El Barroco Español: Virtuosismo y Desengaño en el Siglo XVII

La Literatura del Siglo XVII: Poesía y Prosa

El Barroco: Concepto Artístico y su Aplicación a la Literatura

La palabra “barroco” se utilizó por primera vez en la historia del arte para referirse a la arquitectura que se apartaba de las normas clásicas y mostraba una exageración ornamental. Este estilo surgió en la época de la Contrarreforma, principalmente en Italia, España y Alemania.

El término adquirió el significado de “irregular” y se asoció con lo imperfecto y desequilibrado, en oposición al modelo clásico.

El Barroco, como estética, se relaciona con una sociedad aristocrática, feudal y rural, predominante en países del sur como Italia y España. Se caracteriza por un mayor subjetivismo del artista en su interpretación del mundo.

Este estilo, de gran aportación espiritual, se desarrolló en Europa durante el siglo XVII. Es el resultado de una crisis espiritual y moral que se desencadenó tras la pérdida de los valores renacentistas. Los grandes conflictos en Europa, acentuados por la Reforma Protestante, disgregaron la cosmovisión renacentista, sumiendo al hombre en una profunda angustia existencial entre el infinito y la nada.

El contraste entre lo divino y lo mundano refleja la crisis que se inició en el Renacimiento. El Barroco surge del esfuerzo por encontrar una nueva síntesis entre lo real, lo empírico y lo espiritual, dentro de un contexto religioso que inquieta al hombre.

Las escenas sangrientas abundan en el Barroco. Las tensiones humanas se expresan mediante antinomias: espíritu y carne, goce espiritual y corporal. El elemento religioso también cobra gran importancia.

En el arte, el Barroco reacciona con un mundo suntuoso, de gloria y magnífico aparato, con una clara inclinación a la ornamentación.

En la literatura, el Barroco presenta personajes complejos y contradictorios. La poética barroca busca sorprender, maravillar y generar extrañeza en el lector. La metáfora, célula de esta poética, posee una expresividad misteriosa que transfigura el mundo exterior de los sentidos. Esta poesía, difícil y oscura, se dirige a una minoría, pero su valor es incalculable.

La dualidad y el choque de contrarios son elementos clave en la poesía barroca:

  • Métrica: Arte mayor/arte menor.
  • Tono: Popular/culto.
  • Temática: Grave/burlesca; trascendente/intrascendente; sublime/grotesco.

La continua confrontación de opuestos (realidad y sueño, belleza y fealdad, luz y sombra) refleja la tendencia barroca a unir los contrarios. Predomina el ingenio artístico sobre la naturaleza.

Conceptismo y Culteranismo

Culteranismo: Apela a los sentidos a través de los elementos materiales del significante. Expresa la pasión humana como un impulso hacia el exterior. Se centra en un lenguaje deslumbrante y extraño, con neologismos, cultismos y recursos formales (metáforas atrevidas, imágenes, hipérbatos, hipérboles, adjetivación abundante, paronomasias). Su objetivo es excitar los sentidos con un lenguaje colorista y musical.

Conceptismo: Apela a la inteligencia a través de los elementos materiales del significado. Se caracteriza por la reconcentración de las fuerzas opuestas del hombre hacia su interior. Se basa en el concepto, el contenido abstracto y polisémico, la asociación de ideas, la doble lectura, la agudeza y el ingenio.

Su lenguaje conciso en la forma, pero cargado de ideas, utiliza recursos como la antítesis, la ironía, la paradoja, el juego de palabras y los retruécanos.

Aunque el culteranismo y el conceptismo se presentan como dos tendencias distintas dentro del Barroco, no son tan opuestas como parecen. Ambas dificultan la comprensión del mensaje y recargan el lenguaje, una en la forma (culteranismo) y la otra en las ideas (conceptismo). Exigen un lector culto que encuentre el placer estético en la abstracción intelectual.

Sus máximos representantes son: Góngora (culteranismo) y Quevedo y Gracián (conceptismo).

El siglo XVII, junto con el XVI, se considera el Siglo de Oro de la literatura española por sus grandes genios literarios y artísticos. Convencionalmente, se considera que el Barroco concluye con la muerte de Calderón de la Barca.

