El liberalismo aspira a la eliminación de las características propias del antiguo régimen, a la vez que pretende construir otra sociedad basada en los principios liberales.
Principios Políticos del Liberalismo
En lo político, la constitución se erige como la norma reguladora de la vida pública. Se rechaza la monarquía absoluta y se apuesta por la monarquía constitucional. Se eliminan los privilegios de la nobleza y el clero, así como el régimen señorial. Se proclaman los derechos del individuo y la soberanía nacional, se establece la división de poderes y el sufragio universal (masculino). Se formula la nación como conjunto de los españoles, con igualdad de derechos políticos y como depositaria de la soberanía nacional. El liberalismo aboga por un estado unitario y centralizado.
Principios Económicos del Liberalismo
En lo económico, defiende la propiedad privada libre y plena, se rechazan los bienes vinculados y los comunales, se aspira a la libertad de comercio e industria, a la libertad de contratación de los trabajadores y a la fiscalidad común. No se rechaza la religión, pero se tiende a limitar el poder económico de la Iglesia y aflora el anticlericalismo.
Divisiones Internas del Liberalismo
En las Cortes de Cádiz, entre las personas que buscan el cambio, se aprecia una distinción entre los liberales y los ilustrados reformistas. Posteriormente, los liberales del Trienio se dividirán entre moderados y radicales. La división continuará durante el reinado de Isabel II entre moderados, progresistas y liberales radicales.
En 1854 nació la Unión Liberal, partido de centro que agrupaba a sectores descontentos de los anteriores. A la izquierda del progresismo nació en 1849 el Partido Demócrata que reclamaba el sufragio universal masculino y el desprestigio de la monarquía de Isabel II hizo ganar fuerza al republicanismo, con un fuerte carácter social y popular.
Características de la Construcción del Sistema Liberal
Características de la construcción del sistema liberal que se produce en el reinado de Isabel II (1833-1868) y se ve mediatizado por algunos factores que obstaculizaron el libre juego político:
- La monarquía, con un papel decisivo: los amplios poderes ejecutivos y participación en el legislativo (veto, disolución Cortes, elección gobierno…) y el propio carácter voluble de la reina alteran la vida parlamentaria. La vida política no se desarrollaba en las Cortes, sino alrededor de la corte y a partir de la influencia de las distintas camarillas que buscaban el favor real o gubernamental, al margen de la vida parlamentaria.
- La intervención del ejército: constante presencia en la vida política. Muchos jefes de los partidos eran altos cargos militares, tanto moderados (Narváez), como progresistas (Prim, Serrano), de la Unión Liberal (O´Donnell). Los militares recurrieron sistemáticamente al pronunciamiento para derribar gobiernos. No se trataba de un sistema político militar, pues el ejército nunca ejercía la iniciativa sino que actuaba como mero brazo ejecutor de la conspiración política. Esto evidenciaba la debilidad del sistema político, temeroso de otorgar fuerza electoral al pueblo.
- El sistema parlamentario funcionaba al revés: el gobierno se formaba por imposición de la Corona, como consecuencia de un pronunciamiento o forzado por la sublevación popular, en lugar de responder al resultado de unas elecciones.
- La tendencia de la Corona a otorgar el poder a los moderados propició que los progresistas tuvieran que instigar la revuelta popular como medio para alcanzar el poder. De este modo, progresistas y demócratas apoyaban la formación de Juntas que se reclaman como representantes de la voluntad popular y también el reclutamiento de la Milicia Nacional, cuerpo alternativo al ejército regular controlado por los ayuntamientos y que fue la fuerza que utilizaron los progresistas para movilizar a los sectores populares con el objetivo.
Oposición al Liberalismo
La oposición al liberalismo vendrá de la mano de Fernando VII y los absolutistas, así como del carlismo. Fernando VII deja sin efecto la obra legislativa de las Cortes de Cádiz y persigue a liberales y afrancesados. La oposición al absolutismo se plasmó en los pronunciamientos, prosperando el de Riego (Trienio Liberal).
El Carlismo
El carlismo (Primera guerra, 1833-1840) se caracteriza por su antiliberalismo, niega la soberanía nacional y defiende el sistema foral frente a la centralización liberal. Los carlistas encontraron apoyo en el medio rural, donde las masas campesinas fueron el principal apoyo social; se oponían a los cambios que el liberalismo introducía, sobre todo en la propiedad colectiva. También encontró apoyo en los artesanos, la pequeña nobleza, parte de la jerarquía eclesiástica y del bajo clero. Desde el punto de vista geográfico, el carlismo se extendió por Vascongadas, Navarra, Cataluña, Aragón, Valencia, Galicia y Castilla la Vieja.