Descartes y las Meditaciones Metafísicas: Existencia, Conocimiento y Racionalismo

“Y por lo que a Dios toca, es cierto que si mi espíritu estuviera d…”

Este texto pertenece a las *Meditaciones metafísicas*, que desarrollan y profundizan las ideas presentadas en su *Discurso del método*. A lo largo de seis meditaciones, explora temas como la existencia de Dios, la naturaleza del alma y los fundamentos del conocimiento, consolidando su legado en la filosofía moderna y el racionalismo.

En concreto, este texto pertenece a la meditación quinta, que trata la esencia de las cosas materiales y la existencia de Dios. Más precisamente, en este texto, Descartes expone tres tesis:

  1. Que en el orden del conocimiento, a Dios se le conoce antes y con más facilidad que a las cosas sensibles.
  2. Que la existencia de Dios resulta evidente por el argumento ontológico.
  3. Que si no conocemos que Dios existe, entonces no podemos alcanzar seguridad en el resto de los conocimientos.

Respecto a la primera tesis, debemos partir de la duda metódica, la cual nos impide aceptar como verdaderas todas las ideas del pensamiento. La única idea segura es la existencia de la propia duda y, por tanto, del sujeto pensante. Tras esto, Descartes lleva a cabo un análisis de sus ideas y de su propia naturaleza como sujeto pensante que le lleva a la afirmación de la existencia de Dios. Se trata de dos argumentos causales (Dios como causa de la idea de perfección y como causa de la existencia del yo pensante) y el argumento ontológico.


Una vez demostrada la existencia de Dios, Descartes asume que Dios es veraz y no ha creado al yo pensante para que viva engañado, por lo que las cosas sensibles deben existir. Por tanto, vemos que en el orden del conocimiento seguro (metódico) solo podemos asegurar la existencia de las cosas sensibles una vez conocida la existencia de Dios. Esta evidencia es, por tanto, anterior y resulta más evidente que la existencia de las cosas sensibles.

En cuanto a la segunda tesis, el argumento ontológico, consiste en afirmar que Dios, siendo un ser perfecto (algo que quedó establecido en la primera demostración de la existencia de Dios, expuesta en la tercera meditación), debe existir, pues de lo contrario no sería perfecto.

Descartes lo expresa de modo más conciso diciendo que Dios es el único ser en cuya esencia está incluida la existencia, por lo que existe. Este argumento no es original de Descartes, sino que está inspirado en el argumento ontológico de Anselmo de Canterbury (siglo XI) y, a pesar de que el autor lo considera impecable, ha sido objeto de numerosas críticas a lo largo de la historia de la filosofía. Finalmente, en cuanto a la tercera tesis, la veracidad divina le sirve a Descartes para deshacerse de la duda metódica: mis sentidos no me engañan, al menos en las cualidades primarias de la materia, y el genio maligno no existe, por lo que mi razón hallará la verdad siempre y cuando siga las reglas del método. Por otro lado, los pensamientos que tenemos estando dormidos, pueden ser ciertos siempre que sean claros y distintos, aunque resulta obvio que serán más claros y distintos estando despiertos que dormidos. Si este recurso al Dios veraz, el pensamiento cartesiano estaría avocado al solipsismo.


Descartes es el padre del racionalismo, una corriente de la filosofía moderna paralela al empirismo que busca reformar el saber a partir de una investigación sobre el método. El racionalismo se caracteriza por la confianza en la razón y por defender la existencia de ideas innatas. El método que propone Descartes se inspira en las matemáticas y es único para todas las ciencias. El resultado de aplicar el método será una ciencia universal que contendrá todas las verdades que estén a nuestro alcance.

Las Reglas del Método Cartesiano

El método se compone de cuatro reglas:

  • La regla de la evidencia consiste en aceptar únicamente ideas que sean tan claras y distintas que no podamos dudar de ellas.
  • La regla del análisis consiste en dividir las cuestiones en partes simples.
  • La regla de la síntesis consiste razonar ordenadamente, desde lo simple a lo complejo.
  • La regla de la enumeración consiste en repasar todo el razonamiento para comprobar que no hemos omitido nada.

De acuerdo a la primera regla, hay que descartar como provisionalmente falsas todas las ideas dudosas. Por ello, Descartes duda de todo lo que creemos saber. La duda cartesiana es metódica (pues resulta de la aplicación de la primera regla), fingida (no escéptica), universal (afecta a todas las ideas) y teorética (no afecta a la moral, la ética ni a la política).

Motivos para la Duda Cartesiana

Descartes propone tres motivos para la duda:

  • A veces nos engañan nuestros sentidos, por lo que no son fiables.
  • A veces confundimos el sueño con la realidad, por lo que todo lo que pensamos podría ser un sueño.
  • Podría haber un genio maligno que haría que nos equivoquemos cada vez que pensamos.


Tras dudar de todo, Descartes se da cuenta de que, para dudar, hay que existir, por lo que hay al menos una realidad que es indudable: la sustancia pensante. Posteriormente, demuestra la existencia de un ser perfecto, Dios, la sustancia infinita, a partir del argumento ontológico, que retoma de San Anselmo (s. XI), y de dos argumentos causales (Dios como causa de la idea de perfección y de la existencia del yo pensante). Finalmente, razona que Dios no puede habernos creado para que vivamos engañados, por lo que podemos confiar en la existencia de la materia, a la que califica de “sustancia extensa”.

Descartes defiende una concepción mecanicista de la naturaleza: la sustancia extensa está determinada por las leyes mecánicas creadas por Dios. En cambio, la sustancia pensante posee libre albedrío y no le afecta la corrupción del cuerpo, por lo que es inmortal.

De su metafísica de las tres sustancias se deduce el dualismo antropológico: el ser humano es un compuesto de dos sustancias heterogéneas, el cuerpo (extenso y mortal), y el alma (pensante e inmortal), que se comunicarían a través de la glándula pineal, en el cerebro.