El movimiento para Aristóteles y Santo Tomás significa cualquier modificación de los seres, no solo un cambio de posición o lugar.
El movimiento es el paso de la potencia al acto. El cambio constituye la actualización de una potencia. La palabra dynamis significa fuerza o poder de hacer algo; Aristóteles la utiliza para designar la capacidad pasiva de llegar a ser algo. Le interesa subrayar que no toda cosa puede llegar a ser cualquier otra. En la terminología aristotélica, a la potencia se opone el acto, que es la realidad actual. Cada vez que ocurre un cambio, una forma se realiza, una potencia se actualiza y algo nuevo surge. En efecto, lo que surge del cambio puede ser una nueva entidad, una nueva cualidad o una nueva localización. Aristóteles llama categorías a las maneras de decirse ser; parece que tendría que añadir que hay tantos tipos de cambio como hay categorías, pero se limita a considerar cuatro.
Hay que tener en cuenta que, para que pueda producirse el cambio, se necesita contar con otro ente en acto con respecto a ese tipo de movimiento en concreto. Todo lo que se mueve es movido por otro. El problema es que, si todo lo que se mueve necesita ser movido por algo, la concatenación de motores nos llevaría al infinitum, por lo que Aristóteles propone que ha de haber un primer motor inmóvil o acto puro. La teoría del Primer Motor surge a partir de la observación del fenómeno del movimiento. El primer motor es acto puro, por lo que se convierte en la causa final de todos los movimientos. Tomás de Aquino lo define, al identificarlo con el Dios cristiano como la perfección. En Aristóteles no posee esas características; no es cercano al hombre.
Este motor inmóvil mueve desde el pensamiento y el deseo; será para Tomás de Aquino el Dios cristiano que creará el universo de la nada como un acto de deseo y de amor.
2. Causa eficiente primera y ser necesario:
La causa eficiente aparece en la segunda vía, la demostración de la existencia de Dios. Siguiendo la estructura lógica que siguen las otras cuatro vías del autor:
Nada puede ser causa de sí mismo, sino que ha de tener una causa eficiente. La causa de algo o bien será incausada o tendrá otra causa. Como no es posible que la serie continúe hasta el infinito, tiene que haber una causa eficiente que no tenga a su vez causa eficiente alguna. Esta causa eficiente incausada será, para Tomás, el Dios cristiano.
Este concepto de causas eficientes establece la existencia de cuatro tipos de causas en el mundo: causa material, referente a la materia; causa formal, correspondiente a la idea; causa eficiente, que es la que nos ocupa; y, por último, causa final, que es la que responde a la pregunta sobre el objetivo de algo. El ser necesario es un concepto también aristotélico que aparece en la obra de Tomás en su tercera vía: o bien todo es contingente o bien hay algo necesario. La prueba trata de demostrar que lo primero es imposible; suponemos que el mundo existió siempre, ya que admitir lo contrario haría innecesaria la demostración. Si suponemos una duración indefinida del mundo, poblada de seres contingentes, siendo todo contingente, alguna vez nada fue y, si nada era, nada pudo empezar a ser, por lo que nada sería ahora. Concluimos, pues, que no todo es posible, que todo sea contingente y que, por lo tanto, hay algo necesario. Ello será necesario por sí mismo o en virtud de una causa; dado que no podemos continuar este proceso hasta el infinito, tendrá que existir, en definitiva, algo que sea necesario por sí mismo, y ese algo será Dios.
Al igual que con la tercera vía, recibe críticas por los mismos motivos de la existencia de Dios.
3. Ser perfectísimo e inteligencia ordenadora:
El ser perfectísimo es un concepto que aparece en la cuarta vía de la que se sirve Tomás de Aquino para intentar demostrar la existencia de Dios.
