Del Golpe de Estado a la Guerra Civil
El 17 de julio de 1936, en Melilla, el Coronel Yagüe, jefe de la Legión, se levantó en armas contra la República. Esta insurrección, conocida como el “Alzamiento Nacional”, se extendió rápidamente al resto del protectorado marroquí. Entre el 18 y el 19 de julio, la mayoría de las guarniciones militares del resto de España se unieron al golpe de Estado, junto con sectores civiles de falangistas y carlistas (requetés). El general Franco, tras asegurar el triunfo de la insurrección en Canarias, se dirigió a la Península el 18 de julio al frente del ejército de África.
El gobierno de la República tardó en reaccionar. En dos días, los insurrectos se habían hecho fuertes en Pamplona, Sevilla, Castilla la Vieja y parte de Aragón. El 19 de julio, Casares Quiroga fue sustituido por José Giral, quien decidió disolver el ejército y entregar armas a las milicias de los sindicatos (socialistas y anarquistas) y de los partidos del Frente Popular (republicanos, socialistas y comunistas).
La insurrección triunfó en gran parte de la España interior (Galicia, la Andalucía del Guadalquivir, zonas agrarias de predominio de grandes propietarios o pequeños propietarios muy conservadores) y en dos ciudades importantes: Sevilla y Zaragoza. Fracasó, en cambio, en las zonas industriales del País Vasco, Cataluña, Madrid, Valencia, Asturias y Santander, así como en parte de Extremadura y Andalucía, donde las fuerzas obreras y de izquierdas tenían mayor presencia.
Los insurrectos habían previsto un pronunciamiento militar rápido que les permitiera controlar los órganos de gobierno, decretar el estado de guerra y sofocar cualquier oposición. Sin embargo, el golpe militar no triunfó completamente. El país quedó dividido en dos bandos que se enfrentaron en una sangrienta guerra civil.
El Fracaso de la Insurrección en Cataluña
El general Goded fue encargado de dirigir el golpe militar en Cataluña, donde los rebeldes tenían escaso apoyo civil. Pocos catalanes se sumaron a la insurrección, y los partidos directamente implicados (Falange Española, Renovación Española y los carlistas) tenían poca implantación. El principal partido conservador, la Liga Catalana, no participó ni apoyó el complot. Sin embargo, la situación revolucionaria en Cataluña después del 19 de julio obligó a muchos de sus dirigentes a huir y mostrar su apoyo a la causa franquista.
Los días 18 y 19 de julio, la movilización en la calle de los partidos y sindicatos de izquierdas fue decisiva para la derrota de la rebelión. Goded se rindió y las fuerzas rebeldes abandonaron la lucha en las otras ciudades catalanas. La victoria se vivió como un gran triunfo popular.
La Consolidación de los Bandos
Los insurrectos estaban dirigidos por militares y contaban con el apoyo de las clases altas y los sectores más conservadores: monárquicos de derechas, grupos católicos, falangistas, tradicionalistas y aquellos que se habían opuesto a las reformas de la República. Contaban con el apoyo del fascismo italiano y alemán, y se definían como “nacionales” y católicos. Los militares manifestaron su intención de imponer una dictadura para restablecer el orden y detener el riesgo de una revolución social. Los monárquicos y la CEDA querían la vuelta a la monarquía alfonsina, mientras que los falangistas pretendían imponer un régimen fascista a la italiana, y los carlistas esperaban la instauración de la monarquía tradicionalista.
Los leales a la República estaban constituidos por las clases populares: obreros y empleados urbanos, pequeña burguesía y campesinado sin tierras. La mayoría eran afiliados o simpatizantes de las organizaciones socialistas, comunistas y anarcosindicalistas (“rojos”). Defendían la legitimidad republicana y las reformas emprendidas durante el bienio de izquierdas y el Frente Popular.
El enfrentamiento armado se produjo entre los viejos grupos dominantes de la España de la Restauración y los grupos emergentes (obreros y burgueses) que querían establecer un sistema político democrático y un orden social progresista. Fue un enfrentamiento a la desesperada, ya que para ambos bandos era indispensable ganar para transformar la sociedad española.
La Internacionalización de la Guerra Civil
La Guerra Civil tuvo una gran repercusión internacional. El estallido de la guerra en España fue visto como una confrontación entre las fuerzas democráticas (y en parte revolucionarias, socialistas o comunistas) y los regímenes fascistas en expansión (Alemania e Italia).
La guerra de España dividió a gobernantes, medios de comunicación e intelectuales de todo el mundo. Los gobiernos fascistas (Italia y Alemania) fueron los primeros en manifestar su simpatía por los rebeldes y enviarles ayuda militar. El régimen filofascista portugués de Oliveira Salazar también fue un aliado fiel de los insurrectos.
La opinión democrática y progresista mundial, así como los partidos obreros, se manifestaron a favor de la República. La URSS apoyó a la República, mientras que las democracias europeas (Francia y Gran Bretaña) mantuvieron una posición más ambigua por miedo a que el conflicto se extendiera por Europa. La República pidió apoyo militar y político a Francia, pero Gran Bretaña, que defendía una política de contención frente a la Alemania nazi, comunicó a Francia que no la apoyaría en su política internacional ante la amenaza de Hitler si intervenía en España.
Francia impulsó la creación de un Comité de No Intervención (agosto de 1936), con sede en Londres, al que se adhirieron 26 países. La política de no intervención constituyó una inmensa injusticia para la República y fue una de las causas de su derrota.
La Ayuda Exterior
La existencia del Comité de No Intervención no impidió que ambos bandos recibieran ayuda exterior. Los insurrectos fueron los más favorecidos por el envío de armas italianas y alemanas.
- Alemania envió a España su aviación, la Legión Cóndor, y usó la Guerra Civil Española como campo de pruebas de nuevas armas.
- El apoyo italiano consistió en el envío de una gran unidad, el Corpo Truppe Volontarie.
- Con las tropas de los insurrectos combatieron voluntarios portugueses, irlandeses y de otras nacionalidades, en muchos casos afines al fascismo o de ideología ultracatólica.
La República tuvo que comprar armas y productos energéticos donde pudo. El gobierno de Largo Caballero decidió enviar a la Unión Soviética, en octubre de 1936, las reservas de oro del Banco de España para hacer frente al pago de las armas compradas. Como contrapartida, los consejeros militares soviéticos tuvieron un papel destacado en la organización táctica de la guerra, así como sus comisarios políticos, que ejercieron su influencia a través, sobre todo, del Partido Comunista (PCE).
El bando republicano contó con las tropas de voluntarios de las Brigadas Internacionales. Un auténtico movimiento de solidaridad antifascista llevó a más de 60.000 voluntarios de todo el mundo a tener una intervención destacada en la defensa de Madrid y en diferentes campos de batalla. Las organizaciones comunistas internacionales, como el Komintern, jugaron un papel importante. Entre los brigadistas había voluntarios procedentes de Europa y América, de ideología progresista y de izquierdas.