El nacionalismo musical:
Entendemos el nacionalismo musical como una corriente musical que surgió a finales del siglo XIX y se prolongó hasta bien entrado el siglo XX, caracterizada por la utilización, en la música culta, de materiales que tienen un carácter claramente nacional o regional. Puede tratarse de auténtica música folklórica, o bien melodías o ritmos que simplemente recuerdan a la música popular, así como elementos musicales tomados del mismo folklore, mitos o literatura nacional.
Principales escuelas nacionalistas:
La escuela rusa: se considera una de las primeras y más importantes de este movimiento. Se estructuró en torno a un grupo de compositores conocido como “el grupo de los 5”: Balakirev, Cui, Borodin, Mussorgski y Rimsky-Korsakov. Este último sería el más conocido e influiría sobre muchos músicos posteriores. Bohemia: Smetana y Dvorak. Hungría: Bartok y Kodaly, que además de compositores fueron importantes etnomusicólogos y trabajaron en la recopilación y recuperación del folklore de su país y de varios países más. Escandinavia: el noruego Eduard Grieg y el finlandés Sibelius. También en muchos otros países europeos como Inglaterra, España o Polonia, y en varios países americanos como EEUU (Aaron Copland), México (Carlos Chávez) o Brasil (Heitor Villa-Lobos).
Principales características del nacionalismo musical:
1- Un intento de sacudirse la dominación musical exterior: la ópera italiana y el sinfonismo alemán, que copaban el interés de todas las cortes europeas. 2- La búsqueda de una ópera nacional propia. Todas las escuelas nacionales lucharon por ello, con éxito muy desigual. 3- La elección de temas para óperas o poemas sinfónicos se tomaba principalmente de la literatura o la mitología propia. 4- El uso de materiales musicales tomados de la tradición folklórica propia: melodías, ritmos, escalas, modos, etc. En algunos casos citándolos de un modo literal, en otros elaborados o transformados por el autor o, incluso, músicas totalmente nuevas pero que recuerdan o evocan la música del país. 5- La llamada “emancipación modal”, es decir, el uso sistemático de los modos característicos de cada folklore nacional.
Las corrientes musicales españolas de la primera mitad del siglo XX
En lo musical, sin embargo, se produce, en las primeras décadas del siglo, un importante despertar musical en España. Proliferan las sociedades corales (el Orfeo Catalá o el Orfeón Donostiarra son de esta época), aparecen las primeras sociedades filarmónicas, y se crean orquestas como la Orquesta Sinfónica de Madrid o la Sinfónica de Barcelona. La burguesía española por primera vez se aficiona a la música, cosa que había sucedido en Europa durante el siglo pasado.
– Una primera generación a caballo entre el siglo XIX y el XX en la que cabe destacar autores como Isaac Albéniz y Enrique Granados. – Una segunda generación, ya en el XX, donde surgirían sus principales representantes: Joaquín Turina y, sobre todo, Manuel de Falla. Estos maestros suelen identificarse con la llamada generación literaria del 98 – Ya bien entrado el siglo XX, el influjo de Falla sería determinante en las siguientes generaciones de músicos entre los que destacamos la llamada generación del 27 – Finalmente, tras la guerra civil, surgiría una evolución propia del nacionalismo musical denominado “casticismo”, caracterizada por un costumbrismo más típico e identificado con la España dieciochesca. El principal representante de esta línea es Joaquín Rodrigo.
