El Reinado de los Austrias Menores (1598-1700)
Los Validos
Durante el siglo XVII se consolidó la figura del valido, persona de confianza del monarca que intervenía directamente en el gobierno. Con Felipe III, el Duque de Lerma fue el primer valido importante y llevó a cabo la expulsión de los moriscos. El Conde-Duque de Olivares, valido de Felipe IV, impulsó una visión de España centralista y solidaria, además de desarrollar una política exterior agresiva. Carlos II tuvo como validos al Conde de Oropesa, quien reformó la Hacienda, y a Juan José de Austria, opuesto a la política de la regente Mariana de Austria.
Problemas Internos
Los Austrias menores enfrentaron graves problemas internos. La expulsión de 350.000 moriscos tuvo consecuencias sociales, políticas y económicas devastadoras. Con Felipe IV, los conflictos internos se derivaron de la política del Conde-Duque de Olivares, que generó descontento entre la nobleza, el clero y los reinos periféricos. Un ejemplo de ello son las revueltas en Vizcaya, provocadas por la modificación del impuesto de la sal, del cual los vizcaínos estaban exentos por considerarse hidalgos.
En el reinado de Carlos II, además de la crisis económica y la falta de un heredero al trono (que provocaría la Guerra de Sucesión), se produjeron diversas protestas: la revuelta de “los barretines” en Cataluña (1689) por impuestos y acantonamiento de tropas; la protesta en Valencia (1693) por la subida de impuestos; y el “Motín de los Gatos” en Valladolid y Madrid por el aumento del precio del pan y otros alimentos, que provocó la dimisión del Conde de Oropesa.
La Unión de Armas y las Revueltas
Castilla, único reino que contribuía a los gastos de la Monarquía, llevó al Conde-Duque de Olivares a intentar que otros reinos contribuyeran. En Cataluña, la entrada de tropas castellanas para combatir a los franceses en el Rosellón provocó la revuelta de los segadores en 1640. La Generalitat apoyó a los sublevados y entregó el condado de Barcelona al rey Luis XIII de Francia. Felipe IV intervino en la ofensiva contra los catalanes, que se detuvo en Lérida en 1643. Tras el destierro del Conde-Duque, la peste, la crisis económica y la opresión francesa llevaron a la rendición de los catalanes en 1652 bajo la condición de respetar sus fueros. Este contexto reafirmó la autonomía de los territorios españoles dentro del neoforalismo.
En Portugal, en 1640, una conspiración proclamó rey al Duque de Braganza como Juan IV. Este firmó la paz con los holandeses y obtuvo el apoyo de ingleses y franceses. El Conde-Duque, derrotado en Elvas, no pudo evitar la consolidación de la nueva monarquía portuguesa, cuya independencia España reconoció en 1668.
En 1641, el Marqués de Ayamonte y el Duque de Medina lideraron una conspiración contra la Monarquía en Andalucía, apoyada por Portugal, que finalmente fue neutralizada.
Guerras y Tratados
El reinado de Felipe III (1598-1621) se caracterizó por la pacificación. La muerte de Isabel I de Inglaterra facilitó la paz en 1604, y la ruina financiera de la corona obligó a firmar la “Tregua de los doce años” (1609-1621).
Durante el reinado de Felipe IV (1621-1665) se desarrolló la “Guerra de los Treinta Años” (1618-1648), que integró diversos conflictos europeos. Iniciada por problemas religiosos, se convirtió en una lucha por la hegemonía entre los Habsburgo y sus rivales. La Paz de Westfalia marcó el fin de la hegemonía española y el reconocimiento de la independencia de las Provincias Unidas. La guerra con Francia continuó hasta la “Paz de los Pirineos” (1659), que confirmó la decadencia española con la cesión del Rosellón, la Cerdaña, el Artois y plazas flamencas a Francia, además del matrimonio de la hija de Felipe IV con Luis XIV.
En el reinado de Carlos II (1665-1700), España participó en varias guerras: la Guerra de Devolución (Paz de Aquisgrán, 1668); la guerra franco-holandesa (Paz de Nimega, 1678), donde España perdió territorios en los Países Bajos y el Franco Condado; y la Tregua de Ratisbona, con la pérdida de Luxemburgo. Estos eventos marcaron la pérdida de la hegemonía española en favor de Francia.
Crisis Económica y Social
La expansión económica española se frenó a finales del siglo XVI y se estancó hasta finales del XVII, con signos de cambio durante el período del Conde de Oropesa. La crisis afectó especialmente a Castilla, más implicada en los proyectos de la Corona. La población se estancó, Castilla sufrió despoblación y desurbanización (excepto Madrid) debido a la crisis de subsistencia, epidemias, guerras, emigración a América y expulsión de moriscos.
En Castilla, la disminución de la población y el aumento de las cargas fiscales agravaron la crisis agrícola. Los campesinos se endeudaron, abandonaron sus tierras y la propiedad se concentró. Solo en la cordillera Cantábrica, la introducción del maíz y la ganadería estabulada generaron una revolución agrícola.
La llegada de metales preciosos de América, la devaluación de la moneda y los gastos de la monarquía provocaron un incremento de precios que afectó la competitividad de la artesanía y favoreció la importación de productos manufacturados.
El comercio, impulsado por América, estuvo en manos extranjeras y sufrió la competencia de ingleses y holandeses.
La sociedad se mantuvo estamental. La nobleza cortesana se enriqueció y protegió su estatus mediante la “limpieza de sangre”. El clero creció. La burguesía buscó rentas fijas y acceso a la nobleza. El empobrecimiento general aumentó la marginalidad y el bandolerismo.