Desamortización de los Bienes Eclesiásticos
El texto que vamos a comentar es un documento histórico de carácter político, jurídico y económico. El fragmento es una parte del decreto escrito por Juan Álvarez Mendizábal en 1836. Este texto va dirigido a la regente María Cristina durante la minoría de edad de su hija y en él se explican los motivos del proceso desamortizador.
El tema principal de este decreto es explicar los objetivos de la desamortización. La idea principal es la de reducir la deuda pública. También hay algunas ideas secundarias como que la desamortización ayudará al desarrollo económico y a conseguir el deseo de propiedad. También identificaría a la población con la monarquía de Isabel II como símbolo de orden y libertad.
El problema histórico en el que se ambienta es la aprobación y realización de la primera gran desamortización eclesiástica, lo cual significaba el comienzo del desmantelamiento del Antiguo Régimen ante el empuje de las fuerzas liberales progresistas.
Este texto se enmarca en el contexto histórico del reinado de la regente María Cristina, una etapa revolucionaria. En esta época se cambia a un Estado burgués parlamentario y en economía a un sistema capitalista moderno. Por debajo subyace el dominio social de una nueva clase dirigente, formada por la burguesía de negocios y la nobleza tradicional.
Con la desamortización de Mendizábal se pretendían lograr varios objetivos a la vez: ganar la guerra carlista; eliminar la deuda pública, al ofrecer a los compradores de bienes la posibilidad de que los pagaran con títulos emitidos por el Estado; atraerse a las filas liberales a los principales beneficiarios de la desamortización, que componían la incipiente burguesía con dinero; poder solicitar nuevos préstamos, al gozar ahora Hacienda de credibilidad, y cambiar la estructura de la propiedad eclesiástica, que de ser amortizada y colectiva pasaría a ser libre e individual. Pero había más: la Iglesia sería reformada y transformada en una institución del Nuevo Régimen, comprometiéndose el Estado a mantener a los clérigos y a subvencionar el correspondiente culto.
En 1833 Don Carlos reivindicó desde Portugal sus derechos dinásticos dando comienzo así a la primera guerra carlista. En el bando carlista estaban los absolutistas más intransigentes, parte de la nobleza y los miembros más conservadores de la administración y del ejército, junto a la mayoría del bajo clero. También les apoyó una parte del campesinado e importantes sectores del artesanado. Tuvieron el apoyo de los imperios austriaco, prusiano y ruso. El bando “cristino” lo formaban los sectores moderados y reformistas del absolutismo, los liberales, la mayor parte del ejército y de los generales, los funcionarios y altas jerarquías de la Iglesia. Se sumaron la burguesía de negocios, los intelectuales y profesionales, las clases medias urbanas, los obreros industriales y el campesinado del sur. Contaron con el apoyo diplomático y militar de Portugal, Inglaterra y Francia.
Los inicios de la guerra fueron favorables a los carlistas pero finalmente fracasaron, aunque estuvieron a punto de tomar Madrid. El general Maroto inició negociaciones con el general Espartero y se firmó el abrazo de Vergara.
En 1833 comienza el reinado de la regente María Cristina, que no era liberal pero necesitaba apoyos y llamó a Martínez de la Rosa que era un liberal moderado. Éste convenció a la regente de la necesidad de una apertura y que los liberales volvieran del exilio.
El Estatuto Real era una carta otorgada donde se regulaba la convocatoria de unas Cortes muy conservadoras y elitistas por su composición y por lo limitado del voto. Había dos alas del liberalismo: la moderada y la progresista, que era partidaria de restaurar la Constitución de 1812.
La desamortización de las tierras de la Iglesia constituye la media más llamativa de la revolución liberal y la más importante desde el punto de vista económico y social. La enorme deuda acumulada llevó a la Corona a recurrir a esta desamortización para expropiar los bienes vinculados y ponerlos a la venta para ir eliminando la deuda contraída. El primer objetivo de Mendizábal, era sanear la Hacienda pública. El primer decreto afectó a los bienes de la Iglesia. En 1833 la desamortización se hizo ineludible. La guerra carlista obligó a buscar recursos con urgencia y el clima anticlerical llevó a decretar la exclaustración general y facilitó al Gobierno la decisión. En febrero de 1836 se publicó el decreto de desamortización de los bienes del clero regular, la desamortización de Mendizábal, y así éste conseguía su segundo objetivo, quitarle poder económico y social a la Iglesia. El proceso duró hasta 1845 porque las ventas fueron detenidas por el Gobierno moderado.
