El arte rupestre Cantábrico se desarrolla entre 35.000- 15.000 a
C durante el Paleolítico Superior y el arte levantino entre 6.000 y 1.500
a.C durante el Mesolítico y el Neolítico. Destacan en el Cantábrico las
cuevas de Altamira en Santander y El Castillo y Tito Bustillo en
Asturias, mientras que en el Levante la mas importantes son Cogull en
Lérida. La primera diferencia la podemos encontrar en la localización
en el Cantábrico las pinturas se sitúan en el interior de las
cuevas mientras que en el arte levantino se localizan en abrigos
rocosos, ello se debe fundamentalmente a la climatología. La segunda
diferencia se aprecia en las representaciones bisontes y signos
(manos, símbolos…) mientras que en el levantino predominan más las
representaciones de figuras humanas muy esquematizadas y con
movimiento, normalmente en escenas de caza,danza, guerra o de
recolección de miel… La tercera diferencia está en el aspecto formal,
en el Cantábrico las pinturas son polícromas(emplean varios colores) y
presentan un gran Naturalismo, con una perspectiva torcida(debido a
las rugosidades de la rocas),con volumen y ausencia
de profundidad, mientras que en el Levante las figuras son muy
esquematizadas, monocromas(destaca el uso de dos colores rojo y
negro) en composiciones dinámicas, ya las figuras que se
relacionan entre sí. La última diferencia es su significado en el
Cantábrico tenían un carácter mágico o religioso mientras que el
Levante tienen un carácter narrativo, ya que representaban
escenas cotidianas. Las técnicas artísticas que utilizaban eran las
mismas, usaban grasas animales y pigmentos naturales con colores
rojizos, ocres y negros.
Las principales diferencias entre ambos períodos se relacionan en torno a
los cambios que experimentó el hombre puesto que aprendíó a cultivar, a
domesticar animales… En primer lugar, las comunidades del Paleolítico (800000-
5000 a.C) eran cazadoras-recolectoras pues su economía basada en la caza, la
pesca y la recolección les obligaba al nomadismo estacional. Igualmente, se
organizaban en bandas de 15 a 20
individuos unidos por lazos de parentesco y ascendencia (clanes). De la misma
manera, las relaciones entre clanes se producían mediante vínculos tribales.
Sin embargo, en el Neolítico (5000-3000 a.C), el ser humano fue capaz de
controlar el abastecimiento de alimentos, tras aprender a cultivar plantas,
domesticar animales y producir tejidos y objetos. Por lo tanto, se pasó de una
economía depredadora a una productiva. En suma, estos hechos produjeron un
aumento de la población, dando lugar a los primeros poblados estables que
propiciaron la aparición de la propiedad privada y la diferenciación social, y en
consecuencia, protoestados, es decir, formas primarias de lo que sería un Estado
posteriormente.
Las consecuencias del cambio fueron el desequilibrio entre el hombre y la
Naturaleza, consecuencia de los cambios climáticos y esto constituyó un claro
estímulo hacia la búsqueda de una nueva forma de vida. Amplias zonas del Planeta
sufrieron un proceso de desertización provocando grandes cambios en la fauna.
Esta situación, unida a una economía de recolección que esquilman el medio,
pudieron haber obligado al hombre a diversificar sus fuentes de aprovisionamiento
y causar el cambio de vida hacia el Neolítico. En tierras ibéricas, el Neolítico se
desarrolló entre el 5000 y el 3000 a. C. Debido a la influencia exterior, como
consecuencia de la llegada de poblaciones neolíticas a las costas mediterráneas
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La romanización (210 a.C. – 19 a.C.) fue el proceso mediante el cual los romanos
introdujeron en tierras hispanas todos los elementos propios de su organización
social, política y cultural. Se logró a través de: Extensión de la vida urbana: donde
no existía, se crearon nuevas ciudades según el modelo romano; Ejército: Se
reclutaron tropas auxiliares de indígenas para hacer de traductor. Al acabar el
servicio militar obténían la ciudadanía romana y tierras en la frontera. Además
alrededor de los campamentos surgían núcleos urbanos habitados por mercaderes y
soldados que junto a sus familias formaron municipios romanos como León;
Fundación de colonias: Consistía en la entrega de tierras a soldados en pago de sus
servicios. Éstos se asentaban en ciudades de nueva creación, como Mérida
(Emérita Augusta), fundada por el emperador Augusto; Concesión de la ciudadanía
romana: Ser ciudadano romano significaba gozar de numerosos derechos y
privilegios, por lo que su concesión se usó como reclamo para facilitar la dominación
romana. En el siglo III el emperador Caracalla extiende la ciudadanía a todos los
habitantes libres del Imperio, siendo Hispania una de las provincias más
romanizadas. Prueba de esto es la abundancia de filósofos como Séneca, escritores
como Quintiliano y Marcial y por último varios emperadores como Trajano o
Adriano.
