Desarrollo y Consecuencias de la Guerra de Ultramar (1895-1898)
La Guerra en Cuba y Filipinas
En 1895, una nueva insurrección estalló en Cuba, a la que pronto se sumó la rebelión de las Islas Filipinas. Este conflicto tuvo varias causas profundas:
- Desigualdad política: Marcada diferencia entre los derechos de los españoles peninsulares y los cubanos.
- Proteccionismo económico: La metrópoli imponía barreras que impedían el desarrollo de la economía cubana.
- Esclavitud: Aunque abolida en 1888, su persistencia hasta esa fecha generó gran descontento.
La guerra de Cuba de 1895 no fue un evento aislado. En 1868, ya había estallado una revolución que duró hasta 1878. Esta primera guerra, conocida como la Guerra de los Diez Años, contó con el apoyo de Estados Unidos. Finalizó con la Paz de Zanjón, negociada por el general Martínez Campos, quien prometió a los rebeldes una amplia autonomía y reformas. Sin embargo, el retraso en el cumplimiento de estas promesas provocó un nuevo conflicto: la Guerra Chiquita (1879-1880), que fue sofocada por la superioridad del ejército español.
El Grito de Baire, el 24 de febrero de 1895, marcó el inicio de un levantamiento generalizado liderado por figuras clave como José Martí (fundador del Partido Revolucionario Cubano), Máximo Gómez y Antonio Maceo. La independencia de Cuba se logró finalmente gracias a una serie de factores, entre los que destaca la intervención de Estados Unidos. Este país, interesado en la isla por su producción de azúcar y tabaco, había intentado comprarla en varias ocasiones, ofertas que España siempre rechazó.
La explosión del acorazado estadounidense Maine en La Habana, en abril de 1898, proporcionó el pretexto para la intervención. Estados Unidos culpó a España y envió un ultimátum exigiendo su retirada de Cuba. El gobierno español negó cualquier implicación y rechazó el ultimátum, dando inicio a la Guerra Hispano-Estadounidense.
Las fuerzas españolas fueron derrotadas en la batalla de Santiago de Cuba. En diciembre de 1898, España firmó la Paz de París, comprometiéndose a abandonar Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Estas islas pasaron a ser protectorados estadounidenses. Cuba alcanzó su independencia, aunque quedó bajo la influencia de Estados Unidos.
La Insurrección en Filipinas
En las Islas Filipinas, las ideas liberales habían arraigado desde 1854. Un primer movimiento separatista, liderado por José Cuesta, fue rápidamente sofocado. Sin embargo, a medida que avanzaba el siglo, las tendencias emancipadoras crecieron bajo la dirección de José Rizal y la organización Katipunan (Liga Filipina, 1892). Rizal, considerado un héroe de la independencia filipina, fue hecho prisionero y fusilado en 1896.
La lucha continuó bajo el mando de Emilio Aguinaldo hasta que el Tratado de París puso fin a la dominación española. Tras la intervención estadounidense y la derrota española en la batalla de Cavite, las islas pasaron a estar bajo soberanía estadounidense. Esta situación provocó una nueva lucha armada, liderada por el propio Aguinaldo, quien fue capturado en 1901.
Consecuencias del Desastre del 98
Crisis Política y Moral
El Desastre del 98 se convirtió en el símbolo de la primera gran crisis del sistema político de la Restauración. Aunque el turnismo político continuó, la crisis fue principalmente moral e ideológica. La pérdida de las colonias reveló una nación percibida como decadente, con un ejército ineficaz y un sistema político corrupto. El impacto psicológico fue profundo.
El Regeneracionismo
Ante la crisis, surgió el Regeneracionismo, un movimiento que buscaba la renovación de la vida política y social del país. Su mayor exponente fue Joaquín Costa. La Institución Libre de Enseñanza, influida por el krausismo (sistema filosófico que promovía la conciliación entre teísmo y panteísmo, la laicidad y la libertad de conciencia), también jugó un papel importante en la promoción de estas ideas.
La Generación del 98
Un grupo de literatos y pensadores, conocidos como la Generación del 98, analizaron el “problema de España” desde una perspectiva crítica y pesimista. Entre sus miembros más destacados se encontraban Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Azorín y Antonio Machado.
Impacto en el Ejército
La derrota militar tuvo consecuencias significativas para el ejército. Una parte de la opinión pública lo acusó de ser responsable del desastre, generando un sentimiento antimilitarista. Sin embargo, dentro del ejército, muchos atribuyeron la derrota a la corrupción e ineficacia de los políticos. Esto llevó a un creciente sentimiento entre los militares de que debían tener una mayor presencia en la vida política del país. Este sentimiento culminó en el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923, que instauró una dictadura de siete años, y en el golpe de Estado del general Franco en 1936, que desencadenó la Guerra Civil y una dictadura militar de casi 40 años.
Aunque el Desastre del 98 marcó el principio del fin del sistema de la Restauración tal como lo había diseñado Cánovas, la política reformista de tono regeneracionista no implementó las profundas reformas que se esperaban. El sistema continuó funcionando con cambios mínimos, lo que eventualmente condujo a una mayor inestabilidad política y social.