Al amanecer se levanta el niño de la cama; se pone rápidamente la toga pretexta y va a la escuela cada dia. El esclavo le llevara las tabletas de cera hasta la puerta de la escuela. Todos los alumnos se sientan en las banquetas y guardan silencio. En la escuela leen libros, escriben aprenden muchas artes y recitan dichos de hombres ilustres. El maestro enseña lengua latina y lengua griega. Después este pronuncia palabras en voz alta y también los niños las escriben con el punzón en las tablillas. A los alumnos vagos el maestro los castiga con la vara. Luego, después del almuerzo los niños recrean sus ánimos en el campo de Marte con juegos y ejercicios y robustecen sus cuerpos, una mente sana es un cuerpo sano dijo el poeta juvenal.
Vulcano, hijo de Juno y de Júpiter, era feo y deforme. Así, su padre lo arrojó de los cielos a las tierras. Pero los habitantes de las tierras acogieron al pequeño Vulcano. Después trabajaba en las cuevas del monte Etna con los cíclopes, pues era el artesano más hábil de todos los inmortales. Hizo el casco, la coraza y el escudo de Aquiles. Con estas armas, Aquiles vencíó y mató a Héctor, el más importante caudillo troyano. Su principal obra fue: con agua y arcilla hizo una hermosísima mujer. A esta mujer los propios dioses la honraban, le ofrecieron muchos regalos y la llamaron Pandora.
Edipo es hijo de Layo, rey de Tebas, y Yocasta. Cuando el niño es pequeñito, Layo pregunta al oráculo acerca del destino de su hijo, y el oráculo responde: “Cuando Edipo sea adulto, matará al rey de Tebas y será marido de Yocasta”. Layo, aterrorizado por el vaticinio del oráculo abandona a Edipo y desea la muerte del niño. Pero el rey de Corinto encuentra al crío y lo educa como a un hijo en su palacio. Después de muchos años, Edipo regresa a Tebas desde Corinto, en el camino se encuentra con Layo y mata a su padre. Finalmente llega a Tebas y se casa con Yocasta. Así provoca un gran desgracia a la ciudad tebana. Los dioses en el Olimpo se horrorizan, castigan a Edipo y a Tebas con muchos males.
Un asno transportaba unos sacos llenos de sal y hacía su recorrido por un camino junto al río. Con gran esfuerzo llevaba su peso y soportaba los latigazos del mulero. Pero por casualidad cayó en el río y permanecíó un tiempo en el agua. Al final salíó del agua con gran dificultad y notó una cosa sorprendente: una gran parte de la sal, disuelta en el agua, había hecho la carga más ligero. Entonces el asno caminó contento. Al cabo de unos días el asno llevaba una carga de esponjas. Acordándose de su anterior suerte se tiró al agua, las esponjas absorbieron agua y el peso de la carga aumentó. Entonces, tuvo que transportar el peso con gran esfuerzo. El hombre a menudo busca placer de forma desmedida y encuentra dolor.
Júpiter nos impuso dos alforjas. Una nos la dio llena de defectos y la colocó detrás de la espalda. La otra la dio llena de defectos ajenos y la colocó delante del pecho. Por esta cosa, no vemos nuestras cosas malas, sino que somos censores de las cosas malas ajenas = criticamos / censuramos las cosas malas ajenas.
Por casualidad una zorra había visto una máscara de actor de tragedia (lit: máscara trágica). La zorra dijo: “Oh, cuánta belleza, ¡pero no tiene cerebro!”. Del mismo modo hay personas a quienes la Fortuna ha repartido honores y glora pero no les ha dado sentido común / inteligencia.
Un lobo devoraba carne ávidamente, sed un hueso de la presa se quedó clavado en su garganta y le causaba un dolor muy agudo. Entonces empezó a gritar con una voz muy fuerte y a pedir auxilio. La grulla escuchó el gemido del lobo y acudíó a la fiera. ¿Por qué gritas? Tengo un hueso —dijo el lobo— clavado en la garganta. Te daré una gran recompensa si con tu pico me sacas el hueso. La grulla introdujo su cabeza en la fauces del lobo y le sacó el hueso con sumo cuidado. Entonces reclamó del lobo la recompensa, pero aquel riendo respondíó: he tenido tu cabeza en mis fauces y no la he devorado, ¿acaso deseas una mayor recompensa?