El fin de la filosofía fue anunciado por Comte y los positivistas del siglo XIX. El anuncio fue renovado por el neopositivismo del siglo XX. Curiosamente, se han hecho desde posturas filosóficas, dando razón a Aristóteles (hasta para dejar de filosofar es necesario la filosofía). Vamos a examinar qué fundamentos tiene ese anuncio.
Más allá de la ciencia
En el siglo XIX, el positivismo defendió que la ciencia sustituyera a la filosofía (progreso del espíritu humano). El positivismo recogía la idea clave de Hume: el conocimiento de la realidad solo puede ser conocimiento de hechos. Los neopositivistas del siglo XX van más lejos: ‘no hay sino una clase de objetos, los acontecimientos físicos’. Lema positivista: ‘¡atengámonos a hechos! ¡solo la ciencia!’. La metafísica corresponde solo a una etapa adolescente de la humanidad. A principios del siglo, el positivismo y la ciencia entran en crisis. A finales del siglo XIX, Mach y Hertz reconocieron los límites de la ciencia (+ terreno filosófico). Las nuevas teorías, relativistas cuánticas, hicieron temblar los sólidos cimientos de la ciencia. Un ataque muy furibundo contra el positivismo es de un filósofo Husserl, que hizo ver sus contradicciones y peligros. ‘nos roba el mundo de la vida’ y lo sustituye por el abstracto de la ciencia. Al no tener en cuenta sino los hechos, ignora lo que más importa al hombre. Actualmente, superado el positivismo, los científicos no pretenden poseer la verdad y menos aún ‘toda la verdad’. Quedan esas cuestiones que ‘desbordan el mundo en cuanto universo de los meros hechos’, es decir, ‘las cuestiones supremas y últimas’. Esas cuestiones no son cuestiones sin sentido, solo cuestiones que carecen de sentido para la ciencia, pero no para el hombre. La ciencia exige pues, una reflexión que vaya más allá de la misma ciencia. Pero no quiere decir que la filosofía actual pueda volver a sus orígenes, y reconstruir alegremente la metafísica. Las críticas de Hume, Kant y el positivismo no pueden ser ignoradas.