El Auge del Nacionalismo: Revoluciones Liberales y la Formación de los Estados Nacionales en el Siglo XIX

El Congreso de Viena y la Restauración

El Congreso de Viena (1814-1815) reunió a las grandes potencias europeas bajo el patrocinio del canciller austriaco Klemens von Metternich. Su objetivo fundamental era restaurar el orden anterior a la Revolución Francesa, rechazando los principios de soberanía nacional y constitucionalismo que esta había impulsado.

En este contexto, surge la Santa Alianza, formada por Prusia, Rusia y Austria. Estos países se arrogaban el derecho de intervenir en otros estados europeos amenazados por la revolución liberal, buscando sofocar cualquier intento de cambio político que pusiera en peligro el orden establecido.

Las Revoluciones Liberales (1820-1830)

Durante la Restauración, los ideales liberales, aunque reprimidos, no desaparecieron. Los liberales se organizaron en sociedades secretas, siendo la masonería una de las más importantes. Estas sociedades, formadas por comerciantes, estudiantes, intelectuales y profesionales liberales, se consideraban herederas de la Ilustración y buscaban la instauración de gobiernos constitucionales y la defensa de los derechos individuales.

Oleada Revolucionaria de 1820

Entre 1820 y 1830, una oleada revolucionaria recorrió Europa. El triunfo de las revoluciones liberales en España, Portugal, Nápoles y Piamonte abrió un periodo de esperanza para los liberales. Sin embargo, la intervención de la Santa Alianza en España, restaurando el absolutismo de Fernando VII, evidenció la fragilidad de estos primeros logros.

Oleada Revolucionaria de 1830

Una segunda oleada revolucionaria, iniciada en Francia en 1830, tuvo mayor éxito. La Revolución de Julio en Francia llevó a la instauración de una monarquía constitucional bajo Luis Felipe de Orleans, lo que a su vez provocó la independencia de Bélgica del Reino Unido de los Países Bajos. Esta oleada marcó el declive del absolutismo y el avance del liberalismo moderado en Europa. Los liberales moderados, a diferencia de los más radicales, defendían el sufragio censitario, restringiendo el derecho al voto a aquellos que poseían ciertas propiedades o rentas.

La Primavera de los Pueblos (1848)

En 1848, una nueva ola revolucionaria, conocida como la”Primavera de los Pueblo”, sacudió Europa. Esta vez, las causas de la revolución fueron más profundas, incluyendo la falta de reformas políticas y el creciente malestar social generado por el desarrollo del capitalismo industrial.

Revolución en Francia

La revolución se inició en París, donde el gobierno de Luis Felipe de Orleans, criticado por su corrupción y autoritarismo, restringió las libertades civiles. El pueblo de París se levantó en armas, asaltó el palacio real y proclamó la Segunda República. El nuevo gobierno implementó reformas políticas y sociales, incluyendo el sufragio universal masculino.

Expansión por Europa

El impacto de la revolución de París se extendió rápidamente por Europa. En el Imperio Austríaco, las revueltas llevaron a la caída de Metternich, la abolición del feudalismo y el inicio de un proceso de reformas liberales. En los estados italianos, las revueltas buscaban la unificación italiana y el fin del dominio austriaco. Sin embargo, a pesar de los éxitos iniciales, la Primavera de los Pueblos fue finalmente reprimida, y muchos de los logros revolucionarios se perdieron.

La Construcción de los Estados Nacionales

El siglo XIX fue testigo del auge del nacionalismo en Europa. La Revolución Industrial, con su necesidad de mercados nacionales unificados, y la Revolución Liberal, con su énfasis en la idea de nación, impulsaron la formación de estados nacionales.

Movimientos Nacionalistas

En Europa central y oriental, donde existía un desajuste entre las fronteras políticas y las aspiraciones nacionales de los pueblos, surgieron movimientos nacionalistas que buscaban la independencia y la unificación. Estos movimientos se basaban en la idea de que cada nación tenía derecho a su propio estado.

Primeros Movimientos Nacionalistas

Tras el Congreso de Viena, que había ignorado las aspiraciones nacionales de muchos pueblos, surgieron las primeras revueltas nacionalistas. En Grecia, una insurrección independentista contra el Imperio Otomano, apoyada por las potencias europeas, logró la independencia del país en 1830. En Bélgica, la revolución de 1830 llevó a la independencia del Reino Unido de los Países Bajos.

La Primavera de los Pueblos y el Nacionalismo

La Primavera de los Pueblos tuvo un importante componente nacionalista, especialmente en el Imperio Austríaco. Las revueltas en Viena, Hungría, Praga y otras partes del imperio reflejaban las aspiraciones de los diferentes pueblos a la autonomía y la autodeterminación. Aunque la revolución fue finalmente reprimida, sentó las bases para futuros movimientos nacionalistas.

La Unificación de Italia

A mediados del siglo XIX, Italia estaba dividida en varios estados, algunos bajo dominio austriaco. El Risorgimento, un movimiento político y social que buscaba la unificación italiana, ganó fuerza en la década de 1830. Giuseppe Mazzini, con su organización”Joven Itali”, promovió la idea de una república italiana unificada.

Camilo Benso, Conde de Cavour, primer ministro del Reino de Piamonte-Cerdeña, lideró el proceso de unificación desde una perspectiva pragmática. Con el apoyo de Francia, Piamonte-Cerdeña derrotó a Austria en 1859, anexionando Lombardía. Giuseppe Garibaldi, líder revolucionario, conquistó el Reino de las Dos Sicilias en el sur de Italia y entregó los territorios conquistados a Víctor Manuel II, rey de Piamonte-Cerdeña. En 1861, Víctor Manuel II fue proclamado rey de Italia, culminando la unificación del país.

La Unificación de Alemania

En Alemania, la unificación se logró bajo el liderazgo de Prusia y su canciller Otto von Bismarck. La creación del Zollverein, una unión aduanera que integraba los estados alemanes económicamente, fue un paso importante hacia la unificación. Bismarck, un maestro de la realpolitik, utilizó la diplomacia y la guerra para lograr su objetivo.

En 1866, Prusia derrotó a Austria en la Guerra Austro-Prusiana, consolidando su hegemonía en la Confederación Germánica. En 1870, Bismarck provocó una guerra con Francia, la Guerra Franco-Prusiana, que terminó con la victoria prusiana. Tras la guerra, los estados alemanes se unificaron bajo el liderazgo de Prusia, y Guillermo I, rey de Prusia, fue proclamado emperador de Alemania en 1871.

La unificación de Italia y Alemania transformó el mapa político de Europa, creando dos nuevas potencias que jugarían un papel fundamental en la política europea del siglo XX.