El Arte Gótico: Transición y Evolución del Arte Medieval

El Trecento, Quattrocento y Cinquecento

Los italianos denominaron al siglo XIV el trecento, al XV el quattrocento y al XVI el cinquecento. A finales del trecento, dos escuelas dominaban el panorama pictórico italiano: la sienesa, continuadora de la tradición bizantina, y la florentina, que cambió el «arte de pintar de lo griego a lo latino».

La Escuela Sienesa y Simone Martini

Los teóricos medievales del arte entendían por «manera griega» la imitación de los mosaicos bizantinos, es decir, la representación de iconos recortados sobre fondos dorados. Los pintores sieneses no renunciaron nunca a este lenguaje orientalizante, pero lo regeneraron con las novedades caligráficas del gótico, que les llegaban de Francia a través de la exportación de marfiles y miniaturas. Simone Martini expresó admirablemente la síntesis de ambas corrientes, produciendo un arte preciosista.

Sus primeras obras fueron encargos municipales para decorar al fresco el salón de plenos del Ayuntamiento de Siena. En 1315 realizaba la Maestá, un icono de la Virgen bajo palio. La imagen del condotiero Guidoriccio da Fogliano. La obra cumbre de Martini es el retablo (madera policromada) de La Anunciación, donde funde el convencional fondo de oro bizantino con la línea ondulante del gótico francés, visible en las refinadas y elegantes siluetas del ángel y de María. Es esta una creación exquisita que ha sido relacionada con los poemas de su amigo Petrarca.

La Escuela Florentina y Giotto

Giotto rompe definitivamente con la “manera griega” y abre las puertas de la “manera latina”: un lenguaje pictórico moderno, en el que triunfa el volumen plástico, la realidad del paisaje y la gravedad humana.

Estas novedades comienzan a materializarse en las Historias franciscanas de la Basílica de Asís: una serie de veintiocho frescos que pinta en 1298 sobre la vida del Poverello (pobre).

Giotto. La huida a Egipto. Fresco 200×185 cm.

El prestigio alcanzado en Asís motivó que la burguesía toscana reclamara sus servicios para decorar las capillas funerarias que poseían. Pinta la de Enrico Scrovegni entre 1304 y 1306, en la Arena de Padua, con episodios evangélicos donde los personajes individualizan ya sus expresiones; en torno a 1320, ornamenta los enterramientos de los banqueros Bardi y Peruzzi en la Iglesia de Santa Croce. A partir de Giotto, la pintura mural se convierte en una conquista italiana, en la misma medida que la vidriera será un logro francés y el retablo, una producción española.

La Arquitectura Gótica: La Portada

La portada gótica sigue cumpliendo, para la población iletrada, la misma función catequética y docente que ejerció durante el románico. Las diferencias con respecto a la Alta Edad Media hay que buscarlas, ahora, en la supremacía de la escultura sobre los elementos arquitectónicos que configuran el portal, en la masiva presencia de imágenes, en la novedad iconográfica de los temas y en su composición naturalista.

El Pórtico Real de Chartres, innovación que enmascara la estructura arquitectónica son las arquivoltas esculpidas (tres arcos juntos) que contornean el tímpano con la representación de las Artes Liberales, los signos del Zodiaco y un calendario con los trabajos que se realizan en los doce meses del año. Paralelamente, comienza a desplegarse un exuberante ornato floral, cubren de vegetación los perfiles tectónicos. La autoridad de este pórtico haría que sus experimentos se propagaran a todas las entradas góticas que se labraron en los siglos XIII, XIV y XV.

Pero la principal fuente de inspiración iconográfica es el Nuevo Testamento. Frente a los doce patriarcas de las tribus de Israel se oponen los doce apóstoles; frente a los cuatro profetas mayores (Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel) se oponen los cuatro evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas y Juan). La Maiestas Domini del Juicio Final, que aterrorizaba a los peregrinos del siglo XI, es suplantada por el Beau Dieu: un Cristo humanizado, que apareció en 1230 en Amiens.

Lógicamente, la humanización de Jesús magnifica a la Virgen que le había encarnado.

La mayoría de las catedrales francesas, alemanas y españolas están consagradas a Santa María. Notre-Dame de París le dedica cuatro puertas, desarrollando un ciclo mariano desde la Presentación de la Virgen niña en el templo hasta su gloriosa Asunción y Coronación. La Virgen Blanca de Toledo, aparece ya como una doncella coqueta, que sostiene al Niño en brazos, gira la cabeza y sonríe.

La composición de estas imágenes marianas, levemente arqueadas y animadas de viveza, inauguraba el naturalismo gótico, quebrando para siempre el hieratismo de la ley de frontalidad románica.

El Retablo Gótico

Dentro del templo, los fieles continúan adoctrinándose al contemplar el retablo que decora la capilla principal. Se concibe como una portada interior, confeccionada en madera policromada; el arte español lo convierte, desde el gótico al Barroco, en un producto autóctono. La principal causa de este desarrollo debe buscarse en la necesidad de embellecer el altar mayor. El programa iconográfico que reciben los retablos puede ser pictórico o escultórico, y la disposición que adoptan las tablas y los relieves es la de casillero.