Mendizábal quería amortizar la deuda, convertir las tierras en propiedad privada sujeta al mercado y transferirlas a compradores enriquecidos que se verían comprometidos a apoyar al bando cristino, y así intentaba conseguir su cuarto objetivo, que era conseguir adeptos a los liberales. Estableció un método de compra que permitía pagar con títulos de deuda. Las compras resultaron una ganga para los especuladores, pero el tamaño de los lotes y la corrupción impedían a los campesinos adquirir propiedades así que se amortizó sólo una parte de la deuda y una masa de bienes raíces pasó a manos de las clases dirigentes.
Durante el Bienio Progresista se aprobó la desamortización de Madoz, que era una desamortización general mientras que la de Mendizábal solamente era eclesiástica. Se ponían en venta las tierras restantes de la Iglesia y las de los ayuntamientos. Fue mucho más rápido y se amortizó mucha más deuda. Las tierras fueron a parar a manos de los inversores y antiguos terratenientes y se acentuó el proceso de concentración de la propiedad agraria en manos de la oligarquía que perjudicó a los campesinos que habían sido tradicionalmente una fuente de ingresos complementaria.
Éstos se sintieron defraudados por los objetivos que tenían los liberales y se alistan en los partidos socialistas y anarquistas. En esta desamortización no se aceptaron los títulos de deuda pública, había que pagar en efectivo.
Ninguna de las dos desamortizaciones llegó a culminarse. La desamortización podía haberse llevado adelante con más rendimiento para el Estado y se podía haber aprovechado para repartir la tierra entre el campesinado iniciando un proceso de reforma agraria.
Como consecuencia de esta desamortización se consolida el régimen liberal, pero no se produjo un aumento significativo de la producción agraria y la propiedad se concentró más, por lo que el escaso desarrollo agrario impidió una profunda revolución industrial.
María Cristina en 1836 forzó la dimisión de Mendizábal. Hubo entonces una insurrección progresista y se vio obligada a entregar el Gobierno a los progresistas y a restablecer la Constitución de 1812. El nuevo Gobierno estaría encabezado por José María de Calatrava.
Las Cortes elegidas elaboraron la Constitución de 1837 que proclamaba la soberanía nacional con un poder ejecutivo fuerte y el sufragio censitario. En 1840 se intentó modificar la ley municipal, ya que en 1820 se había aprobado la elección popular de los alcaldes y María Cristina y los moderados pretendían que los alcaldes fueran nombrados por la Corona.
Manifiesto de Sandhurst
Es un texto de naturaleza política, ya que se trata de un manifiesto; firmado por el príncipe de Asturias, el futuro Alfonso XII. Casi con total seguridad, se puede afirmar que fue redactado por Antonio Cánovas del Castillo.
Alfonso XII era hijo de Isabel II. Exiliado tras la “Gloriosa”, estudió en varios países y terminó su formación en la Academia Militar británica de Sandhurst, lugar donde firmó, el 1 de octubre de 1874, este texto en el que proponía un cambio en España, siendo clave su presencia.
Cánovas del Castillo había colaborado en la redacción del Manifiesto de Manzanares (1854) y había ocupado varios cargos con los gobiernos de Unión Liberal. Durante el Sexenio Democrático (1868-1874), creó el partido alfonsino, y a partir de 1873 pasó a dirigir una vuelta en toda regla de los Borbones a España. Cuando el general Martínez Campos proclamó rey a Alfonso XII, Cánovas rápidamente asumió el ministerio-regencia a la espera del rey.
Dos son las ideas principales: Alfonso se reconoce como el legítimo heredero de la corona española, por efecto de la abdicación de su madre en 1870. Por otro lado el manifiesto expone un programa político que estabilice el país, basado en la reconciliación y las Cortes, para normalizar la vida política española, o lo que es lo mismo, que el monarca quiere establecer en España un nuevo régimen, en el que se combinen tradición y modernidad.
El sexenio finalizó a finales de 1874 debido a diversas causas que no pudieron solucionar ninguno de los sistemas políticos establecidos. El cantonalismo, expresión de la radicalización del federalismo y del movimiento obrero; la tercera guerra carlista, conspiraciones alfonsinas y la guerra de los diez años contra los independentistas cubanos, son algunos ejemplos de la inestabilidad vivida.
