El Materialismo Histórico de Marx
Los materialismos de la Antigüedad, como los de Demócrito, Epicuro o Lucrecio, explicaban que todo está hecho de átomos, que la realidad carece de espíritu y todo es cuerpo. Sin embargo, no se adentraban en el terreno histórico. El materialismo de Marx, si bien parte de estos materialistas clásicos, introduce la dimensión histórica. No solo afirma que todo es material, compuesto de átomos y cuerpos, negando la existencia de espíritus sobrenaturales, sino que también aplica este principio a la historia. Los pueblos y las sociedades se desarrollan en función de mecanismos materiales. El mundo en el que vivimos se basa en condiciones materiales.
Según Marx, solemos priorizar los ideales, las grandes palabras, las virtudes, la justicia y los sentimientos elevados, sin percatarnos de que son las condiciones materiales las que determinan nuestras sociedades. Los seres humanos nos desarrollamos según nuestras posibilidades tecnológicas y las desigualdades económicas. La jerarquía social, donde unos poseen y otros trabajan para subsistir, surge de estas condiciones. Estas condiciones materiales se derivan de nuestras necesidades básicas (alimento, etc.) y de nuestra producción tecnológica. Además, determinan nuestras ideologías y percepciones del mundo. Esta base, esta infraestructura material, explica nuestra visión de la realidad y se expresa a través de las ideologías políticas y otras visiones ideológicas.
Marx propone invertir la perspectiva: para entender el mundo, debemos comprender la materialidad de las relaciones tecnológicas y económicas en las que viven los pueblos, en lugar de escuchar a los ideólogos.
La Base Económica y la Superestructura Ideológica
Marx explica que la naturaleza de los hombres depende de condiciones materiales. Las instituciones e ideologías que regulan las relaciones humanas, la autocomprensión y la comprensión del mundo están condicionadas por la base económica de la sociedad. Por lo tanto, según Marx, los hombres solo podrán realizarse plenamente en una sociedad libre y racional. Sin embargo, en la sociedad capitalista, grandes sectores de la población son relegados a condiciones de vida inferiores debido a la división del trabajo. Esto implica, en términos hegelianos, que la sociedad capitalista carece de realidad racional. La verdad de la sociedad no reside en su ideología o discurso autocomplaciente, sino en sus relaciones económicas y sociales. Este fue el gran giro que promovió el pensamiento de Marx.
La Crítica a Proudhon y el Manifiesto Comunista
En 1847, Marx publicó Miseria de la filosofía, una respuesta polémica a la Filosofía de la miseria del anarquista Pierre-Joseph Proudhon. Los anarquistas rechazaban toda forma de propiedad y Estado, así como cualquier alineamiento político. Marx criticaba el régimen de propiedad burguesa y proponía reemplazarlo por uno comunista. Para ello, aceptaba organizar un partido proletario que se planteara la acción política para apropiarse del Estado. Proudhon consideraba que estas estrategias solo reproducirían los sistemas represivos.
Ese mismo año, Marx fundó, junto con Engels, la Sociedad de Obreros Alemanes de Bruselas y fue elegido vicepresidente de la Acción Democrática. Poco después, participó en el Segundo Congreso de la Liga de Comunistas en Londres, donde se le encargó redactar, junto con Engels, un manifiesto. Este texto, conocido como El Manifiesto Comunista, se publicó en febrero de 1848. En él, Marx y Engels plantearon que la historia de las sociedades es siempre la historia de las luchas de clases. Este principio fue la base de lo que luego se llamaría el materialismo histórico. El Manifiesto Comunista es uno de los textos más célebres de la filosofía y uno de los elementos subversivos más extraordinarios de todos los tiempos, un verdadero evangelio de la nueva clase.
Marx y Engels afirman en El Manifiesto: “Las particularidades y los contrastes nacionales de los pueblos se borran más y más al mismo tiempo que se desarrollan la burguesía, la libertad de comercio, el mercado mundial, la uniformidad de la producción industrial y las condiciones de vida resultantes. Cuando el proletariado llegue al poder, las hará desaparecer más radicalmente todavía. Una de las primeras condiciones de su emancipación es la acción unificada, por lo menos la de los trabajadores de los países civilizados. En la medida en que se suprima la explotación del hombre por el hombre, se suprimirá la explotación de una nación por otra nación”.
La Lucha de Clases y la Crítica de la Economía Política
En 1849, Marx publicó Trabajo asalariado y capital, y un artículo sobre la historia del Imperio prusiano que resultó en su expulsión de Alemania. Se instaló con su familia en Londres, donde, como inmigrante irregular, no pudo acceder a un trabajo estable. Su subsistencia dependía de escribir artículos para periódicos, un trabajo mal pagado que llevó a la familia a una situación económica insostenible. Tres de sus hijos fallecieron en esos años, y la salud de su esposa y la suya propia se deterioraron. Solo pudo sobrevivir gracias a la ayuda económica ocasional de Engels.