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A la izquierda tenemos la imagen de una pintura rupestre Franco cantábrica.
Las pinturas rupestres del Cantábrico fueron realizadas en cuevas profundas y
oscuras y se han vinculado a motivaciones mágicas (favorecer la caza) o religiosas
(cuevas santuario).
Los rasgos de estas pinturas son:
a. En cuanto al tema, predominan las figuras aisladas de animales, representadas
con un acusado Naturalismo. Aunque, también, aparecen signos abstractos y
estampaciones de manos.
b. En cuanto a la técnica, se utilizan combinaciones de colores, es decir, la
policromía.
Un ejemplo sería la Cueva de Altamira, la cual estuvo habitada en el Paleolítico
Superior (desde el 35.000 hasta el 13.000 a.C.)
A la derecha tenemos la imagen de una pintura rupestre levantina, Las pinturas
rupestres levantinas se localizan en abrigos rocosos relativamente bien iluminados,
presentan carácterísticas muy diferentes a las de la zona cantábrica, por ejemplo:
a.- En cuanto al tema, las figuras humanas asumen el protagonismo y se las
representa formando escenas muy variadas: enfrentamientos armados, cacerías de
diversos animales, recolección de miel, etc, con un claro sentido narrativo.
b.- En cuanto a la técnica, las figuras tienen formas muy estilizadas, casi
esquemáticas, y son prácticamente monocromas o combinan pocos colores, apenas
el ocre y el negro.
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El dominio musulmán en la Península su- puso importantes cambios en el terreno
eco- nómico. En la agricultura se extendíó la práctica del regadío, con novedades
como la red de acequias y la noria. Se difundieron cultivos como los cítricos, el
arroz, el algodón o el azafrán. No obstante, los cultivos principales siguieron siendo
los mismos que en la época romana: los cereales, la vid y el olivo. En la ganadería se
extendíó el ganado ovino y equino. En la minería sobresalíó la extracción de plomo,
cobre, cinabrio y oro. La producción de manufacturas se desarrolló de forma
importante. Destacó la producción textil, la cerámica, las armas, el papel, el
trabajo de las pieles y los metales preciosos. Estos productos, de gran calidad, se
exportaban a los reinos cristianos del norte. El comercio se vio favorecido por la
acuñación del “dinar” de oro y el “dírhem” de plata, y por la red viaria de origen
romano. El comercio interior se efectuaba en el zoco de las ciudades, donde había
bazares y alhóndigas, centros que servían para almacenar mercancías. La ciudad
musulmana presen- taba un plano irregular y caótico, con calles estrechas y
tortuosas, organizadas en torno al zoco o mercado, los bazares y la mezquita. Al-
Ándalus mantuvo un activo comercio exterior con todo el mundo islámico y con la
Europa cristiana. Exportaba productos agrícolas, minerales y manufacturas, e
importaba especias y productos de lujo de Oriente; pie- les, metales, armas y
esclavos de la Europa cristiana; y oro y esclavos negros procedentes de Sudán. La
población de Al-Ándalus estaba integrada por grupos sociales muy diversos. Existía
una primera división entre musulmanes y no musulmanes. Los primeros fueron en un
principio los pueblos invasores, entre los que había grandes diferencias entre
árabes y bereberes, causa de frecuentes revueltas y guerras civiles. Una gran
parte de la población hispanovisigoda se convirtió a la religión musulmana, fueron
los “muladíes”, que acabaron igualados jurídicamente al resto de los habitantes. Los
cristianos (mozárabes) y los judíos, que permanecieron fieles a sus creencias,
pasaron a ser tributarios del Es- Tadó o “dimmíes”, sometidos. Eran libres y vivían
en sus comunidades, contando con autoridades propias. Pagaban gravosos impuestos
y protagonizaron algunas revueltas. Jurídicamente, la mayoría de la población de
Al-Ándalus era libre. El grupo superior era la aristocracia formada por los
descendientes de los linajes árabes, y que ocupaba los altos cargos de la
administración. En segundo lugar, había una capa de notables, hombres de leyes,
comerciantes o propietarios de tierras, muchos de ellos descendientes de
muladíes, se les conocía como “ayan”. Por debajo estaba la gran masa de la
población que incluía artesanos, pequeños comerciantes, y sobre todo campesinos.
