La guerra de las lenguas promete grandes réditos electorales a quienes la promueven, pero el uso partidista de algo tan importante para cualquier ciudadano como el instrumento que le sirve para expresar lo que piensa o lo que siente, es jugar con fuego. El ministro José Ignacio Wert ha encendido la hoguera con el proyecto de ley de mejora de la calidad de la educación. Nadie olvida que en sede parlamentaria expresó su propósito de “españolizar a los escolares catalanes”. Con esa frase proclamaba que la lengua sirve para adoctrinar en un nacionalismo y que eso puede y debe hacerse desde la escuela.
Lengua y Nacionalismo
“Se puede adoctrinar en cualquier lengua”, afirma Albert Branchadell. “La frase de Wert implica una asimilación entre lengua y nación”. Esta asimilación puede darse también, y de hecho se da, en sentido inverso: hay también un discurso catalán que trata de convertir el castellano en una lengua invasora, cosa que tampoco es. En esta dialéctica de nacionalismos enfrentados, el debate está tan politizado que abundan las falsedades y se dan por ciertas premisas que no son tales. Por ejemplo, que los escolares catalanes no conocen bien la lengua de Cervantes. “El habla es una expresión de sistemas ideológicos y cuando se hace un uso partidista, surgen problemas”. La paridad de ambas lenguas en la escuela no garantiza el bilingüismo.
Modelos Lingüísticos: España vs. Canadá
En España hemos optado por un modelo territorial como el de Bélgica, en que cada lengua tiene su espacio. En nuestro caso, se reconoció el bilingüismo de algunas comunidades, pero se mantuvo intacto el monolingüismo de otras. De manera que las lenguas de un territorio no son visibles en el resto y eso hace que una parte de la población pueda ignorar que España es una realidad multilingüe. Eso provoca un desequilibrio en el prestigio de esas lenguas y tensiones innecesarias con el castellano. Los expertos consultados creen que hubiera sido mejor aplicar un modelo como el vigente en Canadá, donde las lenguas que conviven son oficiales en todo el territorio, aunque no se exige su conocimiento a todos los ciudadanos. Pero, ¿cómo se protege una lengua? Uno de los factores clave para recuperar y mantener con vitalidad una lengua es que su uso no se circunscriba a la familia, al hogar, sino que esté normalizada en todos los ámbitos, incluidos los de prestigio. Todas las políticas lingüísticas han buscado evitar la diglosia, situación en la que una de las lenguas se considera culta y goza de privilegios sociales, mientras la otra tiene un uso limitado y carece de prestigio, de modo que se asocia a falta de cultura, y puede incluso llegar a avergonzar a sus hablantes. El uso partidista de un instrumento de convivencia como la lengua, es jugar con fuego.
La Inmersión Lingüística en Cataluña
En la batalla por la supervivencia están el catalán, el gallego y el vasco. Y en todos los casos, el sistema educativo es un instrumento esencial. Cataluña es la única región con un modelo de inmersión total, que ha alcanzado plenamente el objetivo de cohesión social, y eso nadie lo discute. A pesar de todo, la radiografía lingüística todavía muestra un claro predominio de la lengua de El Quijote sobre la de Tirant lo Blanc. Si el objetivo es el bilingüismo efectivo, no está tan cerca como parece. Hay un gran equívoco sobre esta cuestión. La premisa de que el bilingüismo en el aprendizaje garantiza al final el equilibrio entre las dos lenguas no es cierta. La diferente posición de partida en la vida social y en los medios de comunicación hará que la lengua más fuerte, en este caso el castellano, se imponga a costa del retroceso de la más débil. Esto perjudica especialmente a las clases más bajas, que no tienen otros instrumentos que la escuela pública para formarse porque, si al acabar el colegio no son competentes en ambas lenguas, tendrán menos oportunidades de trabajo. Y si son hijos de inmigrantes, esto supondrá que tendrán que ocupar las mismas posiciones subordinadas en el mercado de trabajo que ocuparon sus progenitores recién llegados. ¿Quién puede discutir los resultados de la inmersión? Si se hubiera explicado bien, la inmersión en una lengua sería aceptada, porque garantiza el dominio de las dos lenguas, aporta recursos adicionales para los hablantes, favorece la cohesión y es más efectivo en la protección de la lengua minorizada. Si no tuviera ventajas, tendría contestación social, y también científica.
El Impacto Político del Debate Lingüístico
La oposición ha arreciado en los últimos años por la insistente campaña de los medios nacionalistas españoles con presencia política y mediática en Madrid. En los tiempos en que Aznar hablaba ‘catalán en la intimidad’ no se cuestionaba la política de inmersión. Ni siquiera cuando el PP obtuvo la mayoría absoluta en la siguiente legislatura. Ha sido después, al irrumpir en la escena política partidos que han hecho del nacionalismo español y de la defensa del castellano su caballo de batalla. Ahora el PP ha descubierto que la guerra de la lengua le da réditos electorales fuera de Cataluña”.
Y ahí estamos, en un nudo que costará deshacer.