A pesar de las dificultades, Marx continuó estudiando y produciendo. Mejoró su inglés y francés, y aprendió español y ruso. Asistía diariamente a la Biblioteca del Museo Británico. En 1850 publicó Las luchas de clases en Francia, y en 1852, El 18 Brumario de Luis Bonaparte. También concibió el proyecto de elaborar una crítica de la economía política clásica. En 1859 publicó la primera parte, Contribución a la crítica de la economía política, obra que tuvo buena acogida. En ella, Marx expone que el capitalismo debe ser superado debido a su radical irracionalidad, la cual se dedicaría a probar en la continuación de este texto, un estudio pormenorizado sobre el capital.
La Plusvalía y la Explotación Capitalista
La fuerza de la obra de Marx reside en su enfoque económico. Considera que los seres humanos estamos obligados a trabajar para reproducir nuestras sociedades, obtener alimentos, cobijo y protección, y desarrollar nuestra vida en común. Los individuos estamos alienados porque la mayoría no somos dueños de nuestro trabajo. Esto se debe a una distribución socialmente injusta: un mundo de poseedores del capital (la masa económica fundamental de una sociedad) que aportan el dinero para la producción y la maquinaria, donde trabajan el resto de los miembros de la comunidad.
Los poseedores del capital (y, por ende, de los medios de producción) obtienen el producto del trabajo y una parte excedente, la plusvalía, que en lugar de ir a los trabajadores, va a los dueños de los medios de producción. Esta es la base de la economía burguesa. El dueño del capital recupera su inversión, pero también obtiene una renta excedente que le permite acumular más, mientras que los trabajadores nunca llegan a ser dueños plenos de lo que producen.
Según Marx, la riqueza no es producida por el capital, sino por el trabajo humano. La ganancia capitalista es el resultado de la explotación de los obreros. Esta explotación ocurre siempre, independientemente del nivel salarial. Lo original del enfoque radica en la aplicación del método dialéctico a la economía política. Donde los economistas clásicos ven relaciones entre mercancías, Marx descubre relaciones sociales, es decir, entre personas.
El Fetichismo de la Mercancía y la Acumulación de Capital
El valor de cambio de las mercancías deriva del tiempo de trabajo social necesario para producirlas. El uso del dinero y la cuantificación del valor sugieren lo que Marx llama fetichismo de la mercancía: adjudicar a las cosas valores como si fueran propiedades naturales, olvidando que toda valorización se resuelve en las relaciones humanas como productores y permutantes de bienes. Esta falsa conciencia, que solo ve relaciones entre cosas, se expresa en la cosificación y venta de la fuerza de trabajo.
Considerar la fuerza de trabajo como una mercancía más, que puede ser comprada y vendida, constituye la explotación capitalista. El asalariado recibe a cambio una cantidad de dinero igual al coste de su subsistencia y otras necesidades, que pueden variar históricamente. El propietario de los medios de producción paga esa suma y adquiere el derecho de utilizar la fuerza de trabajo del obrero, apropiándose del excedente del valor creado. Si la mitad de la jornada laboral corresponde al valor de los productos necesarios para reproducir la fuerza de trabajo, la otra mitad es trabajo no remunerado que se apropia el empresario. Marx demuestra que la producción de plusvalía en el capitalismo es apropiación de trabajo no pagado. Este trabajo excedente se acumula expansivamente por la clase capitalista. El capitalismo puede definirse como un sistema cuyo único objeto es aumentar sin límite la acumulación de capital. Aquí reside la irracionalidad esencial del sistema capitalista que Marx revela.
El Legado de Marx
El impacto de la obra de Marx en la historia es innegable. El marxismo no es solo una filosofía, sino también una fuerza social transformadora. En ocasiones, ha servido como coartada para movimientos totalitarios y autocráticos que, bajo un revestimiento ideológico marxista, han instaurado nuevas tiranías burocráticas. Sin embargo, pocos individuos han tenido una influencia personal tan extraordinaria como Marx en la historia, especialmente en la historia contemporánea.
Su obra ha sido discutida por economistas y por sus repercusiones prácticas en algunos países, donde ha habido desajustes fundamentales. Marx creía que la verdadera revolución solo podía darse en países burgueses desarrollados, como Inglaterra o Alemania. Sin embargo, se desarrolló en la atrasada Rusia, donde predominaba un campesinado gobernado por aristócratas. Su obra se debate desde el punto de vista teórico-económico y por sus efectos históricos, incluyendo la pérdida de libertades y el atraso en algunas sociedades que han seguido la ortodoxia marxista.
Son las condiciones materiales las que forman las sociedades. Mientras el mundo esté dividido entre poseedores y desposeídos, entre quienes se aprovechan de la necesidad ajena y quienes deben obedecer para sobrevivir, no puede haber auténtica libertad. El reto que plantea el pensamiento marxista, más allá de los resultados de sus revoluciones, sigue vigente: un problema aún no resuelto por los ciudadanos del mundo.