El Reinado de Felipe II: Política Interior y Exterior

Política Interior

Felipe II, ferviente defensor de los principios del Concilio de Trento, basó su reinado en la intransigencia religiosa, lo que le llevó a perseguir cualquier atisbo de herejía. Para ello, prohibió la importación de libros e impidió que los españoles estudiasen en el extranjero. Durante su reinado, tuvo que hacer frente a tres problemas internos principales:

1. El Problema Morisco o Guerra de las Alpujarras (1568-1571)

Felipe II prohibió todos los particularismos étnico-religiosos de los moriscos. La situación de estos se volvió cada vez más difícil, ya que se les acusaba de connivencia con los ataques berberiscos y turcos. Su situación empeoró al aumentar los impuestos sobre la seda, un producto clave en su economía. En 1566, un decreto les prohibió el uso de su lengua, vestimenta y tradiciones. Los moriscos intentaron negociar con el rey, pero este rechazó su oferta. Como resultado, los moriscos andaluces, dirigidos por Fernando de Córdoba y Valor-Taboas, descendiente del califa de Córdoba, iniciaron una rebelión que recibió apoyo económico y militar desde Argelia. La rebelión, que buscaba debilitar a Felipe II, sorprendió al monarca con la mayoría de sus tropas en los Países Bajos. A pesar de no poder tomar Granada, la rebelión se extendió por la Alpujarra. Juan de Austria, al mando de un ejército regular traído de Italia, logró sofocar la revuelta. Tras la rebelión, los moriscos fueron dispersados por otros lugares de la Corona de Castilla para evitar nuevos levantamientos.

2. El Caso de Antonio Pérez (1579-1591)

Antonio Pérez, secretario de Felipe II, se vio envuelto en una trama política y fue acusado de traición y asesinato. Tras ser arrestado por el asesinato de Juan de Escobedo, hombre de confianza de Juan de Austria, huyó a Aragón y pidió la protección del Justicia Mayor de Aragón, Juan de Lanuza. Este se negó a entregarlo a Felipe II cuando el rey lo reclamó. El caso se convirtió en un símbolo de la resistencia de las libertades aragonesas. Felipe II acusó de herejía a Antonio Pérez ante la Inquisición, el único tribunal común a todos los reinos, pero el Justicia Mayor se mantuvo firme en su negativa. Felipe II envió un ejército a Aragón, sofocó la sublevación y ejecutó a Lanuza. Antonio Pérez huyó a Francia, donde ofreció a Enrique IV planes contra España. El fracaso de la invasión francesa motivó el traslado de Pérez a Inglaterra, donde también proporcionó información que sería utilizada en el ataque inglés a Cádiz.

3. El Caso de su Hijo Carlos (1568)

El príncipe Carlos, hijo de la primera esposa de Felipe II, María Manuela de Portugal, mostraba un claro desequilibrio mental y conspiraba abiertamente con los rebeldes flamencos contra su padre. Tras numerosos escándalos, como el intento de apuñalar en público al Duque de Alba, fue detenido por su padre y encerrado en sus aposentos. Posteriormente, fue trasladado al castillo de Arévalo, donde murió en extrañas circunstancias. Este hecho marcó profundamente la personalidad del monarca.

Las Reformas Administrativas

Felipe II, monarca absolutista como su padre Carlos I, continuó con la misma estructura imperial, pero gobernó con un enfoque más centralizado en Castilla, el corazón de su imperio, con la administración localizada en Madrid. Felipe II apenas visitó sus territorios fuera de la península, temiendo repetir el error de su padre durante las revueltas comuneras. Convirtió a España en un reino moderno, llevando a cabo reformas hidráulicas, mejorando la red de caminos con posadas, y creando una administración y burocracia sin precedentes. Introdujo innovaciones militares, como el uso masivo de galeones en el mar. Invirtió grandes sumas en la mejor red de espionaje de la época, siendo famoso el uso de tinta invisible. El comercio con las colonias españolas estaba estrictamente controlado. Felipe II se comunicaba casi a diario con sus embajadores, virreyes y oficiales repartidos por el imperio mediante un sistema de mensajeros que tardaban menos de tres días en llegar a cualquier punto de la península. El sistema de Consejos heredado de su padre siguió siendo la base de la administración. Felipe II se encargaba personalmente de los asuntos más importantes. Durante su reinado, la Hacienda Real se declaró en bancarrota en tres ocasiones.

Política Exterior

Felipe II heredó los enemigos de su padre. La enemistad con Francia se intensificó, manteniéndose la guerra entre ambos países.

La Enemistad con Francia

El primer episodio destacable fue la batalla de San Quintín (1557), una victoria decisiva para España que obligó a Francia a renunciar a sus pretensiones sobre territorios italianos en la Paz de Cateau-Cambrésis (1559). Felipe II también intervino en la crisis interna de Francia durante las guerras de religión entre hugonotes (protestantes) y católicos, apoyando a estos últimos. Enrique de Borbón, hugonote que aspiraba al trono francés, solo pudo acceder a él tras convertirse al catolicismo como Enrique IV. España firmó la Paz de Vervins (1598), pero la guerra se reanudó durante la Guerra de los Treinta Años (1618-1648).

Lucha con los Turcos

Felipe II se alió con Venecia contra los turcos, liderados por Solimán el Magnífico, que habían conquistado Túnez y Chipre, y amenazaban las rutas comerciales en el Mediterráneo. La victoria en la batalla de Lepanto (1571) hizo creer que el Imperio Otomano estaba acabado, pero solo provocó un reparto del Mediterráneo entre España y los turcos. La diplomacia resolvió la situación: Felipe II estaba ocupado con la guerra en Flandes, y el sucesor de Solimán debía hacer frente a los persas. Se firmaron treguas que alejaron la guerra del Mediterráneo durante algunos años.

Lucha en los Países Bajos

El enfrentamiento entre la nobleza católica (Flandes) y la burguesía protestante (futura Holanda) desencadenó una larga guerra contra España, conocida como la Guerra de los Ochenta Años (1568-1648). Inglaterra apoyó a los protestantes. Al frente de la rebelión se encontraba Guillermo de Orange, el mayor enemigo de España en la región. Felipe II, negándose a aceptar la libertad de culto, combatió la herejía con dureza. Envió a los Países Bajos a sus mejores generales, como el Duque de Alba, quien instauró una dura represión con el Tribunal de los Tumultos, conocido como el Tribunal de la Sangre. La rebelión nunca fue completamente sofocada. Felipe II nombró a su hija Isabel gobernadora con derecho a sucesión, pero al no tener hijos, los Países Bajos se rebelaron de nuevo contra la corona española, reabriéndose el conflicto.

Lucha con Inglaterra

Las tensiones con Inglaterra se debían a motivos religiosos, al apoyo inglés a los rebeldes flamencos y a los ataques de los corsarios ingleses. La ejecución de la reina católica de Escocia, María Estuardo, en 1587, llevó a Felipe II a enviar la Grande y Felicísima Armada Española (conocida como la Armada Invencible en la leyenda negra) contra Inglaterra en 1588. La expedición fracasó, lo que permitió a ingleses y holandeses aumentar su comercio y sus ataques a puertos españoles. Ambos países obtuvieron victorias navales y terrestres, pero tanto el intento español de invadir Inglaterra como la contraarmada inglesa fracasaron. El conflicto se prolongó hasta que Felipe II firmó el Tratado de Londres en 1604.