La Oposición al Liberalismo: Carlismo y la Cuestión Foral
Tras la anulación del decreto de la Granja por Fernando VII, que devolvía los derechos de sucesión a su hermano Carlos María Isidro de Borbón, sus partidarios iniciaron una ruptura que originó una guerra civil que duró 7 años y que contribuyó a la disolución del Antiguo Régimen en España. Después de la muerte de Fernando VII, la revolución liberal comenzó a emerger y la alta nobleza del Antiguo Régimen dejó de desempeñar un papel importante. Esta revolución supuso grandes cambios, como la nueva estructura política de régimen constitucional y la nueva estructura social, igualando a todos ante la ley.
En octubre de 1830 nació Isabel de Borbón, única descendiente de Fernando VII. Para que pudiera reinar, se derogó el Auto Acordado, que había establecido la ley sálica mediante la Pragmática Sanción. Esto aumentó la oposición de Carlos y su círculo, quienes se convirtieron en un grupo opositor. Por ello, la regente María Cristina buscó la alianza liberal para retomar la obra de las Cortes de Cádiz, lo que abolió definitivamente el Antiguo Régimen.
El carlismo era un movimiento social con principios doctrinales heterogéneos, marcado por la cuestión foral. Los fueros eran privilegios jurídicos, fiscales y de reclutamiento militar. El carlismo tuvo el apoyo de colectivos como los partidarios del absolutismo, el campesinado y la nobleza de segunda categoría.
Las Guerras Carlistas
En septiembre de 1833 falleció Fernando VII e Isabel, su hija, fue nombrada reina. Su madre, María Cristina, asumió la regencia. Dos días después, el hermano del rey se proclamó Carlos V en un documento conocido como el Manifiesto de Abrantes. Este fue el detonante para que algunos realistas se alzaran en Talavera con el apoyo de Carlos, lo que provocó una serie de levantamientos. Algunos jefes militares incorporaron unidades regulares a la causa carlista; los grupos de campesinos partidarios se convirtieron en un ejército capaz de iniciar una guerra abierta. En esto fue muy importante el coronel Tomás de Zumalacárregui.
En los territorios forales, el carlismo defendía la bandera de los fueros. El régimen foral en las provincias vascas y Navarra significaba cuatro cosas: gobierno autonómico de cada provincia y del señorío compartido con el corregidor, aplicación de la justicia por jueces propios, exención del régimen fiscal ordinario y exención de quintas en el servicio militar.
El reino de Navarra había conservado todas las instituciones administrativas y de gobierno, incluidas las Cortes, por lo que el autogobierno era mayor que en las provincias vascas. Tras el Abrazo de Vergara, se produjo un convenio donde se reconocían los grados de oficiales y mandos carlistas. También incluía una promesa de mantenimiento de los fueros navarros y vascos, sin perjuicio de la unidad constitucional de la monarquía, por lo que el Gobierno podía proponer modificaciones en estos fueros. Cuando los progresistas llegaron al poder, tomaron medidas antiforales como:
- Navarra: pérdida de sus aduanas, privilegios e instituciones.
- Provincias Vascas: pérdida de sus fueros tradicionales; aduanas, juntas y el pase foral.
La Segunda Guerra Carlista tuvo lugar en Cataluña, iniciada por los partidarios de Carlos VI. Para evitarla, se intentó casar a Carlos VI con su prima, la reina Isabel II, lo que habría resuelto el conflicto dinástico. Iniciada la guerra, los carlistas, dirigidos por Cabrera y Tristany, llegaron a Barcelona, donde fueron derrotados por las tropas isabelinas al mando de Gutiérrez de la Concha. Los focos carlistas perduraron un tiempo en zonas rurales y de montaña de Navarra, País Vasco y Cataluña.
En la Tercera Guerra Carlista, los carlistas se enfrentaron al rey Amadeo I y después a la Primera República. En esta guerra participaron monárquicos alfonsinos, con la restauración de los Borbones con Alfonso XII. El conflicto se desarrolló en Cataluña, Navarra y País Vasco. Los partidarios de Carlos VII se hicieron con el control de las zonas rurales vasco-navarras. El ejército carlista obtuvo inicialmente éxitos militares y Carlos VII llegó a crear un gobierno con capital en Estella. Los carlistas dieron prioridad a la conquista de Bilbao sobre Vitoria y esto fue parte de su fracaso.
La Restauración borbónica trajo consigo el declive del carlismo y en 1876 Carlos VII cruzó la frontera hacia Francia.
Consecuencias de las Guerras Carlistas
Las guerras carlistas tuvieron una serie de consecuencias, como la derrota del tradicionalismo carlista y la inclinación de la monarquía hacia el liberalismo, el protagonismo político de los militares, con el recurso habitual a la práctica del pronunciamiento, y enormes gastos de guerra.