El Arte Califal en Al-Ándalus
Al-Ándalus y la invasión musulmana del siglo VIII marcaron un hito diferenciador con respecto al resto de Europa. En España nace un arte islámico único e irrepetible: el arte andalusí o hispanomusulmán, cuyo máximo exponente en sus primeros siglos es el arte califal. Esta denominación se extiende al período Omeya, desde la llegada al trono de Abderramán I en el siglo VIII. Los monumentos más representativos del arte califal son la Mezquita de Córdoba y el palacio de Medina Azahara.
La Mezquita de Córdoba
La Mezquita de Córdoba no es solo el símbolo de Al-Ándalus, sino también un monumento fundamental de todo el Occidente islámico y uno de los más asombrosos del mundo. Es el reflejo artístico del poder de uno de los estados políticos más importantes de Occidente en los siglos IX y X: el Emirato y Califato de Córdoba.
La construcción que ha perdurado es la sucesión de edificaciones iniciada por Abderramán I sobre la iglesia cristiana de San Vicente, en la que reaprovechó abundante material. Posteriormente, fue ampliada por Abderramán II, Alhaken II y Almanzor. La reforma más desastrosa se llevó a cabo en los siglos XVI y XVII con la eliminación de parte de los trabajos de ampliación de Abderramán II y Almanzor para construir la catedral cristiana.
Las partes más importantes del edificio son el antiguo alminar, el patio de los naranjos y la sala de oración.
Alminar
El alminar fue levantado por Abderramán III y convertido en la actual torre barroca a fines del siglo XVI.
Patio de los Naranjos
El patio original fue ampliado sucesivamente por Abderramán III y Almanzor en el siglo X. Los claustros actuales son producto de la remodelación llevada a cabo en las primeras décadas del siglo XVI.
Sala de Oración
Etapa de Abderramán I
Sobre la antigua iglesia de San Vicente, se iniciaron las obras en la novena década del siglo VIII y se construyó en un período no superior a siete años.
El resultado fue una mezquita de once naves creadas a partir de columnas de diferente procedencia (romanas, bizantinas, visigodas…) que soportan arcos de herradura y pilares que soportan por encima los arcos estructurales de medio punto, creando una arquería superpuesta de arcos de sillería blanca y ladrillo rojo.
Etapa de Abderramán II
Durante el reinado de este emir cordobés (821-852) se añadieron siete tramos a la mezquita de Abderramán I, ampliándola hacia el sur. Los soportes siguen siendo viejas columnas visigodas reaprovechadas, aunque también aparecen los primeros capiteles árabes de modelo corintio.
Etapa de Alhakén II (961-976)
Se volvió a ampliar la mezquita, alargando doce tramos de la sala de oración. Las arquerías repiten el modelo de Abderramán I, aunque también surgen arcos polilobulados entrecruzados. Alternan los capiteles corintios y compuestos, así como los fustes de mármol azul y rosa.
El lujo de la decoración se concentra en la capilla del mihrab, destacando los revestimientos de mosaico. El interior del mihrab se cubre con una enorme concha de yeso de gran valor decorativo. Inscripciones del califa fechan esta obra en 965.
Etapa de Almanzor
La extensa ampliación que desarrolla Almanzor sobre la Mezquita de Córdoba, entre los años 987 y 990, no ofrece ya especiales novedades arquitectónicas y se considera un alarde propagandístico para afirmar su omnímodo poder político.
Medina Azahara
La ciudad-palacio de Medina Azahara, a 7 km de Córdoba, fue levantada por orden del califa cordobés Abderramán III en el siglo X para ser la capital del Califato, residencia real y sede del gobierno con el fin de reflejar el esplendor del califato y todo el lujo y poder del último de los grandes califas cordobeses.
Las obras de Medina Azahara duraron algo más de 25 años. Setenta y cinco años después estalló la Guerra Civil en Al-Ándalus y los saqueos, los enfrentamientos y los incendios destrozaron la ciudad.
Estaba rodeada de una imponente muralla. Está dispuesta en tres terrazas: la superior (que ha sido totalmente descubierta), la intermedia y la tercera, parte destinada al pueblo, que aún permanece sin excavar.
De todo este complejo de arte islámico destaca el Palacio de Zahra, y de éste sus dos grandes salones. El primero de forma rectangular, dividido en cinco naves y un gran patio porticado. El segundo (Salón Rico), también dividido en cinco naves precedidas de un pórtico.
Las naves de los laterales se convierten en estancias independientes del Salón gracias a las puertas cuyas jambas llevan pilastras de mármol blanco espléndidamente adornadas.
El complejo urbano y residencial fue realizado con arquerías, capiteles y pavimentos cubiertos en su inmensa mayor parte por mármol blanco.