El Barroco en Europa: Arquitectura, Urbanismo y Expresión del Poder

El Barroco: Arte y Poder en el Siglo XVII Europeo

El siglo XVII en Europa fue una época de crisis económica, social y religiosa, marcada por guerras, epidemias y la consolidación de la división entre católicos y protestantes. En este contexto surge el **Barroco**, un arte nacido en Italia que se expandió por Europa como expresión de la crisis y la Contrarreforma.

El Barroco transformó las grandes capitales en escenarios de poder y propaganda, destacando Roma, como centro de la Iglesia, y Versalles, símbolo de la monarquía francesa. El urbanismo exaltó el prestigio de estas instituciones con espacios monumentales, templos de fachadas impactantes y majestuosos palacios. Las ciudades se reorganizaron con calles anchas y rectas que guiaban al caminante de un centro simbólico a otro. Un ejemplo de esta remodelación fue la llevada a cabo en Roma por Sixto V y su arquitecto Carlo Fontana.

En arquitectura, se retomó la planta de cruz latina y la elíptica, combinación de planta circular y longitudinal, rechazando la centralizada por su carácter pagano. Aunque se mantuvieron elementos clásicos, se modificaron con curvas, avances y retrocesos para crear tensión y movimiento. Se enfatizó el impacto visual con excesiva decoración y fachadas escenográficas.

Barroco Italiano

La iglesia del Gesù fue un modelo barroco, combinando un esquema longitudinal para la congregación de fieles con una cúpula centralizada, destacando el espacio más importante.

Carlo Maderno (1556-1629) transformó la Basílica de San Pedro, cambiando la planta centralizada de cruz griega por la cruz latina. Prolongó el brazo occidental y construyó la monumental fachada de dos cuerpos, el inferior con orden gigante de pilastras y columnas corintias y un ático no muy elevado.

Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) destacó por su grandiosidad, como en el Baldaquino de San Pedro (1624-1632), realizado en bronce dorado sobre columnas salomónicas con capiteles corintios, simbolizando la autoridad papal y la tumba de San Pedro.

Entre 1657 y 1677 construyó la Plaza de San Pedro del Vaticano en Roma.

Francesco Borromini (1599-1667) fue otro gran arquitecto. Nacido en Milán, trabajó en Roma. Su relación conflictiva con Bernini le hizo perder encargos del Vaticano, por lo que empezó a trabajar para órdenes religiosas con presupuestos limitados. Estéticamente, a diferencia de Bernini, Borromini rompió con la tradición clásica, jugando con la arquitectura al modelar muros con curvas y contracurvas, inventar nuevos elementos y crear efectos sorprendentes con la luz y el movimiento. Construyó San Carlo alle quattro fontane (1635-1667) en Roma.

Entre las obras de Borromini destacan San Ivo de la Sapienza, con una planta estrellada que se prolonga a la cúpula, fachada cóncava, linterna con dobles columnas y entrantes cóncavos y cuerpo en espiral rematando.

También la iglesia de Santa Inés, donde diseñó una fachada cóncava que resalta la cúpula.

Clasicismo Francés

Más contenido y equilibrado que el barroco italiano, se caracteriza por construcciones civiles encargadas por la nobleza y la monarquía, como palacios, mansiones campestres (*Châteaux*) y casas en la ciudad (*hôtels*). La obra más destacada es la fachada del Palacio del Louvre en París, diseñada por Louis Le Vau, Charles Le Brun y Claude Perrault. El diseño presenta un cuerpo central que recuerda a un templo romano, con la planta baja en forma de podio y columnas corintias que elevan el edificio. Luis XIV amplió el palacio de Versalles, y tras su muerte, Jules Hardouin-Mansart añadió alas para la Casa Real. La fachada es clásica, dividida en tres pisos, y la Galería de los Espejos se utilizaba para grandes recepciones. Los jardines, diseñados por Le Nôtre, se extienden en geometría estricta siguiendo el modelo de los manieristas italianos.

Arquitectura Española

La arquitectura española de la época se vio marcada por dificultades económicas, lo que llevó a la ampliación de obras existentes más que a la creación de nuevas grandes construcciones, añadiendo fachadas, torres, acristías… Se usaron materiales pobres, a menudo cubiertos con pinturas o decoraciones. Las primeras obras, influenciadas por El Escorial, presentaban líneas sobrias, muros planos y decoración austera, como la iglesia de la Encarnación en Madrid y la Plaza Mayor de Juan Gómez de Mora. En la segunda mitad del siglo, el barroco italiano influyó en el abandono de la austeridad a favor de formas más decorativas y curvilíneas, como en la fachada de la Catedral de Granada, diseñada por Alonso Cano, que presenta una ornamentación rica y un juego de volúmenes contrastantes.

También destaca la fachada (imafronte) de la catedral de Murcia (1737-1754), diseñada por Jaime Bort.