El Carlismo, Partidos Políticos y el Reinado de Isabel II: Un Análisis Histórico

1. El Carlismo

Como opción dinástica, el movimiento carlista apoyaba las pretensiones al trono del hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro. También defendía el mantenimiento del Antiguo Régimen, en abierta oposición a la modernidad identificada con la revolución liberal. Bajo el lema de “Dios, Patria, Rey y Fueros” constituye una ideología reaccionaria caracterizada por:

  • La defensa de los fueros vascos y navarros (que peligraban si se imponía el liberalismo, dado que éste tiende a la unificación legislativa).
  • El tradicionalismo (rechazo de la “modernidad”, entendida como degeneración y pérdida de la identidad propia y de las costumbres).
  • El ruralismo (exaltación de la vida campesina frente al proceso creciente de urbanización, por la deshumanización que ésta comporta).
  • La intransigencia religiosa (pretendía mantener los privilegios del clero así como restablecer la Inquisición).

En cuanto a su ámbito geográfico, arraigó sobre todo en zonas rurales de las Vascongadas, Navarra, Aragón, la Cataluña interior y el Maestrazgo. Los escándalos personales y financieros constantes de la regente María Cristina (esposa de Fernando VII) produjeron un aumento de simpatías hacia la causa de su cuñado Carlos, cuya conducta privada era intachable. El movimiento carlista desencadenó tres conflictos armados (dos durante el reinado de Isabel II). La Primera Guerra Carlista (1833-1840) fue una guerra civil con trascendencia internacional. Las principales potencias absolutistas (Rusia, Austria y Prusia) apoyaron a Carlos mientras que los países de régimen liberal (Francia, Portugal e Inglaterra) ayudaron a Isabel. De los choques iniciales salieron vencedores los carlistas, gracias a la eficacia de su general en jefe Zumalacárregui. Otra razón fue la lentitud e indecisión de la regente María Cristina en el envío de tropas a las zonas sublevadas, puesto que hasta el último momento esperó lograr un acuerdo que evitase la guerra. Después de la muerte de Zumalacárregui en el asedio de Bilbao (1835), el conflicto se decantó hacia el bando liberal a partir de la victoria del general Espartero en Luchana (1836). La constatación de la debilidad del carlismo propició a su vez divisiones internas entre los transaccionistas (encabezados por el general Maroto), partidarios de alcanzar un acuerdo con los liberales, y los intransigentes (el general Cabrera) más cercanos a don Carlos, defensores de continuar la guerra. Finalmente, el general Maroto, acordó la firma del Convenio o abrazo de Vergara (1839) con el general Espartero. Los carlistas aceptaban a Isabel II como reina, a cambio los isabelinos se comprometían a respetar los fueros vascos y navarros y permitían la incorporación de los militares carlistas en el ejército español con plenos derechos. Sólo algunas partidas continuaron resistiendo hasta su derrota definitiva en 1840.

2. La Aparición de los Primeros Partidos Políticos

En el proceso de construcción del Estado liberal una pieza clave fueron los primeros partidos políticos.

  • Partido Moderado: Se apoyaba en los grandes terratenientes, la alta burguesía, nobleza, alto clero, intelectuales conservadores, altos mandos militares. Asentó un liberalismo conservador que defiende los poderes del rey, el centralismo político, un sufragio censitario muy restringido, defensa de la Iglesia Católica o la restricción de los derechos ciudadanos. La constitución de 1845 es el documento que mejor refleja esta ideología. Sus líderes fueron Martínez de la Rosa, Bravo Murillo y, sobre todo, el general Narváez.
  • Partido Progresista: Tenía su base social en las “clases medias”. Defendían la soberanía nacional y el predominio de las Cortes. Era partidarios de robustecer los poderes locales (Ayuntamientos libremente elegidos, Milicia Nacional…). Mantenían el sufragio censitario, pero ampliando el cuerpo electoral; la ampliación de los derechos de los ciudadanos, recorte del poder del monarca; la libertad de cultos. La constitución non nata de 1856 es el texto progresista por excelencia. Destacados progresistas fueron Mendizábal, Calatrava, Madoz y el general Espartero.
  • Partido Demócrata: Surgió como una escisión de los progresistas en 1849. Defendían el sufragio universal, la ampliación de las libertades públicas, la intervención del Estado en la enseñanza, la asistencia social y la fiscalidad para paliar las diferencias sociales y garantizar la igualdad entre los ciudadanos.
  • Unión Liberal: Surgió en 1854 como escisión de los moderados y atrajo a su seno a los grupos más conservadores del progresismo. De tendencia de centro-derecha, tuvo un gran protagonismo en los gobiernos de la etapa final de Isabel II; su líder fue el general O´Donnell.

Los Carlistas desean la vuelta al Antiguo Régimen. Defienden el foralismo y los derechos tradicionales de la Iglesia.

El Reinado Personal de Isabel II (1843-1868)

En el otoño de 1843, Isabel II, con 13 años de edad, fue proclamada mayor de edad para evitar una nueva regencia. Los veinticinco años de su reinado estuvieron marcados por las agitaciones sociales, los escándalos en la corte y la inestabilidad de los más de 50 gobiernos que se sucedieron.

