Introducción a Descartes y las Meditaciones Metafísicas
René Descartes (1596-1650) publicó en París las *Meditaciones Metafísicas* (1641) en latín. Esta obra representa la madurez filosófica de su autor y es una exposición técnica de su filosofía, dirigida a los “profesionales” de la filosofía, concretamente a los maestros de la universidad parisina. La obra se compone de seis meditaciones.
El Contexto de la Quinta Meditación
El texto que nos ocupa es un fragmento de la 5ª Meditación. Dos son los temas centrales de esta meditación: la certeza de las verdades matemáticas, que se resuelve en este capítulo, y el conocimiento de lo material, que se aborda en la sexta meditación. No obstante, la parte principal de la 5ª Meditación es la formulación y explicación del argumento ontológico.
Tema Central del Texto
El tema concreto del texto es que la existencia de Dios como ser perfecto e infinito garantiza la validez del criterio de verdad, la evidencia.
El Argumento Ontológico y el Criterio de Verdad
En la 3ª meditación, Descartes creyó demostrar la existencia de Dios mediante dos argumentos causales. El criterio de verdad, extraído de la primera verdad, el *Cogito*, ha sido validado por la existencia de un Dios perfecto que anula la hipótesis del genio maligno, que permitía dudar de la evidencia como criterio de verdad. Demostrada la existencia de Dios, nada se opone a la certeza del conocimiento matemático basado en la evidencia.
A partir de este criterio, formula el argumento ontológico: si todo lo que concibo con claridad y distinción es verdadero, entonces la idea de un ser máximamente perfecto incluye necesariamente su existencia, ya que, de no ser así, carecería de una perfección. Por eso, afirma que Dios es el único ser cuya idea implica su existencia. Lo paradójico de este argumento es que no tiene un valor primario como los causales, ya que requiere la veracidad divina para aplicar el criterio de verdad. La idea de ser perfecto ha de someterse a las mismas exigencias que las verdades matemáticas con la que es comparada, cuya certeza depende de Dios.
Verificado el criterio de verdad por la existencia de Dios, concluye Descartes que este criterio resiste el nivel de duda del sueño. Aunque esté soñando, toda idea evidente es verdadera. Por tanto, puedo dar por verdaderas todas las ideas evidentes respecto a Dios, a las realidades intelectuales, así como a la naturaleza corpórea que son objeto de las matemáticas.
La Crisis de Certezas y el Giro Epistemológico
La cuestión filosófica fundamental a la que el texto pretende dar respuesta es la superación de la crisis generalizada de certezas que preside la época de Descartes y que la sume en un escepticismo que nuestro autor pretende combatir. En filosofía, Descartes protagoniza el llamado giro epistemológico de la filosofía moderna, que hará del problema del conocimiento el inicio de su reflexión. La cuestión previa que hay que resolver es: ¿cómo puedo estar seguro de que mis conocimientos son verdaderos? El criterio de Verdad, basado en la evidencia y garantizado por Dios, que aparece en este texto de las Meditaciones, se presenta como una respuesta a esta cuestión fundamental y como un instrumento que proporciona certezas en esa época de crisis, superando así el escepticismo.
Relación con la Filosofía de Descartes
Argumentos para la Existencia de Dios
Descartes desarrolla tres argumentos para demostrar la existencia de Dios, quien asegura el criterio de verdad y la validez de las matemáticas. Tras demostrar la certeza de su pensamiento (*Cogito*), busca una segunda certeza, Dios (*res infinita*), para salir de su pensamiento. Estos argumentos son dos causales y uno ontológico:
- Primer argumento causal: Dios existe como causa de la idea de un ser perfecto. Esta idea no puede proceder del mundo exterior (no es adventicia) ni de la mente humana, que es imperfecta y no podría ser causa proporcionada (no es ficticia). Por tanto, debe ser innata, y la única causa suficiente de esta idea es un ser perfecto, Dios. Así, Dios es la causa necesaria de mi idea de perfección.
- Segundo argumento causal: Dios es la causa de la existencia del Yo pensante. Como ser imperfecto, no puedo ser la causa de mi propia existencia ni de las ideas de perfección que poseo. Solo un ser perfecto, Dios, puede ser la causa de mi existencia.
- Argumento ontológico: El tercer argumento sobre la existencia de Dios es una variante del argumento ontológico de San Anselmo (1033-1109). A partir de un razonamiento deductivo, se demuestra que si en mi mente tengo la idea de un ser máximamente perfecto, y la existencia es una perfección, entonces ese ser perfecto, Dios, debe existir. Este argumento, por su estructura lógica y axiomática, es comparable a las demostraciones geométricas y es considerado preferible por Descartes.
La existencia de Dios asegura que no hay engaño ni maldad, eliminando la hipótesis del genio maligno. De este modo, la evidencia se convierte en un criterio de verdad indudable. Como las matemáticas se fundamentan en ideas evidentes, y estas son verdaderas gracias a la veracidad divina, las matemáticas también están garantizadas por Dios.
Descartes y las Corrientes Filosóficas del Siglo XVII
En las *Meditaciones Metafísicas* (1641), Descartes busca certezas en un contexto de crisis intelectual, enfocándose en el problema del conocimiento: ¿cómo garantizar que nuestros conocimientos son verdaderos? En el siglo XVII surgen tres corrientes filosóficas que abordan esta cuestión: el Racionalismo, que atribuye a la razón el origen del conocimiento verdadero; el Empirismo, que confía en la experiencia sensible; y el Escepticismo, que niega la posibilidad de conocimiento verdadero. Descartes, como padre del Racionalismo, defiende la evidencia racional como criterio de verdad, con la existencia de Dios como garantía de validez.