En este clima el general Pavía disuelve las Cortes, que pretendían buscar un sustituto a Emilio Castelar. El 4 de enero de 1874 el general Serrano instaura una República autoritaria, que se mantuvo nominalmente pero que en realidad significaba el punto final de la experiencia republicana. Cánovas del Castillo acelera la Restauración y Martínez Campos da un golpe de estado el 29 de diciembre de 1874 en Sagunto y proclama a Alfonso XII como nuevo rey de España. El 31 de diciembre se constituía el Ministerio-Regencia, presidido por Cánovas y con este acontecimiento se pone punto y final al primer intento de instaurar un sistema liberal democrático en España y se inicia la Restauración, que no sólo significa una vuelta de los Borbones, sino también un dominio del liberalismo dogmático.
El 29 de diciembre de 1874, Martínez Campos proclama en Sagunto a Alfonso XII como rey de España, anteriormente Isabel II había abdicado en su hijo y Cánovas del Castillo se había convertido en su principal valedor político. Días antes, el 1 de diciembre, Alfonso XII había firmado el Manifiesto de Sandhurst, programa de la monarquía, garantizando el sistema político liberal.
La mayor parte de militares apoya al monarca, Serrano dimite y parte al exilio, del que retornará como alfonsino. Culminaba así un proceso que se había iniciado casi desde el comienzo mismo del exilio de Isabel II. Este pronunciamiento suponía el fin de un periodo de gran inestabilidad y la restauración de los borbones en España; no obstante, se recurrió a métodos que no agradaron al auténtico artífice del proyecto restaurador, Cánovas del Castillo, ya que su intención no era una restauración establecida por los militares, sino formar una amplia opinión pública favorable a la vuelta del joven príncipe y poco a poco entrar en el poder de una manera pacífica.
A pesar de todo, cuando se produjo el pronunciamiento Cánovas se hizo cargo inmediatamente de la situación y se ocupó de organizar la transición de la forma más legal posible. Los meses que siguieron fueron decisivos en la consolidación de un nuevo régimen, puesto que Cánovas consiguió una larga etapa de estabilidad política basada en un sistema político regido por los valores conservadores de orden, propiedad y monarquía, combinados con aspectos e instituciones liberales. El sistema político se basó en el turno de partidos pactado en el Pardo, el 24 noviembre de 1885. Con este sistema se alternaban en el poder dos partidos, el liberal-fusionista de Sagasta que se alternaba con el liberal-conservador de Cánovas. Había otros partidos, pero había un falseamiento sistemático de las elecciones, por lo que nunca hubo posibilidad de que otros partidos ocuparan el poder. A lo único que podían aspirar era a ocupar algún escaño en las Cortes, ya que los caciques aseguraban la alternancia política.
Se buscaba un amplio consenso político donde tuviesen cabida todos los partidos que afecten la restauración borbónica, una nueva constitución y la alternancia en el poder.
Cánovas quería imitar el parlamentarismo británico que se basaba en la existencia de dos grandes partidos que aceptaran turnarse en el poder. Ambos debían aceptar pasar a la oposición si perdían la confianza regia y parlamentaria, y respetar la obra legislativa de sus antecesores.
La Restauración tuvo como opositores movimientos de todo tipo, como el republicano federal, los carlistas o los partidos y sindicatos obreros. Y es el momento de consolidación de los regionalismos periféricos, que en muchos casos derivan hacia posturas nacionalistas.
España es un país con un centralismo legal, pero con un localismo real, que se hizo especialmente evidente en Cataluña y en el País Vasco, precisamente las dos regiones con mayor independencia económica; y en menor medida en Galicia y Valencia.
El partido Carlista, tardó bastante en organizarse, ya que éstos fueron derrotados en 1876 y no concurrieron a unas elecciones hasta 1890. Dirigidos por Cándido Nocedal, a pesar de sus divisiones, que originaron el nacimiento del partido Tradicionalista dirigido por Ramón Nocedal; tuvo siempre cierta fuerza en las provincias de Álava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya.
El movimiento obrero cobró cada vez más importancia, sobre todo los sindicatos anarquistas, aunque también el Socialismo tuvo gran difusión, tras la fundación del PSOE en 1879 por Pablo Iglesias.