El Pensamiento Cartesiano y la Búsqueda de la Certeza

Introducción a la Filosofía de Descartes

René Descartes nace en La Haye (Turena) en 1596, en 1616 concluye sus estudios obteniendo la licenciatura en Derecho Civil y Canónico por la Universidad de Poitiers. Etapa caracterizada por las del Crisis del viejo orden feudal, religiosa, política y la crisis generalizada de la cultura medieval. En la filosofía de Descartes todo gira en torno al método. La intención de Descartes es liberar a la filosofía de disputas y afirmaciones no fundamentadas y equivocadas. Todos los filósofos discuten y es porque no tienen una base verdadera. Y si la filosofía ha de ser la base sobre la que luego se fundaron las ciencias el propósito de Descartes es el de buscar esos principios firmes de los que carece la misma filosofía. Así pues, busca un modo de conocer de modo auténtico la realidad. Desde luego, Descartes parte de que todo el mundo tiene el mismo uso de razón pero el problema es que no lo empleamos de forma eficiente y por eso no se llega a las mismas conclusiones. De este modo, es manifiesto que hay que buscar el método adecuado para conocer de tal manera que no cometamos errores. El motivo principal cartesiano es la epistemología y para ello dotar al sujeto de un buen método de conocimiento. No en vano su obra más conocida es el Discurso del Método, es decir, la explicación de cuál es el modo correcto de alcanzar un verdadero conocimiento. Descartes no puede ni quiere quedarse con la única verdad de la existencia del sujeto pensante, sino que quiere que esta sea el punto de partida hacia otras verdades. De hecho, si no continuara con su investigación caería en el solipsismo (doctrina filosófica que defiende que, el sujeto pensante, no puede afirmar ninguna existencia salvo la suya propia) y el trabajo realizado hasta ahora no serviría de nada para conseguir su objetivo que no es otro que elevar el edificio de las ciencias teniendo como sólidos principios, certezas de las que sea imposible dudar.

El Análisis de las Ideas

Para llevar a cabo esta reconstrucción del edificio del conocimiento, Descartes va a centrarse en el pensamiento. De hecho, es de lo único que puede partir, puesto que es lo que ha resistido a la duda metódica. Pensar, para el filósofo francés, es tener ideas y, por tanto, su siguiente paso va a ser analizar los tipos de ideas que tenemos los humanos. El objetivo, ahora, será encontrar, entre las ideas, si hay alguna que, además de tener existencia subjetiva, como contenido mental, esto es, existen en su mente, se pueda demostrar una existencia objetiva, es decir, existencia extramental. La consecuencia de encontrar una idea subjetiva, con existencia extramental, sería poder seguir con su objetivo epistemológico, de lo contrario, tendría que quedarse en el solipsismo, como hemos dicho anteriormente. En primer lugar, Descartes distingue entre ideas en tanto que contenido mental e ideas en tanto que representan algo. En tanto que contenido mental, todas las ideas son iguales; en tanto que representan cosas, podemos distinguir tres tipos de ideas:

Tipos de Ideas

  1. Ideas Adventicias: son ideas extrañas que no provienen del propio pensamiento, sino que parecen provenir del exterior, siendo causadas por la percepción sensible: el calor, la dureza, el color, la suavidad o rugosidad de los objetos. Estas ideas no pueden servir a Descartes para continuar su labor, pues conocemos su existencia por los sentidos y estos fueron puestos en duda, tanto en la primera como en la segunda hipótesis por no superar el primer precepto del método: la evidencia. Desechadas las ideas adventicias pasa a analizar el siguiente tipo de ideas.
  2. Ideas Facticias: son ideas que la mente construye a partir de otras. Podemos hablar de ideas creadas por la imaginación como la idea de un caballo alado o de un centauro. Pero estas ideas, aunque son creadas por la imaginación. tampoco sirven a Descartes, para continuar con su objetivo. Las ideas facticias se forman por la unión mental de ideas adventicias (sirena, idea facticia, es la unión de dos ideas adventicias, mujer y pez). De nuevo, estas ideas no sirven a Descartes, pues conocemos su existencia, aunque de manera indirecta, por los sentidos y, estos, como hemos dicho antes, no han superado la regla de la evidencia. Descartes desecha también, las ideas facticias.
  3. Ideas Innatas: estas ideas son pocas, pero muy importantes. Son ideas que posee, por sí mismo, el pensamiento, es decir, ideas que están conmigo desde el mismo momento en que tengo uso de razón. Estas ideas, según Descartes, son connaturales a la razón, es decir, la razón tiene una predisposición natural a formarlas.

La Existencia de Dios como Garantía

La existencia de ideas innatas, tesis fundamental de casi cualquier racionalismo, permitirá a Descartes salir de la existencia del sujeto pensante para demostrar la realidad extramental. Y es que, según Descartes, hay dos ideas innatas, las de perfección e infinito, que identifica inmediatamente con la idea de Dios que quiere decir que cuando me comprendo a mí mismo como una cosa pensante que duda, me descubro como un ser imperfecto, limitado. Ahora bien, a la vez, tengo en mí la idea de un ser enteramente perfecto. El origen de esa idea de ser perfecto no puedo ser yo, puesto que soy limitado y la idea tiene que ser proporcional a su causa. Tampoco esa idea puede proceder de la nada, puesto que, para Descartes, de la nada, nada puede proceder. Por tanto, la idea de un ser perfecto solo puede provenir de ese mismo ser perfecto, esto es, de Dios. En efecto, estas ideas no pueden ser adventicias, puesto que no percibimos nada que parezca provenir del exterior y que sea perfecto o infinito (no podemos tener experiencia sensible de la infinitud). De la misma manera, las ideas de perfección e infinito no pueden ser facticias puesto que la idea, para Descartes, tiene que ser proporcional a su causa, es decir, yo, que soy un ser finito e imperfecto, no puedo ser la causa de estas ideas que son superiores a mí. El único ser que conocemos, y al que atribuimos la perfección e infinitud, es Dios y, por tanto, Él debe ser la causa de que yo tenga esas ideas en mi mente. Descartes, lejos de conformarse con la simple verdad de la existencia del sujeto pensante, persigue la construcción de un edificio de conocimiento sólido y fundamentado en certezas indudables. Para ello, se sumerge en el análisis de las ideas y su relación con la realidad objetiva, buscando aquellas que, siendo innatas, puedan proporcionar un puente hacia la existencia extramental. Descartes descarta las ideas adventicias y facticias, que dependen de la percepción sensible y la imaginación, respectivamente. Sin embargo, encuentra en las ideas innatas, como la de perfección e infinito, un camino hacia la demostración de la existencia de Dios y, por ende, hacia la certeza de la realidad extramental. Estas ideas, al ser inherentes a la razón y no depender de la experiencia sensorial, permiten a Descartes trascender la mera existencia del yo pensante y alcanzar una comprensión más profunda de la realidad. En última instancia, la existencia de Dios se convierte en la piedra angular sobre la cual Descartes fundamenta su sistema filosófico, ofreciendo así una base sólida para la reconstrucción del edificio de las ciencias.