El Régimen de la Restauración en España (1875-1898)
El periodo de la Restauración canovista ha sido valorado por algunas corrientes historiográficas como una larga etapa de estabilidad institucional, convivencia pacífica y respeto de las libertades frente a los convulsos decenios anteriores caracterizados por pronunciamientos militares y revolucionarios. Otros historiadores presentan la Restauración como un régimen político ficticio. El turno pacífico no se asentaba sobre el principio democrático del gobierno emanado de la representación parlamentaria, sino que era el resultado de un acuerdo previo entre los partidos dinásticos sobre cuál de ellos debía gobernar en cada momento. De este modo, el sistema político de la Restauración ideado por Cánovas, se construyó sobre tres pilares escasamente democráticos:
Pilares del Sistema Político de la Restauración
- Una limitada constitución que instauraba la monarquía como forma de estado incuestionable.
- El sistema político, que solo daba entrada a dos partidos dinásticos, excluyendo, y a menudo prohibiendo y persiguiendo, a la oposición.
- Alternancia en el poder, que quedaba asegurada por los constantes fraudes electorales propios del caciquismo.
Todas estas prácticas fraudulentas llevaron al desencanto de una buena parte de la población, que se concretó en un elevado abstencionismo electoral.
Características y Funcionamiento del Sistema Canovista
El Sistema Canovista: Sus Bases
Durante el Sexenio Democrático, los partidarios de la dinastía borbónica prepararon la Restauración. Cánovas del Castillo se esforzó en crear un estado de opinión favorable a la proclamación del príncipe. El pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto, precipitó las cosas produciéndose la Restauración. Cánovas tendió puentes de conciliación con las fuerzas protagonistas de la revolución de 1868 que estuvieran de acuerdo con la nueva monarquía. El sistema canovista se apoyaba en tres bases principales:
- La teoría de la constitución interna o histórica, que hacía recaer la soberanía en el rey con las Cortes, dos instituciones avaladas por la historia.
- El sistema de poder, que se articulaba en dos pares de fuerzas: las que encarnaban la soberanía, es decir, el rey, que detenía la autoridad, y las Cortes, depositarias de la libertad; y las que realizarían la política, es decir, dos partidos políticos que se turnarían pacíficamente en el poder.
- La constitución escrita, que organizaría la actuación de esas dos pares de fuerzas.
La Constitución de 1876
Tras la Restauración, se convocaron elecciones para las nuevas Cortes Constituyentes que aprobaron la Constitución en mayo de 1876. Es el resultado del proyecto aprobado el 24 de mayo de 1876. Se estructura en 13 títulos y 89 artículos, con rasgos eclécticos en algunos de ellos, lo que permite distintas interpretaciones legislativas. Es la constitución de mayor duración en la historia de España, ya que se mantiene hasta el golpe de estado de Primo de Rivera, y se restablece después de la dimisión del dictador hasta la proclamación de la II República. Esta constitución restaura el liberalismo doctrinario, es decir, la existencia de dos formas de soberanía: el rey y las Cortes. Es heredera de los principios que informan el Estatuto Real de 1834 y la Constitución de 1845. La Constitución de 1876, moderada y basada en lo esencial en la de 1845, posibilitaba el gobierno de las distintas tendencias incorporadas al régimen y hacía recaer la soberanía en el rey y las Cortes, que se estructuraban en dos cámaras: el Senado y el Congreso de los Diputados. En la cuestión del sufragio, la constitución remitía a futuras leyes electorales. En materia religiosa recogía la confesionalidad del Estado. Aumentó también las prerrogativas del rey, como correspondía a la tradición moderada. Su ventaja radicaba en su elasticidad; su articulado poco preciso era compatible con gobiernos de distinto signo político. Así, podrían variar las leyes ordinarias sin tener que cambiar la constitución.
El Turno de Partidos
El ejercicio del poder quedó confiado a dos partidos principales: el Conservador y el Liberal. Siguiendo el modelo bipartidista inglés, Cánovas pretendía que la labor de gobierno recayera en exclusiva en dos partidos principales, que se alternarían en el poder y en la oposición. Cánovas organizó su oposición, con la colaboración de otro político pragmático, Sagasta, que creó el Partido Liberal. Ambos partidos eran de cuadros, de élites, sin masas. El Partido Conservador integraba a los antiguos moderados, a los miembros de la Unión Católica de Pidal y a los alfonsinos de Cánovas. El Partido Liberal aglutinó a la izquierda moderada burguesa. De este modo Cánovas y Sagasta intentaron la consolidación del sistema político por medio del turno pacífico de ambos partidos. Excluidos del proyecto político de Cánovas quedaron los carlistas y los republicanos. Todo el engranaje político ideado por Cánovas se traducía en la realidad en una auténtica farsa y corrupción:
- La alternancia pacífica en el poder de los dos partidos principales se convirtió en cambios de gobierno pactados de antemano entre ellos: era el turno de partidos.
- No eran los resultados electorales los que definían las mayorías y quiénes debían gobernar; sino que, por el contrario, una vez acordado el cambio de gobierno, se convocaban elecciones.
El Soporte Social del Régimen de la Restauración
El soporte social del régimen de la Restauración y de los partidos dinásticos fue la vieja oligarquía aristocrática, latifundista y burguesa, más atenta a conservar sus propios intereses que a intentar nuevos ensayos de renovación política. Esta oligarquía dirigió el sistema parlamentario, en una España eminentemente rural y analfabeta. El sufragio era controlado por el gobernador civil y en el ámbito local por el cacique (el personaje relevante con poder e influencias, de forma que podían controlar a mucha gente que dependía de ellos). Junto al caciquismo estaba la técnica del pucherazo, que iba desde la coacción al elector hasta la modificación de los resultados obtenidos en las urnas. La implantación en 1890 del sufragio universal no produjo ningún tipo de consecuencias que alterasen este sistema. El sistema político implantado por la Restauración era una fachada institucional para ocultar el verdadero control del poder por parte de una reducida oligarquía.