El Desastre de 1898: Crisis Colonial, Regeneracionismo y Oposición a la Restauración en España

El Desastre de 1898

La Política Colonial y su Fracaso

La política de los gobiernos españoles ante las demandas de los independentistas fue insuficiente, y su balance, un fracaso.

Puerto Rico no planteaba serios problemas, pues en 1872 había conseguido su autonomía, la esclavitud había sido abolida y tenía una economía saneada. El autonomismo se dividió en dos corrientes, una más españolista y otra más radical, que dio lugar al nacionalismo antillano. Además, la dominación española era más efectiva, pues se ejercía a través de una élite económica poderosa que podía controlar los movimientos emancipadores de base popular.

Sin embargo, en Cuba, las reformas adquirieron un especial carácter por el significado de la isla para España. En 1886 se había abolido la esclavitud. Maura propuso una reforma administrativa y una ampliación del censo, pero estas medidas fueron rechazadas por “antipatrióticas”, el ministro dimitió y abrió una crisis del gobierno liberal. También hubo un movimiento independentista, dirigido por el Partido Revolucionario Cubano, creado por José Martí.

Por tanto, se formaron tres corrientes: españolistas, autonomistas e independentistas. El autonomismo en Cuba defendía la españolidad de la isla, pero con una identidad propia. El Partido Liberal Autonomista representó en Cuba estas ideas, con Rafael Montoro y Rafael María de Labra, que apostaban por una Cuba española, pero libre y regulada por leyes propias.

Las Islas Filipinas se diferenciaban de las Antillas por la escasa presencia española en el archipiélago y la baja ocupación efectiva del territorio, excepto la capital, Manila. España se tuvo que enfrentar a una base campesina, eclesiástica, nacionalista y de los terratenientes. Esto dio lugar al movimiento emancipador, formado por José Rizal, partidario de reformas y fundador de la Liga Filipina.

La Pérdida de las Colonias

En 1895 se produjo la insurrección nacionalista que dio lugar a la última guerra cubana. Entre 1895 y 1898 tuvo lugar la guerra entre el ejército y los grupos independentistas nativos, y en 1898 se produjo la intervención directa de Estados Unidos en el conflicto. La guerra hispano-cubana se desarrolló en cuatro fases:

  • La primera, con el inicio de la sublevación y la muerte del líder de la independencia, José Martí.
  • La segunda, fue el momento de mayor avance de las tropas sublevadas, avance que el general Martínez Campos se vio incapaz de frenar.
  • En la tercera, el general Weyler sustituyó a Martínez Campos y se intensificó la interferencia de Estados Unidos en el conflicto.
  • Por último, en la cuarta fase, con el general Blanco desembocó la intervención directa de Estados Unidos.

En cuanto a la guerra hispano-estadounidense de 1898, Estados Unidos tuvo razones de diversa índole para intervenir en el conflicto. Existía una larga tradición que reivindicaba la influencia en el Caribe, la guerra hispano-cubana coincidió con el momento de máxima expansión del imperialismo de Estados Unidos.

Durante la presidencia del demócrata Cleveland, la ayuda a los insurrectos cubanos fue constante a través de la Junta Cubana, o la Liga Cubana. Las reformas introducidas en la isla por el gobierno de Sagasta, no satisficieron las exigencias del nuevo presidente.

La explosión del acorazado estadounidense Maine, anclado en el puerto de La Habana, fue el pretexto para la declaración de la guerra. El embajador de Estados Unidos, Woodford, presentó un plan de compra de la isla que España rechazó. Estados Unidos declaró la guerra a España el 25 de abril de 1898. Aun conscientes de la inferioridad militar, la flota española se enfrentó a la poderosa armada de Estados Unidos. El resultado fueron dos derrotas en Cavite y Santiago de Cuba. Las negociaciones de paz se plasmaron en el Tratado de París, en el que España reconocía la independencia de Cuba, y cedía Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam a Estados Unidos, a cambio de 20 millones de dólares. Pero le fueron impuestas condiciones, España entregó al Imperio Alemán las Islas Carolinas, las Marianas y las Palaos, a cambio de 25 millones de dólares.

Las Consecuencias del Desastre: Crisis de Conciencia y Regeneracionismo

La derrota generó un nuevo espíritu: el “regeneracionismo”, llevado a cabo por intelectuales y políticos, cuyos ejes básicos eran la dignificación de la política, la modernización social y la superación del atraso cultural. Sus defensores fueron Francisco Silvela y Antonio Maura. Se formó en marzo de 1899 un gobierno presidido por Francisco Silvela y con el general Polavieja como ministro de la Guerra. Ambos pretendían regenerar al país sin modificar el sistema restaurador. El fracaso del gobierno, mostraba la incapacidad del sistema para evolucionar. Hubo otro movimiento regeneracionista, el de los intelectuales, protagonizado por personajes como Macías Picavea o Joaquín Costa. También destacó un grupo sobresaliente de escritores, que dio lugar a la llamada Generación del 98. Joaquín Costa con su texto Oligarquía y caciquismo, 1901, cuestionaba la capacidad del pueblo español para progresar y causantes del atraso. Por ello, puso en práctica muchas de sus ideas a través de la Liga Nacional de Productores, donde estableció reformas agrarias que excluían la participación en la reforma de obreros y campesinos, y reducía el protagonismo a “las clases productivas intelectuales”, a lo que se sumó el recelo de los catalanes y vascos. Ello explica la creación en 1901 de la Liga Regionalista de Cataluña. El regeneracionismo dejó de ser un peligro para el sistema restaurador y sus lemas fueron asumidos por los conservadores, los liberales, los republicanos y el propio monarca, Alfonso XIII, que juró la Constitución.

