Crisis y Transformaciones en Cuba y España (1878-1936)

Cuba, la Perla de las Antillas

Tras la Paz de Zanjón (1878), los naturales de Cuba esperaban de la **Administración** española unas reformas que les otorgasen los mismos derechos de **representación política** en las Cortes que los españoles de la **Península**, la participación en el gobierno de la isla, la libertad de comercio y la **abolición** de la esclavitud. Ninguna de estas peticiones había sido consideradas por la administración colonial debido a la rotunda oposición de los grandes propietarios, de los negreros y de los comerciantes peninsulares.

Siguiendo el modelo bipartidista de la Península, se crearon en Cuba dos grandes partidos: el **Partido Autonomista**, integrado en su mayoría por cubanos, y la **Unión Constitucional**, un partido españolista que contaba con una fuerte militancia de los peninsulares instalados en la isla. El primero de ellos pedía la autonomía para la isla, propugnaba un programa de reformas políticas y económicas sin llegar a la independencia y había conseguido una amplia representación en el Parlamento español. El **Partido Liberal** de Sagasta se mostró proclive a introducir mejoras en la isla, pero durante sus sucesivos mandatos solo concretó la **abolición** formal de la esclavitud. En 1893 propuso a las Cortes la aprobación de un proyecto de reforma del **estatuto colonial** de Cuba, pero no prosperó debido a la fuerte presión de los intereses económicos españoles.

La ineficacia de la administración para introducir reformas en la colonia estimuló los deseos de emancipación y el **independentismo** fue ganando posiciones frente al autonomismo. En 1893, un intelectual, **José Martí**, fundó el **Partido Revolucionario Cubano**, cuyo objetivo era la consecución de la independencia y de inmediato consiguió apoyo exterior, especialmente de **Estados Unidos**. El independentismo aumentó rápidamente su base social y contó con el respaldo de caudillos revolucionarios como **Máximo Gómez**, entre otros.


En 1891, el gobierno español elevó las tarifas arancelarias para los productos importados a la isla que no procediesen de la Península. El principal cliente económico de Cuba era **Estados Unidos**, que adquiría casi la totalidad del azúcar y el tabaco, mientras que esa potencia solo podía exportar a Cuba productos con fuertes aranceles de entrada. En 1894, EE. UU. adquiría el 88,1 % de las exportaciones cubanas, pero solo se beneficiaba del 32 % de sus importaciones. El presidente norteamericano **William McKinley** amenazó con cerrar las puertas del mercado estadounidense al azúcar y al tabaco cubanos si el gobierno español no modificaba su política arancelaria en la isla. Al temor a una nueva insurrección independentista, se sumó el recelo a que esta pudiese contar con el apoyo de Estados Unidos.


La Gran Insurrección

En 1879 se produjo un nuevo conato de insurrección contra la presencia de los españoles en la isla, que dio lugar a la llamada **Guerra Chiquita**. La sublevación de los mambises fue derrotada por la falta de apoyos, la escasez de armamento y la superioridad del ejército español. Pocos años después, el **Grito de Baire** del 24 de febrero de 1895 dio inicio a un levantamiento generalizado. El jefe del gobierno español, **Cánovas del Castillo**, envió un ejército al mando del general **Martínez Campos**, que entendía que la pacificación de la isla requería una fuerte acción militar que debía acompañarse de un esfuerzo político de conciliación con los sublevados. Martínez Campos no consiguió controlar militarmente la rebelión, por lo que fue sustituido por el general **Valeriano Weyler**. Organizó las concentraciones de campesinos, a los que se obligaba a cambiar de asentamiento, recluyéndolos en determinados pueblos sin posibilidad de contacto con los combatientes.


En el plano militar, la guerra no era favorable a los soldados españoles. El mal aprovisionamiento, la falta de pertrechos y las enfermedades tropicales causaron gran mortandad entre las tropas, haciendo de la victoria final un objetivo cada vez más difícil de alcanzar.

En 1897, tras el asesinato de Cánovas y conscientes del fracaso de la vía represiva propiciada por Weyler, el nuevo gobierno liberal lo destituyó del cargo y encargó el mando al general **Blanco**. Además, inició una estrategia de conciliación con la esperanza de pactar una fórmula que mantuviera la soberanía española en la isla y evitase el conflicto con Estados Unidos. Para ello decretó la autonomía de Cuba, el sufragio universal masculino, la igualdad de derechos entre insulares y peninsulares y la autonomía arancelaria. Pero los independentistas se negaron a aceptar el fin de las hostilidades.


Paralelamente, en 1896 se produjo una rebelión en las **Islas Filipinas**. La colonia del Pacífico había recibido una escasa inmigración española y contaba con una débil presencia militar. Los intereses económicos españoles se mantenían por su producción de tabaco y por ser una puerta de intercambios comerciales con el continente asiático.

El independentismo fraguó en la formación de la **Liga Filipina**, fundada por **José Rizal** en 1892, y en la organización clandestina **Katipunan**. La insurrección se extendió por la provincia de Manila y el general **Camilo García Polavieja** llevó a cabo una política represiva, condenando a muerte a Rizal. El nuevo gobierno liberal de 1897 nombró capitán general a **Fernando Primo de Rivera**, dando como resultado una pacificación momentánea del archipiélago.


