Jesús: Verdadero Dios y su Manifestación en el Nuevo Testamento
Los títulos presentes en el Nuevo Testamento reflejan las manifestaciones sobre la vida y obra de Jesús. Jesús es lo que dice y lo que hace. En su vida pública, revela su identidad y misión, hablando y actuando como Dios.
Las Palabras de Jesús
Jesús vincula directamente la llegada inminente del Reino de Dios con su persona. Para un judío, la llegada del Reino de Dios implicaba la presencia definitiva de Dios entre los hombres, cimentada en el perdón, la caridad, el respeto y la alegría. Jesús proclamó la instauración del Reino a través de:
- La nueva ley: El mandamiento del Amor. Jesús, con su autoridad, renueva la ley que Dios había entregado al pueblo de Israel.
- Las parábolas: Jesús presenta a Dios como Padre Misericordioso y al Reino como un gran banquete al que todos están invitados, especialmente los pecadores y los pobres, a quienes llama a la conversión.
- Las profecías: Jesús profetizó sobre el futuro de Israel y el templo, así como sobre su propio destino (muerte y resurrección). Se posiciona por encima de los hombres de su tiempo, confirmando su condición divina.
Las Obras de Jesús
A través de sus obras, Jesús manifiesta su divinidad. Esto se evidencia especialmente en sus milagros y en el misterio de su muerte y resurrección.
- Los milagros: Son acciones salvíficas frente al pecado, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte. Demuestran que su poder es divino, superior a las fuerzas del mal y de la naturaleza, y anticipan la nueva vida.
- Su muerte y resurrección: Constituyen los signos definitivos de la Salvación ofrecida por Dios. Su resurrección vence el poder de la muerte y promete la Bienaventuranza eterna a quienes le siguen.
La Oración: Un Encuentro Personal con Jesús
Mediante la oración, establecemos un diálogo personal con Dios. Él nos habla a través de las Sagradas Escrituras y mediante la vida y las palabras de Jesús. La acción del Espíritu Santo inspira al cristiano que ora, ayudándole a concretar propósitos de mejora. Siendo Jesús de Nazaret el centro del cristianismo, la clave de la vida cristiana reside en la búsqueda y el encuentro con Jesucristo, y el medio para lograrlo es la oración.
El Evangelio de Lucas narra cómo los discípulos, impresionados por la oración de Jesús, le pidieron que les enseñara a orar. Él les enseñó la oración del Padre Nuestro. El cristiano puede orar de diversas maneras:
- Oración mental: El creyente se pone en presencia de Dios, le habla y le abre su corazón para dejarse inundar por sus mociones.
- Oración vocal: Se realiza a través de fórmulas o invocaciones, aprendidas o espontáneas, expresando alabanzas, acciones de gracias o peticiones.
- Oración comunitaria: Es importante rezar unidos como asamblea y Pueblo de Dios, especialmente en las celebraciones litúrgicas.
La Dignidad del Ser Humano: Imagen de Dios
La enseñanza sobre las Bienaventuranzas explica por qué la religión católica defiende la dignidad de toda persona humana, independientemente de sus logros, situación económica o social. Cada individuo existe como fruto de una llamada de Dios, quien tiene un proyecto irrepetible para él.
La imagen divina y la llamada a comportarse como tal se encuentran en cada persona. El ser humano se distingue del resto de las criaturas por los siguientes rasgos:
- Posee un alma espiritual e inmortal: Ha sido amado por sí mismo. Por ello, el trato adecuado al prójimo implica el reconocimiento, el respeto y el fomento de su singularidad, de su condición de persona.
- Es un ser moral: La libertad introduce al ser humano en la vida moral a través del conocimiento de la ley de Dios y el juicio de su propia conciencia. La responsabilidad es inseparable de la libertad, ya que ésta no es arbitraria; ante un bien o ley que no se ha dado, el hombre lo asume o lo rechaza.
- Participa de la fuerza del Espíritu divino: Ya sea a través de su intelecto o de su voluntad, puede acercarse libremente a la verdad del amor y el bien.
Gracia y libertad son complementarias. Sin libertad, la Salvación no es posible; sin la gracia, no podemos alcanzar el bien infinito al que estamos llamados.
La Libertad Humana: Responsabilidad y Elección
La libertad es el poder, radicado en la razón y la voluntad, de actuar o no. El ser humano elige y, al elegir, se elige a sí mismo; somos “señores” de nosotros mismos.
Al responder al plan de Dios, la persona crece hacia su plenitud; se desvirtúa al alejarse de él. Cuanto más bien se hace, más crece la libertad, pues uno mismo toma el mando de la acción. La acción libre es responsable porque depende de quien la ha realizado. Se debe responder por los actos buenos y malos.
Muchos desean la libertad sin responsabilidad, viviendo en la tentación de la inocencia, renunciando a reconocerse como sujetos capaces de decidir. Defender la libertad implica una apuesta fuerte: el hombre no es una marioneta, sino el actor y autor de sus acciones.
La existencia de la libertad permite hablar de pecado. Hay pecado cuando se yerra con libertad, siempre en el espacio de la libre respuesta a Dios. Por esta razón, al cristiano siempre lo acompaña la alegría.
La Moralidad de los Actos Humanos: Objeto, Intención y Circunstancias
Las acciones humanas son morales porque somos libres. Su calificación moral depende de:
- El objeto elegido: La razón juzga si “podemos” hacer algo que está a nuestro alcance. La conciencia debe estar formada moralmente, aunque tiene un acceso natural a las reglas objetivas de la moral.
- La intención: Se sitúa del lado de quien actúa y determina el fin que se persigue al realizar una acción. La intención no lo justifica todo: no se debe hacer el mal para lograr el bien.
- Las circunstancias: Tanto al actuar como por sus consecuencias, agravan o perfeccionan la acción. Ninguna circunstancia puede convertir el mal en bien; nadie puede justificar su participación en una maledicencia.
El acto moralmente bueno es aquel cuyo objetivo, fin y circunstancias son buenos. Hacer el bien por un mal fin (dar limosna para ser visto) es incorrecto. Además, hay objetivos intrínsecamente malos. Es erróneo juzgar los actos morales solo por la intención o las circunstancias.