El tema del fragmento, la existencia de Dios como garantía de la evidencia, será puesta en tela de juicio, en primer lugar por el Empirismo del s.XVII, al negar la evidencia racional como criterio de verdad y proponer la percepción sensible como origen del conocimiento verdadero. En el siglo XVIII Hume realiza un desarrollo coherente del empirismo, que supuso una crítica radical a toda la metafísica cartesiana. En relación con el tema que nos ocupa, Hume establece la impresión sensible como origen y límite del conocimiento verdadero. Será la intuición sensible (no racional) el criterio de verdad. De esta forma, se hace innecesario recurrir a Dios para garantizar la verdad de nuestras percepciones, pues naturalmente somos seres con la capacidad de percibir.
Hume critica la idea de Dios en base a su criterio de verdad: una idea es verdadera si se corresponde con una impresión (conocimiento inmediato de un objeto a través de los sentidos). Dios se define como un ser de naturaleza divina, espiritual, infinito y perfecto. ¿He tenido o he podido tener una impresión de un ser con esas características? No, por tanto la idea de Dios es una idea falsa porque no se corresponde con ninguna impresión. Esta conclusión y la crítica a la causalidad, invalidan los argumentos cartesianos sobre la existencia de Dios.
Superando el Escepticismo
Existe una clara relación entre las ideas del texto y el interés central del autor que no es otro que superar la crisis de certezas de su época. Es necesario superar ese escepticismo que convierte en dudoso cualquier conocimiento que podamos tener, lo que impide tener conocimientos verdaderos y hace imposible la ciencia. Para superar este escepticismo será necesario establecer una certeza indudable (Yo pensante), a partir de la cual deducir otras certezas también seguras que hagan posible la ciencia. Esa primera certeza sirve a Descartes de modelo para el criterio de verdad, la Evidencia. No obstante, la validez de este criterio no resiste el nivel de duda del genio maligno. De ahí la necesidad de demostrar la existencia de un ser perfecto, Dios, para anular la duda anterior y garantizar la validez del criterio de verdad, su aplicación en las matemáticas y en el mundo sensible matematizado.
El Problema Filosófico en Otra Época: Comparación con Platón
Precedentes en la Filosofía Presocrática
El problema epistemológico y teológico ha estado presente desde el inicio de la filosofía. En la filosofía presocrática, Parménides será el primero en afirmar la existencia de una realidad única, eterna e inmutable, el Ser inteligible. Heráclito nos habla de un Logos universal que ordena el devenir de la realidad y del que participa la razón individual de los seres humanos, lo que nos permite descubrir el orden oculto tras el cambio constante de la realidad. El dios de Zenón de Elea sería un ser infinito largo en el espacio y en el tiempo, de manera que el hombre nunca podría llegar a conocerlo en toda su infinitud. Para Empédocles, Dios, al que llama el Uno, es una mente que está en todo el universo y que lo controla inmediatamente. El Uno necesita la existencia de la multiplicidad para existir. Por lo tanto, debe existir un dios anterior al Uno que no dependa de nada.
Quizá sea en el *Nous* de Anaxágoras donde encontramos un precedente más claro del Bien platónico y del Dios cristiano de Descartes. Anaxágoras afirma la existencia de un *Nous*, inteligencia divina, que posee una doble función: causa mecánica en el movimiento de la masa compacta e inerte de semillas de todas las cosas, lo que permite la separación de las semillas, y causa final, ese movimiento tiene prefigurado la formación de estos seres en concreto y no otros, por ser los más perfectos posibles, negando en azar en la formación de la naturaleza. Es en Platón donde aquellos problemas filosóficos se integran en un sistema filosófico, dando sentido a toda su filosofía.
Comparación con Platón
Respecto a los temas del texto, la verdad de las matemáticas y la existencia de Dios, Platón sería un filósofo adecuado para contraponerlo con Descartes.
- A Descartes no le resulta fácil dudar del conocimiento matemático, de hecho para poder aplicar la duda a las demostraciones matemáticas tiene que suponer un genio maligno. Platón no duda del conocimiento matemático, es conocimiento inteligible y, por tanto, cierto. El conocimiento matemático (Dianoia) es el grado inferior del conocimiento inteligible porque el matemático se sirve de imágenes. Será la Noesis o Dialéctica el modo de conocimiento superior de las ideas, esencia objetiva de las cosas y por tanto la verdadera realidad.
- Para Descartes Dios es infinito y perfecto y crea el mundo de la nada. El mundo cartesiano es un mundo mecánico, donde cada objeto realiza la función que debe realizar y no tiende al caos, por lo que Dios crea el mundo lo pone en movimiento. En coherencia con el pensamiento griego, para Platón es inaceptable la idea de creación de la nada, porque de la nada no puede nacer algo, como afirmaba Parménides. En el mundo platónico existe un Demiurgo que, como un alfarero divino, impone un orden al caos primigenio copiándolo del mundo de las ideas. El Demiurgo platónico es un ser necesario porque la Ideas son inmóviles como el Ser de Parménides y no pueden ordenar el caos. El mundo platónico es un mundo orgánico, que tiende al caos y precisa de una mente que lo ordene constantemente (Demiurgo) para que alcance la idea del Bien, que es inmóvil. De algún modo, en el Dios de Descartes se reúnen el Demiurgo y la idea de Bien platónicos.