indochina o la intervención en México, pero las de mayor
importancia fueron en el norte de África, especialmente en Marruecos.
En 1863, el gobierno de los unionistas fue incapaz de afrontar la oposición política de progresistas, demócratas y republicanos , así como la situación de crisis económica que empezaba a afectar a la agricultura, la industria y las finanzas. O’Donnell presento su dimisión y la Reina entrego el nuevo poder a los moderados.