Por debajo estaban los esclavos, muchos de los cuales, al convertirse al islam, era
manumitidos tomando la condición de maulas o libertos. Al-Ándalus mantuvo un
constante con- tacto cultural con todo el mundo musulmán, lo que le permitíó
intercambiar textos literarios, filosóficos y científicos de la cultura griega, persa
e india. La creación literaria alcanzó un gran desarrollo, sobre todo durante el
Califato. La arquitectura destacó por la construcción de mezquitas y grandes
palacios. La decoración de estos edificios se basaba en el arco de herradura, los
azulejos, las yeserías, y el uso de los motivos geométricos y los textos del Corán
(ataurique y decoración cúfica). Pero, sin duda, la cultura andalusí destacó sobre
todo en el terreno científico. Sobresalieron las matemáticas, la astronomía y la
medicina.
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Durante los siglos medievales, en los reinos hispanos, el poder se caracterizó por
su fragmentación. Aunque el rey era la máxima autoridad, los grandes nobles y la
Iglesia contaban con grandes dominios territoriales en los que disfrutaban de una
gran autonomía económica y política. Es el llamado régimen señorial, que a su vez se
fundamentaba en un sistema de relaciones personales denominado sistema
feudovasallático. Según este modelo, el rey o un noble –el señor– concedía a otro
noble, normalmente de menor rango –el vasallo–, medios económicos para su
subsistencia. Estos medios se plasmaban en el feudo –cesión de tierras, rentas o
cargos públicos–; es lo que se denomina el "beneficium". Se trataba de un pacto
entre hombres libres, casi siempre nobles. El feudo, con el tiempo, pasó a
denominarse señorío, aunque se distinguíó entre señorío territorial –cuando el
señor tenía la propiedad de las tierras– y señorío jurisdiccional –el señor ejercía la
justicia, cobraba los impuestos, etc. A cambio de dicha cesión, el vasallo pres-
taba, mediante la ceremonia del homenaje, juramento de fidelidad a su señor y se
comprometía a prestarle ayuda, especialmente militar. Ocurría también que algunos
campe- sinos libres y propietarios de pequeñas par- celas buscaron la protección
de algún noble para hacer frente a la inseguridad existente. A cambio de esa
protección debían entregar su tierra al señor, quedando como usufructuarios de la
misma mediante el pago de una renta. A esta situación se la denominaba
encomienda. La expansión territorial de los reinos cristianos facilitó la existencia
de algunos grupos sociales que no encajaban perfectamente en la estructura social
y económica del feudalismo, especialmente los habitantes de las ciudades. Durante
toda la Edad Media la sociedad cristiana era jerárquica, esto es se dividía en
estamentos reconocidos por las leyes. Los estamentos privilegiados eran la nobleza
y el clero.
La clase inferior de la nobleza la formaban los hidalgos o infanzones,
La clase inferior de la nobleza la formaban los hidalgos o infanzones,
muchos de los cuales tenían unos recursos limitados. Los caballeros, que eran como
la clase media nobiliaria. En lo más alto de la escala social estaban los condes,
marqueses, duques y los ricos hombres, todos ellos dueños de importantes
patrimonios y señoríos. El clero tenía, como la nobleza, distintos privilegios, entre
ellos el de no pagar impuestos y el de no estar sometido a los tribunales ordinarios.
El clero era un estamento no totalmente cerrado, ya que se reclutaba entre todas
las clases, incluso las más pobres. Dentro de él diferenciamos el alto y bajo clero, y
el clero regular y clero secular. Todos los que no pertenecían a la nobleza ni al
clero formaban parte del Estado General o plebeyos. Pero entre ellos había
grandes diferencias. La gran masa la constituían los campesinos, unos libres, otros
sometidos a sus señores, los siervos. En las ciudades vivían artesanos, agrupados en
gremios. La burguésía era grupo social todavía muy poco numeroso, estaba
integrado por comerciantes y las personas dedicadas a las actividades financieras.
En los reinos cristianos convivían también dos importantes minorías religiosas: los
judíos y los mudéjares. Pero vivían en barrios específicos llamados juderías o
aljamas y las morerías. Se les acusaba de practicar la usura, de gozar del favor de
los reyes e incluso de haber provocado la epidemia de la Peste Negra a mediados
del siglo. Todo esto favorecíó el asalto y destrucción de numerosas juderías. Por
ello, fueron muchos los judíos que por convicción o interés se convirtieron al
cristianismo.