El Movimiento Obrero en España
Los Orígenes
A mediados del siglo XIX, España experimentó un proceso de industrialización que dio lugar al nacimiento de una clase obrera. Las condiciones de trabajo eran duras y los salarios bajos, lo que provocó el surgimiento de protestas y reivindicaciones.
En 1840, los obreros del textil en Alcoy destruyeron telares e hiladoras. En Cataluña, se fundó el primer sindicato de España, el Sindicato de Tejedores.
El Bienio Progresista
Durante el Bienio Progresista (1854-1856), las asociaciones obreras se extendieron por toda España. Contribuyó a ello una crisis económica que hizo descender el nivel de vida.
En Barcelona, se produjo la primera huelga general para protestar por la instalación de nuevas máquinas hiladoras. La huelga fue reprimida, pero provocó un movimiento de solidaridad en toda la ciudad.
El Sexenio Democrático
En el Sexenio Democrático (1868-1874), llegaron a España las ideas socialistas y anarquistas. El primer contacto se produjo con el viaje a España de Giuseppe Fanelli, un anarquista italiano enviado por Bakunin.
Fanelli expuso a los dirigentes sindicales las ideas de supresión del Estado. Este hecho sería fundamental para el arraigo de las ideas anarquistas en la industria catalana y en el campo andaluz.
En 1870, se creó en Barcelona la Federación Regional Española (FRE) de la AIT. A partir de aquí, el movimiento obrero creció en España de manera significativa.
Anarquistas y Socialistas
A partir de 1874, con la llegada de la Restauración, las organizaciones obreras tuvieron que reorganizarse en la clandestinidad. El periodo 1874-1881, con el Gobierno Conservador presidido por Cánovas, fue especialmente duro.
A partir de 1881, con la subida al poder de los liberales de Sagasta, comienza un periodo de mayor permisividad: las asociaciones obreras, de nuevo legales, comienzan a crecer.
Los Anarquistas
En 1881, la Federación Regional Española cambió su nombre por el de Federación de Trabajadores de la Región Española. La nueva organización creció, sobre todo en Andalucía y Cataluña, y desarrolló una importante labor reivindicativa.
Sin embargo, tuvo dos problemas: la división interna y la represión gubernamental.
Una parte del movimiento anarquista optó por la “acción directa”, formando grupos autónomos para atentar contra los pilares del sistema capitalista.
La represión fue durísima e indiscriminada, lo que provocó una espiral de violencia que culminó en 1897 con la ejecución de cinco anarquistas en Barcelona.
Esta situación ahondó la división del anarquismo entre los partidarios de la violencia y los que propugnaban una acción pacífica.
Los Socialistas
En 1879, la Nueva Federación Madrileña se transformó en Agrupación Socialista Madrileña. Con Pablo Iglesias al frente, significó el nacimiento del Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
En 1888, los socialistas impulsaron la creación de un sindicato, la Unión General de Trabajadores (UGT). Madrid, Vizcaya y Asturias serían sus zonas de mayor implantación.
El PSOE se definía como un partido marxista y partidario de la revolución social. Su programa fundacional incluía reformas como el derecho de asociación, reunión y manifestación, el sufragio universal, la reducción de la jornada laboral, la prohibición del trabajo infantil, etc.
La UGT respondía al modelo de sindicato de masas que agrupa a los trabajadores por oficios. Aunque se declaró “apolítico”, en la práctica tuvo una clara vinculación con el PSOE.