La Oposición a la Restauración

El Carlismo

La derrota militar del carlismo en 1876 cerró una etapa en la historia. Se abrió la vía de la política, en la que se produjo una nueva definición ideológica. Era nombrado representante de don Carlos en España Cándido Nocedal, quien acercó el carlismo al catolicismo intransigente.

Tras la muerte de Alfonso XII y la imposibilidad de restaurar la rama carlista, el movimiento dio un giro que creó tensión, cuyo resultado fue la escisión integrista. El partido integrista se organizó como tal y participó en las elecciones.

El sector propiamente carlista se reestructuró, dando lugar a las Juntas Tradicionalistas, órganos de coordinación y propaganda en las provincias y localidades. En la base social estaban los Círculos Tradicionalistas, verdadero instrumento modernizador del carlismo.

Los Nacionalismos

Destacaron el catalán y el vasco. Los orígenes del nacionalismo catalán se sitúan con la convivencia de un doble sentimiento colectivo: español y catalán. El carácter centralizador de la política liberal chocó con la cultura y la lengua tradicionales de Cataluña, que dio lugar al movimiento de la Renaixença, teniendo un carácter literario y cultural para acabar derivando en político.

Fue con la Restauración cuando el nacionalismo catalán adquirió nuevos rasgos, y la política catalana elaboró dos modelos alternativos de catalanidad: el primer modelo procedía del republicanismo federal catalán, que reclamaba la soberanía para Cataluña. Su principal defensor fue Valentí Almirall. El segundo, de carácter conservador y corporativo, defendía desde posiciones regionalistas hasta un catalanismo católico de base rural.

Con las Bases de Manresa, el catalanismo adquirió un carácter cultural y político con Prat de la Riba, portavoz del nacionalismo burgués, la Liga Regionalista, primer gran partido del nacionalismo catalán. El nacionalismo vasco se basó en el fuerismo, las guerras carlistas y el proceso industrializador. La cuestión foral fue uno de los ejes de confrontación entre el Estado liberal y las provincias vascas. La literatura fuerista, recuperó la tradición antigua y medieval del pueblo vasco a través de obras que idealizaban el mundo rural. Esta literatura fue la base del primer nacionalismo vasco.

Tras la derrota del carlismo, los fueristas se dividieron en euskaros navarros y euskalerriacos vizcaínos, que protagonizaron una campaña en defensa de los fueros. Los primeros defendían la unión vasco-navarra, mientras los segundos evolucionaron al autonomismo. La burguesía industrial optó por apoyar el sistema canovista. La clase obrera también se distanció del nacionalismo.

Los principales líderes procedieron del carlismo. Sabino Arana, máximo líder e ideólogo del nacionalismo vasco, procedía de una familia carlista y fue el núcleo fundacional del Partido Nacionalista Vasco (PNV). Arana reivindicó la raza, la lengua y las costumbres tradicionales con un carácter xenófobo y racista.

El regionalismo gallego se mantuvo en un tono literario y cultural, hasta la creación de la Asociación Regionalista Gallega de Santiago. En el caso valenciano, el paralelismo con la Renaixença permitió la creación de una sociedad cultural dedicada a la recuperación de la lengua propia de los valencianos. En Andalucía, el primer signo fue la Asamblea Federal de Antequera, que llegó a redactar un proyecto de constitución federal para Andalucía.

La Oposición Republicana

El republicanismo español dejó de ser un proyecto único. Hubo cuatro corrientes republicanas que intentaron fusionarse sin éxito: primero, el Partido Posibilista o Republicano Histórico fue el más moderado. Dirigido por Emilio Castelar, su base social estaba formada por las clases medias y la burguesía. Segundo, el sector dirigido por Ruiz Zorrilla y Salmerón optó por el retraimiento electoral, apoyando el triunfo de la república mediante el motín popular o el levantamiento militar. Tercero, la división del sector institucionista, dirigido por Salmerón, dio lugar al Partido Centralista. Por último, el Partido Federal, liderado por Pi i Margall, representaba las aspiraciones populares del Sexenio. De base urbana, sus militantes eran laicistas y anticlericales, partidarios de la descentralización. El papel social del republicanismo fue mayor que su representación parlamentaria, y estaba presente en pueblos y ciudades. Las escuelas laicas, fueron una verdadera alternativa al sistema educativo de la base liberal.

El Movimiento Obrero

Pablo Iglesias fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), como partido de clase que defendía los derechos del proletariado, y fue legalizado en 1881. En 1888, se fundó la Unión General de Trabajadores (UGT), sindicato de orientación socialista que pronto contó con 3000 afiliados. El anarquismo fue la ideología obrera más influyente. Este fue introducido durante el Sexenio por el italiano Giuseppe Fanelli, discípulo de Bakunin, y se centró en la captación de seguidores y la acción terrorista. Finalmente, la organización de la Mano Negra sembró el terror en Andalucía, y Cánovas fue asesinado por un anarquista.