La Intervención de Estados Unidos

El interés de Estados Unidos por Cuba había llevado a realizar diferentes proposiciones de compra de la isla. El compromiso americano con la causa cubana se evidenció a partir de 1895, cuando el presidente McKinley mostró abiertamente su apoyo a los insurrectos, a los que enviaba armas por vía marítima. La ocasión para intervenir en la guerra la dio el incidente del acorazado estadounidense **Maine**, que estalló en el puerto de La Habana en abril de 1898. Estados Unidos envió a España un ultimátum en el que se le exigía la retirada de Cuba. El gobierno español negó cualquier vinculación con el Maine y rechazó el ultimátum estadounidense, amenazando con declarar la guerra en caso de invasión de la isla. Los dirigentes políticos españoles eran conscientes de la inferioridad militar española, pero consideraron humillante la aceptación, sin lucha, del ultimátum. Comenzaba así la **guerra hispano-norteamericana**.

Una escuadra mandada por el almirante **Cervera** partió hacia Cuba, pero fue rápidamente derrotada en la batalla de **Santiago**. Estados Unidos derrotó igualmente otra escuadra española en Filipinas, en la batalla de **Cavite**. En diciembre de 1898 se firmó la **Paz de París**, por la cual España se comprometía a abandonar Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que pasaron a ser un protectorado norteamericano. El ejército español regresó vencido y en condiciones lamentables.


Una Crisis Política y Moral

A pesar de la envergadura de la crisis de 1898, sus repercusiones inmediatas fueron menores de lo esperado. La necesidad de hacer frente a las deudas contraídas por la guerra cubana promovió una reforma de la Hacienda, llevada a cabo por el ministro **Fernández Villaverde** con la finalidad de incrementar la recaudación a partir de un aumento de la presión fiscal.

Tampoco aconteció la gran crisis política que se había vaticinado y el sistema de la **Restauración** sobrevivió. Sin embargo, algunos de los nuevos gobernantes intentaron aplicar a la política las ideas del **regeneracionismo**. La crisis política estimuló también el crecimiento de los movimientos nacionalistas y se denunció la incapacidad de los partidos dinásticos para desarrollar una política renovadora y descentralizadora.

De este modo, la crisis del 98 fue fundamentalmente una crisis moral e ideológica, que causó un importante impacto psicológico entre la población. La derrota sumió a la sociedad y a la clase política española en un estado de desencanto y frustración. Además, la prensa extranjera presentó a España como una “nación moribunda”, con un ejército totalmente ineficaz, un sistema político corrupto y unos políticos incompetentes.


El Regeneracionismo

El fracaso de la revolución de 1868 había dejado una huella importante en los intelectuales progresistas, que consideraban que se había perdido una gran ocasión para modernizar el país. Este era el sentimiento de un grupo de intelectuales reunidos en la **Institución Libre de Enseñanza**. La institución, que tenía en sus filas a intelectuales como **Francisco Giner de los Ríos** y estaba profundamente influida por el **krausismo**, fue una gran impulsora de la reforma de la educación en España. Algunos intelectuales formados en la Institución Libre de Enseñanza consideraban que la sociedad y la política españolas no favorecían ni la modernización de la cultura ni el desarrollo de la ciencia. Esta corriente acabó conociéndose como **regeneracionismo**.

Su mayor exponente fue el aragonés **Joaquín Costa**, que no solo era un prolífico escritor sino también el creador de instituciones sociales y económicas como la **Liga Nacional de Productores** y el inspirador de un partido político, la **Unión Nacional**.

La crisis de 1898 agudizó la crítica regeneracionista que denunciaba los defectos de la psicología colectiva española. Los regeneracionistas defendían la necesidad de mejorar la situación del campo español y de elevar el nivel educativo y cultural del país. En la década de 1890 empezó a producirse también una renovación en la ciencia española con la introducción del **positivismo**, los adelantos de la medicina, la ciencia experimental y la sociología.

Asimismo, un grupo de literatos y pensadores, conocidos como la **Generación del 98**, intentaron analizar el “problema de España” en un sentido muy crítico y en tono pesimista.


El Fin de una Época

El desastre de 1898 significó el fin del sistema de la Restauración y la aparición de una nueva generación de políticos, intelectuales, científicos, activistas sociales y empresarios. Sin embargo, la política reformista de tono regeneracionista que intentaron aplicar los nuevos gobiernos tras la crisis del 98 no llevó a cabo las profundas reformas anunciadas, sino que se limitó a dejar que el sistema siguiese funcionando con cambios mínimos. La derrota militar tuvo también consecuencias en el ejército. Frente a un antimilitarismo creciente en determinados sectores sociales, una parte de los militares se inclinó hacia posturas más autoritarias e intransigentes, atribuyendo la derrota a la ineficacia y la corrupción de los políticos. En el seno del ejército fue tomando cuerpo un sentimiento corporativo y el convencimiento de que los militares debían tener una mayor presencia y protagonismo en la vida política del país. Esta injerencia militar fue aumentando en las primeras décadas del siglo XX y culminó en el golpe de Estado de **Primo de Rivera**, en 1923, y en el protagonizado por el general **Franco** en 1936.