Características de la música impresionista:
1. Melodía: En lugar de las amplias melodías del estilo romántico, Debussy cultivaba una melodía compuesta de frases fragmentarias, cada una de las cuales se repetía frecuentemente. La melodía se va transformando, se hace difícil de concretar, aparece y desaparece. Es decir, no es una línea melódica organizada y estructurada como lo venía siendo en el Clasicismo y el Romanticismo. 2. Ritmo: El ritmo es flexible y muy fluido. Se prefiere una corriente sonora que ayude a la música a liberarse del pulso fijo y del compás. Este fluir continuo de un compás a otro es sumamente característico de la música impresionista. 3. Armonía: Lo más característico era la llamada armonía no funcional, es decir, se rompe con la idea tradicional de que cada acorde tiene un valor con respecto al acorde anterior y al posterior. En el impresionismo, se le da al acorde un valor por sí mismo, por su timbre y por su sonoridad. Para dar coherencia a estas series de acordes se utilizan las llamadas armonías paralelas (acordes sucesivos en movimiento paralelo) al estilo del antiguo organum, consiguiendo así una sucesión de sonoridades más que una sucesión de acordes. 4. Escalas: Utilizó una gran cantidad de escalas (ya existentes o inventadas), como por ejemplo la escala de tonos completos (tomada de la música balinesa), o la escala pentatónica que no tiene semitonos (tomada de muchas músicas tradicionales, occidentales u orientales), o los modos medievales que proporcionan una sonoridad evocadora. 5. Formas musicales: Aunque en algunas obras utiliza formas musicales tradicionales, en general se buscan formas libres más adecuadas a esta música, utilizando más la repetición y la variación que el desarrollo temático o el contrapunto. 6. Orquestación: La sonoridad y el colorido orquestal eran uno de los elementos más importantes de este estilo. Se buscaba un sonido sugerente y sensual. Son frecuentes el uso de metales con sordina, un gran protagonismo de las maderas y del arpa y las cuerdas más como acompañamiento que llevando la voz principal. Era frecuente una gran división de voces entre las cuerdas, creando efectos diferentes, y sobre ellas destacando timbres individuales.
Audición 12: El amor brujo: Danza del fuego fatuo, de Manuel de Falla.
Ha sido el más importante compositor español del siglo XX, y muy valorado también fuera de nuestro país. Nació en Cádiz, aunque su vida musical transcurrió entre Madrid y París, donde conoció a lo más granado de la música española y europea. Murió en 1946 en la guerra de Argentina. El estilo musical de Falla se encuadra dentro del nacionalismo, y es considerado uno de los grandes renovadores de la música culta que compusieron partiendo del espíritu del folklore, especialmente del flamenco. Estructura: 16 números organizados en dos cuadros. Algunos son bailados, otros cantados, otros recitados y otros sólo instrumentales. Instrumentos y voces: La primera versión de 1915 está interpretada por una orquesta de pequeñas dimensiones, con la incorporación del piano. Interviene una cantante pero no es una voz de formación clásica, sino una cantaora, con el timbre y la forma de cantar propia del flamenco. La propia cantaora es la única bailaora. Para la versión de 1925, se requiere una orquesta completa, una mezzosoprano y un elenco completo de bailarines. Argumento: Una joven gitana llamada Candelas y su amado son perseguidos por el espíritu de un amante muerto, pero lo invocan y consiguen conjurar el sortilegio. Toda la obra se ambienta en una noche de luna llena en la que el tema fundamental es la brujería. Falla se inspiró en leyendas y canciones de la tradición gitana. Características musicales: Tiene una clara influencia del folklore andaluz. Falla toma elementos del cante jondo o flamenco (giros melódicos, escalas de sabor andaluz y oriental, ostinatos rítmicos, repeticiones de tonos), pero no se limita a transcribirlo sino que lo integra en la música de tradición culta europea. A la vez, esta música se inserta dentro de las vanguardias musicales del momento. Se puede observar un paralelismo con el impresionismo de Debussy y con La Consagración de Stravinsky. Importancia de los intérpretes: Se trata de una obra que ha tenido muchas versiones elaboradas por el propio autor. Además, hoy en día es muy típico que se interprete tomando elementos de una u otra versión o, incluso, incorporando elementos nuevos, como nuevas coreografías o una diferente formación de bailarines o de instrumentistas. En todos los casos, siempre se respeta la partitura original. El intérprete debe, en cualquier caso, respetar todas las indicaciones de la partitura y, además, debe ser capaz de combinar con acierto los elementos de diferentes tradiciones musicales que están en la obra. Danza del fuego fatuo: Se trata del tercer número del segundo cuadro, un número bailado. Es un aire de danza vivo, en compás binario. En la melodía principal destacan la trompeta y el oboe. Abundan los trinos y los trémolos, lo cual es muy típico del flamenco.