La Década Moderada (1844-1854)

El régimen político dio un giro notable hacia posiciones conservadoras, que quedaron fijadas en la Constitución de 1845. La estructura el Estado y la sociedad fue conforme a los criterios políticos de los moderados: consolida la hegemonía de la oligarquía agraria y financiera. Otras leyes fueron:

  • La “Ley de imprenta” restringió la libertad de publicar y estableció la censura.
  • Fundación de la Guardia Civil (1844), policía rural para la defensa de la ley y el orden.
  • El Concordato de 1851 firmado por Bravo Murillo, restableció las relaciones con la Santa Sede.

El Bienio Progresista (1854-1856)

A la década moderada puso fin un nuevo golpe de estado, en este caso iniciado por O’Donnell en Vicálvaro 1854 (por eso también se le conoce como Vicalvarada). El pronunciamiento fracasó, pero los rebeldes se reagruparon y publicaron una proclama: el “Manifiesto de Manzanares”; que, redactado por Cánovas del Castillo, prometía una serie de cambios, como bajada de impuestos, reforma de la ley electoral o convocatoria de nuevas cortes constituyentes. Esta situación obligó a la reina a dar el gobierno al popular Espartero, mientras que O’Donnell ocupó el Ministerio de Guerra. Se trataba de una coalición progresista-moderada que inició un importante programa de reformas, con medidas como la Ley de Desamortización de Madoz (1855) y las leyes de Ferrocarriles (1855) y de Sociedades Bancarias y Crediticias (1856), que pretendían impulsar el desarrollo económico. En 1856 se elaboró una Constitución conocida como la “non nata” porque no llegó a entrar en vigor. Las malas cosechas, una epidemia de cólera, protestas diversas y su represión, provocaron la dimisión de Espartero, quedando el gobierno para O’Donnell.

Gobierno Centrista de la Unión Liberal (1856-1863)

Cuyo rasgo más sobresaliente fue la activa política exterior con que O´Donnell pretendió devolver a España el prestigio internacional que había perdido. Para ello embarcó al país en una serie de intervenciones militares de escaso interés, pobres resultados y cuantiosas pérdidas económicas y humanas (la expedición a Cochinchina o la guerra contra Marruecos, entre otras). Se vuelve al régimen moderado. Los principales hitos fueron:

  • Impulso al desarrollo económico.
  • Un nuevo sistema educativo “Ley Moyano” (1857), que establece el principio de la secularización y del control y monopolio de la enseñanza por el Estado.

Los levantamientos campesinos, los problemas internos del partido y el fracaso del programa conciliador provocan la caída de O’Donnell.

Los Años Finales: La Deriva Autoritari (1863-68)

Se suceden varios gobiernos, de tendencia cada vez más conservadora y autoritaria (vuelta de Narváez). La oposición al régimen se acentúa. Hay que destacar la crisis económica, el aumento de la corrupción y el progresivo desprestigio de la reina, sobre todo por su conducta privada y su continua injerencia en los asuntos de gobierno. Finalmente la firma del Pacto de Ostende (agosto de 1866) reúne a progresistas, demócratas y republicanos y tras la muerte de O’Donnell, también a los unionistas. Su objetivo era destronar a Isabel II y convocar unas Cortes Constituyentes. El 19 de septiembre de 1868, el brigadier Topete en la bahía de Cádiz, al grito de “Viva España con honra” se sublevaba contra el gobierno de Isabel II. El general Prim fue sublevando ciudades andaluzas y luego de toda España. Las tropas fieles a la reina fueron derrotadas en Alcolea (Córdoba) e Isabel II se exilió en Francia.

El Proceso Constitucional

A continuación paso a explicar el proceso constitucional isabelino.

  • Estatuto Real de 1834: Obra de Martínez de la Rosa, representaba un compromiso entre absolutismo y liberalismo. No era propiamente una constitución, sino una carta otorgada. Pretendía aceptar algunos derechos y libertades políticas, pero sin aceptar el principio de soberanía nacional ni la separación de poderes. Ejemplificaba un tipo de liberalismo censitario partidario de limitar el poder absoluto pero sólo por parte de unas Cortes que representaran a las clases acomodadas, marginando a la inmensa mayoría de la población.
  • Constitución de 1837: Confería a la corona el poder moderador en la política, siguiendo de este modo una premisa del liberalismo moderado. Proclamaba el principio de soberanía nacional, recogía una amplia declaración de derechos de los ciudadanos (libertad de prensa, de opinión, de asociación, etc.) así como la división de poderes y la ausencia de confesionalidad católica en el Estado. El sistema electoral seguiría siendo censitario aunque un poco más amplio que con el Estatuto.
  • Constitución de 1845: Anuló los aspectos más progresistas de la Constitución de 1837: sustituyó la soberanía nacional por la soberanía conjunta del rey y las Cortes, se aumentaron los poderes del rey, etc. En cuanto al censo electoral, se restringió aún más (no llegaba al 1% de la población total). Las Cortes serán bicamerales, con un Congreso elegido por sufragio censitario muy restringido y un Senado de miembros vitalicios nombrados por la corona entre las altas jerarquías de la nobleza, la Iglesia, el ejército, la Administración y poseedores de grandes fortunas. Una declaración de derechos muy restringida, que remite sus limitaciones a leyes posteriores. La religión católica sería la única, con el compromiso del Estado de mantener el culto y el clero. Ayuntamientos y Diputaciones sometidos a la Administración central, con alcaldes y presidentes elegidos por el Rey. Supresión de la Milicia Nacional. En conclusión, el texto de 1845 estableció el modelo de Constitución conservadora y consolidó el poder de los moderados.
  • Constitución de 1856: Se elaboró durante el Bienio Progresista (1854-1856), pero no llegó a ser promulgada.