Ella es expuesta de la siguiente manera:
Vemos que hay cosas más o menos verdaderas, más o menos perfectas; es decir, en lo sensible se percibe la existencia de tales grados. Tomás de Aquino da por sentado que poseer en mayor o menor grado una perfección es poseerla en virtud de una causa que, por su parte, la poseerá en grado superior. Hay entonces una jerarquía, por lo que habrá también un grado supremo, causa última, ya que es imposible que se continúe hasta el infinito la serie de causas y efectos. Ese “absolutamente bueno”, “absolutamente verdadero”, “absolutamente perfecto” lo identificará Tomás con Dios. Esta gradación de los seres y la realidad, y este Ser Primero, llegarían a Tomás de Aquino a través de la filosofía aristotélica. Todo ello proviene de la teoría de las Ideas de Platón, que proponía dos grados de la realidad, dos mundos: uno sensible y otro inteligible. Sin embargo, esta tercera vía, al igual que las demás, ha sido muy debatida. Se le suele criticar que parece que en sus argumentaciones se presupone la presencia divina.
Por su parte, el concepto de la inteligencia ordenadora aparece en la quinta vía, y se lo relaciona, como no podía ser de otra forma, con el Dios cristiano:
Percibimos que las cosas que carecen de conocimiento se mueven en virtud de un fin; su movimiento está ordenado a conseguir algo, hay un orden en el mundo. Ahora bien, aquello que carezca de conocimiento solo podrá actuar siendo dirigido por algo inteligente. Es claro, además, que una inteligencia ordenadora ordena porque ella misma tiene un fin esencial, que estará absolutamente en sí misma o tendrá origen en otra inteligencia superior.
Así, encontramos el principal punto de controversia entre la teoría estoica y la teoría de Aquino, y es que, mientras para los estoicos esa inteligencia universal se encuentra en el interior, dentro de la naturaleza, para Tomás es la voluntad de un ser, Dios, y por tanto es externa a ella.
Al igual que con la anterior vía, esta tercera vía recibe críticas por los mismos motivos de predisposición y presuposición de la existencia de Dios y la identificación de esta inteligencia ordenadora con el Dios cristiano.
4. Dios y la existencia del mal:
¿Cómo salvar a Dios de la acusación de que quiere el mal?
Agustín de Hipona lo intentó adoptando la concepción plotiniana del mal, como no-sér. Esto le permitió explicar cómo, siendo Dios bueno y el actor de todo, existe, sin embargo, el mal; este no sería creado por Dios, puesto que no es nada sustancial, sino ausencia de bien. Sin embargo, a diferencia del neoplatonismo, no identificó el mal con lo sensible. Agustín distinguió entre: el mal moral, es decir, el pecado, que es fruto de una “mala voluntad”; y el mal físico, es decir, el dolor, las enfermedades y la muerte. En definitiva, el mal reside en la anteposición de lo sensible a Dios y es el resultado de una mala voluntad. Tomás de Aquino sistematizó los principios de Agustín de Hipona y los complementa. Dios creó un mundo perfecto; por tanto, el mal en el mundo no proviene de Él. El mal, para Tomás de Aquino, es una ausencia de algo bueno. Por eso, el mal no es algo absoluto; siempre se sitúa dentro del contexto del bien.
El mal no existe como hecho objetivo, sino como concepción subjetiva y, además, es triple: metafísico, moral y físico. Las cosas no son malas en sí mismas, sino por causa de su relación con otras personas. Si producen resultados malos, es en consecuencia; la última causa del mal es fundamentalmente buena.
La existencia del mal tiene, por tanto, como condición de posibilidad la existencia de bienes mucho mayores y, además, el mal actúa como contrapeso del desorden que causa el pecado y la mala voluntad. El mal, sin ser creación de Dios, ayuda, pues, a la perfección de su obra. El mal forma parte del universo que Dios tiene pensado para el mundo y que es conocido parcialmente por nosotros. Hay mal, luego Dios existe. También captó la relación entre la cuestión del mal y la relativa a la existencia de Dios.