Felicidad y la Posesión de Dios
La felicidad ha sido un tema recurrente en la filosofía clásica (griegos y romanos), especialmente en las corrientes eudemonistas como el epicureísmo. Sin embargo, San Agustín buscaba la verdad, considerándola la única vía hacia la felicidad. Para alcanzarla, era necesario el conocimiento, que se obtenía a través de la razón y la fe. Este conocimiento, en su grado máximo, era Dios (equivalente al bien en la filosofía de Platón).
Esta felicidad, según San Agustín, poseía características específicas:
- Duradera: Para evitar la preocupación inherente a la transitoriedad.
- Centrada en el alma: Al igual que Platón, San Agustín consideraba el alma la parte más importante del ser humano.
- Libre: La felicidad no puede ser impuesta.
- Eterna: Abarcando esta vida y la siguiente.
La Libertad y el Problema del Mal
San Agustín adopta el dualismo antropológico platónico, la división entre alma y cuerpo, con el alma como elemento principal. Debido al pecado original, el alma está sometida al cuerpo, lo que explica la inclinación humana hacia el mal. Para lograr la salvación, se necesita la gracia divina.
La gracia, un don de Dios a sus elegidos, equilibra las tendencias hacia el bien y el mal, otorgando al ser humano el libre albedrio, la capacidad de decidir. Al elegir el bien, o a Dios, el ser humano alcanza la libertad y, por ende, la felicidad, ya que la libertad es la tendencia hacia Dios.
Para San Agustín, el mal es la ausencia de bien, diferenciándose del maniqueísmo, que atribuye el mal a un dios maligno, y de Sócrates, que lo atribuye a la ignorancia. Para San Agustín, el mal proviene de la voluntad.
Filosofía de la Historia: Ciudad Terrenal y Ciudad de Dios
Tras el saqueo de Roma en el 410 d.C., los cristianos fueron acusados por los paganos. Estos argumentaban que Roma había conocido la gloria bajo la protección de los dioses paganos, y que su caída coincidía con el auge del cristianismo.
En respuesta, San Agustín escribió La Ciudad de Dios, una defensa del cristianismo que se convirtió en la primera filosofía de la historia, influyendo profundamente en la Edad Media al definir las relaciones entre Iglesia y Estado.
San Agustín plantea la historia de la humanidad como la lucha entre dos ciudades: la terrenal (basada en el amor egoísta) y la de Dios (basada en el amor a Dios). Esta lucha continuará hasta la victoria final de la Ciudad de Dios. Ambas ciudades coexisten entremezcladas, sin una correspondencia directa entre la ciudad terrenal y el Estado, ni entre la ciudad de Dios y la Iglesia.
Fe y Razón: Creer para Entender
San Agustín se cuestionó cómo el ser humano podía hallar la verdad. Exploró el maniqueísmo y el escepticismo, pero los encontró insatisfactorios. Buscaba la verdad porque la consideraba la única vía hacia la felicidad. Al igual que Platón, buscaba una verdad eterna, alcanzable a través del conocimiento, cuyo máximo exponente era Dios.
Este conocimiento no se limitaba a los sentidos, sino que requería la razón, que conducía a la revelación. Fe y razón debían ir unidas: “creer para comprender, comprender para creer”, reforzándose mutuamente. En caso de conflicto, la fe prevalecería. A diferencia de Sócrates y su mayéutica, San Agustín no proponía un método específico, sino la interiorización para hallar la verdad.
La Existencia de Dios y las Ideas Ejemplares
Todas las cosas del mundo tienen sus correspondientes ideas ejemplares en Dios, a partir de las cuales Dios creó el mundo. San Agustín intenta conciliar la tradición indoeuropea (mundo eterno) con la judeo-cristiana (mundo creado y finito). Las ideas ejemplares son eternas, mientras que el mundo material es creado y contingente.
Su visión de la realidad sigue un orden jerárquico: Dios en la cima, seguido de las almas que buscan la verdad eterna en su interior, y finalmente las cosas materiales.
San Agustín busca la verdad a través del conocimiento, siendo Dios el conocimiento supremo. El verdadero conocimiento reside en el conocimiento de los objetos inmutables dentro del alma. El alma conoce mediante la contemplación, llegando a contemplar la verdad objetiva. La iluminación divina permite al ser humano conocer verdades eternas. El punto de partida no es el exterior, sino el interior (interiorización).
Vías para la Existencia de Dios
- Vía del Movimiento: Todo lo que se mueve es movido por otro, sin una cadena infinita. Debe existir un primer motor inmóvil, que es Dios.
- Argumento de la Causa Incausada: Todo efecto tiene una causa, sin una cadena infinita. Debe existir una primera causa incausada, que es Dios.
- Argumento de la Contingencia: Los seres nacen y mueren, pueden ser o no ser. Si alguna vez nada existió, ahora nada existiría. Debe existir un ser necesario y eternamente existente, del cual depende la existencia de los demás: Dios.
- Argumento de los Grados de Perfección: Los seres poseen perfecciones recibidas, sin una cadena infinita. Debe existir un ser infinitamente perfecto, causa de todas las perfecciones: Dios.
- Argumento del Orden o la Finalidad: Seres sin conocimiento obran con propósito, no por azar. Deben ser dirigidos por un ser inteligente, un supremo ordenador: Dios.