Tres grandes poetas de este siglo fueron Góngora, Quevedo y Lope de Vega, quien también destacó como dramaturgo.

La Poesía Barroca: Métrica y Temas

Los Tres Grandes Maestros del Siglo XVII: Góngora, Quevedo y Lope de Vega
Góngora

La huella de Góngora:

Góngora ejerció una gran influencia en la literatura española de su época y parte del siglo XVIII, creando un ambiente literario propio. Su influencia se extendió incluso a sus detractores.

El gongorismo o culteranismo (término peyorativo) tuvo consecuencias desastrosas en la literatura posterior. Después de la poesía “límite” de Góngora, no hubo continuadores. El culteranismo posterior, aunque se extendió a todos los géneros, cayó en la afectación vacía.

En el lenguaje, su huella es innegable. A pesar de las burlas de Quevedo hacia las “ridículas novedades” léxicas de Góngora, la mayoría de esos vocablos forman parte del léxico común actual.

Gracias a Góngora, el idioma español se enriqueció considerablemente. Su léxico compensó la falta de originalidad de muchos escritores del siglo XVII. La lengua literaria se saturó de cultismos, y cuando en el siglo XVIII el gusto volvió a la sencillez, el milagro ya se había producido: la lengua vulgar había asimilado muchas palabras del torrente erudito.

Gerardo Diego, en su Antología poética en honor a Góngora, afirma que sin Góngora, el hastío de los tópicos renacentistas habría llevado a la poesía a una decadencia irremediable. “En otros países faltó un ángel, un Lucifer como nuestro Príncipe. En España, existió Góngora.”

Quevedo (Lírica y Obra en Prosa)

Francisco de Quevedo: Perfil Humano (1580-1645):

Pocas figuras tan complejas, ricas en matices y contradicciones como la de Quevedo. Pocos hombres tan discutidos como él, tanto como escritor como en su vida pública.

Francisco de Quevedo y Villegas nació en Madrid en 1580. Su padre fue secretario de la princesa María, hija de Carlos V, y su madre, dama de la reina. Tras la muerte de su padre, su madre entró al servicio de la Infanta Isabel Clara Eugenia. Quevedo creció en palacio, familiarizándose con la vida cortesana. Estudió varias lenguas, Arte y Teología. Cuando la corte se trasladó a Valladolid, Quevedo trabajó en palacio. En ese ambiente literario, pronto se dio a conocer como poeta. Trabó amistad con numerosos humanistas y escritores, incluyendo a Cervantes, y comenzó su enemistad con Góngora.

En 1606, de regreso en Madrid con la Corte, inició un período de gran actividad literaria. Sus obras se incluían en todas las colecciones.

Durante su estancia en Madrid, protagonizó incidentes y pleitos que le granjearon enemistades: con el maestro de armas Luis Pacheco de Narváez, tras matar a un caballero que abofeteó a una dama; y por la Torre de Juan de Abad, que finalmente compró.

En 1610, el duque de Osuna, virrey de Sicilia y amigo de Quevedo, lo invitó a acompañarlo. Comenzó así la etapa política del escritor. Fue el brazo derecho del duque e intervino en la política italiana. Con Felipe IV, Osuna fue perseguido y encarcelado, y Quevedo desterrado a la Torre. Tras la muerte de Osuna en prisión, Quevedo lo defendió y le dedicó cinco sonetos.

Quevedo buscó la amistad del Conde Duque de Olivares, nuevo favorito del rey, logrando liberarse del destierro. Intentó complacer al Conde Duque y defender su política económica. En 1632, fue nombrado secretario del rey. En 1636, aún mantenía una buena relación con el favorito y el rey.

En 1639, su situación cambió repentinamente. Fue detenido en Madrid y encarcelado en el convento de San Marcos de León, donde su salud se deterioró durante casi cinco años de prisión.

Se dice que el rey encontró un “memorial” en su contra y lo atribuyó a Quevedo. Este había escrito sátiras contra la política del Conde Duque y del Rey, criticando el desgobierno del país. Sus críticas se volvieron incómodas, y el “memorial” colmó la paciencia del rey. Quevedo alegó haber sido acusado falsamente, pero aunque el “memorial” quizá no fuera suyo, fue condenado por escritos similares.

