El Gobierno de los Validos y la Crisis de 1640 en la Monarquía Hispánica

Los Validos y su Influencia en el Siglo XVII

La principal innovación en el funcionamiento del sistema político de la monarquía española en el siglo XVII fue la figura de los validos. Estos personajes, miembros de la aristocracia, gozaban de la total confianza del rey. El monarca se desentendía de las labores de gobierno, y el valido tomaba las principales decisiones. Dos razones explican su aparición: las labores de gobierno eran cada vez más complejas y los monarcas españoles del siglo XVII, los Austrias Menores, no destacaron por su espíritu laborioso. No fueron un fenómeno exclusivamente español; figuras similares aparecieron en otras monarquías europeas, como Mazarino o Richelieu en Francia.

Los validos gobernaron al margen del sistema institucional de la monarquía y de los Consejos. En su lugar, como órganos de asesoramiento, crearon juntas reducidas compuestas por sus propios partidarios. Este nuevo sistema significó un aumento de la corrupción. Los validos aprovecharon su poder para conseguir cargos, pensiones y mercedes para sus familiares y partidarios, lo que provocó críticas generalizadas, sobre todo por parte de los letrados que formaban los Consejos y los miembros de la aristocracia que no gozaban del favor del valido.

Validos por Reinado

  • Felipe III: Duque de Lerma y Duque de Uceda.
  • Felipe IV: Conde-Duque de Olivares y Luis de Haro.
  • Carlos II: Padre Nithard, Fernando Valenzuela (durante la Regencia de Mariana de Austria, 1665-1675), Duque de Medinaceli y Conde de Oropesa.

La Venta de Cargos y sus Consecuencias

Otro fenómeno que se generalizó en la administración española del siglo XVII fue la venta de cargos, iniciada en épocas anteriores por la Corona como medio para obtener dinero rápido. Su uso se extendió con Felipe III. En principio, se pusieron en venta cargos de regidores en las ciudades, escribanías y otros oficios menores. Sin embargo, se llegaron a vender puestos en los Consejos. Estos cargos se convirtieron en hereditarios, lo que en la práctica significó que la Corona cedía parte de su poder a quienes los detentaban. Pese a las muchas protestas, esta costumbre se mantuvo durante todo el siglo XVII.

Tensiones Políticas y la Crisis Económica

Los Reyes Católicos habían construido un nuevo estado estructurado como un conjunto de reinos unidos por tener los mismos monarcas, pero que mantenían sus propias leyes e instituciones. Desde el siglo XVI, se manifestaron conflictos entre una tendencia centralizadora, que trataba de homogeneizar los territorios de la Corona siguiendo el modelo del reino más poderoso, Castilla, y una tendencia descentralizadora, que buscaba el mantenimiento de las leyes (fueros) e instituciones particulares de cada territorio. A estas tensiones de tipo político se unieron en el siglo XVII las derivadas de la dura crisis económica y social que sufrió la monarquía hispánica.

Felipe III continuó la política de intolerancia religiosa: en 1609 decretó la expulsión de los moriscos. Esta medida afectó especialmente a los reinos de Aragón y Valencia, provocando el despoblamiento de determinadas zonas y la falta de mano de obra agrícola.

La Unión de Armas y la Crisis de 1640

El valido de Felipe IV, el Conde-Duque de Olivares, trató de que los demás reinos peninsulares colaboraran al mismo nivel que Castilla en el esfuerzo bélico que agobiaba a una monarquía con graves dificultades financieras. España participaba en esos momentos en la Guerra de los Treinta Años. Este proyecto de Olivares, conocido como la Unión de Armas, desencadenó la crisis más grave del siglo XVII: la crisis de 1640.

La negativa a colaborar de las Cortes Catalanas (1626 y 1632) no impidió que Olivares decidiera llevar tropas para luchar contra Francia a través del Principado. Muy pronto, los roces de las tropas castellanas e italianas con el campesinado alentaron el descontento, que terminó por estallar en el Levantamiento del Corpus de Sangre, el 7 de junio de 1640. La muerte del virrey fue solo el inicio de una guerra en Cataluña entre los rebeldes catalanes, dirigidos por la Generalitat con el apoyo de Luis XIII de Francia, y las tropas de Felipe IV. La guerra civil concluyó cuando Barcelona fue recuperada por las tropas españolas en 1652.

Animados por la rebelión catalana, los estamentos dirigentes portugueses se lanzaron a la rebelión. Las Cortes portuguesas proclamaron rey al duque de Braganza. Los rebeldes fueron apoyados por Francia e Inglaterra, potencias interesadas en debilitar a España. Finalmente, Mariana de Austria, madre regente de Carlos II, acabó reconociendo la independencia de Portugal en 1668. En plena crisis de la monarquía, hubo levantamientos de tinte separatista en Andalucía, Aragón y Nápoles.

Pese a ser aplastadas todas las rebeliones, excepto la portuguesa, Felipe IV mantuvo los fueros de los diversos reinos.