Quevedo no salió de prisión hasta la caída del Conde Duque de Olivares. Murió en Villanueva de los Infantes en 1645, un año después de salir enfermo de San Marcos.

Quevedo, antifeminista, permaneció soltero por mucho tiempo. Tuvo hijos con una mujer con la que convivió. A los 54 años se casó, pero se separó dos años después.

El Estilo de Quevedo:

Quevedo poseía una vasta cultura. Dominaba diversas ciencias, hablaba francés, italiano y portugués, además de latín, griego y hebreo. Era un lector constante.

Escribió sobre diversos temas: prosa, poesía desvergonzada, chistes soeces, obras serias y elevadas, obras moralistas y poéticas.

Fue el gran satírico de la decadencia española, un hombre con profundos resentimientos. Su obra y vida personal están llenas de agresividad, audacia, ironía, resentimiento, escepticismo y desengaño.

Quevedo retuerce y estiliza las ideas, acumula ingeniosidades macabras y grotescas, deforma rasgos, crea caricaturas y se mueve en la hipérbole. Sus figuras no son personajes, sino muñecos desarticulados, alegorías y abstracciones. Crea un mundo cerebral, literario y deshumanizado.

Su cojera y miopía, lejos de ser ocultadas, se convirtieron en instrumentos agresivos. Tras su violencia, audacia y habilidad con la espada, se escondía un temperamento sensible y tímido.

Lope de Vega (Obra Lírica)

Simbiosis Vida-Literatura en Lope de Vega:

Llamado el “Fénix de los Ingenios”, Lope de Vega (1562-1635) fue un hombre vitalista y apasionado, que representó las contradicciones de su época. Cervantes lo llamó “monstruo de la naturaleza”.

Su obra refleja su vida azarosa. Nació y murió en Madrid. Estudió en Alcalá y Salamanca. Se casó con Isabel de Urbina. Participó en la Armada Invencible. Vivió en Valencia. Su fama como poeta y dramaturgo era considerable. Tras la muerte de su esposa, se casó con Juana de Guardo. Tuvo numerosas aventuras amorosas, reflejadas en su obra con nombres ficticios: Elena Osorio (Filis), Micaela de Luján (Camila Lucinda) y Marta de Nevares (Amarilis).

Tras enviudar por segunda vez y perder un hijo, sufrió una crisis espiritual y se ordenó sacerdote.

Su personalidad contradictoria lo llevó a conflictos entre el fervor religioso y el amor pasional. En sus últimos años, tuvo otra amante, Marta de Nevares.

Su vida escandalosa no impidió la admiración del pueblo, demostrada en su multitudinario entierro.

Su lírica es una confesión de sus estados de ánimo, mostrando la estrecha relación entre su vida y su obra.

Caracteres Generales de la Lírica de Lope:

La obra más valorada de Lope, tanto por sus contemporáneos como por la posteridad, fue su obra dramática.

Como poeta lírico, ocupa un lugar destacado. Su obra está llena de lirismo: sonetos, canciones, romances, dentro y fuera de su obra dramática. Aunque muchas obras líricas se reunieron en libros, es imposible cuantificar su producción lírica.

Lope volcaba su intimidad y aventuras en sus versos. Su principal cualidad lírica es su desbordante humanidad y su presencia apasionada. Su vida (amores, cotidianidad, arrepentimientos) irrumpe en su arte. Solo un temperamento como el suyo podía lograr esto en el siglo XVII. Esta característica no se repite hasta el Romanticismo.

Su vida sentimental se puede rastrear a través de sus versos, un ejemplo único de simbiosis entre vida y literatura.

Dámaso Alonso señalaba que junto al Lope humano y apasionado, existían otros “Lopes”: un Lope petrarquista, con recursos renacentistas; un Lope que, pese a su rechazo a Góngora, lo imitaba; y un Lope filosófico. Todos estos “Lopes” se entrecruzan, y nada escapaba a su conocimiento poético.

Lope reunió su poesía en varios libros. Dos años después de su muerte, se publicó La Vega del Parnaso, un volumen preparado por sus allegados. Sin embargo, Lope apenas cultivó la lírica como género independiente. Su lírica se extiende por toda su producción. Muchos poemas de sus colecciones líricas proceden de sus comedias, rescatados del olvido para darles vida propia.